Poniéndose en los zapatos del otro
Existen ciertas estrategias que puede usar quien quiere contar una historia para ir desarrollando la narrativa de lo que quiere contar.
La manera en que se le da la información al lector de lo que está pasando (o espectador) muchas veces está tipificada y se puede pensar como un conjunto de técnicas narrativas que pueden aplicarse a ciertas partes de la narración.
Por ejemplo desde el narrador, no es lo mismo cómo se comunica con el lector si alguien externo es el que cuenta, no sólo lo que pasa, sino cómo se sienten los personajes si lo comparamos con una narración en primera persona, donde es el protagonista quien va contando los hechos.
Así también es muy distinto desde las estructuras narrativas contar la historia de manera lineal que alterando el órden cronológico y empezando, por ejemplo, desde un instante antes del desenlace para luego contar cómo se ha llegado a ese punto. Muchos de los detractores de Pulp Fiction dicen que si se ve la obra de Tarantino en el orden cronológico es una película mediocre no entendiendo que, justamente, la tensión que genera esa alteración temporal es lo que la hace tan maravillosa.
Como hay distintas técnicas para contar, también hay fórmulas o recursos que a nivel guión facilitan a los escritores llegar a desarrollar ciertas temáticas, como el ya clásico Gemelo Malvado o el que hoy nos convoca, el cambio de cuerpos.
Con este recurso en donde las conciencias de 2 personas cambian de cuerpos respectivamente los guionistas generan innumerables disparadores de situaciones que pueden ser utilizadas para conocer más a los personajes o simplemente para mostrar lo fuera de lugar que un personaje puede estar cuando su ambiente (en este caso su cuerpo) le es desconocido.
Si bien muchos analistas toman que el cambio de lugares puede ser tomado como una forma de cambio de cuerpo, principalmente porque no deja de existir esa sensación de no pertenecer a un lugar específico, y siendo su principal exponente la obra de Mark Twain “Príncipe y Mendigo”, voy a enfocarme en donde fehacientemente lo que cambian son las conciencias y no los lugares.