La primer reseña cinematográfica de este recién estrenado 2015 dedicada a un único film de mi parte va a romper un poco con la estructura a la que yo o mis compañeros de equipo en Tierra Freak los tenemos acostumbrados. Voy a explayarme sobre un estreno, pero una semana después de que el mismo aterrizó por los cines de nuestro país, perdiendo terreno en levantar un artículo con una primicia pero enarbolando una bandera que tiene como logo una banca, un enorme aguante a una producción que fue injustamente ignorada por la Academia en las nominaciones para este año (lo cual habla muy bien del criterio a la hora de elegir sus premios, ¿no?) pero que desde mi lugar y mi experiencia se eleva como una de las mejores películas surgidas el año pasado. El film en cuestión lleva por nombre Fury (2014), pero acá lo estrenaron como Corazones de Hierro, está dirigido por David Ayer -quien es también autor del guión-, tiene como protagonistas a Brad Pitt, Shia LaBeouf, Logan Lerman, Michael Peña y Jon Bernthal, y está ambientado en ese conflicto histórico que enemistó a potencias mundiales y cambió el organigrama socio-político para siempre, y que sobre todo dio pasta para incontables y preciosas super-producciones de cine, o miniseries para televisión con una calidad envidiable. Por supuesto me estoy refiriendo a la segunda guerra mundial, una de las contiendas más vistosas y crudas, que cuenta con cruentos detalles que ya todos conocemos y que pasa el tiempo y no deja de ser una fuente inagotable de anécdotas, mitos, leyendas y miserias dignas de ser capturadas y plasmadas por guionistas y directores para el goce y/o sufrimiento del público. Hoy quiero contarles, procurando no spoilear demasiado, por qué Fury me parece una magnífica producción digna de ser consumida y disfrutada por todos los lectores del sitio, aún cuando fue subestimada por parte de la crítica especializada y olvidada por la Academia.