Puede parecernos raro en esta era de interconexión en la que vivimos, pero la posibilidad de leer y escribir era, hasta hace no mucho tiempo, algo reservado para unos pocos. Y cuando digo “hace no mucho tiempo” es porque hace menos de150 años un 77,5% de la población era analfabeta en la Argentina.
Imagínense entonces qué pasaba en la Europa de la edad media, donde sólo leían y escribían algunos pocos privilegiados miembros de la nobleza y de la curia.
Fue por eso que el trabajo de los bardos era mucho más que contar historias de fantasía. Su verdadera importancia era transmitir el conocimiento y las noticias de lugares remotos y desconocidos.
Por eso mismo los bardos no eran simples recitadores, sino que acompañaban sus relatos con música, con actuación y hasta con efectos de sonido. Todo lo necesario para que aquellos que los escuchaban se compenetraran tanto en lo que contaban que les quedara grabado en la memoria.
Y por esa misma razón es que titulé a esta serie de columnas “Bardos de la Modernidad”, porque no son simples directores o realizadores de cine o televisión, sino que para mi son verdaderos maestros del lenguaje audiovisual, herederos de la antigua tradición de contar historias utilizando todos los recursos que este lenguaje les ofrece.