La primer reseña cinematográfica de este recién estrenado 2015 dedicada a un único film de mi parte va a romper un poco con la estructura a la que yo o mis compañeros de equipo en Tierra Freak los tenemos acostumbrados. Voy a explayarme sobre un estreno, pero una semana después de que el mismo aterrizó por los cines de nuestro país, perdiendo terreno en levantar un artículo con una primicia pero enarbolando una bandera que tiene como logo una banca, un enorme aguante a una producción que fue injustamente ignorada por la Academia en las nominaciones para este año (lo cual habla muy bien del criterio a la hora de elegir sus premios, ¿no?) pero que desde mi lugar y mi experiencia se eleva como una de las mejores películas surgidas el año pasado. El film en cuestión lleva por nombre Fury (2014), pero acá lo estrenaron como Corazones de Hierro, está dirigido por David Ayer -quien es también autor del guión-, tiene como protagonistas a Brad Pitt, Shia LaBeouf, Logan Lerman, Michael Peña y Jon Bernthal, y está ambientado en ese conflicto histórico que enemistó a potencias mundiales y cambió el organigrama socio-político para siempre, y que sobre todo dio pasta para incontables y preciosas super-producciones de cine, o miniseries para televisión con una calidad envidiable. Por supuesto me estoy refiriendo a la segunda guerra mundial, una de las contiendas más vistosas y crudas, que cuenta con cruentos detalles que ya todos conocemos y que pasa el tiempo y no deja de ser una fuente inagotable de anécdotas, mitos, leyendas y miserias dignas de ser capturadas y plasmadas por guionistas y directores para el goce y/o sufrimiento del público. Hoy quiero contarles, procurando no spoilear demasiado, por qué Fury me parece una magnífica producción digna de ser consumida y disfrutada por todos los lectores del sitio, aún cuando fue subestimada por parte de la crítica especializada y olvidada por la Academia.
Cine Bélico
Hay toda una tradición a la hora de narrar “historias de guerra” en el cine que tiene más de un siglo de existencia, y en la cual han puesto sus manos directores de la talla de Charlie Chaplin, Frank Capra, Robert Aldrich, David Lean, y los más recientes Francis Ford Coppola, Barry Levinson, Brian De Palma, Martin Scorsese, Steven Spielberg, Terrence Malick y, por supuesto, el amigo de la casa Oliver Stone y su trilogía bélica sobre Vietnam conformada por Platoon (1986), Born on the Fourth of July (1989) y Heaven & Earth (1993), la primera de ellas incluso logró ganar un Oscar a la mejor película al año siguiente de su estreno, y otro al mejor director para Oliver. El género es fascinante, no solo por su historia y las grandes producciones que lo identifican sino también por la perfecta conjunción dentro del cine de acción entre un buen entretenimiento y un contenido generalmente duro con una severa bajada de línea sobre el accionar de ciertos países durante estos conflictos, y como yapa tenemos pinceladas de hermandad, solidaridad y trabajo en equipo contrastando las mayores miserias que el hombre pueda soportar, que van de la mano con las atrocidades a las que puede llegar cuando es puesto en situaciones límites... o sencillamente porque disfruta de cometerlas, y ya. Como espectador, si estás ante la presencia de un buen film bélico no podes salir de esa experiencia inmune: en algún punto, en algún momento del film, el dolor y el padecimiento del cual son víctimas algunos de los personajes tiene que lograr tocar una fibra sensible interior tuya y emocionarte, sino, podemos considerar la producción un fracaso.
Con más de 100 años encima, esta tradición tuvo sus altas y sus bajas, décadas que nos dieron glorias y otras en las cuales se apagó hasta casi desaparecer, pero muchos coincidirán conmigo en que desde el estreno de Saving Private Ryan (1998) hace 17 años hasta hoy, el género no ha dejado de sorprendernos todos los años con al menos 4 o 5 producciones realmente dignas de destacar, así que podríamos considerar al film de Spielberg, tanto por su calidad como por el rebote cultural que tuvo, como una inyección de adrenalina a esta categoría de acción que renovó el interés por las historias bélicas, y sobre todo por aquellas ambientadas en la segunda guerra mundial. También ayuda el hecho de que exista una estrecha relación entre la maquinaria militar yanquie y Hollywood, y que en las últimas dos décadas estemos viviendo tiempos realmente violentos, con disímiles campañas militares esparcidas a lo ancho y largo del planeta, multiplicando las “anécdotas” de este tipo que luego son recuperadas por despiertos guionistas y transformadas en guiones para cine, cuando no en best-sellers literarios con un enorme potencial para ser adaptadas a la pantalla grande.
Así mismo, dentro del género existen distintos formatos de historia que se fueron definiendo con el correr de los años, y que ahora son un lugar común. Están las películas en las cuales nos narran las experiencias de los prisioneros de guerra, conocidas en U.S.A. como POW films (prisoner of war), y aquellas en las que somos testigos de la acción en el campo de batalla siguiendo un reducido escuadrón en alguna misión de rutina, o los films que nos muestran un grupo peculiar de soldados, mismos que por sus facultades especiales y su química para trabajar en equipo son destinados a misiones especiales fuera de los registros históricos, y a esta lista se le suman las producciones que nos muestran las consecuencias de la guerra en quienes tuvieron los huevos (o sencillamente salieron sorteados o fueron convocados por su gobierno y no les quedó otra) para ir al campo de batalla, y cómo tienen que lidiar con el trastorno de estrés postraumático cuando regresan a sus hogares luego de años de haber estado en el “frente”, y se dan de cabeza con el rechazo de una sociedad que, encima, miró el conflicto desde la comodidad de un sillón delante de un televisor. Y luego están las OMAC war movies, ¿no? Las siglas se corresponden a One Man Army Corps, y el nombre a la sub-categoría se lo acabo de poner, sí, y ya estarán adivinando de que va la temática: una misión suicida relacionada con un conflicto bélico, y hay un solo hombre capaz de hacer frente ese desafío. El mayor exponente fílmico de esta sub-categoría es, por supuesto, la saga de Rambo, sobre todo en sus secuelas, pero esta tetralogía también cuenta con la etiqueta de narrar las vivencias de una víctima del ya mencionado estrés postraumático.
El tema es apasionante, y enorme, y no cabe duda que en algún momento del 2015 regresaré con otra reseña (o quizás una seguidilla de artículos) para explayarme un poco más y ahondar en los mejores exponentes del género, pero lo que me interesa dejar asentado es que esta categoría suele ser una de las más bastardeadas dentro del género de acción… y es muy difícil, para mí, encontrarle sentido a esto, dado que por lejos las producciones bélicas, cuando están bien realizadas, son, dentro de los estrenos de tiros y muertes a granel, las que más contenido tienen. Fury es un ejemplo excepcional para sustentar mi teoría, por supuesto, pero detrás de ella se alinean no menos de 40 películas que no solo logran entretenerte de forma inteligente sino que cuentan con momentos donde tenés que hacer de tripas corazón para no doblegarte y llorar como una marica.
M4 Sherman – code name: Fury
Como muchos sabrán, tengo por costumbre buscar y leer reseñas on-line de las películas, series o historietas que estoy por abordar, más que nada porque me interesa saber qué percibieron otros sobre la obra en cuestión, y contrastar sus dichos, teorías y críticas con las mías antes de sentarme a escribir un artículo. Cuál no sería mi sorpresa al encontrarme con no menos de cinco entradas en las cuales quien firmaba la misma claramente no había entendido el sentido de Fury. Lo cierto es que con la trayectoria que tiene Ayer, el director, sobre sus espaldas, uno puede esperar resultados muy diversos, pero casi seguro tendremos una narración anclada en los personajes y abriendo el campo desde ahí a situaciones quizás poco verosímiles pero en contextos muy reales, ajenos a nuestra cotidianeidad, seguro, pero teñidos de problemáticas sociales que absorbemos todo el tiempo en los medios que tienen como fin informar, y que, de una u otra forma, comulgan a policías corruptos con la problemática de la inseguridad, sobre todo en barrios carenciados. Algunas veces decidió armar su relato en un formato documentalista, como se vio en End of Watch (2012), y otras se decantó por una narración más convencional y clásica, como en Street Kings (2008) o la reciente Sabotage (2014), y es por eso que viendo los avances y leyendo alguna que otra ficha de Fury no esperamos un severo cambio de registro en la dirección… y sin embargo esta es la primer producción dirigida por el oriundo de Illinois que bien podría ser considerada una fábula. El contexto es híper realista y familiar: estamos ante el comienzo del epílogo de la segunda guerra mundial, cuando los aliados están asestando su golpe final en Europa, y dentro de la avanzada norteamericana se encuentra un sargento de nombre Don "Wardaddy" Collier (Brad Pitt) que está a dos pasos de transformarse en una leyenda, él y su equipo conformado por el artillero Boyd "Bible" Cisne (Shia LaBeouf), el cargador Grady "Coon-Ass" Travis (Jon Bernthal) y el conductor Trini "Gordo" García (Michael Peña), a quienes se le suma, de prepo, un novato llamado Norman Ellison, magníficamente caracterizado por Logan Lerman [el pibito ya crecido que hizo de Percy Jackson y de d'Artagnan en The Three Musketeers (2011)], mismos que tienen por costumbre formar equipo para tripular y maniobrar un tanque Sherman M4 al que han bautizado Fury, el cual da nombre al film. Hasta acá todo en orden, la historia no parece que vaya a desprenderse demasiado de tantos otros relatos bélicos: un equipo con mucha historia encima cargando un inmenso dolor por la reciente muerte de un compañero tiene que tolerar la presencia de un incapaz y cobarde que con su ignorancia y dejadez puede poner en riesgo al resto del grupo y provocar bajas accidentalmente. Mientras el tiempo pasa y las misiones se van acumulando –y va aumentando el nivel de los desafíos militares-, la tensión entre el novato y sus compañeros aumenta, casi a la par de su aprendizaje como artillero auxiliar, y minuto a minuto vamos conociendo más y más a cada integrante del equipo, y de una forma u otra encariñándonos con todos. Pero el relato, ya desde sus inicios, dio pistas de que estábamos transitando un terreno, al menos, peculiar: escenarios demasiado post-apocalípticos, con una puesta en escena casi teatral de los estragos que dejan los bombardeos en las zonas urbanas, la aparición de caballos, a veces solos, otras con jinetes, los espacios cerrados demasiado amplios… cuando somos testigos del primer combate hacen su entrada algunos detalles técnicos y estéticos que terminan de confirmar la sospecha: Ayer nos estuvo tomando el pelo, nos engañó y nos hizo entrar como caballos en lo que creíamos era another war story y no, acá hay algo más. No podemos disimular la satisfacción que nos provoca la extrañez de ver un mix de sonidos y efectos quizás impropios para este tipo de historias, y que sin embargo funcionan muy bien, y hasta incluso nos ayudan a decodificar mucho mejor las bajas, y el origen de las mismas. Lejos de estar enojados con la producción o el director por lo que algunos podrían considerar un insulto al relato clásico de los conflictos bélicos, festejamos no solo la creatividad y el coraje para llevar adelante una propuesta estética de este tipo, sino también la habilidad de todos para hacerlas funcionar de forma orgánica con el contexto histórico, abriendo el juego a un abanico de posibilidades excitantes. Cuando estamos promediando la película el goce es completo, la sensación de extrañez ha desaparecido definitivamente y nos relajamos, estiramos las piernas, prendemos un pucho, acercamos nuestro vaso de fernet y esbozamos una sonrisa: estamos experimentando un orgasmo cinematográfico.
En estas últimas líneas dejé de escribir en primera persona y comencé a expresarme en plural, ya que decidí incluirlos como espectadores porque estoy convencido de que, si se acercan a esta película con la mente abierta y dispuestos a pasar un buen raro, la van a disfrutar tanto como yo. Las actuaciones no solo son sólidas, son muy emotivas y logran una tremenda empatía con el espectador, y en esto hay que decir que la dirección de actores tiene mucho que ver, y se me figura impecable. La puesta en escena está todo el tiempo a la altura de la narración, con escenografías impactantes y grandilocuentes cuando así lo exige el relato, o mínimas y acotadas si fuera necesario, y el guión tiene la delicadeza y la delicia de un buen vino mendocino, y de la mano de Ayer en la dirección y con una brutal post-producción que se nota en una cuidada edición, este film, con sus ínfimas pretensiones y silbando por lo bajo, termina transformándose en un clásico instantáneo, no solo del género sino de la historia del cine. Otro golazo de media cancha para Brad Pitt, y una buena para el vapuleado Shia LaBeouf, que con la genial Lawless (2012) y la perturbadora pero muy gratificante Nymphomaniac (2013) se anota tres hermosos porotitos para que le perdonemos sus pecados y comencemos a tenerlo en cuenta. Vayan a ver Fury al cine, no se van a arrepentir.
Nos leemos de nuevo la semana que viene, acá, en Tierra Freak.