El debate sobre la actualidad de la animación nunca termina, y generación tras generación hay opiniones encontradas al respecto, siempre, sea la época que sea. Y estando las cosas como están hoy, con un mundo tan globalizado donde cualquier artista o estudio de animación puede chupar influencias de absolutamente cualquier lado del globo terráqueo, donde la tecnología permite llevar adelante proyectos de muy bajo costo en comparación con décadas atrás, y sobre todo donde un dinosaurio como Los Simpsons con casi 30 años ininterrumpidos todavía sigue al aire y sigue siendo redituable para FOX, los cuestionamientos sobre la buena o mala salud de este arte están más al rojo vivo que nunca. Dicho esto, BoJack Horseman es un producto distinto que está por comenzar en muy poco tiempo (el 8 de septiembre Netflix pondrá on-line toda la 4ta temporada) un nuevo capítulo, e increíblemente nunca tuvo una entrada en Tierra Freak, así que, siendo así, para aquellos que están subscriptos a este popular servicio streaming y aún no le dieron una oportunidad, esta semana voy a contarles porqué este show debería formar parte de las series que consumen.
Allá en los ’90…
Primero y principal quiero señalar algo que me parece fundamental para analizar este show: BoJack Horseman es un cartoon distinto, único en su tipo, y como tal, no es apto todo público. No solo porque su contenido tenga un target claramente adulto –es una sitcom dramática con toques de humor que está animada, ni más ni menos- sino porque su tono y su desarrollo son muy particulares, su nivel dramático por momentos es excesivo, y realmente se puede tornar, para muchos, muy densa y muy oscura. BoJack Horseman no es un show perturbador, con decenas de escenas de sexo explícito o violencia desmedida, no recurre constantemente a golpes bajos, ni tampoco es una telenovela de las 3 de la tarde con infinidad de dramas entrecruzados entre sus personajes protagonistas, pero requiere de un compromiso enorme por parte del televidente para poder ofrecer un universo muy rico, muy complejo y exquisito, donde salen a la luz muchas miserias humanas mundanas que a muchos de nosotros no nos son ajenas y con las cuales, quizás, convivimos diariamente, las cuales van delineando personajes que, a primera vista, podrían ser catalogados como clichés, pero a medida que los episodios se van acumulando nos vamos dando cuenta que no, que a pesar de estar dibujados se nos figuran muy reales, muy verosímiles, porque comparten nuestros miedos y tienen que lidiar con frustraciones que no nos son ajenas en absoluto.
El protagonista del show es el que da nombre al mismo, BoJack Horseman, un caballo antropomórfico que vive en una realidad paralela a la nuestra, muy parecida pero a la vez radicalmente distinta, una en la cual justamente seres antropomórficos y seres humanos “normales” coexisten sin problemas. BoJack entonces, es un actor de 52 años que tuvo su momento de gloria en los ’90 cuando protagonizaba una sitcom llamada Horsin' Around, la cual llegó a estar al aire 9 temporadas y le permitió a nuestro protagonista forrarse de plata. A pesar de que el título del show podría remitir a un film de Los Tres Chiflados del ’57 nada más lejos de la realidad, la sitcom en si era una comedia liviana familiar bastante mediocre pero que evidentemente funcionó en la pantalla y le permitió a todo el casting protagonista saltar a la fama, y luego de su finalización cada uno tomó caminos muy distintos. En el caso de BoJack, en los 18 años que separan ese cierre y el presente nunca más volvió a obtener un papel protagónico en absolutamente nada, aunque es probable que tampoco se haya interesado por hacerlo, y siendo así, su vida, aunque supuestamente repleta de “anécdotas jugosas” –las cuales mayormente comienzan con alguna fiesta descontrolada en su casa reventado de drogas y alcohol-, lo terminó depositando en un estado de depresión crónica y volcándolo al alcoholismo.
BoJack quiere ser feliz pero no sabe cómo lograrlo, se odia a sí mismo y detesta a prácticamente todos los que lo rodean, y no conforme con eso se engaña haciéndole creer al resto que es un gran actor, que ha vivido una gran vida y que la misma merece ser retratada en una auto-biografía. Consciente, de todos modos, de que ya no está en el foco de la tormenta y convencido de que no puede escribir el libro sin ayuda, comienza a planificar su regreso a las primeras planas del espectáculo contratando a una escritora fantasma, Diane Nguyen, para que le ayude a darle forma a la auto-biografía que lo pondrá de nuevo en boca de todos, y con eso poder palanquear para conseguir que alguien lo convoque a un proyecto multimedia relevante.
La única persona que durante los últimos 5 años ha podido tolerar la convivencia con BoJack es Todd Chavez, un pibe de 24 años desempleado que tampoco tiene mucha idea de qué mierda hacer con su vida, cayó de sopetón una noche en la casa de nuestro protagonista en una de sus fiestas y se quedó a vivir con él durmiendo en el sillón de la sala central. Todd es realmente todo un caso, es un personaje que se la pasa desvariando, tiene la cabeza quemada vaya uno a saber porqué motivo y tiene la particularidad de que cuando se aleja un poco de sus amigos se termina metiendo en problemas que lo superan desde el minuto cero, y es complicado entender porqué sigue al lado de BoJack cuando esté no hace más que maltratarlo verbalmente y menospreciarlo.
Diane, por otro lado, entra a la vida de BoJack como una periodista freelance que tendrá que pasar la mayor cantidad de tiempo posible en compañía de nuestro protagonista, recopilando anécdotas actuales y entrevistándose con él diariamente para tener una idea del pasado y el presente y poder así tener una idea general sobre la cual desarrollar el bendito libro, y entre ambos irán construyendo una relación bastante conflictiva que bordeará los límites de la amistad hasta que uno de los dos la termine cagando… ya que nuestra escritora fantasma es una mujer vietnamo-americana proveniente de Boston, feminista e intelectual incomprendida que está en pareja con el actor y antigua estrella de televisión Mr. Peanutbutter, un enérgico perro labrador que bien podría ser la perfecta contracara de BoJack, y en cierto sentido lo es.
Mr. Peanutbutter también tuvo un show en los ’90 que contó con sobrado éxito, el cual en muchos aspectos era una copia barata de Horsin' Around, razón por la cual nuestro protagonista no lo puede ni ver… sin embargo la actitud siempre positiva y absolutamente condescendiente de Mr. Peanutbutter y la condición de pareja de Diane hace que ambos tengan que limar las asperezas de la relación que los “une” para poder seguir adelante con sus vidas. Al comienzo claramente este personaje se nos tornará un poco insoportable pero solo porque nos permitimos analizarlo desde la mirada sesgada y limitada de BoJack, a medida que los capítulos se van acumulando nos vamos dando cuenta que tiene un montón de matices muy divertidos y complejos, y muchas veces funciona como órgano de conexión para las vidas de todos los que lo rodean.
El personaje protagonista que me estaría faltando mencionar es Princess Carolyn, una gata persa rosa que oficia como agente/representante de BoJack y es, a la vez, su ex-novia, y en el momento en el que comienza la serie todavía mantenían relaciones sexuales cada tanto. Princess Carolyn es una persona super comprometida con su profesión, manipuladora, agresiva y muy tajante, pero que no logra encarrilar su situación sentimental. Si la situación se da, puede oficiar como confidente de BoJack, pero en general suele ser la que aporta una cuota de cordura a ciertos impulsos histéricos de nuestro protagonista.
La conexión con The Lego Batman Movie
Una de las enormes y muy gratas sorpresas que nos depara el universo de BoJack Horseman es que este show, aún siendo animado, mantiene un hilo narrativo que va evolucionando conforme los sentimientos de los personajes van cambiando de acuerdo a las experiencias que viven, algo que realmente suele ser muy ajeno a la animación para televisión norteamericana, aún cuando la misma esté orientada para un público mayormente adulto.
Y es que la cronología no suele jugarle a favor a prácticamente ninguna serie animada de este tipo, porque si se la toma en serio requiere un replanteo constante de los personajes, sus motivaciones y sus acciones, algo que, para poder ser llevado de forma verosímil necesita de mucha muñeca en los guiones, como bien sabemos quienes venimos leyendo historietas super-heróicas desde hace años.
BoJack Horseman necesita de la cronología porque nos habla de algo, y ese algo es la soledad. El protagonista es un personaje que se siente solo, desahuciado, disconforme con el camino que ha recorrido y con la mirada que el mundo tiene de él, pero le duele aceptarlo y, sobre todo, aceptarse. Quiere ser feliz pero no sabe cómo, y tiene miedo de seguir siendo infeliz por el resto de su existencia.
Hay un film, animado también, que aborda el mismo tema y que se estrenó este año, y ese film es la maravillosa The LEGO Batman Movie (2017), una producción que pasó sin pena ni gloria por los cines locales y a la cual muchísimos fanáticos del género y de la animación no le han dado una oportunidad por la sencilla –y estúpida- razón de que es una manufactura proveniente de una empresa que fabrica juguetes para niños. Las vueltas de la vida hicieron que el mismo actor que da vida a la voz de BoJack Horseman sea también el que esté a cargo de la misma labor en el protagónico de The LEGO Batman Movie, encarnando a Bruce Wayne/Batman. Por supuesto me estoy refiriendo a Will Arnett, el canadiense que muchos recordarán por interpretar a uno de los hermanos de Michael Bluth en la sitcom de culto de FOX Arrested Development pero que también ha trabajo en Jonah Hex (2010), Teenage Mutant Ninja Turtles (2014) y Men in Black 3 (2012), y ha colaborado con voces para Ratatouille (2007), Monsters vs. Aliens (2009), Despicable Me (2010) y, por supuesto, en The Lego Movie (2014) dando vida al Bruce Wayne/Batman de ese film.
The LEGO Batman Movie (2017) es una obra maestra, es un ejemplo de cómo cuando hay gente capaz y creativa se puede hacer una película inteligente que aborde absolutamente todas las aristas de un personaje y las presente dentro de una sátira emotiva y conmovedora, que no solo es apta todo público sino que, además, está plagada de referencias para el fanático enfermizo de Batman. Esta producción no necesita contarnos nuevamente el origen del personaje, no necesita ponernos en situación en referencia a la labor que lleva a cabo en Gotham City y a su relación con las autoridades de esa ciudad y con los villanos –principalmente con el Joker-, no subestima al espectador y lo toma por idiota, hace absolutamente todo lo contrario: va directo a los bifes, de una, enarbolando una trama que le va a permitir deconstruir un personaje que tiene casi un siglo de existencia y sorprendiéndonos con la incorporación de elementos sutiles que, expuestos de esta manera y narrados con este tono, nos resultan increíblemente novedosos. Desde los mismos títulos iniciales con la voz en off de fondo de Batman tirando magia, el film está cuidado hasta el más mínimo detalle en absolutamente todos los aspectos: la música, por ejemplo, compuesta por Lorne Balfe, evoca los mejores momentos de las partituras que tanto Danny Elfman como James Newton Howard y Hans Zimmer han escrito para las sagas de Tim Burton y Christopher Nolan; el casting de voces tiene tantas luminarias como cualquiera de las superproducciones live-action que precedieron a este film animado, desde Michael Cera, Rosario Dawson y Ralph Fiennes hasta Zach Galifianakis, Conan O'Brien, Zoë Kravitz, Seth Green, Jonah Hill e inclusive Mariah Carey; los personajes secundarios del film, aún con pocas líneas de diálogos muchos de ellos, no solo son perfectamente funcionales a la trama, muchas veces con pequeños detalles logran dejar su huella, y si nos concentramos solamente en los villanos, el desfile es infinito. Joker, Catwoman,The Riddler, Bane, Harley Quinn, Poison Ivy, Scarecrow, Clayface, Two-Face e inclusive villanos invitados de otras franquicias, la mayoría de ellas relacionadas con Warner: King Kong, Sauron, Voldemort, Godzilla, Gremnlins, los Velociraptors de Jurassic Park, Dracula, el Agent Smith de Matrix(1999)…
Y en el film los guionistas abordan el lado más oscuro de Batman, su soledad, la pérdida de su familia y el miedo que este hecho traumático le generó, y explota las repercusiones de esa fatídica noche acentuando la incapacidad que el personaje tiene para establecer nuevas relaciones y volver a formar parte de un equipo, volver a sentirse querido por seres cercanos a él. Me resulta increíble que en una película animada relacionada con la franquicia de Lego, en la cual todo lo expuesto está enmarcado en un tono que casi nunca puede huirle a la sátira, encuentre el mejor Batman que jamás vi en el cine. El mejor. ¿Qué me está diciendo eso del personaje? ¿Que puedo seguir leyendo de por vida comics de él pero que resulta imposible presentar una versión análoga en largometrajes cinematográficos, salvo que traspasemos la 4ta pared y dejemos de tomárnoslo en serio? Como espectador, The LEGO Batman Movie (2017) me enseñó que solo siendo cómplice puedo disfrutar en un 100% del personaje, pero también aprendí que es muy sencillo detectar cuando un guionista escribe conociendo al personaje que está adaptando, y cuando no…
Seth Grahame-Smith fue el escritor que estableció el plot sobre el cual trabajaron él y otros 4 escritores más para esta nueva entrega de los films cinematográficos de Lego, y si bien su currículum no acusa necesariamente un conocimiento profundo del mito del mejor detective de D.C. Comics, su producción habla por sí sola. Solo un equipo de personas que han mamado exactamente los mismos comics que yo, y las mismas películas y series previas relacionadas con el personaje pueden entregar una trama tan certera y tan comprometida con las motivaciones y vacilaciones del personaje en cuestión. Y teniendo en cuenta el trabajo que viene desempeñando Will Arnett en BoJack Horseman, se me ocurren muy pocos actores más aptos para ponerse la capa y encarar este Batman ególatra, presumido e infantilmente narcisista que esconde una inconmensurable soledad en su alma torturada, la cual se resume en una única conmovedora escena, quizás una de mis favoritas: cenando una langosta en la soledad de la Baticueva, sentado en medio de un lago artificial.
De vuelta a Hollywood
Nada de lo expuesto en los guiones de BoJack Horseman podría ser llevado adelante sin un casting de actores que esté a la altura del desafío, por supuesto. Acompañando a Will Arnett está ni más ni menos que Aaron Paul, el Jesse Pinkman de Breaking Bad que aquí da vida a Todd, y a Diane Nguyen, la malograda escritora que tiene como misión desencrespar la vida de BoJack para escribir su biografía, le pone la voz Alison Brie, quien todos recordamos por su querible nerd Annie en la sitcom Community y hoy está en boca de todos por su protagónico en la serie Glow, también de la factoría de Netflix.
Para la dura Princess Carolyn se buscó a la comediante Amy Sedaris, recordada por su papel de Jerri Black en la Strangers with Candy de Comedy Central, y para el por momentos exasperante Mr. Peanutbutter convocaron a otro comediante, Paul F. Tompkins, quien también ha puesto la voz en personajes de las sitcom animadas Dr. Katz, King of the Hill y Bob's Burgers, y es muy conocido tanto por sus shows y presentaciones en vivo como por sus apariciones en Podcasts propios y ajenos.
Finalmente, el artífice de este show responde al nombre de Raphael Bob-Waksberg, un comediante que mantuvo una fuerte relación con la ilustradora Lisa Hanawalt, y entre ambos, casi por casualidad, comenzaron a tirar líneas para lo que terminaría siendo esta sitcom. Cabe destacar que Bob-Waksberg comenzó a desarrollar la trama principal del show en un momento de inflexión y depresión, cuando estaba apenas aterrizando en Los Ángeles luego de haber vivido en New York, completamente absorto en sentimientos de absoluta melancolía, a sabiendas de que en esa gran ciudad estaba solo, muy solo, y la inspiración nació de un cuaderno con dibujos de personajes antropomórficos –mayormente caballos- que su amiga Hanawalt le había enviado. De ahí se entiende un poco el tono y la temática de la serie.
No mucho tiempo después, Bob-Waksberg logró convencer a Hanawalt de venir a trabajar con él en Los Ángeles oficiando como jefa de diseño del show, y juntos presentaron el proyecto al fondo de capital inversión The Tornante Company fundado por Michael Eisner (ex director ejecutivo de The Walt Disney Company). Con el visto-bueno bajo el brazo de esta gente comenzaron a trabajar en un piloto con el estudio de animación ShadowMachine (Robot Chicken) y un elenco de actores de voz liderado por Will Arnett y Aaron Paul, quienes también oficiaron como co-productores. El resultado final fue presentado a Netflix en 2013 y la plataforma digital se hizo con los derechos de emisión, otorgándoles además plena libertad creativa para hacer una temporada inicial de 12 episodios.
No creo ser el único que encuentra en BoJack Horseman un parecido enorme con la primer novela ficcional del periodista Tom Wolfe, La Hoguera de las vanidades (en su inglés original, "The Bonfire of the Vanities"), la cual presentaba una sátira de la aristocracia Neoyorkina de mediados de los ’80, exponiendo la futilidad del dinero, el poder y la fama para salvaguardar el buen nombre de una persona cuando se dan ciertas situaciones desfavorables, mostrando la hipocresía de las convenciones sociales en ese estrato social particularmente, denunciando una completa falta de valores por parte de este sector y acentuando sobre todo la fragilidad de absolutamente todas las relaciones, desde las familiares –sanguíneas o políticas- hasta las que se generan por negocios o amistad.
En cierto sentido, BoJack Horseman apunta al mismo lugar, pero con un fuerte anclaje en la industria que se desarrolla alrededor de Hollywood, tanto en el cine como en la televisión. Y lo más destacable de todo esto es que no solo ninguna de las “denuncias” y bajadas de líneas nos terminan asombrando demasiado, algunas las tomamos con muchísima naturalidad, dando por sentado que en ese negocio las cosas son así. Por convención o convicción, o quizás en no pocos casos por conocimiento propio, todos asumimos que la hipocresía es una moneda corriente en el complicado circuito de relaciones disfuncionales que rodean este negocio, y que los artífices de esas producciones mágicas que nos emocionan en las pantallas chicas o grandes son personas sin alma, sin valores y sin mayores motivaciones que alcanzar el estrato más alto de fama y poder.
Nos volvemos a leer la semana que viene, acá en Tierra Freak.