Aquí en Tierra Freak lo venimos mencionando hace bastante tiempo, y por suerte, a pesar de ciertas lamentables cancelaciones, evidentemente por algunos recientes estrenos todo parece seguir igual: la ciencia ficción sigue siendo protagonista de la pantalla chica, con producciones que, al menos desde lo visual, no dejan de asombrar, y muchas de ellas también desde lo argumental. Hoy en esta entrada me voy a explayar sobre un producto poco común pero que no se separa demasiado del porte de la mayoría de las producciones en las que estuvo involucrado uno de sus principales creadores: Seth MacFarlane. En este caso voy a contarles algunas cosas sobre su última producción, The Orville, una inteligente sátira sobre la franquicia de Star Trek que ya lleva tres capítulos al aire y que no solo lo tiene como showrunner y escrito sino también como protagonista, acompañado entre otros por la tremenda Adrianne Palicki, la blonda que supo acompañarnos durante un tiempo en Agents of S.H.I.E.L.D. y que ahora regresa para calentar un poco la pantalla de FOX.
El espacio… la última Frontera
Tranquilos, mis entusiastas lectores, vamos a aclarar algunos puntos: yo formo parte de ese enorme grupo de televidentes que no se desviven por la franquicia de Star Trek pero tampoco le huye. He visto algunas de sus tantas series de T.V., todas sus películas, y he disfrutado y puteado estas producciones casi por partes iguales, razón por la cual ni estoy dentro del grupo de enfervorizados fans ni tampoco soy un “hater”, por lo cual si bien algunos podrían etiquetarme como “tibio” en referencia a este universo y estas producciones, esa posición me coloca en un lugar muy particular para poder sentarme a analizar un producto como The Orville, que si bien a primera vista podría parecer una serie de nicho apuntada casi exclusivamente a los Trekies, la realidad es que si alguien como yo la pudo disfrutar evidentemente el target al que apunta el amigo MacFarlane es mucho más amplio.
Dicho esto, también me parece correcto hacerlos partícipe de mi inclinación hacia el tipo de humor que trabaja Seth MacFarlane, el cual de todos modos tiene el problema de que, con el tiempo termina aburriendo por lo reiterativo de los recursos que utiliza. Los mejores ejemplos de este problema son sus dos shows “estrellas”: American Dad! y Family Guy, los cuales, aunque muchos no puedan creerlo, todavía están al aire. Ambas series animadas supieron entretenerme en su momento, y durante mucho tiempo, y en el caso particular de Family Guy incluso mucho más de lo que hubiera imaginado. La memoria podría fallarme pero mi disco rígido seguro no lo hace: la última temporada que disfruté casi en su totalidad fue la onceava, la cual se puso al aire a finales del 2012 y principios del 2013, y siendo así volví a darle una oportunidad a la siguiente entrega, la cual me decepcionó un montón. De todos me aventuré a regresar para el comienzo de la siguiente tanda a finales del 2014, y solo vi el primer episodio… esto ya no funcionaba para mí. Los personajes, tal y como venía sucediendo en la temporada previa, estaban completamente desdibujados y eran una parodia de ellos mismos, casi como le viene sucediendo a Los Simpsons hace vaya uno a saber cuántos años. Y los recursos, los cuales no cambiaron demasiado en poco más de una década, al dejar de sorprender pierden impacto y terminan por asentar esa sensación constante que sobrevuela cada capítulo de “esto ya lo viví”.
Por todo esto, uno tiende a acercarse a un nuevo producto televisivo como The Orville con algunas reticencias entendibles, pero entendiendo que las personas cambian y evolucionan, y que si alguna vez, y durante mucho tiempo, Seth MacFarlane supo producir no uno sino dos shows simultáneos de mi agrado, ahora bien podría repetirse la experiencia, sobre todo conociendo el amor que este productor y guionista profesa por este medio, la televisión, y el fanatismo que supo demostrar por este género, la ciencia ficción, al cual no solo no le hacía asco en sus cartoons, recurría al mismo todo el tiempo, y de hecho contaba en ambas series con 2 personajes como el genio criminal bebé Stewie y el alien Roger que echaban mano cada vez que podían a dispositivos y recursos relacionados con este género.
The Orville conserva algunos rasgos de aquellas producciones, pero están tan bien incorporados al nuevo producto que es difícil detectarlos. Algunos “pasos de comedia absurda”, algunos comentarios, algunas líneas de diálogos aquí y allá, pero en términos generales MacFarlane intenta en todo momento no estropear el clima y el tono de esta nueva producción con chistes prolongados e interminables o con situaciones que rayan lo absurdo y se tornan inverosímiles, y mucho menos traspasar la cuarta pared y hacer partícipe al televidente de alguna jocosidad. El objetivo de este show, antes que nada, es homenajear a Star Trek y el legado de dicha franquicia, y siendo así cada una de las partes que componen este drama espacial ha tenido un tratamiento especial para entregar un producto final armónico, agradable y cómplice del degustador del Space Opera.
La Nueva Generación
Hay un año, entonces, y ese es el 2418, o sea, 400 años en el futuro. La sociedad tal y como la conocemos evolucionó de la misma forma en la que muchas otras producciones de este tipo imaginan que podría evolucionar, con una carrera espacial nutrida en la cual logramos explorar mucho más allá de los escuetos límites de nuestra galaxia, y terminamos estableciendo alianzas y pactos con civilizaciones alienígenas que terminan formando una coalición, a la cual se conoce como “La Unión”.
El protagonista de esta aventura será Ed Mercer, caracterizado por el mismo MacFarlane, un oficial miembro de La Unión que se acerca a sus 40 años y todavía no tuvo oportunidad de poder capitanear su propia nave… y al cual encontramos en la 1er escena del 1er capítulo siendo testigo preferencial de la infidelidad de su esposa, Kelly Grayson, en la piel de la hermosa Adrianne Palicki, lo cual descubriremos unos minutos después derivó en el divorcio entre ambos. Un año después, Ed es citado a la oficina del almirante Halsey (interpretado por Victor Garber, el Dr. Martin Stein en Legends of Tomorrow) y es informado de que por fin ha llegado su momento y finalmente tendrá una nave a su cargo, la U.S.S. Orville (ECV-197), un navío de exploración mediano. Unos minutos después podemos ver a Ed dar su primer discurso como Capitán del Orville delante de toda la tripulación, para luego conocer y conectar con las cabezas de cada departamento, aquellos miembros con los cuales deberá interactuar regularmente durante las próximas aventuras.
Lamentablemente, para terminar de cerrar la tripulación se requiere de un primer oficial calificado para dicha labor, y más tarde que temprano terminan por comunicarle a Ed que la única persona disponible para tal puesto en este preciso momento es… si señores, adivinaron: su ex-mujer, Kelly, la turra que le metió los cuernos un año atrás.
Detalles más, detalles menos, con esos elementos queda configurado lo que será el status quo de la serie: Ed y Kelly intentando dirigir las cosas dentro del Orville con toda la profesionalidad que sus puestos ameritan, y a la vez lidiando con el pasado común que comparten, el cual por supuesto los llevará a tensos momentos, públicos y privados, muchos de los cuales forman parte de un sketch y otros que son solo dramáticos.
The Orville es una de esas series modernas difícil de etiquetar. Por un lado, no es enteramente una Space Opera porque trabaja con muchos elementos que forman parte de una sátira, pero por el otro se toma en serio a sí misma todo el tiempo y los guiones y diálogos están escritos de tal forma que el humor fluye dentro del drama pero nunca es protagonista, como sí suele suceder con casi todas las sitcoms. Hay chistes, sí, y comentarios sarcásticos, hay incluso decenas de observaciones que son una referencia directa a algunas situaciones que podrían ser vistas como ridículas en viejos capítulos de Star Trek, y MacFarlane juega peligrosamente con ese límite todo el tiempo, pero por encima de todo están las misiones que la tripulación del Orville tiene que afrontar, los desafíos a los que se van a enfrentar y los peligros con los que tendrán que lidiar. Acá hay batallas, hay enemigos, hay explosiones, secuestros, disparos, heridos e incluso podría llegar a resultar alguien muerto si las cosas se desbordan, y eso se siente en todo momento y es lo que permite que todo lo demás funcione.
Para crear este clima y este ambiente no tengo idea de cómo lo consiguió pero la verdad es que MacFarlane está jugando en las grandes ligas y apostando mucho por esta serie. The Orville es una producción de punta que no tiene absolutamente nada que envidiarle a ninguna otra super-producción televisiva de cable o de señales streaming, y al menos lo que mostraron en estos 3 episodios está mano a mano con lo que vimos en series análogas como Dark Matter o The Expanse. El trabajo en CGI no solo es impecable, por momentos es asombroso, y sobre todo amplio, rico y extenso. En solo 3 episodios pudimos ver los diseños de navíos y destructores de al menos 3 razas alienígenas distintas, los exteriores de al menos 4 locaciones completamente disímiles entre sí y al menos una decena de maquillajes diferentes para representar la diversidad de razas alienígenas, y cada uno de estos elementos está muy cuidado.
Lo que me molestó un poco deduzco tiene que ver con una fijación mía, y es algo que, además, puedo extender a muchas series de este género, como por ejemplo las 2 mencionadas en el párrafo anterior, aunque en The Orville este temita se hace más evidente. Este show se desarrolla 400 años en el futuro, y hoy, en nuestro presente, uno entra a un colectivo urbano, a un subte, a un tren o a una sala de espera en alguna institución relacionada con la salud y el 70% de las personas presentes tienen su vista en su propio celular, chateando, usando alguna red social, navegando o eligiendo la música que van a escuchar. ¡¿Cómo es posible que en un futuro probable esta tendencia social desaparezca casi completamente?! Está bien, no es común ver en este tipo de shows Space Opera a personajes manejarse de esta forma, o interactuar con Redes Sociales, o inclusive con algo que supere las interfaces actuales, como por ejemplo conexiones neurológicas nanotecnológicas que permitan interactuar con algún dispositivo de realidad aumentada, y manejar desde el mismo todo tipo de conectividad digital, pero algún detalle al respeto debería aparecer, alguna pauta, alguna pista, algún vestigio del tipo de tecnología y conectividad que tenemos hoy en día, y sobre todo del hardware y las interfaces que nos son familiares.
Exceptuando por este detalle que responde casi a un capricho personal, The Orville es un producto muy pulido, muy atractivo y muy recomendable para el fan del género y sobre todo para el Treekie ansioso por seguir disfrutando de shows que evoquen esa franquicia que le dio tantos momentos de felicidad. MacFarlane lo hizo de nuevo. Nos volvemos a leer por este medio, en este sitio, Tierra Freak.