Si hay una señal streaming que, al menos a mí, no deja de sorprenderme por su capacidad para entender el mercado y ofrecer lo que un enorme sector demográfico cree necesitar, esa es sin duda alguna Netflix, una empresa que parece estar manejada por robots que apuestan a lo seguro renovándose constantemente y refrescando la grilla con diversas producciones cuidadas hasta en los más mínimos detalles. Una de estas producciones que considero muy digna de consumir es American Vandal, un estreno reciente que recupera el espíritu de series como Making a Murderer (2015), Serial (2016) o The Jinx: The Life and Deaths of Robert Durst (2015), pero esta vez para jactarse de ellas y del público que las consume.
La historia de las 27 pijas
American Vandal, entonces, es un mockumental que se centra en la expulsión de Dylan Maxwell de su High School al ser acusado de un acto vandálico: una tarde, entre las 2 y las 2:30 hs p.m., alguien dibujó con un aerosol rojo 27 penes erectos con sus respectivos testículos –sin pelos- en 27 autos estacionados en el parque reservado para los vehículos de los profesores. Si bien la cinta de seguridad que apunta a ese sector fue borrada en ese segmento de tiempo, hay un único testigo, Alex Trimboli, otro alumno del último año de esta Hanover High School, que dice estar seguro de haber visto a Dylan en ese preciso momento en ese lugar, vandalizando uno de los autos. Y lo cierto es que el historial que el pobre Dylan carga sobre sus hombros no ayuda a poder exonerarlo de este quilombo. El costo de reparación de este daño asciende a la considerable suma de U$S 100.000, y si bien cuando el documental comienza Dylan efectivamente ya fue expulsado del colegio, aún queda una nueva audiencia en la cual, si el acusado no presenta pruebas de su inocencia, su familia tendrá que hacerse cargo de pagar este monto, algo que por supuesto está muy por encima de las posibilidades de una familia de clase media como la que rodea a nuestro protagonista, por no mencionar el hecho de que si no logra reintegrarse al establecimiento no podrá graduarse y así sus opciones para su futuro se verán claramente disminuidas a cero.
Es así como uno de sus compañeros, el nerd Peter Maldonado, fanático entusiasta del cine y la televisión, ve en este caso una oportunidad de poder demostrar no solo sus habilidades como guionista, director y productor sino también como documentalista. Se acerca entonces a Dylan para ofrecerle la posibilidad de protagonizar un documental que aborde este conflicto y, con suerte y viento a favor, se termine transformando en algo viral dentro del colegio, y ayude con esto a que entre todos puedan llegar finalmente a la verdad, ya que Dylan jura una y otra vez que él no tuvo absolutamente nada que ver con este hecho puntual… aunque sí se hace cargo de absolutamente todos los otros hechos expuestos delante del tribunal disciplinario que decidió acusarlo de este acto de vandalismo.
Lo cierto es que, efectivamente, Dylan y sus amigos son unos recontra tarados mentales. Tienen un canal de youtube donde se creen los nuevos Jackass 2.0, y se la pasan grabando bromas estúpidas que incluyen, por ejemplo, tirarse un pedo encima de un niño en un cochecito, o disfrazarse de monjas y frotarse contra unos árboles (?) Para colmo de males, Dylan solo carga con un historial dibujando pijas por todos lados, pero sobre todo en pizarrones de una profesora en particular, la cual fue llamada también para declarar y confía en que la declaración de Trimboli es fidedigna, para ella no hay otra persona en toda la institución capaz de hacer algo así salvo Dylan.
Nuestro protagonista, de todos modos, tiene una coartada: hasta las 2 y 5, 2 y 10 de la tarde estaba en casa de uno de sus amigos efectuando una broma telefónica a un vecino, y luego de eso hasta más o menos las 3 y 40 estuvo en lo de su novia, a la cual fue a llevarle la comida para los perros. Su novia y sus amigos confirman esta coartada pero ambos carecen de pruebas “digitales” o de cualquier otro tipo para sostener esa teoría, así que si el bueno de Maldonado no descubre nada nuevo, es la palabra de Dylan, sus amigos y su novia contra los prejuicios que toda la institución tiene contra él sumado a la declaración de Alex Trimboli.
#whodrewthedicks
Créanme cuando les digo que American Vandal es absolutamente genial, y todos deberían verla. Es un producto super sólido, cuidado en su producción hasta en los más mínimos detalles, repleto de elementos que terminan de armar una historia, un caso y un arco argumental que difícilmente te aburra, está muy bien balanceado y te mantiene en la punta de la silla hasta el final.
Cuando comencé a ver esta mini-serie de 8 capítulos, si bien el primer episodio me encantó, teniendo en cuenta los elementos dispuestos en el mismo lo primero que pensé fue: “esto no se puede sostener con el mismo ritmo 7 capítulos más NI EN PEDO, no me jodan”. Y sin embargo me taparon la boca, se sostiene. No con el mismo nivel, pero se sostiene, y las sorpresas que tiene reservados el documental para los últimos 3 capítulos son muchas, son bastante impredecibles y sin embargo encajan y tienen mucho sentido dentro del universo que establecen Tony Yacenda y Dan Perrault, los creadores de esta genialidad, quienes solo cuentan en su haber con pequeños cortos para los sitios Funny or Die y CollegeHumor.
Pero pongamos las cosas en perspectiva: American Vandal, como comenté al comienzo de esta reseña, es un mockumental, o sea, un documental trucho, ficticio, una obra de ficción que está guionada e interpretada por actores, y siendo así Dylan Maxwell, Alex Trimboli, Peter Maldonado y el resto de los involucrados no existen, son personajes caracterizados por actores, y el caso tampoco ocurrió, ni está levemente inspirado en un hecho real, para nada. Es todo ficción, 100% ficción, pero que toma todos los elementos de este género, el de los documentales serializados, se adueña de los mismos y los utiliza a favor para narrar un drama que podría haber ocurrido, exponiendo las bajezas tanto de los alumnos como de los profesores en ese corto pero importante período de tiempo que se desarrolla en esos últimos 4 años de la High School antes de que los pibes se gradúen y tengan que abandonar esa extraña burbuja que es la “secundaria” para pasar a enfrentarse con la vida real.
Como es una sátira de un documental, todo el material audiovisual que veremos está generado por cámaras en mano que, o bien son posicionadas por el supuesto director del mismo o bien son pequeños fragmentos de videos obtenidos generalmente gracias a una supuesta búsqueda en redes sociales como Instagram, Facebook, Twitter e inclusive Twitch, la enorme plataforma streaming de Amazon utilizada generalmente para captura de video-juegos. Y por supuesto youtube, vimeo o directamente videos generados por programas de chats análogos al WhatsApp, que de todos modos es casi lo mismo que generar un video desde Facebook ya que desde el 2014 esta plataforma de chat fue adquirida por el gigante de Zuckerberg. Hay bocha de gráfica que también es utilizada en el documental y es provista por estas redes sociales, por lo cual tuvieron que diseñar decenas de cuentas falsas y en algún punto hacerlas “convivir” entre ellas, un trabajo que a simple vista parece sencillo pero requiere su tiempo. De todos modos, en cuanto a la producción, estos detalles están lejos de ser los únicos.
Hay varios momentos del documental en los cuales el director se esfuerza por demostrar un punto, y pretende que el espectador también lo entienda, y para eso arma un modelo en 3D de la situación, aún cuando la misma sea en extremo banal, ridícula o incómoda. Por ejemplo, armó un modelo 3D de una mujer masturbando a un compañero, ambos sentados en el borde de un puerto a orillas de un lago, solo para demostrar que el resto de los que estaban acampando ahí no podrían haber sido testigos de ese hecho. O el modelo 3D del hecho en sí, con el estacionamiento, los 27 autos vandalizados y las dimensiones exactas del colegio, para poder calcular con precisión si era posible para una sola persona pintar 27 penes y borrar una cinta de video en menos de ½ hora.
Lo mejor que tiene American Vandal es que conserva absolutamente todos los elementos de una sátira, los cuales incluyen hacerse cargo de lo que son pero nunca perder el hilo dramático de la narración. El humor está presente en casi todos los capítulos, muchas veces para reírse un poco del “género” y otras para reírse de ellos mismos, pero jamás pierden de vista el formato que están parodiando, y es eso lo que termina validando la producción. Uno, como televidente, sabe que todo esto es mentira, pero decide entrar en el juego y quiere saber la verdad, porque lo cierto es que son muy pocas las pruebas que hay contra Dylan, y hay muchos intereses puestos en que el culpable sea él y no otro.
Finalmente, para sorpresa mía y seguramente de todos los que se animen a aventurarse a recorrer los 8 episodios de esta serie, en los capítulos finales hay una crítica y una bajada de línea que es imposible no tomarse en serio. Cuando las cosas se ponen realmente tensas todas las relaciones comienzan a mostrar sus hilachas, y la crisis amenaza con acabar con prácticamente todas ellas. Y de eso también habla el documental, de la fragilidad de las relaciones en esa época de la adolescencia. Pero también aborda la discriminación, los peligros de las redes sociales, los abusos de esta nueva generación, la ausencia de un núcleo familiar fuerte que sirva de contención, el abuso de poder por parte de profesores, decanos y consejeros estudiantiles, la estigmatización y como esto puede afectar a una persona por el resto de su vida… hay un momento en el cual American Vandal realmente se pone denso y reflexivo, pero nunca pierde el rumbo.
Hay muchísimas más cuestiones interesantes para debatir alrededor de esta producción pero siento que explayarme mucho más en ellas sería arruinarles muchas de las sorpresas que el producto les tiene reservadas, y mi intención en todo caso es animarlos a que se acerquen al mismo y lo consuman, porque vale la pena y estoy seguro lo van a disfrutar tanto como yo.
Si el viento sopla a favor, nos deberíamos volver a leer la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.