miércoles, 6 de noviembre de 2013

Alex de la Iglesia lo hizo de nuevo - El Gabinete del Dr. Morholt.



Para cualquiera que haya visto más de una película de Alex de la Iglesia sabrá que es un cine complicado, pero a la vez entretenido.

Complicado porque toca temas que nos molestan, temas que nos movilizan, temas para nada triviales. Desde las miserias de cada uno de los integrantes de un grupo guerrillero hasta el fondo del alma humana para mostrarnos dónde puede llegar una persona al despreciar a otra, pasando por las falsedades y el desconocimiento de los vecinos que viven en tu mismo edificio.
Pero claro, también lo hace entretenido, con humor, con acción y con todos esos condimentos que muchos creen que es “su estilo” para poder enmascarar ese mensaje que quiere transmitir, esa semilla en nuestro cerebro que, como buen filósofo que es, quiere plantar para que crezca la duda.


Entonces cuando filma cosas como adaptar “Los Crímenes de Oxford”, muchos creen que “se fue de registro” o que “no es un Alex auténtico” y tantas otras estupideces que se pueden leer por ahí.
Pero tranquilos, burdos exégetas del “Delaiglesianismo” porque en “Las Brujas de Zugarramurdi” (tal su título original, a pesar de que acá en Argentina se conoce sólo como “Las Brujas”) Alex de la Iglesia lo hace de nuevo.

Hace que nos riamos, que nos riamos mucho con situaciones extrañas y bizarras, con diálogos maravillosos y embaucadores, en síntesis hace que disfrutemos un montón… mientras que detrás de todo eso nos plantea una idea.

 La película comienza con la reunión de 3 brujas, abuela, madre e hija, que ven en el clásico caldero de brujas la futura llegada del posible “salvador”. Cambia la escena  y vemos a una estatua humana de un Cristo pintado de plateado, con cruz y todo. Ya acá tenemos a Alex de la Iglesia.

Comienza la acción y ese Cristo, junto con otros artistas callejeros disfrazados de, entre otras cosas, un verde soldadito de juguete, una Minnie Mouse, un Bob Esponja y un hombre invisible roban una casa de compra y venta de oro, de donde, luego de disparos y corridas, sólo el Cristo y el Soldado se llevan cientos, muchos cientos, de anillos de casamiento que fueron o empeñados o vendidos. Anillos que contienen no sólo su peso en oro, sino muchas promesas incumplidas, mucha infelicidad, mucha carga energética negativa.

De esa negatividad que cualquier ladrón que tiene que llevar a su hijo a un asalto, porque está separado y es el día de la semana que tiene la custodia, conoce y mucho.

Ahí comienza el camino de José (el Cristo, interpretado por Hugo Silva), Sergio (su hijo, a quien da vida el pequeño actor Gabriel Delgado) y Tony (el soldado de juguete, interpretado por Mario Casas) que junto con Manuel (el taxista que secuestran para poder escaparse de la policía, que ejecuta de maravillas Jaime Ordoñez) intentarán cruzar la frontera norte de España para poder ir a Francia.

El problema es que para llegar a la frontera hay que pasar por Zugarramurdi, el pueblo que en tiempos de la inquisición fuera conocido como “la cuna de las brujas” y donde cuarenta mujeres fueran procesadas y doce de ellas llevadas a la hoguera.

Obviamente no todas murieron en esos años oscuros y ahí es donde aparecen Graciana (una Carmen Maura como siempre descollante), su madre Maritxu (la graciosísima Terele Pávez) y su hija Eva (la increíblemente hermosa Carolina Bang)… las brujas que esperan al salvador.

La fotografía y la dirección de arte son, como en todas las películas de Alex de la Iglesia, impresionantes. Las locaciones son apabullantes y hermosas a la vez. Así como la música que acompaña de manera fabulosa todas las escenas, sean de acción o de suspenso.

Podemos, como siempre, quedarnos con los fabulosos chistes y humoradas del director y guionista vasco, que los hay y muchos.

Podemos quedarnos, también, con la enorme y monstruosa representación de la Diosa Madre, esa que mide más de 10 metros, con las tetas hasta la rodilla y que aplasta gente con ellas.

Podemos quedarnos con los personajes grotescos o espeluznantes, donde cabe destacar la actuación de Enrique Villén y Javier Botet.

Podemos quedarnos con la hilarante actuación de Santiago Segura como la bruja Miren, que aconseja a la joven Eva que practique la coprofagia, la necrofilia y hasta la clásica zoofilia mezclada con ácidos y drogas pesadas para que pueda ser una verdadera bruja y así ejercer su poder contra el malvado hombre opresor.

Podemos quedarnos con todas esa superficie y sería más que suficiente como para divertirnos y pasar un gran buen momento.

O, en cambio, podemos no caer en el embauco del director y quedarnos con el mensaje que subyace en el fondo. Porque “Las Brujas de Zugarramurdi” no deja de ser una historia que refleja cómo hombres y mujeres nos necesitamos mutuamente. Una historia que cuenta cómo hacer para, a pesar de no lograr entendernos y hasta pensar que somos razas totalmente distintas, darnos cuenta que no estamos completos sin ese que hace latir nuestro corazón más fuerte. Ese que nos complementa.

No es extraño que de la Iglesia estuviese pasando por su divorcio cuando escribió este guión, ni tampoco es extraño que los posters y carteles de la película nos la quieran vender como “la nueva comedia de…” porque sí, es una comedia, pero una profunda que, como dijo el director, es la clase de cine que me gusta ver.
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