¿Podemos decir que las historietas son parte de nuestra cotidianeidad por fuera de esta Tierra Freak en donde solemos movernos?
¿Podemos decir que el ver remeras de superhéroes en gente que nunca leyó una historieta es casi el paisaje de cualquier ciudad donde haya un cine (o en su defecto conexión a Internet)?
Para muchos fanáticos del noveno arte es casi un sacrilegio que esas cosas pasen y para otros es el cielo (nerdo) en la tierra.
Pero que es un síntoma del consumismo y del capitalismo desenfrenado nadie puede negarlo.
Así también como nadie puede negar que la historieta, ese arte menor del que muchos ahora ya no reniegan y del que otros siguen siendo talibanes (con frases “no me gustó la película porque no contaron el origen del villano como lo contaron en el segundo especial de navidad”) sigue siendo un arte que no se queda solamente en los superhéroes, sino que tiene miles de vertientes.
Porque, aceptémoslo de una buena vez, decir orgullosamente “leo historietas” debería sonar tan idiota como decir “veo cine” o “escucho música”.
La historieta como medio es tan amplia que puede contener historias de robots gigantes que destruyen Tokyo, como superhéroes que usan los calzoncillos arriba del pantalón, como dioses que toman forma humana para aparearse con mujeres y dejar así descendencia o también animales antropomórficos haciendo de detectives.
Obviamente algunas mucho más adultas y profundas que otras y que difícilmente tengan adaptación a la pantalla grande.
Y si hay un tema urticante en estas últimas épocas es el del terrorismo, por lo que es para festejar entonces que haya llegado al mercado estadounidense (uno por demás conservador) una historieta como “Young Terrorists”.
Pero no solamente se festeja que se haya publicado, sino la forma en la cual se publicó, porque en vez de las 24 páginas de un clásico comic-book, este primer número de la historieta de Matt Pizzolo y Amancay Nahuelpan tiene 80 páginas de pura acción, violencia y una bajada de línea digna de ser un spin-off de la maravillosa “The Invisibles” de Morrison.
Porque sí, en “Young Terrorists” vamos a encontrar sangre, tiros, conspiranoia, verborragia anti-sistema, violencia y sexo, mientras nos cuentan la historia de una organización terrorista que planea liberar del yugo del imperialismo mental y hasta espiritual del que la sociedad es prisionera. Y si tiene que hacerlo a base de disparos y explosiones… pues ¡así sea!
Ya en las primeras páginas el crudo y directo dibujo del canadiense-chileno Nahuelpan son una patada a los dientes que nos preparan para este viaje donde quizás terminemos del lado de los que supuestamente son malos… principalmente porque los líderes mundiales pueden ser mucho peor.
Este primer número nos narra en principio la historia de la hija de uno de los líderes de esas corporaciones malignas que son las que en realidad manejan los hilos del mundo cual malévolos titiriteros. Sin saber de qué trabaja su padre su mundo se da vuelta como una media cuando él muere en un ataque terrorista del cual es inculpada y llevada a un centro de detención clandestino. De esos que manejan otros de los tantos titiriteros malignos que manejan el mundo.
Por otro lado conocemos al nuevo recluta de estos jóvenes terroristas y su camino hasta ser encontrado por esta organización y ser salvado del mundo espantosamente violento en el que se encontraba.
Por último vemos cómo estos dos personajes se terminan conociendo y queda todo preparado para dar el golpe final al maligno sistema imperante, ese que rige nuestras vidas y nos hace infelices. Ese que nos mantiene estupidizados con sus medios masivos de comunicación, sus entretenimientos fatuos y su consumismo voraz.
Porque según nos muestra Pizzolo estas malignas corporaciones se disputan el verdadero poder (el mediático, el político, el armamentístico y el económico) para mantener a raya a la sociedad estadounidense y degradar a aquellos que no quieran o no puedan pertenecer a ella.
Estos son, justamente, quienes conformarán esta clandestina sociedad dentro del territorio de los Estados Unidos para patear los basamentos de la sociedad como la conocemos. Estos son, justamente, los jóvenes terroristas.
Pero si bien se le puede dar a esta historieta una lectura de carácter adolescente de querer romper con lo establecido y hacer un discurso de disconformidad propio de quienes no aceptan lo que la sociedad actual se convirtió, también podemos leerlo con un subtexto mucho más interesante agregando una simple palabra después de sociedad: occidental.
Porque como toda obra artística no se la puede escindir de la época en la que se genera y hay hoy en el mundo una división muy importante de dos maneras de ver el mundo: la occidental (con Estados Unidos y Europa a la cabeza) y la de Medio Oriente con grupos como ISIS, Hamas, Al Qaeda y demás movimientos de resistencia islámica.
Si tuviésemos que elegir entre el consumismo ateo que lleva a la perdición las almas o una supuesta espiritualidad que aprueba y alienta la violencia como camino hacia la iluminación o libertad espiritual ¿somos capaces de elegir? ¿son realmente estas las únicas dos opciones? ¿puede el oprimido no dar golpes, patadas y tiros para dejar de serlo? ¿hasta dónde se puede llegar con tal de ser libre?
Estas y otras preguntas nos tira en la cara “Young Terrorists” en estas primeras 80 páginas.
Espero que los próximos números estén a la altura de lo planteado y dentro de unos años me cruce por la calle con gente con remeras con dibujos o consignas de esta historieta… aunque pensándolo mejor, es preferible que no suceda, que no termine siendo un producto revolucionario fagocitado por el más despiadado consumismo.