Cualquiera que merodee habitualmente por esta Tierra Freak sabrá que soy un férreo defensor del director Shyamalan, pero no todos los que lean esta reseña tienen que saberlo así que lo dejo escrito de esta manera:
SOY UN GRAN DEFENSOR DEL TRABAJO DE M. NIGHT SHYAMALAN.
Y no, no están teniendo un deja vù, es la misma frase que digo siempre que tengo que hablar de este director hindú porque existe una creencia general de que el tipo fue sólo una burbuja y que no le dio el cuero como para ser “el nuevo Spielberg” como lo catalogaron hace muchos años atrás luego del estreno de la maravillosa “The Sixth Sense”.
Pero hay algo que Shyamalan nunca deja de mostrar en sus trabajos y es que le gusta contar historias, es un narrador que se vale de la técnica del cine o la televisión para hacerlo, pero que realmente es eso lo que quiere.
Pero bueno, puede que no a todos les gusten las historias que cuenta o cómo las cuenta, pero hasta con el fracaso de taquilla que fue “The Last Airbender” este director quiso contarnos la historia de una familia disfuncional.
Porque siempre, siempre, sus historias tienen esa base, y “The Visit” (o “Los Huéspedes”, como le pusieron en Argentina) no es la excepción.
Pero lo interesante de este narrador es que siempre sus historias están teñidas de fantasía, sea esta en forma de terror o ciencia ficción, el aspecto fantástico es una marca suya tanto como la familia disfuncional.
En esta nueva película, que se estrenó la semana pasada y que seguramente no dure mucho en cartel porque no tuvo, por lo menos en Argentina, una campaña de prensa lo suficientemente grande, Shyamalan juega con nuestros preconceptos.
Tanto con los que tienen los personajes como los que tenemos nosotros, los espectadores de su cine y de sus historias.
Y quizás la mayor apuesta no sea esa, sino la manera en que está filmada la película. Porque muchos podrán estar cansados del “falso documental” o del “found footage” que inauguró “The Blair Witch Project”, pero así como en la magnífica “Chronicle” de Josh Trank en “The Visit” está totalmente justificada cada imagen, cada secuencia que vemos y no hay ninguna que quede descolgada de la narrativa como puede pasar en la saga de “Paranormal Activity”.
En esta película, como en tantas otras de Shyamalan, los protagonistas son nenes. Dos hermanos que van a visitar a sus abuelos a los que no conocen y que hacen un documental casero sobre esa visita como regalo para su madre.
Es entonces que la inocencia que trae el ser un niño se contrasta con la idea de que hoy en día estos crecen más rápido, sea por la sobrecarga de información que reina nuestra era o porque la sociedad ha evolucionado… lo importante es que los niños (incluidos los adolescentes) todavía siguen siendo no-adultos y eso se muestra no sólo en las situaciones que pasan los personajes, sino también en las supuestas filmaciones que los protagonistas eligen hacer.
Es por eso que la manera que tiene Shyamalan de adentrarnos en sus personajes se ve desarrollada por sus diálogos, por sus acciones, pero también por dónde ellos ponen la cámara o por qué eligen lo que eligen mostrarle a su madre en este documental que están haciendo.
Así como en “Lady in the Water” el director nos pone a un personaje crítico de cine para hacer un meta-juego de responder a quienes no comparten su manera de dirigir, es acá el personaje de la hermana mayor quien se encarga de esta respuesta dentro de la película a quienes van a criticar sus decisiones estéticas en vez de disfrutar los climas que genera.
Los trabajos actorales de Ed Oxenbould y Olivia DeJonge sólo son opacados por la actuación de Deanna Dunagan que logra una abuela entrañable y espeluznante a la vez.
Esta película tiene todo para que ese público que se alejó de la obra de Shyamalan por sus últimas películas, vuelva a enamorarse de la manera de narrar que tiene este director.
Puede ser el regreso de ese Shyamalan que la mayoría quiere o cree que quiere.
Porque el problema es pensar que ya conocemos lo que nos plantea.