El hombre necesita íconos. Símbolos. Ídolos. Referentes. Héroes. Nuestros héroes nos orientan, nos dan un sentido, iluminan un camino oscuro de incertidumbres y nos dejan apoyar la cabeza en la almohada sabiendo que hay algo fuera de nuestras paredes por lo que vale la pena seguir adelante.
Históricamente, hemos necesitado atribuirle significado a todo lo que somos y a todo lo que nos rodea. Sin significado, no tenemos nada más que la mera existencia. No tenemos ideales porque creamos que el mundo es perfecto, sino porque necesitamos pensar que puede ser mejor. Porque necesitamos una razón para levantarnos y seguir peleando.
Desde que la humanidad tiene conciencia de sí misma ha intentado explicar el mundo y su lugar en él a través de grandes mitos plagados de héroes y villanos con un fuerte contenido ficticio, que no son otra cosa que la personificación de nociones, conceptos y sentimientos muy reales que nos han definido como especie. Miles de hombres han vivido, luchado y muerto en el nombre de historias que no vivieron. Historias que supieron hacer propias, dando sentido a vidas enteras.
¿Por qué son importantes nuestras ficciones? Sólo hay una figura capaz de guiarme a lo que considero la respuesta más satisfactoria a esta pregunta. Sólo una idea lo suficientemente acabada y poderosa.
Este es un trabajo para Superman.
En 1938, con la explosión de un planeta y la extinción casi total de una raza humanoide imposiblemente avanzada, nace en los kioscos de revistas estadounidenses el mito moderno que conocemos como superhéroe, en la piel de Kal-El, último sobreviviente del planeta Krypton. Un salvador que desciende de las alturas para criarse entre los mortales. Hijo del cielo, padres adoptivos, poderes divinos, moral inquebrantable. Héroe. Líder. Redentor.
El carácter mítico-mesiánico de Superman es innegable y es uno de los principales atributos que han sabido fijarlo con tanta fuerza en el inconsciente colectivo durante más de 75 años. Superman es el resultado lógico de una larga tradición de héroes y figuras que han plagado el imaginario humano desde sus albores. Zeus, Hércules, Moisés, Jesucristo. Kal-El. Ahora bien, sé cuán incómodo puede parecer a los más susceptibles la noción de comparar a un hombre adulto que usa mallas ajustadas con la figura de Jesucristo o Moisés, pero por favor no juzguen apresuradamente porque lo último que busca su inclusión es la falta de respeto, sino más bien todo lo contrario. Es cierto, Superman es una ficción, pero en este sentido es más honesto que cualquier realidad.
Superman es el más importante de los superhéroes. Esto poco tiene que ver con los gustos personales. Su trascendencia está ligada a una lista de incontables repercusiones que incluyen la posibilidad de que existieran miles de creaciones posteriores, entre las cuales se cuentan algunos de sus más cercanos aliados (grandes personajes por derecho propio, con un gran peso cultural y dignos de análisis cada uno de ellos). Superman supo definir un género y redefinir un medio. La importancia de Superman radica, en principio, en su fuerte arraigo en el inconsciente colectivo. Es el superhéroe de los superhéroes. El arquetipo del que se desprenden los demás. Es la ficción a la que aspiran las ficciones. Es muy difícil encontrar a alguien en el mundo que desconozca el concepto de Superman. Todos saben qué significa la “S.”
Como ícono cultural, Superman se encuentra en un cruce de caminos. Une a los antiguos mitos y personajes novelescos de antaño con un panteón moderno de incontables personajes extravagantes. Así, Superman puede contarse entre las filas de otros superhéroes como Batman y Wonder Woman, tanto como entre personajes literarios como Sherlock Holmes y Drácula, íconos de la cultura popular como Bugs Bunny y Mickey Mouse y hasta personas de la vida real como Elvis Presley.
Pero… ¿Quién es responsable de la existencia de Superman?
Superman fue creado por dos muchachos llamados Jerry Siegel y Joe Shuster y su historia es digna de ser conocida, particularmente por cuánto sufrieron a partir de su gran creación, que terminó por sobrepasarlos en una escala que jamás pudieron haber imaginado. Es cierto que estas dos personas merecen un inmenso crédito por la existencia del personaje pero la realidad es que Superman, como ícono cultural, existe por el trabajo de muchísimas personas. Escritores, dibujantes, entintadores, editores, productores, directores, actores y el mismo público. En este sentido, Superman se separa (como la gran mayoría de los superhéroes) de personajes literarios que asociamos a sus autores. Los niños que leían sus historias hace 30 años son los hombres que le dan forma a sus historias en el presente. Superman es más grande que cualquier autor. Hay quienes han sabido retratarlo mejor y otros que han hecho trabajos olvidables pero la constante es siempre la misma: Ser autor de Superman es un peso gigantesco, porque no importa qué hagas, siempre vas a estar a la sombra del personaje. Creo que este es un aspecto fundamental de lo que hace a Superman un ícono cultural. Es un personaje cuya mitología fue construida por incontables personas a lo largo de épocas marcadamente distintas. Los sueños y aspiraciones de muchísimas personas sintetizados en un único concepto.
Cómic, radio, televisión, actores emblemáticos. Superman es un personaje multimedial que fue tomando forma mediante un diálogo entre distintos medios masivos de comunicación a través de largos años. Hoy esto es más evidente con otros personajes por las incontables adaptaciones cinematográficas que vemos todos los años, pero Superman es el caso más emblemático, pues acompañó la evolución de estos distintos medios de comunicación en su maduración y formó parte fundamental en su desarrollo y en su relación con el público.
Ahora bien, debemos enfrentar una realidad: Superman es un personaje nacido de la imaginación y la pureza pero, como todos sus pares, perdura sólo gracias a su rentabilidad como objeto. Es un negocio. Busca vender y son las ventas las que han sabido perpetuarlo. Es cierto que las ventas son un índice de aceptación y esto lo vuelve, para bien o para mal, importante. Lo cierto es que Superman supo ser el pináculo indiscutido de la cultura de masas. Al menos así lo creyó Umberto Eco en su ensayo “El Mito de Superman.”
Según Eco, Superman es el ejemplo por excelencia de la figura del superhéroe. Es el mito del hombre común. En este sentido, es Clark Kent el verdadero héroe. El hombre promedio, asediado por su propia mediocridad, a la cual subyace la idea de que surja el superhombre (recordando a la idea de Nietzsche). Eco plantea que en las historietas de superhéroes, no puede haber elementos que hagan avanzar al relato. Las historias siempre empiezan donde terminaron la vez anterior y son una reiteración siempre estática en el tiempo. Superman no puede casarse y tener hijos, pues esto lo acerca un paso más a la muerte. Si bien el cómic de superhéroes ha cambiado significativamente desde la época en la que Eco manifestó estas ideas, en parte son conceptos que siguen vigentes.
¿De qué manera podemos hacer que avance el relato? Hoy por hoy estamos acostumbrados a ver miles de versiones alternativas de nuestros personajes favoritos. Nos las venden hasta el hartazgo pero no nos cansamos. Nunca nos cansamos porque los necesitamos. Las posibilidades son incontables y, si no reseteamos el universo con la crisis de turno, nos deleitamos sabiendo qué hubiese sucedido si Kal-El hubiese aterrizado en la Unión Soviética, en la edad media o en Gotham City, mientras otras historias nos muestran futuros en los que conocemos el posible destino final de nuestros héroes. Podemos elegir las que mejor nos representen. Las posibilidades son incontables y, como bien sabemos, un universo no alcanza. De alguna manera, el multiverso es a los cómics lo que los evangelios a la Biblia. No importa cuál sea más real, mientras sea la historia que necesitamos oír. Es cierto que nuestra vida es lineal y avanza hacia el mismo destino inevitable para todos, pero si nuestras ficciones son circulares, siempre van a estar ahí para nosotros, esperándonos para que podamos volver a vivirlas, volver a descubrirlas y aprender cosas nuevas de nosotros mismos a través de ellas.
Superman supo definir a todos los que vinieron después que él. Quienes lo encuentran irrelevante o aburrido por preferir personajes más “oscuros” o “reales” olvidan cuán reales son las ideas plasmadas en Superman en la gran escala del espíritu humano. A veces creemos que necesitamos violencia y decadencia para poder entender la realidad, pero la realidad es más compleja: Superman restaura el equilibrio, con el alma de un héroe tan fuerte y noble, que no necesita matar para demostrar su valor. Su ejemplo inspiró muchas otras formas de ver la misma realidad, el mismo género, y por eso debemos estar agradecidos. Su construcción como arquetipo nos dio otros arquetipos y sus consecuentes desestructuraciones, que siguen siendo vitales en la originalidad de la narrativa en el cómic al día de hoy.
“Amamos a nuestros superhéroes porque se niegan a darse por vencidos. Podemos analizarlos hasta la inexistencia, matarlos, prohibirlos, burlarnos de ellos, y aún así regresan, recordándonos pacientemente quiénes somos y qué deseamos poder ser. Son una poderosa idea viviente.”
-Grant Morrison.
-Grant Morrison.
Superman sobrevive como una idea y las ideas, como alguien dijo alguna vez, son a prueba de balas. Nos recuerda que no hay nada más poderoso que nuestras ideas y que, en este plano, todos somos invulnerables y nuestras capacidades son ilimitadas.