El mundo de los juegos de mesa es amplio, muy amplio, y sin miedo a equivocarse se podría decir que inabarcable. Principalmente porque es un mundo que no tiene fronteras ni tiempos, ya que se conocen juegos de civilizaciones antiquísimas y al día de hoy se siguen inventando juegos en muchas partes diferentes de nuestro planeta.
La semana pasada tomé el caso de Vortium, un juego con un respaldo importante, tanto en lo económico como por la cantidad de gente que trabaja en el proyecto.
Hoy en cambio quiero escribir sobre otro juego argentino, un juego distinto. Ni mejor, ni peor, simplemente distinto. Y lo que hace distinto a “Oni”, tal es el nombre del juego, es que muestra ese otro costado que tienen los juegos de mesa. El lado del jugador que da el enorme paso y se transforma en diseñador.
Este es el caso del artista Sebastián Koziner, su creador, con el que pude charlar un poco aparte de probar su juego “Trabajo en la industria de videojuegos como artista hace unos 8 años, y siempre que algún compañero mostraba algún juego hacía prototipos en papel, etc. Con el tiempo empecé a jugar, a coleccionar, y de ahí a diseñar” me cuenta sobre sus comienzos como diseñador. Porque, como parece ser siempre, primero se empieza jugando, por eso le pregunto sobre esos orígenes “De adolescente coleccionaba Magic: The Gathering, pero cuando se terminó la convertibilidad se me hizo imposible seguir. Recién a los 26/27 un amigo me hizo probar “Acension”, un juego diseñado por un jugador profesional de Magic que fue muy exitoso, pero fuera de su pasado “magiquero” es un juego de mesa hecho y derecho. Eso me abrió el bocho a todo un mundo de juegos que no tenía idea que existían.”
Pero lo que me intriga es cuánto tiempo tardó en pasar de consumidor a diseñador “Al año de empezar a coleccionar se me metió la idea en la cabeza de hacer algo, más como hobby que como objetivo. Siendo artista tenía la parte gráfica más resuelta, el desafío era diseñar mecánicas” me cuenta al respecto.
Porque claramente un juego no puede ser sólo la parte gráfica, sino que la mecánica del mismo tiene que resaltar o, al menos, ser interesante y no aburrir. Sobre esta parte me dice “Empecé a pensar ideas que no iban a ninguna parte, copiaba mecánicas de otros juegos y las mezclaba, y siempre me quedaban demasiado parecidos a cosas que ya existían. Creo que me fui puliendo a medida que fui jugando más y más cosas, y empezando adrede a jugar cosas del estilo similar a mis ideas, para aprender un poco más y saber diferenciarme de lo que ya existía.”
Y así salió “Oni”, que nos sitúa en el Japón medieval, donde cada primavera ciertos espíritus traviesos (llamados como el juego), hacen un torneo para molestar a los habitantes mientras estos se distienden en la nueva estación. Este torneo es lo que jugamos cuando jugamos “Oni” y el objetivo es mortificar a la mayor cantidad de gente para así llevarse un premio en oro, sin que seamos descubiertos.
En este juego de deducción y memoria los jugadores, cada uno con un objetivo secreto, ponen en círculo boca abajo a los personajes a ser molestados y gracias a ciertas acciones pueden descubrir qué personaje tienen adelante suyo o cambiar los personajes que tienen otros jugadores (y así desorganizar el círculo para hacer más difícil recordar dónde está nuestro objetivo), pero también impedirnos mover los personajes o ver al que tenemos adelante.
Luego de tres rondas en las que el círculo de personajes se mueve en sentido anti-horario, los Oni podemos atacar a la carta que tenemos frente a nosotros esperando que sea el de nuestro objetivo. Quien haya podido atacar/molestar al personaje correcto se llevará una cantidad de oro. Pero hay que tener en cuenta que atacar al objetivo de otro Oni le dará el oro a ese jugador. El Oni que después de 4 ataques tenga más oro, es el ganador del juego.
El juego es ágil, divertido y simple, así que, sabiendo que lo diseñó sólo, le pregunto con quién pudo testearlo “lo probé primero con mis compañeros de trabajo, y después con los argentinos del foro de BoardGameGeek, una página que recopila datos de todos los juegos de mesa conocidos.”
Y si hay algo en lo que Sebastián se está apoyando para hacer realidad a “Oni” es en el uso de internet. Porque si bien es un juego que en su mayoría está auto-financiado, tiene un porcentaje de financiamiento colectivo “Mi experiencia con el financiamiento fue ahorrar y mandarme a hacerlo, otra opción no tenía. Simplemente tomé muchos trabajos free-lance, salía de la oficina y me venía a casa a laburar en otras cosas como para ahorrar eso para la edición de Oni. Cuando vi que sólo me quedaba un porcentaje coherente para pedir por crowdfunding, armé el proyecto en Idea.me y acá estoy, con una respuesta de la gente que honestamente me asombra un montón por el buen recibimiento.”
Porque, claro, la campaña de financiamiento colectivo de “Oni” ya superó en más de 20% lo pedido por Sebastián y todavía quedan algunos días para que más gente lo siga ayudando. Aparte fue uno de los proyectos elegidos por la empresa Movistar para ponerlo en su página oficial para incentivar a sus clientes a aportar dinero con un simple click “Por suerte a “Oni” le fue muy bien al inicio y llamó mucha atención rápidamente, gracias al sorpresivo excelente recibimiento de la comunidad gamer argentina, con notas, podcast y demás. Todo ese bombo, que le agradezco infinitamente a la comunidad, hizo tanto ruido que Movistar nos vio y fueron ellos quienes se acercaron.”
Y es que el tema financiamiento no es un tema menor para los diseñadores de juegos de mesa argentinos. Cuando le pregunto el mayor problema que tiene el sector me contesta “La plata” y se le escapa una carcajada “Hablando en serio, más que la plata es la falta de inversión. Argentina tiene un mercado muy conservador, y la gente que maneja la mayor parte de la industria está bastante cómoda.
Hay pequeñas editoriales, como “Spielen” o la línea de juegos de autor de “Bisonte” que tiene sus proyectos originales, pero todavía no llegaron a explotar en gran escala, lo cual hace muy difícil conseguir inversión privada.”
Igualmente eso no amedrenta a aquellos que quieren generar un mercado, por eso Sebastián sigue trabajando en varios proyectos, pero principalmente en uno “Irkanaia, el primer juego que diseñé en serio que empezó como muchos otros siendo un sistema de cartas coleccionables jugador contra jugador. Hay mucho arte y muchos prototipos de eso hecho ya, pero en un punto jugué tantas cosas nuevas que me di cuenta lo bodrio que era eso. Así que decidí tirar todo, quedarme con el mundo y un par de mecánicas sueltas y arrancarlo de nuevo. Mientras pensaba como solucionarle las fallas surgió la idea “Oni” y paulatinamente Irkanaia quedó en segundo plano. Pero apenas termine de editar Oni, va a ser el siguiente juego que quiero sacar. Después, estoy colaborando con autores locales como artista, como Juan Carballal con Helix, un juego de helicópteros que se juega con audio en tiempo real, algo muy, muy innovador y divertido. Después como diseñador hago pequeños trabajos en juegos de afuera”.
Las ganas definitivamente están y el mercado parece responder bien, quizás por eso es que la campaña en Idea.me haya tenido tanta repercusión (y si querés seguir ayudando acá tenés el enlace), pero también, según Sebastián, porque “desde el vamos es un juego de reglas simples, pensado para que no tome mucho entender como jugar y que la gracia esté en aprender sus sutilezas. En una humilde comparación como lo que sucede con el ajedrez, aunque “Oni” no dependa tanto de la lógica racional sino más bien de la interacción social de los jugadores.”
Y nombrar al ajedrez es válido, no por compararlos, sino porque también es un juego de mesa, pero mucho más aceptado en la sociedad. Y “Oni” tiene toda la posibilidad de ser un juego de esos que se pueden jugar en la playa o en el jardín de tu casa con jugadores de distintas edades. Al respecto Sebastián me dice “Tal vez a la gente mayor le cueste más pasar la barrera de lo exótico que pueda parecer el juego con su temática oriental, pero te puedo asegurar que una vez que entendieron las reglas tienen una picardía propia que ningún pibe va a tener un ápice de ventaja” para luego terminar emocionado “¡Y si no me creen, aprendan a jugar y gánenle a mis viejos, que hasta yo pierdo la mitad del tiempo contra ellos!”