lunes, 20 de septiembre de 2010

Superhéroes - Mitología Moderna - Segunda Parte – El Arquetipo del Héroe - Por Christian Bronstein.

¿Quién no ha sentido nunca una emoción profunda al participar como lector o espectador (a través de la literatura, el cine, el teatro o la televisión) de un relato heroico? ¿Quién, ante esas dramáticas representaciones épicas, no se ha sentido nunca transportado por su eco reverberante hacia las ondas distancias del mito y de los ideales más altos? ¿Quién no se ha identificado nunca con ese héroe, multifacético y perseverante, que bajo todas las formas de la realidad y la ficción, vuelve una y otra vez para inspirarnos?

En la primera parte hemos hecho referencia al carácter mitológico de los comics de superhéroes al identificar en estos un valor simbólico que se muestra como la actualización de un motivo mítico siempre renovado y siempre presente: el arquetipo del héroe. Pero, ¿qué es exactamente un arquetipo?
Para hablar de arquetipo, debemos hablar de Carl Gustav Jung. Jung se dedicó al estudio y la investigación profunda de las estructuras del inconsciente durante la casi totalidad de su vida, siendo junto con Freud unas de las principales figuras fundadoras de la psicología del inconsciente. El gran descubrimiento de Freud fue que nuestro inconsciente, en los sueños, se expresa en símbolos que pueden ser interpretados y que poseen un significado para nosotros. El modelo de Jung supuso la ampliación de esta idea a todas las producciones culturales de la humanidad.
Mientras estudiaba los sueños de sus pacientes, Jung comenzó a encontrar similitudes entre los símbolos surgidos del inconsciente de estos y símbolos antiguos de carácter mitológico, religioso o filosófico que los propios pacientes desconocían. Analizando los símbolos oníricos y comparándolos con material similar de la historia cultural humana, Jung dio con una serie de motivos típicos o estructuras básicas que subyacían, así en los sueños como en los mitos, así en el arte como en la propia religión y la filosofía humana, en todos los tiempos y en todas las culturas conocidas. Estos núcleos o motivos típicos recurrentes de la psique Jung los denominó “arquetipos”.
Los arquetipos existirían conceptualmente en un nivel psíquico inconsciente común a todos los hombres que Jung denominó “inconsciente colectivo”, diferenciándolo del “inconsciente personal”, propio y particular de cada individuo. Debajo del inconsciente personal, el inconsciente colectivo constituiría un estrato común que conserva, como la memoria genética de los instintos animales, una memoria heredada de toda la raza y una estructura básica formada por los arquetipos, los cuales serían decisivos para la configuración de la consciencia humana. Los arquetipos de la Gran Madre, de La Unidad, del Anciano Sabio y del Paraíso Perdido son algunos de los principales motivos recurrentes identificados por Jung.

Suele interpretarse erróneamente el concepto de arquetipo como una imagen o un símbolo particular, e incluso se utiliza indistintamente la palabra "arquetipo" para referirse a estereotipos culturales. Sin embargo, en la teoría jungiana, los arquetipos no tienen una forma definida o concreta, más bien son como un molde o patrón subyacente del inconsciente colectivo que, al llenarse con los contenidos del inconsciente personal o cultural, se expresa en una forma concreta. Esto parece algo complejo o una diferencia superflua, pero es fundamental captarlo para comprender qué es realmente un arquetipo y qué lo hace universal y, en términos junguianos, "numinoso " (dotado de un poder para fascinar o conmover).
Si los arquetipos son los moldes básicos de representación, los símbolos son el contenido que llena esos moldes. En tanto que el arquetipo como tal carece de forma concreta, su medio de manifestación en la psique es el símbolo. De esta forma, los símbolos, entendidos de manera junguiana, no son meramente imágenes creadas por la cultura de manera deliberada y consciente, manejadas por convención social (la paloma de la paz o la cruz cristiana, por ej.), sino la genuina forma en que el inconsciente expresa sus contenidos arquetípicos. Los símbolos aparecen en los sueños, en las creaciones mitológicas y artísticas, y están atravesados por la cultura y por todas las anteriores representaciones simbólicas con las que esa cultura se ha ido enriqueciendo (consciente e inconscientemente) a lo largo del tiempo. Por esta razón, a diferencia del arquetipo, los símbolos no son inmutables. Los símbolos que expresan un arquetipo pueden transformarse indefinidamente junto con la cultura que los produce, pero el arquetipo que los hace existir permanece siempre, como un núcleo último de sentido inmutable. De la misma forma, además de su significado arquetípico ("atemporal", podríamos decir), los símbolos se enriquecen con múltiples significados y aspectos, propios de una sociedad y una época, así como de la simbología personal de quien los produce.

Vistos bajo esta luz, los superhéroes, cargados, podríamos decir, con una subjetividad cultural en parte norteamericana y en parte intrínsecamente posmoderna y transcultural, se presentan actualmente como el símbolo más fuerte del arquetipo del héroe.

Las formas más antiguas del arquetipo del héroe se remontan a la mitología de los pueblos y están presentes en todas las culturas conocidas. Las historias de individuos valerosos, poseedores de poderes y virtudes divinas o sobrehumanas, que llevan a cabo extraordinarias hazañas, son tan viejas como la memoria de los hombres. Zeus, Heracles, Sanson, Aquiles y Lancelot son algunos de los nombres más conocidos que este arquetipo ha llevado desde la lejana era del mito y la leyenda.

La palabra “héroe” deriva del término “héros”, que se refiere a un personaje singular, tanto física como moralmente superior a los hombres. Desde el punto de vista de la psicología junguiana, el arquetipo del héroe representa el impulso autotrascendente de la psique, la capacidad de trascender y de elevarse por encima del grupo colectivo (en algunos casos, literalmente). No sorprende, por eso, que los héroes arquetípicos siempre sean individuos que resaltan enormemente en el grupo colectivo, o que poseen poderes por encima del resto de los mortales. Pero el héroe, además de su autotrascendencia, se define como ejemplo social de un ideal humano o sobrehumano de los hombres, encarnando así siempre los valores más elevados de la cultura que le da origen y sirviendo como inspiración moral para toda la sociedad.

Los personajes heroicos forman parte de nuestra cultura, de nuestro mundo cotidiano, de nuestras idealizaciones, nuestras ficciones y nuestros sueños. Ellos son nuestras guías, nuestros faros y ejemplos en la gigantesca, desafiante, terrible y maravillosa aventura de la vida. Porque un relato heroico no pide ser contemplado, sino vivenciado. No existe un solo relato heroico, por imaginario o increíble que sea su contenido, que sea simplemente una forma de evasión pasatista o una mera puerta de escape de las realidades de la vida. Los relatos heroicos existen porque tienen sentido para nosotros, y nos atraen porque nos hablan, a través de las simbólicas alegorías que los forman, de nuestras más hondas emociones vitales, de nuestros más profundos valores simbólicos y de nuestros ideales más altos.
La próxima vez que abras un comic de superhéroes, intenta reconocer el poder que detrás de esos iconos populares, tan familiares ya para nosotros, resplandece con una luz prístina: es la fuerza del arquetipo del héroe.

En la tercera parte de este artículo nos introduciremos de lleno en el análisis de estos símbolos que hemos venido vislumbrando en su dimensión arquetípica, partiendo del primero de todos ellos, padre y modelo de la extensa cadena de héroes y heroínas que vendrían detrás de él: Superman, el Hombre de Acero.

Lecturas Recomendadas:

Robin Robertson - Introducción a la Psicología Junguiana.
Carl Gustav Jung - El Hombre y sus Símbolos.
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