Cronología (del griego χρονο chronos, “tiempo” y λογία logos, “estudio”) es la ciencia que tiene como finalidad determinar el orden temporal de los acontecimientos históricos, o dicha de otra manera, la organización de eventos en su orden de aparición en el tiempo; forma parte de la disciplina Historia.
Para el lector de cómics superheróico el término cronología le es tan familiar como el de identidad secreta, convive con la misma todo el tiempo, la sufre y la disfruta por partes iguales y se jacta de ella en casi todo los debates relacionados con el medio que consume. La semana pasada pudimos ser testigos del intento de Bryan Singer por arreglar una cronología maltratada hasta el hartazgo en la franquicia para cine de los mutantes de Marvel Comics, y como bien señaló mi compañero Saki en su entrada, los resultados fueron, cuanto menos, discutibles. La herramienta que utilizaron los guionistas y el director es, por lejos, uno de los recursos narrativos que más problemas puede provocar, a corto o largo plazo, pero que es un clásico de las aventuras de los Muties: los viajes en el tiempo. Los invito a compartir conmigo algunas reflexiones sobre esta cuestión para así canalizar mejor nuestra bronca o frustración ante los resultados obtenidos cuando, ante nuestra mirada, no se puso énfasis en cuidar… la maldita cronología.
El mal que nos aqueja es Milenario
Bueno, quizás milenario es una exageración, pero sin dudas los problemas de continuidad en el relato superheróico existen desde sus inicios. Y lo más destacable del tema es que esa inconmensurable, inabarcable e interminable cronología con la que cargan grandes editoriales como D.C. Comics y Marvel es, por lejos, el valor agregado más grande que tiene el medio dentro del género superheróico, es una herramienta narrativa distintiva que lo separa –y algunos dirían lo eleva por encima- de cualquier otro medio, lease literatura, cine o televisión. No me salten con los botines de puntas sin antes reflexionar un poco, no estoy negando la existencia de la cronología en la literatura o el cine, pero la que se corresponde al comic superheróico tiene componentes únicos: una editorial es dueña de un puñado de personajes y los sitúa en un mismo universo ficcional, y permite que, durante años (décadas, y dentro de muy poco podremos decir incluso siglos), distintos autores narren historias de forma casi ininterrumpida en muchos casos, mes a mes, situando cada aventura en ese mismo universo, colaborando con otros autores para utilizar dos, tres o más de esos personajes en aventuras conjuntas, y al menos una vez al año la editorial festeja lo más parecido a un cumpleaños de 15, narrando una aventura épica con todos los personajes de los que dispone, todos juntos, protagonizando una historia que a la distancia promete cambiar las bases de dicho universo. No conforme con eso, de vez en cuando editoriales análogas se ponen de acuerdo y contratan autores para confeccionar historias que crucen los universos ficcionales de cada empresa, y es así como los personajes de una pueden vivir aventuras en conjunto con sus análogos de la competencia. Piensenlo como si no fueran lectores de historieta, y como si el medio no tuviera el rebote y la repercusión en los medios que tiene hoy en día. Es absolutamente fantástico, único e incomparable lo que sucede con este género. Pero, a la distancia, es impráctico, desgastante y limitado. ¿Limitado? Sí: limitado para los autores, lo sabemos, todos, y lo hemos discutido incansables veces: si los personajes tienen que corresponder a una editorial con una agenda propia, las limitaciones que tiene cada autor a la hora de abarcar un personaje no solo son enormes, no le permiten explorar –y explotar- vivencias y facetas del mismo que podrían entregarnos mejores y más ricas historias. Las editoriales, sobre todo las dos más grandes, han dejado la puerta siempre abierta para que ciertos autores pudieran huirle a la cronología y construir historias por afuera del universo ficcional tradicional (los clásicos Elseworlds de D.C. Comics, los What If...? de Marvel y decenas de historias más que no necesariamente salían bajo esos sellos pero definitivamente forman parte de esta premisa, como Old Man Logan), pero eso no quita que las limitaciones existan y condicionen las historias regulares.
Wolfman y un sueño imposible
Hace casi 30 años D.C. Comics tomó consciencia de este tema, quizás por primera vez en toda su historia como editorial y empresa, y quiso darle un cierre a ciertas problemáticas y cerrar algunas puertas para no repetir los mismos errores. Todos sabemos de qué estoy hablando, la solución en ese momento se presentó como Crisis on Infinite Earths, una maxi-serie de 12 números que comenzó a salir en abril de 1985 y que prometía re-estructurar todo el universo ficcional de la editorial. Una de las cláusulas impuestas en ese momento fue la destrucción de todas las tierras paralelas que co-existían con el mundo principal en el cual la editorial volcaba casi toda su creatividad mes a mes. Otra, tomada muy livianamente, fue instaurar un punto cero de partida para casi todas las series y todos los personajes a partir de dicha maxi-serie, estableciendo nuevos orígenes para casi todos los personajes, y obviando lo narrado previo a este evento.
Fallaron, en todo.
Por un lado, el cambio no fue de fondo, algunos títulos estaban vendiendo muy bien en ese momento (los de Batman sobre todo), razón por la cual la editorial decidió no traicionar a los lectores seguidores de esas series, y, utilizando un término muy popular en estos días, el reboot solo se dio en ciertas series y ciertos personajes. Batman, Flash, Green Lantern, los Titans y varios personajes más conservarían sus cronologías previas a la Crisis, mientras que Wonder Woman, Superman, Aquaman y el resto tendrían un borrón y cuenta nueva. No conformes con eso años después tendríamos cosas como nuevos relatos de los orígenes de algunos personajes que contradecían la cronología previa, que eran insertados de prepo, pero que no corregían nada… solo estaban ahí, para el disfrute de las nuevas generaciones, la cronología de antaño se seguiría teniendo en cuenta.
Por el otro, en el ’85 se supuso que los problemas con la cronología, en mayor medida, provenían de la creación de universos y tierras paralelas… si se condicionaba a los autores a desarrollar sus historias todas en un mismo plano, la problemática se reduciría casi a cero. Error. Los problemas no parten desde ahí, primero, y segundo… ¡Nadie respetó esa premisa! Apenas un par de años después, a fines de los ’80, Byrne se despide del personaje al cual le había devuelto la fuerza y la frescura que supo tener décadas atrás escribiendo una polémica historia donde presenta un universo alternativo donde Lex Luthor es un héroe. Game Over.
Obviemos un poco la historia –que ironía hacer esto justo en esta reseña, ¿no?- y también los distintos intentos que tanto Marvel como D.C. tuvieron a lo largo de los años para poder arreglar/acomodar/depurar la cronología. Hay una pregunta que todos nos hemos hecho en algún momento de nuestras vidas y que nos cuesta responder: ¿Por qué nos encanta la cronología en este medio si sufrimos tanto culpa de ella? Un film como X-Men: Days of Future Past (2014) podría ser disfrutado casi sin quejas por todos nosotros si no fuera por la cronología. Y lo traigo a colación no solo porque sea la novedad y esté en boca de todos, la sola existencia de este film es culpa de la insana obsesión que todos tenemos por esta ciencia. Entrar al cine hoy y disfrutar de una producción como esta, al menos a mí, me dispara un montón de preguntas. ¿Cómo llegamos a esto?
Singer realizó una producción para aunar dos relatos distintos en un solo film… ¿A nadie le asombra que esto pueda llegar a funcionar en taquilla? Hay toda una producción millonaria dedicada a un film que tiene como objetivo principal arreglar un desastre que solo puede ser percibido por mentes muy despiertas, pero sobre todo por personas que hayan visto 6 films previos. Ok: ya lo hizo Marvel Studios, me dirán todos, con The Avengers (2012), y es verdad, pero la diferencia está en que ese film es la conclusión de un plan pautado para llegar a ese punto, la reciente producción Mutie es una consecuencia directa de las cagadas que se han mandado distintos realizadores en la última década y media, Singer incluido, es casi como la Crisis on Infinite Earths que los mutantes en cine necesitaban… con casi los mismos resultados fallidos, pero ese es otro debate que sigue vigente en la reseña de Saki.
Back to the Chronology
Stan Lee fue un visionario del medio, y entendió que para que su negocio funcionara tenía que congraciarse con el lector. Comprendió rápidamente que la mejor forma de hacerlo
era recompensarlo por su regresar todos los meses en busca de su nuevo
comic, no solo entregando historias atrapantes y dramáticas sino también
otorgando un bonus track: la cronología. No fue el primero que comenzó a explotar la misma pero si fue el que lo hizo de forma más efectiva. Tuvo otros goles como éste en su carrera, pero anticiparse al deseo de satisfacción que siente un lector fiel cuando descubre que finalmente un arco se cierra luego de un año, dos o más de desarrollo, o cuando encuentra un personaje remoto y olvidado que regresa, y no de la forma en la que uno se esperaba, es análogo al gol del Diego a los Ingleses en el ’86. Si esto se hubiera mantenido en los niveles en los que fluctuaba en esos años yo no estaría escribiendo esta reseña, como tampoco si no existiera internet… no solo por el hecho de que, obviamente, no existiría este sitio, sino porque si hay una herramienta que puso en evidencia la inutilidad de la cronología en los comics es, justamente, la web. Sí, inutilidad. Inutilidad porque, a esta escala, es imposible controlarla, manejarla y corregirla. Imposible. El mejor ejemplo somos nosotros mismos con el correr de los años: sigo leyendo historietas y sé que lo voy a seguir haciendo hasta que me quede ciego, de lo que no estoy seguro es de que si de acá a 10 años seguiré leyendo comics super-heróicos… de lo que sí estoy seguro HOY es de que dejé de interesarme por la cronología en los comics, definitivamente. Llegué a esa certera conclusión al salir de la sala de cine el jueves pasado.
No lo niego: es precioso reencontrase con partes de un relato que habíamos comenzado a leer hace años, y es muy gratificante cuando vamos armando un rompecabezas y cada pieza va encajando, sorprendentemente, como debería en el lugar que corresponde. Desde Claremont hasta Whedon, en distintos medios, todos me han demostrado el disfrute y el goce de una narración que es complaciente con la cronología. Pero eso se contrapone con el sentimiento de angustia que me agarraba cuando leía como lo destruían a Morrison por descuidar justamente lo construido por Claremont con su visión de los X-Men, cuando yo estaba disfrutando tanto de esas aventuras... la génesis de mi mechupaunhuevismo hacia la cronología probablemente comenzó en esos años. Con una pizca de sentido común, entendí en esos días que si yo estaba disfrutando de esas aventuras, entonces no tenía que dar jerarquía a los reclamos -¿validos?- de la gilada. Lo que en todo caso me importaba es que el mismo Morrison no se tropezara con su propio relato –algo que en algún momento hizo- y, en el peor de los casos, evaluar que tan fuerte era la caída en contraposición con la calidad de lo narrado. Si a mí no me hace ruido, ¿por qué tendría que molestarme? Si no estoy ahí para verlo y escucharlo, entonces el árbol nunca se cayó… internet elimina esa posibilidad, la saca de la ecuación, la exilia para que nunca más vuelva. Con la llegaba de la web, caen árboles por todos lados, y todos somos testigos de los mismos, aún sin estar ahí.
Lo cierto es que, obviando la cronología, parece que evado la misma naturaleza del relato: la historia se lee y entiende cuando es asimilada de forma cronológica, salvo que seas Lanata y escribas un libro como "Argentinos", pero en cualquier otro caso, es así. La verdad es que la gran mayoría de las buenas historias narradas en la historieta super-heroica pueden ser disfrutadas si uno no se vuelve enfermizamente obsesivo con aquellos detalles que no se corresponden con lo narrado años, décadas atrás. Si tomamos consciencia de que no podemos exigirle ni a editores ni a escritores algo que supera no solo sus capacidades sino también las nuestras, podremos disfrutar del medio con mucho menos placer culposo. Eso por no mencionar el pequeño detalle de que en la ficción de la vida somos todos técnicos, ¿no? Pero después en la cancha… todos unos perros. Si algo habilitó internet es la crítica fácil por parte de ese enorme porcentaje de consumidores que no aporta absolutamente nada a ningún medio… salvo palabras vacías de contenido que terminan produciendo un mayor caudal de interminables e infructíferos debates sinsentido. Ojo: me incluyo, aunque hago un esfuerzo diario por alejarme de ese sector demográfico virtual.
La cronología no es un mal necesario del relato super-heroico, es apenas una herramienta narrativa más, y una que, quedo demostrado con el correr de los años, dejó de ser efectiva bajo todo punto de vista, y no resiste el más mínimo análisis. Cuando el medio se amigue con esa idea, recién ahí estaremos entrando a una nueva y mucho más rica etapa… y deduzco que recién ahí habremos evolucionado como lectores.