Si hablamos de historieta uruguaya nos pueden venir varias cosas a la mente:
Primero, y aunque se vino a la Argentina a los tempranos 3 años, en el viejo Breccia.
Segundo, en el gran Eduardo Barreto.
Tercero, y si pudiste disfrutar de las antiguas Billiken o Anteojito, en Pelopincho y Cachirula.
Cuarto, y sólo si lo sabías, en Jorge Lucas y su Cazador de Aventuras.
Quinto, y si sos lector de la Fierro lo pondrías unos cuantos puestos antes, en Rodolfo Santullo.
Pero el noveno arte en el país vecino tiene otro exponente que está cruzando el charco en estos días con su primera novela gráfica.
Uno que conozco hace unos cuantos años, que es un freak por donde se lo mire y con el que se puede hablar de historieta, de ciencia ficción, de cine, de juegos de rol y de series de televisión (en especial de Star Trek y Dr. Who) y que además tiene el superpoder de no tomar aire mientras habla de lo que lo ceba (por lo que puede seguir y seguir y seguir durante horas).