Yippee ki-yay, motherfuckers!!!
Ya estamos ahí, amigos lectores, casi en vísperas de nochebuena, a punto de finalizar el año. En solo dos días estaremos brindando con la familia, los amigos o con un televisor de 14’’ aquellos serenos que justo les tocó trabajar esa bendita noche, porque no. Muchos ya han comprado los regalos, otros tantos se están preparando para viajar hacia rumbos conocidos a reencontrarse con los suyos, y algunos tienen la cabeza puesta en el comienzo de sus añoradas vacaciones. Épocas de reflexiones, balances y de festejos, y siendo así, una de las editoriales que se permitió reservar un brindis al finalizar el año es, como no, Rabdomantes Ediciones, una empresa que a los seguidores del Tierra Freak no les resulta ajena, ya que por el rumbo firme e indeclinable que ha tomado desde su fundación, y también por el lazo de amistad que nos une a varios de los que colaboramos en este sitio con los ideólogos y ejecutores de este modesto pero importante emprendimiento, no fueron pocas las veces que hemos anunciado lanzamientos de la misma. Esta será una más de esas veces, porque esta editorial Rosarina se ha guardado el ancho de espadas anual para el final de este ciclo 2016, sacando casi al unísono dos obras dignas de ser reseñadas y, por supuesto, leídas: Criatura, una obra de autor del historietista brasileño Rafael Correa, completamente a color, y Valkiria, épica fantástica nórdica de Emilio Balcarce y arte de Jok.
Criatura
Todos somos Criatura, sépanlo. Hay un personaje que protagoniza la historia -un cuasi-unipersonal intimista muy pequeño pero muy emotivo, muy duro, que pega patadas en la mandíbula sin aviso y te baja los dientes con la misma efectividad con la cual puede conmoverte y hacerte reír-, claramente, pero es un reflejo y una proyección de aquellas afortunadas personas dueñas de una imaginación infinita. Lo deducís cuando llegás al final de la misma y comenzás a masticar lo que sucedió durante el trayecto. Ese niño intrépido y sensible con ese hermoso secreto luego devenido en adulto responsable somos cada uno de nosotros cuando vamos en busca de esos relatos que avivan nuestra llama y nos acompañan en la soledad de nuestras vidas.
Entiendo que muchos de ustedes, de nosotros, no estamos “técnicamente” solos, pero, por ejemplo, la historieta, igual que la literatura, tiene una característica distintiva por encima de otras expresiones culturales –la música, el cine, la ficción televisiva-, y es que se consume en solitario. También podemos escuchar un disco en la intimidad de nuestro hogar o nuestra pieza, y muchas veces es cuando mejor disfrutamos de este medio, pero esa es apenas una experiencia que nos brinda este tipo de arte, luego están los recitales, las fiestas o reuniones sociales animadas con música pre-seleccionada, e inclusive no son pocos los que adquieren o bajan un disco y disfrutan de la primer escucha en grupo o en pareja. Pero la historieta no, la historieta la leemos nosotros, solos, a nuestro ritmo, y luego, una vez consumida, la analizamos y debatimos con el resto de la sociedad.
Dicho esto, Criatura, a su manera, aborda esta cuestión, y la matiza con un artilugio, un recurso que se genera inconscientemente para poder superar un trauma que dejará una cicatriz que claramente no desaparecerá con el correr de los años. Y Rafael Correa, con esas líneas claras y sencillas que potencian una narración fluida que invita a culminar el relato sin cortes ni respiros, valida todas nuestras locuras alrededor de este medio. Sin ánimos de aleccionar o juzgar nos entrega una historia sólida y poderosa que guarda un dejo de nostalgia e inevitablemente nos invita a viajar hacia nuestro pasado y revisitar esos momentos en los cuales el juego era el protagonista de nuestras vidas, y nuestra felicidad cotidiana estaba enmarcada en las actividades lúdicas que ejercíamos con ímpetu y convicción.
No hay historias pequeñas cuando el contenido de las mismas tiene sustancia y peso, y sobre todo cuando están narradas con maestría, así que no te dejes engañar por el formato o las 28 páginas de Criatura, esta es una historieta que te la debés, a vos y a tu niño interior.
Valkiria
Este tomo presentado en estos días por Rabdomantes Ediciones tiene todo lo necesario para postularse como uno de los libros de historieta argentina del 2016, comenzado por la pareja de artistas que lo han llevado adelante. La trayectoria de Emilio Balcarce es enorme, nos remonta a las revistas de Ediciones Récord de los ’80, pasando por la Skorpio de los ’90 hasta llegar a Funeral, esa poderosa novela gráfica que había sido previamente publicada en capítulos en Italia y que también tiene arte de Jok. En el camino lo acompañaron poniendo su arte gráfico luminarias de la talla de Eduardo Mazzitelli, Leo Manco, Lucho Olivera, Juan Zanotto y Walter Slavich entre otros, recorriendo juntos los más recónditos rincones de la ciencia ficción y la fantasía épica, e inclusive no pocas veces ejecutando historias que buscaban amalgamar ambos géneros, como es el caso de la hoy reseñada Valkiria, una fresca y muy original revisión de algunos mitos nórdicos que incluirán a dioses como Odín y Loki y tendrán su foco en la protagonista, una tortuosa y combativa sobreviviente con temple de acero y un ímpetu admirable, dispuesta a sacrificar su existencia de ser necesario con tal de no dejarse subyugar.
Valkiria no es el comienzo de una interminable saga épica super compleja y repleta de matices geo-políticos, es una vertiginosa pero pequeña historia antigua que juega a reutilizar muchos elementos que nos van a resultar muy conocidos, disponiendo de ellos en otros ambientes y bajo otras condiciones, sin perder de vista ni el género ni el tono dramático del relato, y mucho menos la época en la que se sitúa esta aventura. Y es de agradecer que Balcarce no solo no haya perdido un ápice de su habilidad como narrador sino que, por el contrario, supo ponerse al día y potenciar su relato con algún que otro gag muy medido y exquisitamente balanceado con el clima que dicta la historia, muy a tono con cierta tendencia actual en este medio, sobre todo en el material que proviene del país del norte, y una característica que, por otro lado, siempre supo exponer este guionista con mucha muñeca.
Y Jok, una vez más, estuvo a la altura del desafío, a nadie le cabe alguna duda en este punto. Puestas en página tradicionales per frescas, diseños de personajes atractivos, mucho esmero y cuidado en los fondos y una narrativa clara y fluida son los puntos más fuertes de este enorme dibujante monosílabo que hace rato dejó de ser una promesa para transformarse en un referente indiscutible de lo mejor que puede ofrecer nuestro acotado mercado. La química imperante entre estos dos artistas hace que uno desee verlos trabajar juntos de aquí a la eternidad, y sin embargo no dejo de festejar cada participación que tienen cada uno por su lado.