jueves, 27 de octubre de 2016

Black Mirror en Netflix - La Columna de Logan.


Hace Más de un año, en una reseña en la cual recuperé ciertas series de televisión cortas que podían ser consumidas en poco tiempo, me explayé sobre Black Mirror, esta pretenciosa producción de Charlie Brooker que nos entretuvo con polémicos guiones fuertemente vinculados a nuestra relación con la tecnología, show que justamente dejé para el final de dicha entrada porque me pareció una verdadera joya. Este fin de semana la señal Netflix puso “al aire” la 3er temporada de dicho show, la cual consta de 6 capítulos –el doble de los que tenía cada temporada previa-, y que, además, forma parte de una primera tanda para corresponder con el contrato de esta señal, que encargó 12 capítulos en total.
Cuando hace meses se anunció este contrato, para muchos no fue una sorpresa la cantidad de episodios dado que Netflix difícilmente produce algo que no supere los 8 o 10 capítulos por temporada, pero no fuimos pocos los que, aún a sabiendas de que Brooker se iba a mantener como showrunner y guionista de cada capítulo, temíamos una pérdida en la calidad de esta nueva entrega dado el elevado número de episodios. Vistos los 6 capítulos iniciales, esta es mi conclusión.



El lado oscuro de la tecnología

Se caía de maduro que este show en algún momento iba a tocar de alguna forma el uso cotidiano que la humanidad le está dando a las redes sociales, y algunas de las consecuencias que podrían tener sus aplicaciones extensivas cuando las mismas comienzan a afectar la vida real y trascienden la mera cuestión comunicacional informática. Para tranquilidad de todos, Brooker, una vez más, realiza una extrapolación y proyección inteligente y sobre todo muy entretenida, en el 1er capítulo de esta 3er temporada, en la cual se da a entender que la humanidad entera comparte una perfil en una única red social, el cual es funcional a muchas de las necesidades que tenemos, y en algún punto funciona también como un acta de registro público de nuestras acciones. Todo el mundo tiene un acceso instantáneo a este perfil apenas entra en contacto con el otro, y el mismo además tiene un puntaje, relacionado con nuestras capacidades sociales, y por supuesto cada ser humano del planeta puede puntuar la “experiencia social” con el otro, aún cuando la misma pueda ser ínfima, y colaborar con el ascenso o la caída de la puntuación de esta persona.

Y, por supuesto, las puntuaciones que nos dan aquellos que están mejor rankeados pesan más que las que nos ofrecen quienes se encuentran por debajo de nuestro número, y con esto se establece de forma clara y evidente un nivel socio-económico alarmante, donde una oligarquía asquerosa expone su cuasi-perfecta vida en una interface similar a la que tiene el time-line de Facebook y se jacta de su puntuación, y desde ahí impone tendencias estéticas y de esnobismo en general, y dicta e impone la agenda social a seguir por el resto del ganado que pretende alcanzar alguna vez ese nivel. Lo obvio del planteo no deja de resultar refrescante en la forma en la que se presenta, y el protagónico de Bryce Dallas Howard [Terminator Salvation (2009), Gwen Stacy en Spider-Man 3 (2007), The Village (2004), Jurassic World (2015)] es, además, espléndido, y sostiene un relato intenso y crítico que invita a mirarse el ombligo y aceptar que quizás le estamos dedicando demasiado tiempo a las redes sociales.

Luego de un comienzo arrollador, Black Mirror saca un poco el pie del acelerador con 2 episodios muy bien producidos y caracterizados pero que plantean problemáticas que el cine y la televisión vienen abordando desde hace al menos una década, y la forma en la que las mismas se presentan, además, dista mucho de la originalidad de la que se jacta la serie. "Playtest" y "Shut Up and Dance" nos introducen en el mundo del desarrollo de videojuegos, en el primer caso, y en los peligros de la sobreexposición de la vida privada, en el segundo, y la manipulación de personas bajo extorsión por parte de un grupo anónimo de hackers, muy en plan Nerve (2016), Level Up (2016) o la absolutamente genial Unfriended (2014), por mencionar 3 películas que ya tocaron este tema de forma similar. De todos modos, fiel a lo que nos fue entregando la serie hasta ahora, las caracterizaciones, la dirección de cada capítulo y la puesta en escena son impecables, y ambos episodios resultan divertidos, atrapantes, y mantienen la tensión hasta el final, con desenlaces coherentes para lo que planteaba la trama de cada capítulo.

Virtual Reality

No me cabe la más mínima duda que cuando Charlie Brooker vio el estreno de Stranger Things, en la misma señal en la cual meses después se estrenaría el capítulo "San Junipero" de su show, para colmo, se habrá querido pegar un tiro en las bolas, porque parte de la genialidad de este episodio radica en la esmerada reconstrucción del ambiente unidimensional que el inconsciente colectivo se hizo de la década de los ’80, y en algún punto el gancho del capítulo pasa por la tormenta de referencias y links que hay desparramados en sutiles y evidentes detalles, y el impacto que provocan en el espectador nostálgico bombardeado diariamente con decenas de shows televisivos modernos absolutamente alejados de esta estética. De todos modos, la falta de sorpresa en el planteo del revival de esta década no le quita peso a un episodio espléndido y muy emotivo, que aborda las relaciones no-convencionales y la eutanasia con mucha altura y con respeto por el espectador, y no se permite caer en los lugares comunes que el plot original podría haber permitido.

El siguiente capítulo, "Men Against Fire", es otra joyita de la colección de momentos que Black Mirror nos regala, donde una vez más la tecnología de punta es puesta en tela de juicio, esta vez desde el lado que le cabe a los gadgets desarrollados para uso militar. No quiero explayarme demasiado en este episodio porque cualquier revelación podría poner en peligro el disfrute del guión, pero les basta con saber que Brooker no tiene reparos en su escritura, ni límites a la hora de bajar línea, y jamás pierde de vista las herramientas con las que cuenta para poder contar una historia que te entretenga y te mantenga en el borde del asiento y a la vez ponga una bandera roja en usos y abusos de una tecnología que puede causar un daño inimaginable cuando es desarrollada con nefastas intenciones. Aplausos.

Nanotecnologia y Drones

El episodio final de esta primer tanda, el único que dura 89 minutos, es magistral, y el cierre digno que merecía esta nueva entrega. Tengo que confesarles que cuando me enteré de la duración del mismo, una vez más, los temores obvios sobre la imposibilidad de sostener la calidad en ese margen de tiempo se me presentaron incluso antes de comenzar a verlo, y promediando los 10 minutos iniciales estaba casi seguro de que los mismos estaban bien encaminados… pero, por un lado, hay un par de giros y sobre todo una escena puntual heredera del mejor suspenso del maestro Hitchcock que sencillamente hizo que me enamorara de la trama y del capítulo, y por el otro la lluvia de easter eggs meta-referenciales al universo que fue desarrollando la serie me hicieron sentir muy bien conmigo mismo, y muy contento con los realizadores que, de alguna forma, premian la buena memoria y el fanatismo por este atípico show, y buscan la manera más interesante y fresca de conectar los distintos “universos” sin que la existencia de unos pongan en jaque la coherencia del resto.

"Hated in the Nation", tal el título de este capítulo, por muchos motivos tiene reminiscencias al comienzo de esta serie, más precisamente al primer capítulo de aquella primer entrega, "The National Anthem", no solo porque es un caso policial en el que los organismos designados para intervenir e investigar ciertos crímenes son protagonistas del mismo sino también porque la política inglesa tiene un rol más que relevante en el desarrollo de la trama y sobre todo en el clímax de la misma. Y no son pocas las veces con las que nos cruzaremos, en la temporada completa, con menciones al inolvidable primer ministro británico de aquel episodio, Michael Callow, caracterizado por Rory Kinnear, pero en este episodio en particular las reminiscencias al desarrollo de aquel episodio se hacen más evidentes, y ofrecen al espectador un “cierre” más que satisfactorio.

La problemática que decide abordar Brooker en esta parte de su monumental recorrido se toca de costado con lo que vimos el año pasado en la Eye in the Sky (2015) protagonizada por Aaron Paul, y también con la Good Kill (2014) estelarizada por Ethan Hawke, aún cuando en Black Mirror no se presentan los drones con aplicaciones militares y, por lo tanto, está ausente la figura del piloto encargado de dirigir uno. Pero los interrogantes que se plantean son los mismos: ¿cuáles son los límites éticos y morales que deberíamos tener en cuenta para seguir desarrollando drones utilizando nanotecnología, y a que peligros nos enfrentamos cuando la misma cae en las manos incorrectas? De hecho, Brooker va un paso más allá, y ahí es cuando se alinea con los films que acabo de mencionar, y reformula la pregunta para transformarla en: ¿Cuáles son las “manos correctas” en las que podría caer esta tecnología, los gobiernos de U.S.A. e Inglaterra, por ejemplo? No conforme con eso, deja caer un link casi inevitable al “dilema Snowden” y cierra toda la trama con las consecuencias del uso indiscriminado de una red social como Twitter para llevar adelante consignas nefastas bajo la protección que ofrece el pseudo-anonimato que nos proporciona la lejanía de cualquier acción violenta cuando la festejamos o animamos desde un teclado y un monitor.

Aún cuando estoy convencido que las 2 primeras temporadas, en comparación con esta 3ra, están por encima de la misma, sobre todo por la inclinación que tuvo esta nueva entrega a abordar problemáticas relacionadas con las redes sociales, Black Mirror sigue siendo uno de los show que no podes permitirte no ver, porque forman parte de la avanzada de series televisivas inteligentes y frescas, que han renovado la forma en la consumimos este tipo de ficción y este medio, y validan las horas que le dedicamos al mismo. Nos volvemos a leer la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.
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