El pasado jueves 24 de septiembre, hace exactamente una semana, hizo su estreno en la cadena NBC la mini-serie de ciencia ficción Heroes Reborn, una producción pautada en 13 capítulos creada por Tim Kring que funciona como secuela de otro show orquestado por este realizador que tuvo su estreno en el 2006, hace casi una década, y se prolongó durante 4 temporadas.
Heroes, la serie original, es recordada por absolutamente todo el que la vio y la siguió como uno de los mayores fiascos que nos dio la televisión moderna los últimos años, mano a mano con producciones como Prison Break y Dexter, donde la premisa inicial e incluso las primeras temporadas son bastante buenas, pero llega un punto en el que el producto se estira demasiado y termina hundiéndose en un pozo de mierda sinsentido en el cual se cometen todos los errores posibles para terminar atentando contra una idea bien pensada e inicialmente ejemplarmente ejecutada. El caso de Heroes no solo terminó transformándose en paradigmático dentro de la cultura popular por los niveles de adicción y obsesión que despertó en casi todo el mundo, además atentó contra un fenómeno que, por suerte, pudo superar este desliz y de todos modos –y a pesar de este show- pudo imponerse y hoy por hoy se ha transformado en un género propio, tanto en el cine como en la televisión.
Así es como hoy, entonces, clavo una reseña que tiene como objetivo, por un lado, ofrecer un rápido análisis de aquella nefasta serie, intentando dar forma fáctica a los motivos por los cuales el hijo bobo de Tim Kring fracasó estrepitosamente en su momento, y por el otro sumar la mirada crítica de la emisión de los dos primeros capítulos de este intento de devolver a la vida una franquicia y un universo que creíamos enterrado 3 metros bajo tierra.
Save the Cheerleader, Save the World
Superando incluso sus logros como showrunner, guionista, director y cabeza creativa principal a la hora de desarrollar un show televisivo, y también en concordancia con muchas de las tramas que presentan sus productos o habilidades de alguno de los personajes que desarrolla, si algo tuvo Tim Kring fue visión de futuro, a lo Bill Gates anunciando a mediados de los ’90 con la web aún en pañales que en un futuro próximo la televisión e internet se fusionarían en una misma cosa, forjando un mismo concepto, y accederíamos a ambas desde un único periférico electrónico. Kring la vio cuando nadie más la veía… aún, porque el estreno de Heroes se dio el 25 de septiembre del 2006, momento en el cual a nadie se le ocurría pensar que el fenómeno superheróico en los medios alcanzaría la magnitud que hoy presenta, mucho menos el buen pasar de la televisión de ficción y los réditos económicos que la misma ofrece, aún con la sombra de la mal llamada “piratería” acechando constantemente. Pero las señales estaban ahí: cuando Tim y compañía estaban desarrollando Heroes, Lost ya tenía concluidas dos temporadas y se había transformado en un fenómeno mundial, y la primer temporada de la producción de Kring coincide justamente con el estreno de la 3er temporada del show de Jeffrey Lieber, J. J. Abrams y Damon Lindelof que, oh casualidad, terminaría siendo la que mejor rating general tuvo de toda la serie. Sumado a esto, Marvel venía estrenando, de una u otra forma, entre 2 y 3 films relacionados con sus licencias por año, desde el 2002: Blade II y Spider-Man ese mismo año, Daredevil, X2 y Hulk en el 2003, The Punisher, Spider-Man 2 y Blade: Trinity en el 2004, y Elektra junto a Fantastic Four en el 2005. Para el ojo entrenado en este rubro se hacía evidente que se estaba comenzando a gestar una movida que tendría repercusiones inimaginables, y había que sacarle provecho a la misma anticipándose a la contienda desarrollando personajes y un universo que pudieran hacerle frente a cualquier cosa que, a corto plazo, pudiera tirarte como competencia en el medio cualquiera de las dos grandes editoriales de comics yanquies explotando alguna de sus galardonadas franquicias que llevaban al menos medio siglo taladrando el inconsciente colectivo.
Si la televisión ya permitía producciones con un número elevado de “protagonistas” y un costo considerable de presupuesto por capítulo para la puesta en escena y los FX’s, presentando shows con estética cuasi-cinematográfica, y el género superheróico había traspasado la eterna barrera que lo posicionó históricamente como un producto de consumo casi exclusivo de niños y adolescentes vírgenes, era el momento ideal para apostar por una serie que aunara todos estos elementos y sumara, además, el backup-story más llamativo y ganchero que los comics podían proveer. Es así como Kring, ni lerdo ni perezoso, se adueña de algunos de los conceptos explotados durante años por el guionista Chris Claremont al frente de los títulos mutantes de Marvel, y nos presenta un mundo, nuestro mundo, en el amanecer de una nueva era, misma que estaría marcada por la aparición de humanos con capacidades extraordinarias, las cuales causarían asombro y pánico por partes iguales, y despertarían reacciones diversas en el resto de la sociedad. Casi como si se tratara de una puesta al día del clásico Giant-Size X-Men #1 de 1975, obra de Len Wein y Dave Cockrum, en el 1er capítulo de Heroes vamos conociendo, uno a uno, a distintos personajes con diversas habilidades desparramados por ciudades distantes que muchas veces trascendían incluso del mismo país del norte, todos compartiendo una conexión que desconocen y formando parte de la punta de lanza del siguiente paso de la evolución humana. ¿Ese concepto les suena, no? Si, por supuesto, así como también les va a sonar una organización encargada de localizar y capturar a estos seres para poder contenerlos y estudiarlos, mensajes premonitorios de personajes que vienen del futuro, o un virus letal desarrollado en un laboratorio que tiene como objetivo acabar con todo humano que comparta este tipo de gen que lo hace “especial”.
Ninguno de los conceptos vertidos en el show resultaba particularmente novedoso para la audiencia que venía del palo del comic, pero era la primera vez que podíamos compartir este tipo de aventuras con personas por afuera del fandom, porque el show realmente capturó la atención de mucha gente en su momento. Ni hablar de poder disfrutar de todos estos conceptos en un show televisivo live-action mainstream, cuando lo que más se acercaba a eso en esos días era la polémica Smallville. Además, la otra ventaja era que toda la audiencia estaba con el mismo nivel de conocimiento que el resto para ir comprendiendo la trama, no hacía falta haber leído un número de un comic que había sido publicado incluso antes de que nosotros naciéramos para encontrar links, referencias o detalles ocultos.
Y así y todo la serie era generosa con la audiencia lectora, ávida de recibir una caricia personal, y es así como un comic expresamente creado para el show, 9th Wonders!, supuestamente estaba dibujado por uno de los personajes protagonistas, y contenía escenas que se le presentaban en sueños y que funcionaban como puntos de conexión y hasta revelaban pistas para desenmascarar la trama principal… pero en realidad las ilustraciones estaban diseñadas y ejecutadas por Tim Sale, un conocido dibujante del medio. El casting original también era acertado, y los personajes iniciáticos tenían, cada cual a su manera, su atractivo, que si no venía por el lado de lo exótico se daba por el carisma que el actor le aportaba, cuando no ambas cosas, como en el caso de Hiro Nakamura, el favorito de la audiencia y el fandom, y probablemente el único que la gran mayoría sigue recordando y mencionando aún hoy en debates y chistes.
¿Y entonces, qué falló?
Falló Kring, por supuesto, que no supo jugar correctamente una mano con 4 ases. Todas las condiciones estaban dadas para que Heroes fuera la nueva Lost pero con “personajes con poderes”, y terminó siendo un Titanic televisivo. Kring venía con el background de la vieja televisión, una que hoy casi dejó de existir, a la cual los conceptos de saga y continuidad le eran bastante ajenos, y supuso que podía construir un rascacielos sin la correcta fundación. La realidad indica que en los comics las cosas no se hacen particularmente diferentes: un guionista puede tomar decisiones por sobre la cronología histórica de un personaje casi sin contemplación de lo que se escribió previamente, y muchas veces el único que puede impedir una tragedia (no en el orden de “acontecimientos dramáticos que pueda vivir el personaje” sino en lo trágico que sería que un lector leyera semejante incongruencia) es el editor de dicha serie, el cual puede ocurrir que conozca menos aún el historial del personaje que el propio escritor. Pero este medio, la historieta, sobre todo en U.S.A., tiene la suficiente espalda como para absorber todo tipo de incongruencia y estupidez por parte de los equipos creativos, y que la misma no signifique la cancelación de una serie en la mayoría de los casos, y de todos modos de llegar a este punto él o los personajes seguro seguirán existiendo en el universo con apariciones recurrentes en otros títulos, alguna que otra mini-serie o, por qué no, una nueva serie regular con un nuevo equipo creativo dentro de… 3 meses, ponele. Nada grave.
Kring salió a la cancha con una maraña de promesas sin más sustento que pequeños detalles que parecían poder conectar personajes, motivaciones y situaciones, y a medida que el show avanzaba los más despiertos se comenzaban a dar cuenta que cabía la posibilidad de que el propio creador de la serie no tuviera la más pálida idea de hacia donde pretendía ir. Muchos adjudicaron la baja calidad de la serie a un paro de guionistas que afectó la 2da temporada, pero la realidad es que los problemas de continuidad y coherencia comenzaron mucho antes, promediando la primera, por no mencionar que la resolución de la misma fue, cuanto menos, decepcionante. La serie tenía muchos componentes que la dotaban de cierto aire comiquero, como la intención de titular cada temporada como si fuera un capítulo de una macro-saga superheróica, la inclusión de una simbología propia y misteriosa que en algún punto se conectaba con los personajes principales y con el evento que podía significar la extinción de la raza humana o la voz en off de uno de los personajes narrando las introducciones y cierres de cada capítulo y aggiornado dichos textos con frases rimbombantes y una bajada de línea cuasi-existencial que estaba más cerca de unas líneas escritas por el brasilero Paulo Coelho antes de tirarse a dormir una siesta de domingo que del alemán Martin Heidegger, pero la realidad nos terminó demostrando que, a la larga, todos estos elementos eran justamente material decorativo para presentar un producto más atractivo y singular, pero bajo ningún punto de vista funcionaban como mecanismos que articulen la trama y la transformen en algo más interesante de lo que se podía apreciar a la distancia. De hecho, creo que nadie debería asombrarse si opino que tanto los personajes como las tramas que se fueron desarrollando a lo largo de las 4 temporadas de Heroes representan en algún punto todo lo que está mal con el género superheróico, o sea: la falta de sustancia y de contenido, en parte disparada por una total imprevisión y una carencia de creatividad, que además suma la explotación de conceptos e ideas para nada originales que hemos leído reiteradas veces hasta el hartazgo en más de medio siglo de historieta norteamericana.
El bueno de Tim tuvo la oportunidad de poder revisitar todos estos conceptos en un medio relativamente fresco –fresco porque son muy pocas las series de televisión que han adaptado franquicias superheróicas o han intentado explotar el fenómeno con algo de altura- para poder exponerlos con un presupuesto considerable y el apoyo de una cadena de televisión importante… y lo que armó terminó siendo demasiado grande para su capacidad, su experiencia y la de su equipo, y se lo terminó comiendo. También hay que señalar que, a favor de él, la televisión cambió muchísimo en muy poco tiempo, y por primera vez en lo que va de este siglo comenzó a equilibrar hacia arriba, sobre todo en el país del norte, y hoy por hoy el televidente promedio está mucho más despierto y es un pelín más exigente con los productos que consume. El infernal feedback que ofrece hoy internet, además, no permite mucho espacio para maniobrar a los realizadores, los cuales cuentan con un margen muy pequeño para cagarla, y el escenario plantea un nivel de sobre-exposición alarmante para absolutamente todos los involucrados en un proyecto de estas características que no siempre juega a favor.
De todos modos, Heroes nunca contó con el presupuesto necesario para narrar las historias que Kring pretendía contarnos, y por un lado los FX’s nunca estuvieron a la altura del desafío, y por el otro faltó creatividad y, una vez más, muñeca y oficio para, de todos modos, exponer las aventuras con altura y clase. Sumado a eso, hay elementos que se introdujeron de manera casi azarosa o forzada, una vez más para elevar las expectativas del televidente y presentar un producto lo más ganchero posible, y que cuando el día concluía no tenían mucha razón de ser. El mejor ejemplo de este punto es la frase que puse como título de esta parte de la reseña, “save the cheerleader, save the world”, un slogan que identificó a la serie desde su comienzo y que aunó a las masas de seguidores bajo un mismo lema (?), una frase que casi funcionaba como grito de batalla en la meta-ficción, pero que prácticamente careció de sustancia dentro de la misma. Lo único que realmente cuajaba con la misma era mantener a Claire (la cheerleader a la que hace alusión la frase) alejada de las manos de Sylar, el villano asesino serial del comienzo de la serie, mismo que adquiría los poderes de sus víctimas, y siendo así la regeneración con la que contaba la primera le hubieran permitido triunfar en sus desquiciados planes. Dicho esto, se plantea entonces apenas una presunción de que si Sylar ponía sus manos encima de Claire, pasaría a obtener un poder que, sumado al resto de sus habilidades obtenidas, lo posicionaría como un personaje imposible de derrotar. Como casi toda presunción, era exagerada, y si nos limitamos a la trama de la serie, en el mejor de los casos la que corrió riesgo de ser destruida fue la ciudad de New York, como mucho… de ahí a la aniquilación de toda la raza humana en todo el mundo hay un trecho enorme, inconmensurable, del cual ni los personajes ni los guionistas se hicieron cargo, jamás.
Luego del mal trago de una segunda temporada desconcertante, incoherente y floja, misma que seguramente podría haber tenido otro desarrollo si no fuera por el ya mencionado paro de guionistas, el volumen 3 que comenzó el 22 de septiembre del 2008 no presentó un escenario mucho más alentador, y creo que es en esa temporada en la que la gran mayoría de los que le hicieron el aguante hasta el extremo se terminaron bajando del tren. Una lástima, porque disparados un poco por el pésimo rating y otro poco por la lluvia de críticas negativas, Kring y su equipo intentaron buscarle la vuelta al show, hicieron una digna limpieza de guionistas conservando los dos o tres que mejor rendimiento habían tenido en lo que va de la serie, y presentaron una última temporada mucho más terrenal y sólida, donde hubo espacio inclusive para “arreglar” las cagadas que se habían mandando en los años previos, sobre todo con los quilombos generados por los viajes temporales y futuros alternativos. Un trabajo digno que pudo ser apreciado por muy pocos y que, bajo todo punto de vista, se realizó demasiado tarde, ya que el show culminaría en su episodio 77, el 18 de este volumen, titulado Brave New World, y en el remate del mismo uno de los personajes principales, Claire, la ya mencionada “porrista”, decide mostrarle al mundo su habilidad, y así revelar públicamente la existencia de los de su clase, algo que hasta el momento no había sucedido. Un cierre que por primera vez estaba a la altura de las expectativas generadas pero que solo dejaba un sabor amargo por la triste despedida.
Stop, rewind and Play
El primer contacto que tenemos con este inesperado regreso es a través de una serie de pequeños episodios realizados para la web titulados Heroes Reborn: Dark Matters, los cuales están narrados casi en un 100% con la técnica de “cámara en mano”, como si se tratara de un documental, y el arco argumental de estos 6 episodios tiene como protagonistas a los hermanos Phoebe y Quentin Frady.
Los hechos son narrados 5 años después de la revelación de Claire, en un mundo que definitivamente ya no tiene mucho que ver con el nuestro, en el cual se está manejando la posibilidad de llevar adelante un acta de registro mutan… ah, eh, no, no se va a llamar así, pero muchos gobiernos se han planteado la posibilidad de registrar a cada ser humano con capacidades especiales (ahora llamados evos), con las consecuencias socio-políticas que esto acarrea. Por encima de todo, una empresa, Renautas, asegura brindar posibilidad de trabajo con cuantiosos beneficios a los evos, y en el medio, la ya mencionada Phoebe va descubriendo que posee la capacidad de manipular la oscuridad, y alentada por su hermano Quentin no solo la va explotando, va dejando un registro fílmico-digital de todo el proceso.
La tensión entre humanos y evos va en ascenso, el clima se comienza a poner turbio, y en un momento dado Phoebe consigue entrar a trabajar en Renautas, para desaparecer del radar de su hermano, justo unas semanas antes de que ocurra un terrible incidente relacionado con una extraña y poderosa explosión en un lugar público en Odessa, Texas, que termina matando a cientos de personas y de la cual se hace responsable a los evos, situación que habilita una caza indiscriminada de super-seres y cierra toda posibilidad de charla, negociación o acercamiento pacífico de los evos para con el resto de la sociedad. Quentin hace lo imposible para poder dar con el paradero de su hermana, entre otras cosas porque está convencido que ella no es una terrorista y no tiene absolutamente nada que ver con los trágicos eventos que acabaron con la vida de cientos de civiles, y termina llegando a la conclusión de que si alguien puede ayudarlo con información de primera mano y confirmar sus sospechas, este es nada más y nada menos que Noah Bennet, uno de los protagonistas de la serie original que trabajó durante años para una empresa llamada Primatech Paper Company, una mascarada orquestada por un poderoso grupo de empresarios que tenía como objetivo identificar, capturar y si fuera necesario eliminar a todos los evos posibles.
Así es como, finalmente, damos paso a la acción en los dos primeros episodios de Heroes Reborn, de la mano de Bennet, por un lado, trabajando como vendedor de autos y presumiblemente alejado completamente de todo el bullicio relacionado con los evos, y conociendo a Luke y Joanne, una pareja que perdió a su hijo en el incidente de Odessa, y hoy por hoy se dedican a llevar adelante su venganza asesinando sin contemplación ni miramientos a todos los evos que puedan identificar. Se les suman además Tommy Clarke, un adolescente que puede teleportar personas u objetos y que huye junto con su madre del acoso del gobierno u otros entes que están detrás de los evos, y que pretende establecerse en una pequeña población, todo lo contrario de Miko, otra evo que vive en Tokio y tiene la capacidad de, a través de una katana, poder ingresar a un videojuego y, así, dar con el paradero de su padre extraviado (?) Podemos agregar además a Carlos, un potencial héroe enmascarado que buscará vengar, también, a su hermano muerto en acción, tomando su lugar como “El vengador” y limpiando las calles de delincuentes, sin saber aún que su sobrino es un evo.
¿Tim Kring lo está haciendo de nuevo? Sí, a todo sí, a todo lo que están pensando, solo que me arriesgo a decir que… peor. No es que estos dos primeros episodios sean malos –tampoco son excelentes, claramente- sino que, así como el bueno de Tim tuvo una corazonada haciendo una muy correcta lectura del contexto que rodeaba el medio cuando comenzó a desarrollar Heroes 10 años atrás, nosotros ahora como televidentes estamos teniendo todas las pistas posibles para sospechar que se están por cometer los mismos errores. Se anuncia, una vez más, un peligro inminente del cual no tenemos el más mínimo detalle de en qué consiste, pero se sabe que será fatal, de alcance global y casi inevitable. Una vez más una empresa está conspirando para eliminar evos a diestra y siniestra, no sin antes poder darles captura y, de ser posible, separar a aquellos que puedan explotar, sumado a que probablemente sea la que los incriminó en el incidente de Odessa y, para colmo, fue la que en su momento absorbió a Primatech. Una vez más, también, hay una voz en off abriendo y cerrando los capítulos, los cuales se vuelven a agrupar en un “volumen”, y dicha voz se presenta como premonitoria pero, a la vez, aleccionante.
Si las similitudes son forzadas o no lo sabremos al recorrer la totalidad del camino de estos 13 primeros episodios pautados, pero esta vez, teniendo en cuenta los resultados previos, la familiaridad no vaticina nada bueno. Los personajes nuevos presentados están, además, a años luz del carisma que guardaban los originales, tanto en la forma en la que están escritos como en la caracterización de los mismos, aunque parece ser que por primera vez los FX’s están a la altura de la narración. A todo esto podemos agregarle que la conexión con la serie original, Heroes, es enorme, muy fuerte, pero los realizadores de esta nueva miniserie no hicieron el más mínimo esfuerzo por ponernos al tanto de lo que sucedió en las temporadas previas, ofrecen este nuevo volumen dando por sentado que la audiencia entera se sometió ella solita a la tortura de ver en su totalidad las últimas dos temporadas –como lo hizo el sadomasoquista que está escribiendo esta reseña-, y tienen fresco en su memoria la totalidad de los personajes que desfilaron y las acciones que unos y otros dispararon o provocaron con su accionar.
¡Claro que sí, Kring! (???)
Con la oferta actual de shows televisivos que tenemos en la actualidad sumado a la particular grilla de series superheróicas, sería estúpido pensar que Tim Kring no va a poner, esta vez, toda la carne al asador para hacerse con unos buenos números de rating y una caricia de la crítica, además de dar casi por sentado que tanto él como los productores de la serie aprendieron de sus propios errores y de los ajenos y entendieron que en una década el televidente promedio cambió y, justamente, “evolucionó” a un tipo de cliente con menos ánimo para la concesión gratuita y más predisposición para la crítica negativa si el producto no cumple con los estándares esperados, pero en vista de lo que pudimos ver –la audiencia y yo- hasta ahora, cabe la posibilidad de que no hayan considerado ninguna de estas cuestiones. Mi recomendación, por el momento, es dejarla pasar… y esperar hasta que en las redes sociales aquellos que se aventuraron a seguirla semana tras semana eleven de forma colectiva una opinión sobradamente positiva sobre la misma. Si se puede, evitemos caer dos veces en el mismo agujero. Nos leemos la semana que viene, acá, en Tierra Freak.