miércoles, 22 de enero de 2014

Inspiraciones, parecidos y derechos de autor - El Gabinete del Dr. Morholt.


En el Gabinete del miércoles pasado conté la historia de Walter Mitty y, como dato de color, dije que Sherlock Holmes, el personaje de Sir Arthur Conan Doyle, pasó a dominio público hace unas semanas. Pero ¿qué es el dominio público?


No se preocupen, no voy a hacer una columna sobre temas legales. Es sólo una introducción.

El dominio público es ese momento en el cual un autor deja de tener derechos sobre su obra, sea esta literaria, artística o científica y depende de las legislaciones de cada país. Pueden ser 50, 70 o hasta 100 años después de la muerte del autor o, a veces, desde la publicación de la obra.

Obviamente esta legislación está hecha no para resguardar lo artístico de la obra, sino principalmente para que los herederos de los creadores (o aquellos que sean dueños de los derechos) sigan cobrando por mucho más tiempo por el uso y abuso de esas obras.

El caso paradigmático es el del Ratón Mickey, del cual tiene los derechos la empresa Walt Disney (y no la familia del viejo Walter) y como es una importante corporación del país más capitalista del mundo logró en 1998 que se modificara esta ley con el “Acta de extensión de plazo del derecho de autor” para darle 20 años más de vida monetaria. Fue tan burda la movida legal de los abogados corporativos que el acta es mejor conocida como “Acta de Protección del Ratón Mickey”.

Pero, como dice el viejo refrán “hecha la ley, hecha la trampa”, entonces hoy voy a contarles algunos ejemplos de obras que podemos llamar “inspiraciones” o “parecidos” y hasta algún que otro “me cago en los derechos de autor”.

The Last Boy Scout (la que me dio la idea de esta columna):

Corría el año 1991 y Bruce Willis (de ahora en más “El Duro”) se había impuesto como héroe de acción hacía ya varios años por interpretar a John McClane en las películas “Die Hard” de 1988 y “Die Hard 2” dos años después, pero también como actor de comedia gracias a la serie “Moonlighting” (que duró 4 años y llegó hasta el 89) y a la nunca bien ponderada “Hudson Hawk”, también de 1991.

Obviamente El Duro estaba en una racha y el productor Joel Silver, que había trabajado con Willis en las dos “Die Hard”, lo sabía. Entonces le encarga a Shane Black, gran guionista y responsable de películas como las “Lethal Weapon”, escribir un guión de esos que luego Black nos va a tener acostumbrados, llenos de acción, violencia y divertimento clásico de los años 90s. Así es como nace “The Last Boy Scout”.

La primera “Die Hard” está basada en una novela llamada “Nothing Last Forever” escrita por  Roderick Thorp en el año 1979, y su secuela se basa en “58 Minutes”, libro de 1987 escrito por Walter Wager. Si bien los libros originales tienen sus diferencias con las películas y, principalmente, no comparten al protagonista (es más al final de “Nothing Last Forever” se da a entender que el protagonista puede morir por la gravedad de sus heridas), a Hollywood eso no le importó al momento de hacer de las dos unas hermosas y atrapantes aventuras de McClane.
Entonces ¿por qué habría de importarle a los productores hacer una nueva historia de John McClane sin que sea John McClane? ¿Será que algún otro productor tenía los derechos de McClane y no quiso producir esta nueva película por lo que tuvieron que llamar al protagonista Joe Hallenbeck (sí, John-Joe… bastante similar)? ¿Será que no querían mostrar un McClane tan oscuro, que dijera tantas guarangadas y matase gente de las maneras más inverosímiles?

Realmente no importa, porque todos sabemos que “The Last Boy Scout” es una secuela no-oficial de “Die Hard” y la disfrutamos como tal.  Más sabiendo que El Duro luego va a interpretar al McClane de la tercera película (“Die Hard: With a Vengance”) casi tan oscuro como Hallenbeck y que en la cuarta (“Live Free or Die Hard”) mata a gente de LA manera más inverosímil, no?

Mirror Mask (o “una gran inspiración”)

En 1986 el gran, enorme e incomparable Jim Henson (padre de los Muppets) estrena su película “Labyrinth” donde una quinceañera Jennifer Connely (faltaban sólo 3 años para que fuese legal) comparte pantalla con un cuarentón David Bowie (que también se hace cargo, obviamente, de la música de la película) y nos muestra un mundo de fantasía digno del legado de su “Dark Crystal” de 1982.

Si bien la taquilla no lo ayudó lo suficiente (a pesar de lo hermoso de las películas), “Labyrinth” y “Dark Crystal” siempre fueron éxitos en el público de la televisión y el DVD. Según vieron los productores de The Jim Henson Company a mediados del 2000 las dos películas se vendían muy bien en este mercado sin hacer nada de publicidad.

Entonces llamaron nada más ni nada menos que a Neil Gaiman y a Dave McKean (guionista y portadista de la afamada “The Sandman”) para escribir una nueva película en el “universo Henson” y así volver a posicionarse en el negocio cinematográfico.

La película se estrenó en 2005, con dirección del propio McKean y es una linda película que reafirma que la magia y la fantasía podían ser parte de una buena historia… una historia bastante parecida a una que ya habíamos visto allá por 1986.

Porque si bien Gaiman y McKean se cansaron de decir que no era una remake, “Mirror Mask” es demasiado parecida a “Labyrinth”: las dos protagonistas son nenas que, luego de pedir un deseo que pone en peligro a un miembro de su familia, tienen que ir en su búsqueda a un mundo fantástico en el cual se encuentran con criaturas mágicas que las ayudan en ese camino que, aparte, las hace madurar.
¿Eso hace a “Mirror Mask” una mala película? No.

Pero no se puede obviar la comparación, en la cual, a nivel imagen y música, las dos son bellísimas, aunque a Bowie no hay cómo ganarle.


Andrómeda (o un futuro posible de Star Trek)

Es sabido que Gene Rodenberry fue el creador de Star Trek (y también es sabido que soy trekker así que no puedo evitar hablar mucho del tema). Lo que puede no ser tan sabido es que Rodenberry creó varios otros mundos de fantasía. Uno de ellos fue rescatado por su viuda, Majel Barret, y el guionista Robert Hewitt Wolfe y terminó siendo “Gene Rodenberry´s Andromeda” o simplemente “Andrómeda”, que se estrenó en el año 2000.

En esta historia existe una organización interplanetaria llamada Mancomunidad de Sistemas, una unión donde lo principal es la paz entre sus miembros y que lleva casi 10.000 años. Una unión que después de tanto tiempo se acerca a su final.
Una raza en especial, viendo que el final de la Mancomunidad es inevitable, empieza una guerra separatista. Esta raza son los Nietzscheanos, hijos de Drago Musevini primer Nietzscheano auténtico, y es una raza belicosa muy superior en características físicas a los humanos. Su estructura social se divide en clanes.
En medio de una misión de socorro el Capitán Dylan Hunt (interpretado por Kevin “Hércules” Sorbo) es emboscado por una flota Nietzscheana y, tras evacuar a toda la tripulación, usa un agujero negro para distraer a los enemigos, pero en la maniobra queda atrapado en un loop temporal dentro de su nave Andrómeda.
300 años después un carguero rescata a la Andrómeda del agujero negro y el Capitán Hunt, luego de entender que pasó tanto tiempo, descubre que en esos 300 años su amada y utópica Mancomunidad dejó de existir, las guerras y la desolación están en todos lados y los Nietzscheanos se hicieron la raza más poderosa de las 3 galaxias.
Así es como hace que aquellos que lo rescataron se unan a su nave para formar una nueva tripulación de la Andromeda e intentar recomponer la caída Mancomunidad de Sistemas.
¿Y qué tiene en común esto con Star Trek, preguntarán ustedes? Pues simple, cambiemos “Mancomunidad de Sistemas” por “Federación Unida de Planetas”, cambiemos “Andrómeda” por “Enterprise”, cambiemos “Nietzschaeno” por “Klingon” y cambiemos “Clanes” por “Casas”… listo el pollo. Andrómeda es un futuro alternativo de Star Trek.
Imaginemos una conversación como esta:
- Está buena la idea, no?
- Sí, me gusta mucho… ¿podemos llamarlo Star Trek Beyond?
- No, no tenemos los derechos de Star Trek, son de la Paramount.
- Bueno, no importa, cambiemos algunos términos, algo de la tecnología y todo bien.



La serie es interesante de ver, intenta despegar a Kevin Sorbo de su papel en “Hércules”, hasta que el coproductor y guionista Robert Hewitt Wolfe abandona la serie y ahí se va a pique, muchos de los actores abandonan la serie sin decir ni adiós y la idea principal decae de forma espantosa tanto que ver la última temporada (la quinta, del año 2005) es sólo para valientes.

Captain Marvel (o la historia que pocos comiqueros no conocen)

Para el año 1940 ya habían pasado 2 años desde que Superman irrumpiera en las historietas yankis y cambiara para siempre ese mercado. Pero también en esos dos años hubo miles de copias de este superhombre que podía saltar muy alto, detener las balas, correr como un tren y con fuerza sobrehumana.
La editorial que mejor supo desarrollar el concepto fue Fawcett Publications, con su Captain Marvel, que fue publicado por primera vez en el número 2 de Whiz Comics en febrero de 1940.
Tanto fue el éxito del Captain Marvel y la Marvel Family que fue el primer superhéroe adaptado al cine con las “Adventures of Captain Marvel” un serial de 12 episodios que se estrenó en 1941.
Las ventas de Whiz Comics sobrepasaban por mucho las de las historietas de nuestro kriptoniano favorito así que, como hiciera con otras editoriales, la National Comics (así se llamaba antes de llamarse DC Comics) decidió demandarlos por no respetar los derechos de autor.
Las audiencias de conciliación duraron por casi 7 años y el juicio propiamente dicho empezó en 1948. National Comics argumentaba que las bases de Captain Marvel (la superfuerza, la invulnerabilidad, la supervelocidad, un traje pegado al cuerpo con una capa y que el alter-ego Billy Batson sea un reportero como Clark Kent) eran una copia directa de Superman.
Por su parte Fawcett argumentaba que si bien había coincidencias, y que Superman había sido editado por primera vez sólo 18 meses antes, la naturaleza mágica de los poderes del personaje y que su alter-ego sea un nene y no un adulto, eran motivos suficientes como para diferenciar a los personajes y que los derechos de autor no aplicaban.

El juicio tuvo idas y venidas, en primera instancia (y basados en juicios anteriores) la National perdió, pero el juez dijo que igual Captain Marvel era una copia de Superman, así que los personajes siguieron saliendo y agrandando cada uno su universo. Para 1951 con la apelación de la National se revisó la actuación anterior e hizo que se diera vuelta el veredicto y perdiera la Fawcett. La editorial podía haber seguido apelando y estirando el tema, pero para esa época las ventas de comics de superhéroes ya no eran tan altas y no era negocio seguir con las acciones legales. El monto de la demanda terminó siendo en US$ 400.000 y la cesación inmediata de las publicaciones del Captain Marvel.
Como ya no era negocio publicar superhéroes, y sin su personaje estrella, Fawcett termina vendiendo ciertos derechos de personajes a otras editoriales y cancela toda su línea superheroica.
Recién en 1967, cuando la editorial Marvel lanzara al personaje Mar-Vell, conocido también como Captain Marvel, es que la DC se acuerda del tema legal y para el ´72 adquiere los derechos para reimpirmir las viejas aventuras del personaje de la Fawcett.

Recién para 1980 se decide a comprar los derechos completos de Billy Batson y el resto de los personajes de la Fawcett y sumarlos al universo DC. La historia del plagio que fue más exitoso que el original había terminado.

Nosferatu (o el “me cago en los derechos de autor”)

Corría 1921, sí esta vez nos fuimos muy atrás en el tiempo, y el alemán Friederich Murnau quería adaptar una gran obra literaria del año 1897, escrita por un irlandés llamado Bram Stoker.

El problema con esta obra es que los herederos de Stoker no quisieron cederle los derechos al estudio Prana Film para hacer la adaptación fílmica.

¿La solución de Murnau? Hacerla igual cambiando nombres y palabras, total ¿quién le iba a decir algo? ¡Él era Murnau! El famoso director del expresionismo alemán con obras tan importantes como “Satanás”, “El Jorobado y la Bailarina”, “La Cabeza de Jano”,  “Tarde-Noche-Mañana” y “Viaje a la Noche” (todas filmadas entre 1920 y 1921).

Así que llamó a su obra “Nosferatu, una Sinfonía del Horror” y la estrenó en 1922, con el éxito abrumador que él tanto esperaba.

Los cambios eran simples, en vez de hablar de “vampiros” se decía “nosferatus”, en vez de que el Conde se llama “Dracula” se llamaba “Orlok”, Harker se llamaba Hutter y principalmente en vez de ser en la Inglaterra victoriana, emplazó la historia en la ciudad danesa de Viborg ¿Quién podía decirle algo?

La viuda de Stoker lo hizo, a través de un juicio por no respetar los derechos de autor.

La corte falló casi de inmediato y ordenó que se destruyeran todas las copias de la película. Así de simple.

Muchas copias se destruyeron y sólo se salvaron algunas que ya habían sido distribuidas por el mundo. Gracias a personas que ocultaron esas copias es que hoy podemos ver esa película, pero de manera muy particular.

Porque cada dueño de la cinta hizo copias por su cuenta cuando murió la viuda de Stoker y se pudo mostrar de nuevo la película. En esas copias se cortaban escenas (sea porque la copia original no estaba en buenas condiciones o porque el dueño así lo quería), se modificaban los diálogos (recordemos que era una película muda) para los distintos públicos de los distintos países y hasta se cambiaban de orden algunas escenas porque no se sabía bien cómo era el original.

Recién en 1984, 62 años después de su estreno, se presentó la que se supone es la versión más fiel a la original en el Festival de Berlín de ese año.

Sea por la maravillosa actuación de Max Schreck, por la increíble puesta en escena de Murnau o por la historia que tiene detrás, “Nosferatu, una Sinfonía del Horror” es una de las obras maestras del cine. Uno de esos pilares de este hermoso arte-industria que todos deberían ver al menos una vez, y al terminar agradecer que algunas personas se hayan opuesto al derecho de autor y guardado alguna copia de manera ilegal.

Pensar en un mundo sin la belleza de esta obra de Murnau sólo por una cuestión económica, da tanto miedo como cuando vemos por primera vez al Conde Dracu… perdón, al Conde Orlok aparecer en pantalla.
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