En el mes de enero de 1984 sale a la venta el #20 del comic Saga of the Swamp Thing, con un guión firmado por un casi ignoto guionista oriundo de Northampton, Inglaterra, de nombre Alan Moore, que había sido convocado por el propio Len Wein, quien junto al artista Berni Wrightson habían creado al personaje -Swamp Thing- para el comic House of Secrets #92, que apareció en julio de 1971. Wein oficiaba en ese momento como editor de D.C. Comics, y hacía casi 2 años el personaje había tenido un relanzamiento gracias a una fatídica película de Wes Craven estrenada en julio de 1982 que, más allá de haber recibido pésimas críticas, haber sido un fracaso en taquilla y no contar con el beneplácito de los lectores, de todos modos ofreció el poco aire necesario para que Swampy renovara energías en una nueva colección. Al llegar al número #19 y tras la partida del guionista anterior, Martin Pasko, Len Wein, luego de haber leído algunas cosas británicas del barbeta, decide convocarlo para este trabajo dándole rienda suelta para que hiciera con el personaje lo que se le diera la regalada gana… total, las ventas no estaban acompañando y ya estaba con un pulmotor y medio pie en la cancelación, ¿no? Y es así como Alan Moore hizo magia, y el resto es historia.
La semana pasada les fallé como el Titán Palermo pateando penales para la selección, y por eso, intentando compensarlos de alguna forma, quiero cerrar este mes rememorando esta preciosa saga. Pero si me pongo denso sé que me van a odiar, sobre todo aquellos que aún no han leído esta obra maestra de la historieta, así que decidí confeccionar un listado con 4 sencillas razones por las cuales –aquellos que aún no lo hayan hecho- tienen que leer este comic sí o sí, que las enuncio ya:
1.- Es la única ongoing de D.C. Comics que escribió Alan Moore.
Si, en D.C. también metió Whatever Happened to the Man of Tomorrow? para Superman, que comienza en la Superman #423 y culmina en la Action Comics #583, que, técnicamente, son dos numeritos de las ongoing de ese momento del azuloso, y también tiene las Detective Comics #549 y #550, la Green Lantern #188, las Vigilante #17 y #18, la D.C. Comics Presents #85 y 2 numeritos de los Omega Men, pero… ustedes me entienden: la única serie mensual de D.C. de un personaje de la editorial de la cual se hizo cargo de forma casi ininterrumpida durante 3 años y medio… es esta serie, The Saga of Swamp Thing.
No conforme con eso, esta es la serie que pegó tan hondo en el lector yanquie que marcó un punto de inflexión, al punto tal que, de repente, casi sin que nos diéramos cuenta, D.C. estaba exportando guionistas británicos para realizar movidas similares. Y es así como comienzan a caer otros “ignotos” como Grant Morrison, Jamie Delano, Peter Milligan y Neil Gaiman… no sé si les suenan los pibes estos. Sumado a esta invasión europea, por el nivel de madurez de los temas planteados en Swamp Thing – y lo jodido de algunas escenas-, este título junto con algunos de los que estaban escribieron sus colegas extranjeros fueron los que sentaron las bases para la creación del imprint Vertigo, un refugio para el lector que estaba un poco harto de hombres con calzas y quería otra cosa. En resumen: con una libertad creativa insospechada debido a que el título iba a ser cancelado por bajas ventas el barbeta consiguió no sólo revitalizar las mismas sino también marcar el camino de toda la producción de comic adulto de los ochenta y los noventa. Chupate esta mandarina, Champ.
2.- La trama te vuela la peluca.
Tan sencillo como eso: tenés que leer esta etapa de Swamp Thing porque te deja el culo pa’ arriba, maestro. Mal. No jodamos… ¡¿Qué tantas vueltas?! No, en serio, este comic es la razón por la cual leemos historieta, es una de esas obras que justifica el medio y su existencia. Sin ánimos de menospreciar el trabajo de Len Wein y Berni Wrightson al crear al personaje, lo cierto es que la trayectoria del mismo y lo que se había ofrecido al público a través de sus páginas previa a la llegada de Moore era, cuanto menos, mediocre… ni bien aterriza el barbeta mata al personaje solo para resucitarlo al siguiente número y reconfigurarlo en otra cosa, fiel a su estilo. Y de ahí en adelante el viaje que nos espera es aterradormente bello: vamos a ser testigos de la lucha interna de un personaje que se debate entre su entidad completamente ligada a la naturaleza y absolutamente pacifista, un ser de pausado razonamiento pero con una enorme voluntad de coexistencia, contra los vestigios que quedaron de Alec Holland que transpiran furia desatada y autodestructiva y claman por venganza. Pero además podremos apreciar el amor más franco, explícito y poético que jamás hayamos leído, con niveles de lisérgica que serían la envidia de los Beatles, y cuando el mismo sea puesto en jaque, absorberemos un feroz relato de furia adolescente y rebeldía social en la cual podremos sentirnos identificados, ya que es la reacción lógica de cualquier individuo cuando, siguiendo los principios de libertad e independencia inalienables a cualquier ser humano, sus intereses chocan contra una sociedad demasiado entrometida en los asuntos ajenos y excesivamente proclive a creerse agredida por actos íntimos que no le incumben ni le dañan. Una sociedad que, al igual que la propia familia
cuando uno comienza a desplegar alas, se cree en el derecho de imponer a los demás una moralidad que sólo se sostiene porque es compartida por la mayoría; una sociedad que ignora que hay valores sobre los cuales la democracia –que puede tornarse en tiranía– no tiene ningún valor.
Y si esto te pareció poco, no hay que olvidarse que, además de ser un comic existencialista donde el protagonista intenta responder las mismas preguntas que todos nos hacemos en algún momento de nuestras vidas (¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Cómo soy? ¿De qué soy capaz? y, especialmente ¿Cómo me relaciono con los demás y, en concreto, con aquéllos a los que amo?), por sobre todas las cosas es una historieta de terror… y es así como nos cruzaremos con Hombres Lobos, Vampiros, Zombies y Sectas, y ninguno de estos clásicos tópicos del género estará presentado de forma tradicional. Y si aún así no te cierra, dejame contarte que, para colmo, esta etapa tiene un profundo respeto por los orígenes del personaje, y encaja perfectamente con los eventos de la editorial de esos años, más específicamente la maxi-serie que definió el nuevo DCU en los ’80, Crisis on Infinite Earths. ¿Algo más?
3.- Stephen R. Bissette y John Totleben tiran magia todo el rato, vieja.
Más bien. A pesar de lo complejo que puede parecernos el resultado final, el trabajo de Bissette es relativamente sencillo: con unas líneas extremadamente finas y precisas ejecutadas con pleno sentido de la proporción, tanto las formas generales como los detalles más ínfimos se plasman a través de una economía de medios pasmosa, sólo interrumpida –evidentemente– por el mayor grado de detalle que requieren las sinuosas formas de Swampy o criaturas similares.
Sin embargo, el dibujo alcanza un desarrollo intrincado cuando se une el entintado y todo lo demás. La economía de medios tiende al embellecimiento y la estilización y, en oposición, una mayor profusión de líneas potencia la fealdad, el envejecimiento y el horror. Perfectos conocedores de ambas situaciones, Bissette y Totleben integran sus labores de tal forma que a la línea fina del primero se une un entintado vigoroso del segundo en el que las manchas de tinta propiamente dichas se usan únicamente para resaltar volúmenes y reflejar la coherencia de la iluminación. Pero lo realmente característico de este trabajo es todo lo demás: el efecto de terror y ensoñación se consigue a través de la disposición de cientos de líneas paralelas muy próximas y una cantidad menor de diminutos puntos cuya combinación sobrecoge y desasosiega a partes iguales. Y precisamente el hecho de que el trazo más funcional sea fino contribuye al acabado definitivo al confundirse con estas dos técnicas ornamentales. Una locura orgásmica de nivel 25 que hubiera sido perfecta si no fuera por la limitadísima paleta de colores de Tatjana Wood, que de todos modos en algunos números logró un laburo tremendo. Como si esto fuera poco, otros dos detalles que suman a morir: las portadas al óleo y acrílico que John Totleben realizó para la serie que quedarán en la historia por su gran plasticidad y por su fluidez en la composición, y la composición de las viñetas en convivencia con los dibujos, que a veces se presentan de forma tradicional pero muchas otras se integran unas a otras habitualmente mediante motivos vegetales en un estilo experimental que recuerda al Eisner del mejor The Spirit. ¡Otra copa, cantinero! ¡Salú!
4.- Ahí nació John Constantine.
¡¿Cómo que quién carajos es John Constantine, desacatado de porquería?! ¡¡¡El personaje más longevo de Vertigo!!! Si me preguntan a mí, este clon de Sting es el mejor personaje que fue creado en D.C. Comics, y su 1ra aparición se dio en el comic The Saga of the Swamp Thing #37. Escribí 4 reseñas sobre los últimos días de su comic, Hellblazer, que alcanzó la frijolera cantidad de 300 números, así que me parece un despropósito ahondar aún más en este apartado. Vayan a los libros… o en este caso, rastreen dichas reseñas. Gracias. Los quiero mucho.
Y esto fue todo. Son 4 excelentes razones para que recuperen esta joya del comic yanquie, en el formato que sea y en el idioma que les quede más cómodo, y se animen a internarse en un mundo sórdido, aterrador y dramático pero lleno de aventuras y reflexión. La semana que viene es probable que siga intentando enmendar mi falta del jueves pasado con alguna otra sorpresa, pero por lo pronto, esta vez sí, nos reencontramos el jueves que viene, aquí, en Tierra Freak.