
introducción acerca de él. De todos los gloriosos directores jóvenes que comenzaron sus carreras con largometrajes presentados en los ’90 -Yanquies y Británicos sobre todo-, Q.T. es si lugar a dudas el más popular, el que más expectativas genera con cada estreno, el mas observado y analizado por todos… y sobre el que caen los mayores elogios, o los más duros batazos. A veces no entiendo porqué la gente va al Cine “esperando” ver algo y no se deja llevar por la mano del Director, y se decepciona tan fácilmente no por haber asistido a una proyección mediocre sino por no encontrar lo que buscaba. En el caso del film que nos reúne en este texto, Inglourious Basterds (2009), aquellos que salen del Cine refunfuñando lo hacen por lo recién citado: fueron a ver un film Bélico de Tarantino y se encontraron con una película de género magistralmente dirigida, con una deliciosa puesta en escena y unas actuaciones memorables, pero carente del exceso de acción que se le atribuye a este tipo de films.
la 2da Guerra Mundial, mucho menos un film de acción. De hecho, el equipo de soldados judíos dispuestos a masacrar Nazis en Francia que da nombre al film tiene menor participación de la que uno esperaría en pantalla, y no por eso le quita mérito al film. Lo mejor de esta película es, una vez más, la mano de un Director que ama el Cine como pocos. Q.T. adora este medio, respira Cine por cada una de sus venas, lo vive con pasión y excitación, y lo demuestra en cada film que realiza. Pero no solo eso: adora tanto el Cine que también actúa cada vez que puede, en films suyos o en otros –la última aparición en pantalla fue un interesante cameo en Sukiyaki Western Django, el psicodélico film de Takashi Miike-, produce, escribe, es Director de fotografía, selecciona la música para sus films y apoya otros films de amigos usando su nombre y su trayectoria para lograr que los mismos tengan más llegada. Es un todo terreno con un amor por el medio pocas veces visto, y con habilidad y creatividad para encarar cada emprendimiento con altura y originalidad. Se mete solo donde sabe que va a poder dejar su inconfundible firma con altura. Por otro lado, es un Director que no pierde vigencia a la hora de narrar historias: sus películas siguen siendo modernas y muchas veces contra-culturales, y no necesita valerse de nuevos recursos narrativos o amigarse con tendencias estéticas impuestas por directores cliperos de moda para lograrlo. De hecho, viendo su última producción,
reivindica una postura clasicista a la hora de contar un evento: los planos, los encuadres, la edición, todo está muy estudiado para causar un efecto en particular, siempre con un punto de vista muy personal. Un buen ejemplo es un diálogo entre dos personajes que solamente podemos escuchar, ya que la cámara nos muestra un 1er plano del rostro de un 3er personaje que se mantiene ausente de dicho diálogo, porque lo que importa ahí es ver las reacciones que esas palabras le generan. Y ese justamente es otro punto fuerte en este director: el casting. Cada proyecto en el que se embarca está armónicamente conformado por, por un lado, una nómina de –muchas veces- ilustres desconocidos y por el otro por un pequeño puñado de estrellas, pero todos dan lo mejor de sí para cada personaje, y Tarantino logra crear un ambiente en el que se genere la química necesaria para que todas las actuaciones se potencien mutuamente y no hagan más que sumar al producto final. Inglourious Basterds es quizás el film de este director que menos estrellas taquilleras tiene desde que comenzó sus andanzas con Reservoir Dogs (1992), sobre todo para el mercado Yanquie –incluso menos que Death Proof (2007)-, pero los “descubrimientos” de Q.T. son poco menos que brillantes, y todos coincidirán conmigo en que Christoph Waltz, interpretando al Coronel Hans Landa, prácticamente se roba la película, incluso haciéndole sombra al personaje de Brad Pitt. Otras actuaciones a mi entender brillantes, aparte de la del propio Pitt -que ni falta hacía aclararlo- son la de Diane Kruger personificando a la actriz Bridget von Hammersmark, Mélanie Laurent interpretando a la judía Shosanna en busca de su merecida venganza, y, cómo no, Til Schweiger, dejándonos un memorable Sargento Hugo Stiglitz tan jodido como introvertido, que en otro Siglo bien podría haber recaído en Clint Eastwood.
Explayémonos un poco entonces en las carencias que muchos le adjudican a esta nueva entrega del Director oriundo de Knoxville. Hay una realidad que supera todo análisis: el film dura 2 horas y media y las escenas de acción no deben completar los 15 minutos. Pero salvando la promoción que esta película tuvo, Tarantino en ningún momento de su obra nos promete algo y luego no lo cumple: esta película comienza con una escena de 20 minutos centrada en el diálogo entre el Coronel Landa y un Granjero llamado Perrier LaPadite, un clásico del realizador que tiene todos los elementos de su firma, y un claro homenaje a muchísimos films del género Western. Si no es la mejor escena del film, le pega en el palo. La misma culmina con un momento de acción que no dura más de un par de minutos, tal cual hemos visto en la casi totalidad de la filmografía de Q.T., exceptuando, claro está, Kill Bill. Ahí, Tarantino anticipa como se va a desarrollar el resto de la historia, cuál será el ritmo, el eje, como va a ser narrada, y que tanto espacio le va a dedicar a la acción. Para este director, igual que para muchos otros –se me viene a la cabeza Kitano en sus mejores épocas, por ejemplo- el exceso de acción a veces no es tan efectivo, y esparcirla por esos 150 minutos con cuenta gotas me pareció una elección acertada. Kill Bill era otra cosa, estaba referenciando otro Cine, mucho más Naif si se quiere –aunque no coincida totalmente con eso-, ese film fue un mix de la totalidad de los lugares comunes del Cine de Artes Marciales Oriental, adaptados para un público Occidental y puestos en función de una trama sencilla pero efectiva, y sobre todo entretenida. Inglourious Basterds por el contrario no deja de ser entretenido a pesar de su extensa duración, pero está mucho más cerca de Reservoir Dogs que de
Paths of Glory (1957), Saving Private Ryan (1998) o The Dirty Dozen (1967), por mencionar algunos clásicos del género. Y la trama no es una seguidilla de charlas de café pobremente concatenadas unas con otras como muchos críticos nos quieren hacer creer, pero sí se encuentra lejos de lo que considero el mejor guión escrito por Q.T. hasta la fecha -obviamente me refiero a Pulp Fiction (1994)- y si en algo podría llegar a decepcionar este film es en no haber logrado alcanzar una vez más aquella obra magnífica. Punto. Por suerte, dicho film no se ha convertido en una cruz para él, ya que se ha valido de otros elementos y nuevos enfoques para poder nutrir a los films posteriores de presencia y personalidad, al menos desde Jackie Brown (1997) en adelante.