Jonathan Hickman es un escritor al que hay que prestarle mucha atención. Parece una obviedad esto, dada la trayectoria que tiene, pero muchos lectores de cómics todavía desconocen gran parte de sus mejores trabajos, y es hora de que se vayan desasnando. Desde este sitio, a futuro, haremos lo posible para achicar la brecha entre aquellos que aún no lo tienen identificado y los que lo ponderan como uno de los mejores guionistas del momento, pero cabe aclarar que no es la primera vez que vamos a abordar una de sus obras. Hace casi exactamente 4 años (4 años y un día, para ser más precisos), levanté una reseña sobre The Manhattan Projects, en la cual el autor se dejaba llevar por ciertas teorías conspirativas relacionadas con la 2da Guerra Mundial, un tópico que toca transversalmente al cómic que hoy voy a reseñar. Más o menos para esta misma fecha, el año pasado, clavé también una reseña de East of West, pero para el sitio de Comiqueando, otra serie que por su complejidad y su recorrido histórico parece bastante hermanada con la polémica serie regular que nos reúne aquí. Hoy es el turno de The Black Monday Murders, uno de los cómics más comentados y aplaudidos de los últimos años, tanto por su extrañeza como por la osadía que tienen los autores para llevar adelante la narración de una historia que toca temas tan aburridos como la historia de la economía mundial. Y adivinen qué: estas 3 series regulares, todas salen bajo el sello Image.
Detrás de la cortina de hierro
Recuerdo que la primera vez que oí hablar de este cómic con muy pocos detalles ofrecidos por un amigo me llamó inmediatamente la atención, y cuando por fin lo comencé a leer no me decepcionó en absoluto (aunque tampoco superó mis expectativas… mi amigo claramente estaba mucho más emocionado que yo con los resultados obtenidos) y sentí que estaba ante algo relativamente “nuevo”. Y esto, cuando se trata de historieta, y sobre todo del cómic book yanquie, es decir mucho.
Hay un puñado de temas que llaman siempre mi atención, y Hickman se encargó de mezclar de forma muy original dos de ellos: las conspiraciones detrás de los grupos de poder que manejan el mundo y la magia. Cuando era un adolescente sin mucha idea de lo que sucedía alrededor mío y con poco apego por la política, apareció una serie de T.V. que comenzó a despertar mi interés por uno de estos temas, The X-Files. En la misma, un grupo de personas muy poderosas conspiraban en secreto para salvar sus vidas y condenar a la humanidad, y podían hacerlo porque cada una de ellas estaba muy conectada con centros de poder. No necesariamente todos ellos eran inmensamente ricos (aunque claramente ninguno estaba a la expectativa de las paritarias docentes) pero cada uno desde su lugar contribuía con algo que era esencial para el objetivo a cumplir.
El atractivo que tiene el tema de las conspiraciones y la acumulación de riquezas por parte un pequeño grupo de personas selectas radica, claro está, en el desconocimiento del procedimiento por el cual esta gente logra concentrar tanto poder por encima del resto de personas de su estatus social, y cómo un número tan insignificante de humanos logra dirigir el rumbo de 6.000 millones de habitantes sin que nadie los conozca abiertamente ni tenga pruebas fidedignas de que efectivamente son ellos quienes manipulan un centenar de cuestiones para conseguir sus objetivos.
Jonathan Hickman se entusiasma con esta idea, investiga, explora un poco y va más allá, y encuentra una veta muy interesante para explotar y desarrollar una historia repleta de intrigas y misterios que es llevada adelante por un pequeño grupo de personajes muy singulares. Podría haber narrado la historia de forma ortodoxa y probablemente hubiera sido, de todos modos, muy entretenida, pero en cambio prefiere revelar un montón de cosas todo el tiempo, muy desconectas entre sí, ofreciendo todo el tiempo un montón de datos que el lector no puede discernir hasta que punto serán relevantes para la historia, y siempre se encarga de organizar la información de maneras muy creativas. The Black Monday Murders es un cómic bastante complejo que requiere que el lector preste mucha atención a los detalles y esté bastante despierto. A medida que la historia va avanzando, número a número, el escritor separa los mini-episodios de cada cómic con datos duros que están acompañados por puestas de páginas muy bien diseñadas, y muchas veces estos datos forman parte de cierta documentación expuesta que por motivos que desconocemos a veces está incluso censurada en ciertas partes. Cartas personales, fichas sacadas de un archivo secreto de alguna organización gubernamental yanquie, informes económicos, estadísticas, recortes de diarios, telegramas, mapas, cuadros sinópticos y una decena más de crípticos documentos son presentados con una estética muy cuidada y uniforme, agregándole un valor agregado al cómic que muchos de nosotros agradecemos, sumándole además un montón de condimentos y trazando directrices que nos acercan al total entendimiento del cuadro.
Todos alaben al Dios Mammon
Como me suele pasar muy seguido, tanta perorata y no he dicho una sola palabra sobre la trama del cómic y los personajes que la llevan adelante. En este punto quiero señalar que pretendo ser muy cuidadoso con la información que voy a revelar, porque quiero estropear la menor cantidad posible de sorpresas.
Hay un detective de la policía de New York, de nombre Theodore Dumas, que se pone al hombro el caso del homicidio de un socio gerente del Banco de Inversionistas más grande de esa ciudad, y el cadáver se encuentra en un edificio muy elegante ubicado en el epicentro del distrito financiero, completamente desnudo, casi colgando de varias sogas, con algunas velas y libros alrededor de él. A medida que la investigación avanza, Theodore comienza a tocar ciertas puertas, hablar con ciertas personas, y termina cayendo en la cuenta de que este crimen podría ser el puntapié inicial de una guerra “santa” declarada entre dos familias fuertemente relacionadas con una financiera que se ha involucrado demasiado con los mercados y la bolsa de valores.
En este cómic, Hickman establece una fuerte relación entre el poder, el dinero y la magia, pero no de una forma convencional y muy clásica de este tipo de historias. No, acá el poder y el dinero muchas veces significan otras cosas, o en todo caso la relación no es tan directa. La acumulación de poder se da por otros motivos y objetivos, y ciertas transacciones y arreglos sólo pueden saldarse con sangre. Y cuando digo sangre estoy queriendo decir muerte, con la muerte de alguien, y muchas veces de muchas personas. La muertes y los sacrificios, cuanto más alto son, más poder ofrecen a quienes los perpetran, y eso permite que el dinero fluya hacia esas arcas, y no de otro modo. La magia, como podrán imaginar, tiene un papel más que relevante en todo esto, pero el guionista no nos lo va a poner fácil, y si bien prácticamente todo el organigrama es ofrecido casi en bandeja en el primer número del comic, requerirá una relectura a futuro para poder conectar todas las piezas.
Para que el cómic transmita lo que el guionista necesita se valió de un artista de la talla de Tomm Coker, a quién recordaremos de miniseries como la Blood & Water de Vertigo o la ya clásica Daredevil Noir de Marvel, obviamente, cuyos trazos y entintado son coloreados por Michael Garland. El dibujante no podía estar mejor elegido: las expresiones de los rostros de Coker lo dicen todo, y muchas veces el diálogo está demás, sabemos exactamente qué es lo siguiente que está por hacer el personaje gracias a la inmensa capacidad expresiva de este artista. No conforme con eso, su puesta en página es excepcional, con puntos de vistas siempre interesante para narrar las escenas, una dedicación enorme para los fondos y los ambientes, y toda la creatividad puesta al servicio de una narrativa que jamás aburre. Tenía que ser un artista de este tipo el que llevara adelante una obra como esta, de todos modos se corría el riesgo de marear al lector, o en muchas casos matarlo de aburrimiento. No quiero con esto que el cómic sea denso, pero la cantidad de datos importantes que el escritor nos lanza en cada número muchas veces cuesta poder asimilar, y en ocasiones los diálogos giran alrededor de sistemas económicos, historias sobre caídas de la bolsa y un montón de otros tópicos que a primera vista no suelen ser atractivos para el lector promedio de historietas. Es requisito fundamental tener detrás (o delante, depende de cómo se entienda la obra) un dibujante que no sólo sepa plasmar con entusiasmo lo que el guionista quiere sino además lo haga con creatividad, originalidad y frescura, y a la vez no pierda el pulso y logre balancear su propuesta con la estética que acompaña el resto del comic, en sus portadas, índices y la documentación vertida.
Entonces, con todos estos aspectos expuestos, queda claro que The Black Monday Murders no es un cómic para cualquiera, pero no por eso deja de ser un proyecto digno de formar parte de las reseñas de este sitio, porque acompaña con altura la necesidad que tienen muchos lectores de encontrar una obra distinta, una que se separe del resto. Espero que esta sea la tuya. Nos volvemos a leer la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.