Este semana inauguro una nueva “sección” dentro de mis columnas, casi como si fuera un desafío personal: dado mi amor por este medio –la historieta-, me voy a proponer recomendarles todas las semanas una saga, un pequeño arco argumental o quizás alguna colección de fácil acceso, algo en la mayoría de los casos bastante actual pero no tan caliente que sea casi imposible conseguir aún en papel, pero sobre todo algo auto-conclusivo, algo que pueda ser leído sin necesidad de material adicional. Una entrada de estas por semana.
¿Y entonces…? ¿Se acabaron las reseñas sobre películas, series de T.V., largometrajes animados y otras yerbas? Bueno, no, justamente el desafío incluye comenzar a entregar desde la semana que viene dos entradas semanales. Veremos cuanto puedo aguantar. Hoy comenzamos con una maxi-serie de 8 números que terminó hace unas semanas, a cargo de Sean Murphy tanto en el guión como en los dibujos, Batman: White Knight.
Se siente, se siente, Joker Presidente
Suspension of disbelief (suspensión de la incredulidad): término acuñado en 1817 por el poeta inglés Samuel Taylor Coleridge que representa la voluntad de un sujeto para dejar de lado su sentido crítico, ignorando incoherencias o incompatibilidades de la obra de ficción en la que se encuentra inmerso, permitiéndole adentrarse y disfrutar del mundo de ficción expuesto en la obra.
Es absolutamente necesario que nosotros como lectores nos amiguemos del suspension of disbelief que nos propone Sean Murphy en esta genial saguita de Batman para que podamos disfrutar de la misma. Absolutamente necesario. De no lograrlo, en vez de gozar con la misma la vamos a estar puteando cada 2 páginas. Y es que lo que exige el guión apenas comienza esta aventura es, cuanto menos, polémico, y algunos dirían poco original, pero desde lo narrativo ofrece un abanico de posibilidades muy excitantes que el guionista logra explotar con mucha muñeca de formas muy entretenidas.
Pero retrocedamos dos casilleros y presentemos un poco al ideólogo de esta aventura. Hace unos 8 años quién escribe estas líneas se cruzó con otra saguita digna de reseñar en esta sección, escrita ni más ni menos que por mi escocés favorito, Grant Morrison, con el arte de un ignoto Sean Murphy que automáticamente se ganó mi corazón: Joe the Barbarian, una aventura épica-fantástica con mucho corazón que se me figuraba una versión moderna y distorsionada de la Alice de Lewis Carroll pero incorporando la fuerte relación que un niño tiene con sus juguetes. No pasarían mucho tiempo hasta tomar contacto con los números de Hellblazer que dibujaría este artista (cronológicamente ubicados dos años antes de la mini-serie con Morrison, pero que yo leí mucho después de su fecha de salida en U.S.A.), para luego terminar topándome con Punk Rock Jesus, la polémica maxi-serie para Vertigo con guión y dibujo de su autoría. En el medio clavaría la mini-serie de 5 números Hellblazer: City of Demons y pegado a la misma otra mini-serie, misma cantidad de números, pero esta vez en el universo Vampírico de Snyder, American Vampire: Survival of the Fittest. Luego llegarían la mini-serie de 4 números Chrononauts con guión de Mark Millar y finalmente una obra de la cual soy super-fan, TokyoGhost, con guión de Rick Remender, una epopeya romántica donde se pone en jaque la relación del hombre con la tecnología.
Me complace mucho retroceder en los trabajos previos de Murphy y verificar que antes de que se introdujera de lleno en Batman: White Knight realmente recorrió un camino muy nutrido y variopinto, dando cuenta de que tenía experiencia y espalda para encarar un proyecto tan ambicioso.
El plot de esta maxi-serie es sencillo: el Joker nuevamente desafía a Batman, pero esta vez desde una vereda que nadie podía anticipar, desde la cordura, sensatez y el sentido común. Luego de un incidente entre ambos que logró sacar al mejor detective del mundo de sus casillas, y dejó al Joker casi en coma, nuestro villano favorito recupera la cordura gracias a unas pastillas locas, y de ahí en adelante comenzará a recorrer un camino de “redención”, en el cual intentará demostrar a Gotham que el peor villano que tiene la ciudad es el propio Batman. Desde su nueva “personalidad”, Jack Napier, forjará alianzas inesperadas para encaminar una sólida defensa contra sus crímenes pasados a la par de orquestar una campaña como político, exponiendo algunos trapos sucios de la Gotham City Police Department.
Fast and Furious Batmaníaco
Con ese pequeño resumen que les acabo de ofrecer se estarán dando una idea por donde viene mi consejo sobre el “suspension of disbelief”, por supuesto. Murphy no es el primer guionista que intenta presentarnos un Batman que, ante la mirada de la gente de Gotham, tiene un nivel de responsabilidad enorme de muchos de los daños que sufre la ciudad, cuando no es directamente responsable de las pérdidas materiales y afectivas de muchas víctimas, pero definitivamente es el primero en plantear el conflicto entre estos dos personajes desde esa perspectiva.
Batman: White Knight de todos modos no se cierra solamente en ese ardid argumental, tiene muchas otras capas y facetas que Murphy explora y explota con mucha soltura y frescura, haciendo uso de su magistral puesta en página, sus diseños angulosos y cinéticos, y su obsesión con la tecnología y los fierros. No conforme con eso, se toma un montón de atribuciones, aprovechando que es un Elseworld y que no tiene ningún condicionamiento para desarrollar el plot. De hecho, la incorporación del nombre Jack Napier como “personalidad secreta detrás del Joker” es una referencia directa al film de 1989 de Tim Burton, y conforme avanza la trama nos damos cuenta que no es la única referencia fílmica que el artista utiliza.
Casi llegando al clímax de la saga tendremos la oportunidad de poder disfrutar de todo el potencial narrativo de este autor siendo testigos de una asombrosa persecución de Batimóviles, como si se tratara de un episodio especial de la saga Fast and Furious dedicado a nuestro orejudo favorito, y ahí también, una vez más, Murphy se encarga de rescatar no sólo varios de los Batimóviles clásicos del comic sino también algunos vistos solo en películas.
Batman: White Knight es una de esas obras raras y exóticas que da gusto que existan pero que indefectiblemente terminan siendo polarizantes para los lectores. La maxi-serie enfrenta dos miradas opuestas sobre el camino para resolver una misma problemática: la idea casi romántica de que el crimen puede ser combatido y disminuido por una única persona que lo enfrenta de forma violenta, y aquella que advoca que la criminalidad disminuye hasta casi desaparecer solamente invirtiendo en educación, trabajo y sueldos dignos. Casi se podría decir que es la mirada de la derecha más ortodoxa y extrema sobre cómo lidiar con la inseguridad (la mano dura y el gatillo fácil) versus la utopía zurda que grita a los cuatro vientos que “ningún pibe nace chorro” y apunta su dedo al entorno tóxico y a la desatención del estado como máximos y únicos responsables del crecimiento del crimen. Lo gracioso de este enfoque es que cuando se cierran filas, Batman queda del lado más facho, y esto Murphy lo entiende perfectamente y se encarga de señalarlo varias veces, casi sin sutilezas.
Los violentos cambios de status-quo, la frescura de los dramas presentados, el contraste de ideas, la política, el vértigo y un desfile interesante de villanos y personajes secundarios hacen de Batman: White Knight un comic muy interesante para leer y disfrutar, que difícilmente decepcione desde el apartado del arte y además invita al debate y la reflexión, algo que no suele ser común en este género. Nos volvemos a leer la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.