Muchas cosas parecen increíbles en perspectiva, y Jessica Jones es poco más que el epicentro de todas ellas. Años atrás, cuando tuve mi primer contacto con el comic Alias y quedé perdidamente enamorado del personaje que escribió Brian Michael Bendis, jamás se me hubiera ocurrido que alguna vez podría llegar a disfrutar de una versión live-action del mismo. Jamás. Era algo que en ese momento estaba completamente fuera de discusión. Promediaba el 2003 y lo más reciente en relación a adaptaciones de comics superheróicos en carne y hueso eran 2 films de dudosa calidad de Blade, las 2 X-Men de Singer, la Spider-Man de Raimi, la Hulk de Ang Lee y una tibia Daredevil que me dejó, en el mejor de los casos, con gusto a poco. Si me tenía que dejar llevar por la caja boba las cosas estaban aún peor: una pésima Mutant X que no podía llamarme menos la atención, una Birds of Prey que aunque floja tenía sus momentos, y la estrella de esos días, Smallville, un show polémico que no estaba inspirado en ningún comic y se sostenía casi exclusivamente por la gran labor del casting y un ínfimo puñado de buenas ideas puestas en práctica.
Y sin embargo, 12 años después, en noviembre del 2015, gracias a un acuerdo entre Netflix y Marvel Studios, sorprendentemente Jessica Jones tendría finalmente su propia serie, y su propia versión en carne y hueso en la piel de la genial Krysten Ritter. Y esa no sería la única sorpresa: el show superaría cualquier expectativa.
Tres Mujeres y un Destino
La última vez que tuvimos noticias del personaje caracterizado por Ritter fue en el promocionadísimo y altamente decepcionante crossover The Defenders, pero la realidad es que ahí pudimos ver poco y nada de una “evolución” en el personaje de Jessica Jones. La genialidad de Melissa Rosenberg, la showrunner de ambas temporadas, hace que la segunda entrega de esta serie pueda ser disfrutada sin ningún problema por aquel que decidió saltarse la reunión de los Héroes Marvelitas de Netflix del mismo modo que lo va a hacer el fan a rajatabla que viene siguiendo los pasos de cada uno de los estrenos de estos personajes. No es lo único que Rosenberg resolvió de manera soberbia. Una de las características que tuvo la primer entrega de Jessica Jones (la serie, de ahora en adelante J.J.) fue el villano, Kilgrave, magistralmente caracterizado por David Tennant, el cual muchos temíamos, en su ausencia, pudiera sopesar un contrapeso negativo en el balance y la calidad de este anticipado y esperado regreso.
Nada más lejos de la realidad.
J.J. es un show que en su primer entrega supo abordar un abanico de temas polémicos y actuales, del orden social, muchos de los cuales están íntimamente relacionados con el género femenino, por supuesto. En su segunda parte redobla la apuesta y decide pararse fuerte en esta premisa, y utilizar como punta de lanza a tres de los personajes de este género para desarrollar nuevamente un puñado de complicaciones, traumas y contratiempos que no solo forman gran parte de la rueda que hace girar los eventos de la historia, además nos permiten interiorizarnos en las personalidades de tres mujeres que nunca podrían ser definidas como un modelo a seguir, y sin embargo –o quizás particularmente por eso- logran encontrar enormes puntos de empatía con el televidente. Tres mujeres que deciden enfrentar la vida bajo sus propios términos y no se permiten bajar los brazos prácticamente bajo ninguna circunstancia, aún cuando tienen todo en contra. Ellas son la propia Jessica, por supuesto, junto a su mejor amiga y hermana adoptada, Patricia "Trish" Walker (Patsy para los amigos), en la piel de la blonda Rachael Taylor, y la feroz abogada Jeri Hogarth, caracterizada por Trini… quiero decir por Carrie-Anne Moss.
Unos escalones más abajo tendremos también a Malcolm Ducasse, el vecino de Jessica, ex-drogadicto recuperado interpretado por Eka Darville que ahora trabaja casi tiempo completo en Alias, la agencia de detectives de nuestra heroína. Si bien el aporte de Malcolm es enorme y ayuda a que la trama avance en muchos puntos, su punto de inflexión se da casi al finalizar esta temporada, y su curva evolutiva es bastante plana. No deja de ser un personaje interesante pero su tridimensionalidad palidece ante la de las 3 mujeres fuertes de esta entrega.
Mientras que Jeri tiene que lidiar con el diagnóstico de poseer una temprana esclerosis lateral amiotrófica (misma enfermedad que tenía nuestro querido Stephen Hawking, quien nos abandonó el día de ayer) que todavía no muestra síntomas pero a corto plazo va a afectar su motricidad, Trish está obsesionada con el camino que está tomando su “carrera”, con la falta de entusiasmo que tiene sobre la misma y la envidia que le provoca el trabajo y la posición que ocupa su actual pareja, y por sobre todas las cosas con un asesino en serie que podría estar matando un montón de personas relacionadas con el origen de los poderes de su hermana postiza y amiga del alma, Jessica.
Como todo lector de Marvel Comics sabe, el nombre de Patricia "Patsy" Walker es en realidad la personalidad secreta de Hellcat, una heroína que formó parte tanto de los Avengers como de los Defenders, y este tema Melissa Rosenberg lo maneja con una muñeca y una sutileza que te da bronca. En serio, da bronca. Bronca porque en otras series análogas (Warner, teléfono… aunque hoy por hoy, con casos como Runaways… cof cof, Marvel teléfono también) situaciones similares son expuestas de una forma tan obvia y torpe que la exquisitez con la que vemos a Trish avanzar tenuemente –y no sin dolor y mucho sufrimiento- hacia un camino que podría depositarla a mediano plazo en el plano superheróico parece algo que no es propio del género. Ni hablar del triángulo que generaron los guionistas entre Trish, Jessica y Dorothy Walker, la madre de ”Patsy”, llevada adelante por una casi irreconocible Rebecca De Mornay [han pasado algunos años ya de su escena erótica con Tomasito Cruise en Risky Business (1983)], provisto de una constante tensión heredada de años de relaciones tóxicas y consumo de estupefacientes. Si Jessica es el epicentro del huracán, Trish es, muchas veces, el detonador de la bomba nuclear.
El Infierno interior
El final de la primer temporada dejó a Jessica al borde del abismo, y no somos pocos los que creemos que cuando comienza la segunda, finalmente cayó al vacío. Como suele suceder en este género salvo honrosas excepciones [Punisher es una de ellas, claramente], el respeto por la vida humana atraviesa transversalmente los dilemas éticos y morales de los personajes que protagonizan estas historias, y cuando las aventuras que viven estos personajes están bien narradas, siempre invitan al debate. ¿A quién le queda alguna duda de que la única solución posible para “contener” a un tipo como Kilgrave era acabar con su vida? ¿Cuánto daño a futuro evitó Jessica sacando a este personaje de este plano, cuántas vidas salvó?
Nada de eso importa cuando la que tuvo que tomar esa determinación fue la propia Jessica, y teniendo en cuenta sus capacidades y los contratiempos con los que podría encontrarse a futuro, nada parece indicar que algo así sería sencillo de evitar a futuro. ¿Es entonces Jessica una “asesina”, no sólo porque ha cometido un crimen sino porque tiene facilidad para repetir tal acción? Todos tenemos la misma respuesta a esa pregunta, pero nadie puede convencer a la protagonista de lo que sus miedos le indican. Siendo así, ha decidido seguir adelante con lo único en lo que se reconoce realmente buena: aceptando casos mayormente relacionados con infidelidades, el nivel más bajo al que aspira un Detective. Sus días pasan entre el alcohol, la resaca, la comida chatarra, el sexo ocasional con extraños y casos mal pagos y poco desafiantes, con la excepción de que ahora lo tiene a Malcolm para que le de una mano con los mismos. Y en su interior, el fuego de sus traumas y sus miedos sigue creciendo a pasos agigantados y no la dejan en paz, así como tampoco le permiten generar relaciones fuertes que le sirvan de sostén.
A ese hermoso coctel explosivo se le va a sumar un competidor que ante la negativa de poder anexar Alias a su conglomerado se pondrá como objetivo destruir lo poco que Jessica construyó, y el misterioso pasado traumático que esta vez regresa incluso desde más atrás de las cicatrices que dejó Kilgrave, exactamente 17 años antes, momento en el cual la protagonista tiene un accidente automovilístico con su familia y todos fallecen salvo ella. Luego de pasar unas semanas inconsciente, en coma, se recupera y es ahí cuando el estado y el destino la ponen en manos de la familia Walker, no sin antes descubrir que es dueña de una fuerza descomunal y de una regeneración envidiable.
Luego de varias idas y venidas, y entre otras cosas de la insistencia de Trish, Jessica comienza a reconstruir peligrosamente su pasado, y termina apareciendo el nombre de IGH, las siglas de unas instalaciones en las cuales se experimentó con varios humanos, dotando a muchos de ellos de habilidades especiales. Paralelo a la investigación que las hermanas llevan, alguien parece estar “limpiando” todo rastro de IGH, y con limpiando me refiero a “asesinando” impunemente cualquier persona que podría contribuir con datos sobre los responsables de estos hechos. Cuando, promediando la temporada, Jessica finalmente descubra la identidad del asesino, la relevación la posicionará, nuevamente, en una situación imposible, en un callejón sin salida.
La segunda temporada de este show realmente no tiene desperdicio, y es, una vez más, una de esas joyitas que hoy podemos darnos el lujo de disfrutar porque el género garpa y aún está en alza, tanto para el cine como para la televisión, y por suerte hay decenas de personas muy capaces produciendo muchas de estas propuestas. Pero no se equivoquen: los elementos fuertes y predominantes que abundan en las otras series superheróicas, en J.J. o pasan completamente desapercibidos o directamente no existen. Hay poderes, sí, personajes con habilidades especiales, peligrosos y difíciles de contener por las fuerzas de la Ley, pero el eje narrativo definitivamente no pasa por ahí, ni de cerca. Esta serie, mucho más en esta segunda entrega, es un enorme y muy complejo drama humano que deposita su narración en el sufrimiento de mujeres que cargan con un peso enorme sobre sus espaldas, en forma de prejuicios, altas expectativas, adicciones, toneladas de culpa y jodidos traumas psicológicos, y deciden lidiar con toda esta mierda la mayoría de las veces por separado, tomando distancia de sus pocos afectos y resolviendo las cosas a su manera. El show nos habla de la enorme soledad que arrastran un montón de seres humanos y lo difícil que es para muchos establecer puntos de contacto fácticos y generar puentes que les permitan encontrar un sentido a sus existencias. Hay seres que sienten que están casi condenados a vivir alejados de la calidez de una familia “normal” y se auto-flagelan evitando el cálido contacto de una pareja estable. Trish es quizás la única que aceptó las reglas del juego y se permitió intimidad con una pareja estable, pero de todos modos cuando el agua se puso demasiado caliente su instinto saboteador la depositó fuera de la olla en un pestañeo.
Y dentro de este espectro de relaciones conflictuadas, la caracterización de Krysten Ritter es sencillamente única en su tipo y digna de aplaudir. Es casi imposible como televidente no tener sentimientos encontrados con la Jessica Jones de Ritter, hay momentos en los que querés atravesar la pantalla y darle un abrazo, porque la actriz te hace saber con cada poro de su ser que lo está necesitando, pero lleva adelante su personaje de tal forma que resulta imposible que alguno de los pocos seres que la rodean y la quieren demuestren algo de afecto con ella. La forma sutil en la que marca las distancias físicas, la manera en la que evita mirar a los ojos de quienes la quieren cuando las conversaciones se ponen demasiado íntimas y los claros límites que marca todo el tiempo cuando se trata de asuntos personales se contraponen con la soltura que demuestra para tratar con aquellos que merecen una buena paliza. Cuando se trata de maltratar, tanto física como verbalmente, Jessica parece diseñada genéticamente para tal labor, y reacciona con rapidez, reflejos y una labia tan venenosa como exquisita, casi a la par de la forma en la que trabaja su cerebro cuando son requeridas sus capacidades detectivescas, pero cuando hay sentimientos y afectos involucrados por momentos queda tan descolocada y paralizada que está a unos pasos de ser una autista. Esa ambivalencia en la construcción del personaje es lo que la hace tan exquisitamente adorable y querible, y tan real. Me arriesgo a decir que en estos 10 años que lleva Marvel Studios desarrollando personajes protagonistas para sus películas y series, ninguno de ellos se acerca a la complejidad de Jessica Jones. Ni uno solo. Por eso la amamos, y la seguiremos bancando.
Bonus track: Easter Eggs y algunos detalles más
Warning: hasta aquí, he podido escribir una reseña centrada mayormente en los puntos positivos de esta segunda entrega revelando muy pocos detalles sobre el grueso de la trama, lo cual les va a permitir acercarse a la misma con una idea clara de hacia donde va el show sin haberse desayunado ningún spoiler significativo. Lo que sigue a continuación es una pequeña lista de ciertas conexiones que los realizadores esparcieron a lo largo y ancho de la serie, mismas que vuelven a afirmar el hecho de que este show pertenece de forma férrea al Marvel Cinematic Universe, junto a algunos otros links que van directo a los comics de la editorial.
Por ejemplo, Callum Keith Rennie -un conocido actor que muchos recordarán por sus papeles en películas como Jigsaw (2017) y The Butterfly Effect (2004) pero sobre todo en series de T.V. como Battlestar Galactica, Californication, The Killing, The Firm o The Man in the High Castle-, acá da vida a una versión renovada y fresca del Dr. Karl Malus, un villano que en los comics es un científico loco obsesionado con los poderes de ciertos héroes y villanos. Aunque la versión que presenta el show televisivo se separa bastante de aquel chiflado, psicópata y malvado villano, definitivamente es una correcta actualización que, además, ofrece un dilema ético-moral alrededor de sus intenciones y el medio que utiliza para lograr sus objetivos, los cuales, para colmo, intentan “mejorar la humanidad”.
Malus no es el único nuevo personaje adaptado, también tiene una pequeña pero significativa aparición Robert Coleman, mejor conocido como The Whizzer, un velocista que en los comics hizo su primer aparición en 1941. Y lo mejor de todo es que el “origen” de los poderes de este personaje tiene muchos puntos en común con los de su contrapartida en papel. Magia pura.
El juguete favorito de Vido, un niño que es hijo de un supuesto futuro interés amoroso de Jessica, es un muñeco del Captain America. No conforme con eso, el muñeco “perdió” su escudo –casi como le sucede al Capi en la Civil War del Marvel Cinematic Universe-, y el niño se preocupa por darle uno nuevo, pero esta vez magnetizado. ¿Una predicción sobre la próxima Infinity War, quizás? Y dicho esto, el padre de Vido entre otras cosas es un pintor, y algunos de sus cuadros son “arte” sacado directamente de las portadas del comic Alias, emulando el arte de David Mack.
Jessica en un momento menciona a The Raft, una prisión preparada para contener a criminales con super-poderes… ¿a que no saben cuando se introdujo por primera vez esa prisión? Exacto, adivinaron: es la prisión que construye el gobierno junto con el asesoramiento de Tony Stark en Civil War, en la cual luego de la batalla en el aeropuerto encarcelan a Clint Barton, Scott Lang, Sam Wilson y la pobre Wanda Maximoff.
Spider-man está circunscripto en este universo, y en Jessica Jones se hacen cargo de eso. No sólo mencionan el “spider-sense” sino que en un momento tiran la frase “with great power comes great mental illness”, una simpática deformación de la clásica frase del Uncle Ben, “with great power comes great responsibility”.