Esta es, por lejos, la reseña más jodida que me toca escribir en Tierra Freak. Por lejos. Los nervios me carcomen y el peso del desafío sobre mis hombros me está causando unos dolores de espalda tremendos. Hace ¿apenas? cinco años escribía una entrada sobre este comic para festejar sus 100 números, y remataba la misma con este párrafo final: “…Yo soy partícipe de que, al menos por ahora, esta serie sigue teniendo potencial y no se ha repetido con el paso del tiempo, de hecho todo lo contrario: ha avanzado con pie firme mostrando una constante evolución. Y a riesgo de ver cómo me doy contra una pared exponiendo esto, tampoco veo la posibilidad de un cierre plausible a corto plazo. Pero, una vez más, es Kirkman… todo puede pasar…”
Depende de lo que algunos consideren “corto plazo”, finalmente el autor decidió darle un cierre a esta historia. 15 años después de haber comenzado este viaje, el pasado mes de febrero tuvimos acceso al número 144 del comic Invincible, un especial doble de 52 páginas donde Robert Kirkman nos relata las últimas páginas de las aventuras de Mark Grayson y su familia, sus amigos, sus aliados y algunos de sus enemigos, y por ser esto un cierre con una sorpresa muy especial: la primer mitad del comic está dibujada por Ryan Ottley, quién con sus trazos nos ha narrado los últimos 136 números, y la otra mitad, la última mitad exactamente, estuvo a cargo de Cory Walker, el co-creador de Invincible, o sea, el dibujante inicial de esta saga que se encargó de los 7 primeros números. Y así el final tiene un cierre circular casi perfecto.
Oda a la cronología
Vamos a poner las cartas sobre la mesa: amo Invincible. Lo amo. Es un comic con el que me siento completa y absolutamente identificado como lector. Si me apuras, te diría que es todo lo que yo necesito en una serie regular superheróica. Pero aclaremos algo: Invincible no tiene todos los elementos que hacen grande a este género, pero tiene los suficientes para ser una gran obra. Y sin llegar a ser una obra única en su tipo, a nadie le cabe duda que es una obra singular, algo que claramente se separa del resto. Tiene mucha sustancia, toneladas de adrenalina, desgarradoras situaciones dramáticas y también un mensaje muy claro que se intensifica al final y que bien podría ser un mix entre la frase clásica de Lord Acton que dicta que “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente" y la ya hartamente conocida del Tío Ben que dice que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. El exacerbado altruismo de Mark Grayson quizás raya lo inverosímil, pero subraya el valor agregado que este género tiene casi desde sus inicios: el Héroe, por definición, es una persona que desinteresadamente intenta hacer el bien, ayudando a sus compatriotas y enfrentando amenazas que podrían ponerlo en peligro de muerte de forma desinteresada, a sabiendas de que ése es el lugar que él ocupa, ese es su destino.
Ahora, volviendo al íntimo e Interactivo entre ustedes y yo, y esta reseña, he aquí mi dilema: ¿cómo puedo analizar y criticar una serie como Invincible sin entrar en detalles sobre su trama que terminen revelando giros argumentales importantísimos para el disfrute de la misma? Casi el mismo dilema al que me enfrenté 5 años atrás, con el agregado de que ahora conozco la totalidad de la historia, y en detrimento de esta entrada ya existe una dedicada a esta serie en este sitio.
Una misión imposible. Casi estuve a punto de rendirme. Casi.
Hace poco escuché un capítulo de un Podcast dedicado a las aventuras actuales de Batman en los comics, un proyecto reciente de un amigo de la casa, Nico Gath, que co-conduce junto a un amigo personal, Javier Paredes (el Wolverine Argentino) y en el cual tenían de invitado a otro amigo personal, Leo Rubio. En el mismo analizaban, entre otras cosas, lo difícil que es escribir a un personaje como Batman cuando tiene sobre sus hombros ni más ni menos que casi 80 años de series ininterrumpidas. Dejando de lado el hecho de la obvia inverosimilitud del relato, ya que claramente esos 80 años que han transcurrido en la vida real no se han visto reflejados en el personaje ni remotamente (y sin embargo prácticamente la totalidad de las historias que Bruce Wayne vivió desde su creación hasta el día de hoy están incluidas dentro de su propia cronología, ya que es uno de los pocos personajes de D.C. Comics que ha logrado salir airoso de los múltiples reboots que tuvo la editorial en los últimos 30 años), cuando un guionista se sienta a escribir una “nueva” historia sobre el orejudo encapotado no puede obviar el hecho de que Batman es mucho más que un personaje, mucho más que uno o varios comics mensuales, es no solo una de las franquicias más importantes de esa empresa sino además un ícono cultural y probablemente uno de los pocos referentes del medio que puede ser reconocido por cualquier ser humano en cualquier latitud del planeta, y como tal, sus historias y aventuras no se han limitado solo al papel, han tenido infinidad de adaptaciones animadas y una decena de adaptaciones cinematográficas junto con una única serie televisiva live-action. ¿Cómo es posible que hoy, en pleno 2018, un escritor encuentre la manera de poder sorprender al lector con un nuevo capítulo en la vida del mejor detective del mundo de D.C. sin repetirse ni copiarse de alguna de sus millones de aventuras previas? ¿Es posible eso, es un desafío humano? Y de ser así, ¿logran superar ese desafío mes a mes quienes llevan adelante las series regulares de este personaje?
Verán, yo creo que cuando Kirkman comenzó con Invincible tuvo en cuenta todo esto. Por supuesto, es muy probable que la gran mayoría de los guionistas que comienzan a escribir una serie regular de su autoría en una editorial como Image en la cual sabes que vas a poder trabajar prácticamente sin ningún tipo de regulación salvo las que dicta el sentido común dentro del medio, pero sobre todo sin ningún tipo de condicionamiento en cuanto al camino que querés recorrer con ese personaje o esa historia, tengan la misma motivación que este escritor tuvo. Pero voy un poco más allá: me arriesgo a decir que Kirkman estaba igual de cansado que muchos de nosotros acerca de esta situación del mercado yanquie mainstream de comics en la cual cientos de personajes siguen existiendo porque forman parte de una editorial, y sus historias se siguen publicando mes a mes prácticamente sin mayores consecuencias, y en muchos casos sin siquiera tener demasiado presente los eventos previos ocurridos años o décadas atrás.
Creo enfáticamente que cuando Kirkman se dispuso a contar la historia de Mark Grayson pensó esto. Pensó algo así como “yo puedo narrar la historia de un Anakin Skywalker superheróico, por ejemplo, pero bien, y puedo seguir un camino similar pero mucho más elaborado, con mucho más corazón, más entretenido, y con un montón de valores expuestos y puestos en jaque”. Y lo hizo.
Lo hizo.
Comenzó con ese Mark Grayson adolescente que vivía en un mundo no muy distinto al nuestro, excepto por la existencia de al menos un super-héroe, su propio padre, y desde ahí partió hacia adelante con pulso firme, abriendo la historia cada vez más y llevándola por caminos que pocos habríamos imaginado. Lo genial y excepcional de Invincible es, por supuesto, que siempre estuvo escrita por el mismo autor, el cual pergeñó una cronología fascinante repleta de sorpresas, abordando prácticamente cada cliché relacionado con este género, con el fantástico y con la ciencia ficción. Multiversos, viajes en el tiempo, reboots, dimensiones de bolsillo, invasiones alienígenas, conspiraciones gubernamentales, despotismo intergaláctico, utopías, distopías… es casi imposible enumerar todas las consignas que abarcó y la red de tramas y argumentos que puso en marcha, y mi intención es, ante todo, no entrar en demasiados detalles, pero las ventajas con las que corrió siempre el autor fueron dos: nadie más que él tenía el control creativo de la serie, y llegado cierto nivel de ventas y éxito, sólo él sabría cuando culminar el comic. Y estaba claro que esta serie tendría un fin, porque de lo contrario Kirkman se estaría traicionando a sí mismo. Si su deseo era, ante todo, escribir el comic super-heroico definitivo –ponele-, aquel que funcionara también como una suerte de crítica a la industria y desde ahí fuera medianamente disruptivo, el mismo debería tener eso que las grandes editoriales nos niegan mes a mes, año a año, a muchos de nuestros personajes favoritos: un cierre.
Relaciones
Si uno de los atractivos de Invincible fue su vasta y compleja cronología, la llama que mantuvo vivo el interés del lector por esta serie mes a mes fueron las relaciones, no hay duda de eso. Y si algunos de los valores que Kirkman quiso transmitir desde este comic tienen que ver con el manejo del poder y la responsabilidad del héroe, los otros están directamente relacionados con la familia y los amigos.
Desde el minuto cero el autor establece la importancia de los padres en la vida de Mark, al punto tal que uno de ellos no sólo funciona como “inspirador” para la futura vida super-heroica de nuestro protagonista, es consecuencia de la herencia de su ADN alienígena que el joven héroe obtiene sus poderes. Pero el escritor no se queda solo con eso, por supuesto, explota y exprime el vínculo paterno a niveles casi ridículos. Y si aún con las terribles revelaciones que se van sucintado en el primer año y medio de la serie su madre todavía decide seguir al lado de su padre, eso debería verse reflejado a futuro en las relaciones de pareja que Mark va a llevar adelante.
Pero Kirkman siempre va más allá, y cuando se trata de relaciones y personalidades demuestra que el espectro que puede manejar es infinito. Al leer Invincible nos tenemos que olvidar de prácticamente todo material previo en este aspecto: los personajes en esta serie desconocen los estereotipos, en su gran mayoría, y cuesta mucho clasificarlos o etiquetarlos. Eso no quiere decir que carezcan de características que definan sus acciones, la moral y ética de cada uno, o que no sea posible identificarlos a través de sus diálogos y sus frases hechas, pero cuando son expuestos a situaciones tensas o extremas no siempre van a reaccionar como el lector lo espera. Y es que el ser humano es mayormente impredecible. Todos nosotros lo somos. ¿Cuántas veces nos hemos comportado como unos completos idiotas cuando deberíamos haber demostrado madurez y sentido común? ¿Qué tan íntegros somos cuando la tentación es grande? ¿Cuántos de nosotros podemos decir que somos realmente “fieles” si la gran mayoría de los que inflan el pecho jactándose de esa característica jamás han tenido la más remota posibilidad de poner en jaque su relación de pareja? ¿Amigos para siempre? ¿La sangre tira?
Todo tipo de ridículo postulado sacado de un pedorro motivacional de Facebook es vapuleado, ironizado, ridiculizado o puesto en jaque en esta serie, y en todo caso el camino que recorre Mark es el del aprendizaje, el de la prueba y el error. Ni él ni nadie está libre de ser impulsivo y cometer errores culpa de un accionar carente de reflexión, pero el tiempo le irá otorgando la experiencia necesaria para ir cerrando el margen de fatalidades culpa de la bisoñez. Mark, al comienzo, se manejará con ciertos valores que podríamos considerar nominales, correctos y enmarcados dentro del género, pero la existencia y la experiencia que conlleva vivir poco a poco le irá corriendo la vara a la fuerza. Sin embargo, hay ciertas banderas que el protagonista planta al comienzo de sus aventuras y hará lo imposible para sostenerlas hasta el final. Y de todos modos, en el peor de los casos, se verá obligado a reformular sus valores y adecuarlos a su situación existencial, lo cual le permitirá sobrevivir y poder proteger a sus afectos.
Invincible entonces llegó a su fin. Como amante del medio, del género y de esta serie en particular, ¿quedé conforme con la misma, y con su cierre? Conforme es una palabra que define como me siento. Contento, conforme, satisfecho. No extasiado, maravillado y muy dolido por este final. Me hubiera gustado estar así, pero no es el caso. Kirkman prometió este cierre hace más de un año, y lo fue desarrollando en una interminable saga de 12 números, 7 de ellos con más machaca de la que cualquiera podría imaginar. No fue una saga infumable pero a mi gusto se extendió demasiado, y tuvo una conclusión bastante predecible teniendo en cuenta el camino recorrido. Pero lo predecible no le quita lo excitante, y de todos modos se guardó algunas sorpresas para los números finales, muy a tono con lo que las serie nos tuvo acostumbrados en sus mejores momentos. Sin embargo, no es esto lo que más me molestó: lo que realmente me jodió de sobremanera es la solemnidad de algunos diálogos finales. Entiendo que el cierre indefectiblemente tiene que enfatizar el mensaje, pero creo que Kirkman se excedió un poco en el mismo, y eso afectó incluso a personajes muy importantes de la serie. Me sorprendió y me agradó el recurso narrativo utilizado en el último número para narrar ciertos eventos, tanto como el retorno de Cory Walker en los lápices, pero el apuro por dejar todo en un lugar determinado produjo un efecto inesperado en un puñado de personajes protagonistas: los acartonó. Y siendo así, Invincible culmina su recorrido de forma casi trillada, con situaciones enmarcadas en diálogos sosos y planos que desdibujan a los protagonistas de una de las aventuras más épicas que jamás se haya publicado en el comic mainstream.
De todos modos, a no alarmarse demasiado ni tampoco desmotivarse: si sos fan de este comic y estás unos meses atrasado porque estás comprando los tradepaperbacks, que te quede claro que el final está ahí, el cierre es definitivo y la historia culmina y es menester que la leas. Vos y yo sabemos el camino que hemos recorrido junto a Mark Grayson, su familia, colegas y amigos, y si bien el episodio final no estuvo a la altura del mismo, es innegable su nivel de emotividad aunque más no sea por su condición de remate. Es la última aventura y no te la podes perder.
Nos volvemos a leer la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.