viernes, 17 de febrero de 2017

Legion - Piloteando la locura - La Columna de Logan.



Estamos viviendo una época de oro para la televisión, tanto por la cantidad de propuestas que surgen año tras año como por la calidad promedio de las mismas. Se hace cada vez más evidente que hay un público gigantesco y hambriento, deseoso de consumir cada vez más productos nuevos, radicales, distintos, y evidentemente existe un mercado preparado para satisfacer esa necesidad. O quizás, como sucede en otros medios, fue el mercado el que terminó empujando al público a este lugar… o un conjunto de factores, los cuales también incluyen las redes sociales y su participación promocionando, vanagloriando y analizando cada producción, yuxtaponiendo links de distintos shows en nuestros timelines todo el día, todo el tiempo, bombardeando nuestra cabeza con información sobre lanzamientos, cancelaciones y ratings, saturando nuestro tiempo y esclavizándonos a esta tendencia que resulta cada día más atractiva.



Uno llegaría a pensar que el medio está encontrando su techo, que la oferta está saturadísima hace rato, pero es evidente que ese límite no existe, no todavía… la variedad de plataformas ayudaron a que el mercado crezca de forma descontrolada y se abra a propuestas mucho más acotadas y mejor producidas, y mes a mes nos enteramos de más novedades que se van sumando a una grilla que es, seamos sinceros, imposible de seguir.

FOX, uno de los jugadores clásicos y veteranos de esta contienda, no se iba a quedar afuera de una franja de este fenómeno, las series superheróicas, y su puntapié inicial no podía ser más sorprendente, por múltiples motivos: el personaje elegido para entrar en esta batalla es Legion, el poderoso hijo de Xavier que, entre otras cosas, en los comics fue responsable de generar la línea de tiempo alternativa Age of Apocalypse, matando a su padre.

La psicodelia de un esquizofrénico


Lo primero que tenemos que saber sobre Legion, el show que nos está presentando Noah Hawley (creador, entre otras cosas, de la serie Fargo), es que es una producción distinta, diferente, y asombrosamente refrescante, algo harto difícil en este medio el día de hoy. Y al ser distinta va a dividir las aguas, por supuesto. Como ya es costumbre en esta productora, a la hora de adaptar las aventuras de David Charles Haller, hijo del Professor Charles Xavier y Gabrielle Haller, se han tomado todas las licencias posibles, al punto tal que llegado el caso el personaje protagonista y el ambiente que lo rodean se tornan absolutamente desconocidos para el comiquero que conoce su historia en papel de taquito.

Tanto difiere todo de lo leído en la tinta que incluso nos cuesta poder situar esta narración en un período de tiempo determinado… las pistas que nos dan los productores en este punto son escasas, y si yo tuviera que arriesgar, por las vestimentas y los objetos vistos, esta aventura está situada no muy lejos del 1962 de la X-Men: First Class (2011) de Matthew Vaughn. Supuestamente Singer, que oficia como uno de los productores ejecutivos, y el resto de sus camaradas, nos dieron a entender que esta serie no va a estar “aislada” del resto del universo mutante desarrollado en cine por la FOX, y siendo así el desconocimiento de la sociedad del fenómeno mutante se me figura como otra pista más para situar a Legion por esos años. No conforme con esto, también anticiparon que muchas de las referencias van a ser ambiguas, adrede, porque pretenden que Legion se sostenga por sí sola, sin necesidad de una relectura o fuertes conexiones con el universo mutante gestado a través de las pantallas de cine.

Dejando esto en claro, la primer media hora del capítulo piloto de Legion es magnífica. Me cuesta encontrar palabras para describir la cantidad de elementos preciosos que este capítulo tiene en ese tramo, pero podemos comenzar vanagloriando esa edición violenta, innovadora y refrescante que traslada de forma excepcional la falta de límites que bordean la psiquis de nuestro querido Haller y que recupera lo mejor de la psicodelia visual de los ’70 aggiornada a nuestros tiempos, por supuesto. La narración se vuelve confusa, pocos son los momentos donde nos queda claro cuál es el presente y cual el pasado, y el director y los productores nos invitan a formar parte del desconcierto que el mismo David tiene sobre su entorno y sus recuerdos. La música y el manejo de los sonidos son otros dos factores que no pueden ser dejados de lado a la hora de analizar esta pieza de ingeniería artística moderna. De hecho, Jeff Russo (siempre que algo de Marvel se vea bien, hay un Russo involucrado, sabelo), encargado del soundtrack de la serie, dijo haberse inspirado mayormente en el The Dark Side of the Moon de Pink Floyd, ya que, según él, ese disco es un paisaje sonoro del desarrollo de una enfermedad mental. Russo hizo uso de viejos sintetizadores para recrear nuevos sonidos que, de alguna forma, representan el otro mundo al que tienen acceso los descarrilados cuando están en trance, ponele.

Todos estos elementos terminan por definir un ambiente onírico que potencia el tipo de narración que el show presenta, y hacen avanzar la locura irreverente de David un escalón más allá: el mundo que lo rodea es un reflejo de su estado, asombrosamente delineado y pulcro o terriblemente caótico, dos pulsiones que conviven todo el tiempo en una tensión que termina desbordando la pantalla y alcanzando al espectador. Hay una bomba de tiempo acá y va a estallar en cualquier momento, vieja. Esto no es joda.

Claremont's Legacy

El último elemento que termina de cerrar este depurado producto son las actuaciones, por supuesto, como soporte de una narración que se sostuvo sobre todo durante los 30 minutos iniciales danzando sobre un bellísimo caos visual y sonoro que logró hermanarnos con el sufrimiento de este maltratado mutante.

La segunda parte, con la inclusión de los personajes secundarios fuertes y muchas escenas dentro del aséptico hospital donde tienen retenido a nuestro héroe (?), afloja un poco con el bombardeo audio-visual y avanza más en la trama conspirativa, y de a poco el “mundo” que rodea a Legion va tomando la forma que todos conocemos: el gobierno a la caza y captura de mutantes para su explotación o neutralización, y una organización radical y rebelde reclutándolos o rescatándolos de instalaciones non sanctas para ponerlos bajo su resguardo con la posibilidad de poder entrenarlos a futuro y reutilizarlos para sus propios fines, obviamente.

Y ahí está Dan Stevens [Downton Abbey, Beauty and the Beast (2017)] componiendo un David Haller creíble, sólido, verosímil, completamente fracturado y absolutamente solo en su locura, casi sin afectos que funcionen como contención salvo una hermana que comienza a cobrar importancia promediando el 2do capítulo. Y también está Rachel Keller caracterizando a Sydney "Syd" Barrett (se les fue la sutileza a la mierda acá con las referencias musicales psicodélicas de los ’60 y ’70), el interés romántico de nuestro David, una suerte de Rogue tortuosa y desequilibrada que va mostrando de a poco sus cartas a medida que avanza el piloto. Al menos en el piloto, el trinomio de personajes relevantes lo completa la genia de Aubrey Plaza [protagonista de Safety Not Guaranteed (2012), una de las comedias Sci-Fi más originales de los últimos años, y es la April de Parks and Recreation] componiendo a Lenny "Cornflakes" Busker, la voz de la inconsciencia de nuestro protagonista en forma de una amiga incondicional drogona y alcohólica.


Legion es, por el momento, un show que viene para romper con creatividad y mucho trabajo de post-producción los tópicos del género, entregando un producto distintivo, fresco y vigorizante que seguramente se va a transformar en el favorito de todos aquellos que no hayan leído una goma sobre el personaje creado por Chris Claremont y Bill Sienkiewicz para la New Mutants #25 que fue publicada allá por 1985. Y para los ávidos lectores enamorados de las adaptaciones más fieles pero que pueden permitirse ciertas licencias siempre y cuando el producto final tenga sustancia, el show de Noah Hawley puede depararles una grata sorpresa. Nos volvemos a leer la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.
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