miércoles, 22 de febrero de 2017

Boku Dake ga Inai Machi, o como volver a ser niño - El Gabinete del Dr. Morholt.




~~ RESEÑA LIBRE DE SPOILERS ~~

Revisando mis pequeñas colaboraciones en este sitio llegué a la conclusión de que si bien me creo un tipo abierto en lo que a consumo de productos culturales se refiere, y lo demuestra que he hablado de cine, series, libros, juegos de mesa, el mercado televisivo, eventos y hasta de mecánicas temporales; nunca comenté nada sobre creaciones orientales (léase manga o anime).

Y no es raro habiendo compartido este espacio unos cuantos años con alguien especializado en el tema como se demuestra en cada escrito de Manipuladora.

Pero a la vez es raro porque soy de disfrutarlos de la misma manera que todo lo antedicho porque  no soy de esos que tiene reparos para con las creaciones culturales de ciertos países o culturas.


Si hay algo que me interesa, no me importa de donde venga o el formato en el que esté planteado. De la misma manera no creo que algo sea bueno solamente por tener un origen geográfico específico. Y como ejemplo bastan sólo dos de mis columnas en este sitio, una sobre un autor de fantasía kazajo y otra sobre una serie de ciencia ficción sueca.

Y quizás sea porque las verdaderas buenas historias son las que llegan a lo profundo de nosotros como seres humanos, a eso que tenemos en común aunque hayamos nacido en Japón, en Inglaterra o en Paraguay.

No es extraño entonces que haya disfrutado tanto de Boku Dake ga Inai Machi o Erased como la conocimos en latinoamérica, del mangaka Kei Sanbe, que viene publicando desde principios de este siglo, pero del cual sabía poco y nada.

Mi primer acercamiento a esta maravilla fue a través de su versión animada, lo cual tampoco es raro porque es obvia la diferencia de llegada al público masivo que tiene este medio en comparación al manga.

Pero la historia que nos muestran los tan sólo 12 capítulos me llamó tanto la atención que, cosa que no sucede normalmente, salí corriendo a buscar la historieta de las formas normales en que se puede conseguir esta clase de material (sí, estoy hablando de medios non-sanctos a los que normalmente acuden los que tienen pata de palo y parche en el ojo).

Y quizás, como una gran sincronicidad digna de ser aprovechada, me enteré que el manga comenzaba a editarse en nuestro país. Lástima que fuese por la editorial IVREA, por lo que terminó en mis manos de manera digital... ¡ARR ARR!

BokuMachi empezó a escribirse en 2012 y con sus 8 volúmenes duró hasta principios de 2016. Sólo unas semanas después se estrenó su adaptación a pantalla chica con actores (que no tuve el agrado de ver todavía) y unos días después se emitió el primer capítulo de su versión animada.

Seguramente por eso es que esto no sea lo primero que lean sobre esta historia. Hubo un bombardeo importante del estudio A-1 Pictures con respecto a este producto y un hype importante entre el público consumidor de animé (ese al que sí le importa más el origen de las producciones que su calidad).

Es una historia que pone el elemento fantástico en una clásica historia de detectives, pero a la vez lo cuenta de forma muy personal, intimista, y que juega con una idea que todos los que somos adultos alguna vez tuvimos: ¿cómo sería volver a ser niños?

La expresividad y la real humanidad de los personajes se disfrutan tanto en los diálogos como en la ilustración y aunque ciertas cosas se pierdan en la traducción (no solamente palabras sino actitudes y motivaciones clásicas de habitantes de Japón) es imposible no sentir una certera conexión con los sentimientos de Satoru Fujinuma, el conflictuado protagonista, con su madre o hasta con los amigos de toda su vida.

Y es que si bien se pueden marcar gandes (y para mi acertadas) diferencias entre cómo se desarrolla y se resuelve la trama en el manga y en el animé, lo importante que queda de las dos es
¿qué tan diferente veríamos el mundo si lo viesemos con nuestra mente de adultos, pero con ojos de niño?

Lo cual me lleva a una reflexión ¿por qué se necesita ese elemento fantástico que introduce BokuMachi para poder hacerlo?

Si pudiésemos asombrarnos con todo lo que nos rodea como cuando lo vimos por primera vez ¿no sería todo mucho más brillante, interesante, emocionante, sólo por el hecho de ser desconocido?

Inclusive si estuviésemos reviviendo situaciones y tuviésemos una motivación tan apremiante como Satoru, esa mirada de niño, ese filtro por el cual se tamizaría nuestra percepción ¿No cambiaría la manera en que esos estímulos nos afectarían? ¿Qué tan distinto sería ver y descubrir como la primera vez por ejemplo, un perro, el fuego, o la cara de nuestra madre?

Como toda buena obra de arte, Boku Dake ga Inai Machi logró despertar preguntas en mi, logró movilizarme. Tocó una fibra y llegó a algo profundo y eso es genial. Eso es lo maravilloso de las creaciones artísticas que vale la pena recomendar.

Ojalá a ustedes les pase parecido al verla por primera vez.

O si ya la vieron y quieren hacerlo de nuevo, logren verla con ojos de niño.
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