jueves, 22 de septiembre de 2016

Before Watchmen, ¿blasfemia o genialidad? - La Columna de Logan.





Cuando comenzó el nuevo siglo para quien escribe estas líneas los cambios bruscos se fueron acumulando unos detrás de otros: el negocio que tenía en ese momento se estaba viniendo a pique, había decidido cambiar de carrera, cambiar de pareja (?), y hasta hubo un amague de irme a vivir con un amigo, lejos del núcleo familiar por 1ta vez en mi vida… fallido. En medio de esa vorágine de emociones cayó en mis manos una serie regular firmada por un guionista que ya tenía bien valuado, Kurt Busiek, con dibujos de un tal Pat Olliffe que al menos yo tenía identificado como “medio perro”. La serie en cuestión se llamaba Untold Tales of Spider-Man y la premisa era tan jugada como innovadora: narrar “nuevas” aventuras de Spidey pero cronológicamente ubicadas en sus primeros días como héroe, pero no a manera de reboot sino todo lo contrario, respetando a rajatabla las aventuras iniciáticas escritas por Stan Lee y dibujadas primero por Steve Ditko y luego por John Romita Sr.



Es así como cada comic de esta serie podía ser ubicado entre medio de 2 números de la serie madre original, sobre todo de la etapa de Romita en los lápices, e inclusive había algunos números que los podíamos colocar en medio de dos “escenas” de uno de los comics de Stan Lee, un delirio precioso y muy digno que demostraba un amor incondicional por esa época y un respeto enorme por el trabajo de los autores que en los ya lejanos ’60 supieron patear el tablero y apostar por otro tipo de historias dentro de una industria que se estaba regurgitando a pasos agigantados.

Esta serie, pequeña, de solo 26 números, 2 anuales y un one-shot, se ganó un lugar enorme en mi corazón y me enseñó muchísimas cosas de este medio y esta industria que me han servido para poder analizar y consumir la misma con otros ojos, y no considero que sea casual que haya aparecido en un momento de absoluta crisis en mi vida: la historieta y yo tenemos ese tipo de relación, suele aparecer con mucha fuerza en momentos cumbres, y suele mostrarme una posibilidad o un camino que hasta ese momento no había imaginado podía elegir.



El trabajo de Busiek no solo es fresco, entretenido y admirable, es titánico. Escribir historias relevantes de Spidey utilizando un escenario que fue orquestado por otros artistas, trabajando la mayoría de las veces con villanos de medio pelo 100% inventados y absolutamente intrascendentes o echando mano de enemigos conocidos pero con la limitación de no poder hacerlos avanzar más allá del camino que Stan Lee ya les había preparado es cuatro o cinco veces más complicado que tener que escribir un personaje que no es de tu autoría y que carga con 70 años de cronología encima, claramente. Pero Untold Tales of Spider-Man existió, y es una ongoing preciosa que además tiene a un Pat Olliffe prendido fuego, emulando los estilos de Ditko y Romita like a Champ, sin perder de vista que los más de 30 años de distancia entre su arte y el de esos números, con todo lo que eso conlleva para las puestas en páginas y la narrativa. 

Before Watchmen es la Untold Tales of Spider-Man de D.C., no me cabe la más mínima duda. Seh, ya lo sé: me van a saltar con uñas y dientes a la yugular por este enunciado, pero yo considero que es así. 37 números escritos y dibujados por autores de renombre y en la mayoría de los casos sobrada chapa que buscan expandir el universo pautado por Moore y Gibbons en esos 12 numeritos que estuve homenajeando este mes. Para llevar adelante Before Watchmen, tanto guionistas como dibujantes utilizaron la Watchmen original como si se tratara de una “guía de estilos”, no solo por la estructura narrativa y capitular sino también por las temáticas que maneja, el tono general predominante de la épica aventura, los interludios, el desarrollo de personajes y los diálogos. Y los resultados están a la vista, y son sumamente positivos. Hay mucho amor, cariño y respeto por la obra original en la prácticamente totalidad de los 37 números, y se puede percibir, además, un trabajo editorial muy prolijo y bastante depurado.

Podemos, si lo creyera relevante, entrar en el inocuo debate de si era “necesario” o no llevar adelante un proyecto como este, y sumar entonces a esta entrada una catarata de insultos para D.C. Comics, enfatizando la falta de respeto que tienen para con Alan Moore y lo blasfemo que es “meterse” con el santo grial de los comics super-heroicos de esta forma. Podemos pero no lo vamos a hacer, me parece un pérdida total de tiempo, de ustedes y mía. Es absolutamente irrelevante. Lo que importa es que esto se hizo, y lo que cabe es analizar que tan bien o mal se realizó. Punto. Nadie puso el grito en el cielo cuando D.C. a finales del siglo pasado decidió “expandir” el universo generado por Mark Waid y Alex Ross en la clásica y sobrevalorada miniserie Kindom Come, con 2 especiales y una seguidilla de “anuales” uno más vomitivo que el otro. Pero claro, Kindom Come no es Watchmen, eso nos queda a todos muy claro. Kindom Come es apenas un entretenido elseworld de un Waid a media máquina, dibujado y pintado por un artista que tiene menos narrativa que Liefeld pero construye viñetas dignas de colgar en tu pieza, cada una de ellas. Esto es comic book yanquie, amiguitos, demos gracias que Before Watchmen mantuvo la calidad lo suficientemente alta como para generar un disfrute de parte de los lectores, y hasta emocionar, por momentos, con esos personajes que forman parte de nuestro ADN comiquero. Before Watchmen es una expansión digna que vale la pena tener en papel, y en el resto de la entrada de hoy iré salpicando con pequeños resúmenes de cada una de las miniseries, sin spoilear cuestiones trascendentales a la trama pero con suficiente data como para que les pique la curiosidad.


The Comedian, Silk Spectre y Nite Owl


De las “series” que componen el universo de Before Watchmen, la única que acumuló una cantidad significativa de críticas negativas en su lanzamiento fue la que realizaron Brian Azzarello y J. G. Jones, misma que retrata algunos de los episodios más importantes en la vida de Edward Blake, lo cual no me asombra en absoluto porque estoy más que acostumbrado a no coincidir con la media de las opiniones periodísticas “internacionales” relacionadas con la historieta. A nadie sorprendo si expongo que dentro de la trama general del comic madre, el Comedian termina siendo no solo uno de los personajes más importantes de la misma, también uno de los más interesantes. Es el que ofrece el punto de partida para que Moore y Gibbons nos comiencen a narrar esta epopeya, es uno de los pocos “vigilantes” que siguió activo aún con el acta de Keene en plena ejecución, es uno de los que por su labor y desempeño se vio involucrado en muchos hechos políticos de vital importancia para la historia de la 2da mitad del siglo XX, y finalmente es uno de los más ambiguos y éticamente desdeñables de todos los protagonistas, un psicópata que alimenta su morbo a través de la violencia pero que, como se terminará revelando al final, resulta ser el menos hipócrita de todos y el que tuvo la lucidez como para prever el desenlace de esta historia.

Sorprendentemente, Azzarello no solo estuvo a la altura de las circunstancias a la hora de guionizar esta mini-serie (una de las pocas que cuenta con 6 números), sino que en algún punto se podría decir que redobló la apuesta. Before Watchmen: Comedian es una historia centrada en un personaje que creemos conocer de taquito, pero cuando vayamos avanzando por la misma nos daremos cuenta que nos faltaban muchos detalles, y que muchas cosas que dimos por sentado sencillamente no sucedieron de esa manera. Nos vamos a deleitar y sorprender por partes iguales con la fuerte relación de amistad que unió a Blake con los Kennedy, y las consecuencias directas que tuvo la misma no solo en la vida del Comedian sino también en la historia política norteamericana… y acá Azarello pela chapa de groso: Blake causa un punto de inflexión, pero no el que nosotros creemos, del cual recordamos se mofó en una fiesta.

En el apartado gráfico, Jones es impecable: no necesitó respetar la estricta grilla de 3 x 3 que utilizó Gibbons para dotar al relato del mismo tono que tuvo el comic original. La narrativa imperante de Watchmen está acá presente desde los trazos, los encuadres, los ángulos elegidos, la paleta de colores, y los juegos de luces y sombras en momentos de tensión. Por su contenido socio-político, por las revelaciones y por el desarrollo de la trama, Before Watchmen: Comedian es sin duda alguna una de mis series favoritas de este proyecto, y busco tiempo para poder regresar a ella con una segunda lectura.

En cambio, el trabajo de Darwyn Cooke y Amanda Conner en Before Watchmen: Nite Owl es apenas destacable, pero… no necesariamente es culpa de estos autores. Y es que, es duro admitir esto pero alguien tiene que decirlo de una vez por todas: si la ponemos mano a mano con el resto del elenco protagónico de Watchmen, Laurie Juspeczyk es un personaje bastante plano. En el comic original comienza siendo “la minita de Manhattan” para luego pasar a ser “la minita del Búho”, y la realidad es que Moore no se esforzó demasiado por dotarla de muchos más elementos que esos para hacerla atractiva como personaje. Cooke se esfuerza muchísimo para entregarnos una historia en 4 partes que nos ofrezca los motivos por los cuales una mujer como Laurie podía estar al lado de un semi-dios, y lo logra: esta mini-serie es entretenida, sobre todo por el esfuerzo que puso Amanda Conner en referenciar la propuesta original narrativa de Gibbons, aún cuando el tono elegido por el guionista esté mucho más cerca de una sitcom dramática que del que tiene la obra original, ambos terminan componiendo un personaje con el que logramos conectar y querer, pero eso no quita que la mini-serie termine siendo una de las menos interesantes. Mención aparte para los acercamientos a la contra-cultura norteamericana y los momentos de psicodelia, un deleite narrativo y uno de los puntos más altos del comic.

Before Watchmen: Nite Owl es una joya invaluable, pero probablemente no por los motivos correctos. El guión fue escrito por J. Michael Straczynski, y acá viene lo jodido: los lápices estuvieron en manos de Andy Kubert, y las tintas, en los 1ros números fueron obra de su padre, el maestro Joe Kubert, y el último número el entintado corrió por cuenta de Bill Sienkiewicz, otro gigante. ¿El motivo de este brusco cambio de entintador? Joe Kubert fallece durante el proceso de realización de este comic. ¡Tomá para vos, amigo lector! Before Watchmen: Nite Owl lleva la mismísima muerte impregnada en sus putas páginas. Jo jo jo. Una locura. De hecho hay algunas de las páginas del 3er número que están entintadas por Sienkiewicz, cuando lo tengas en tus manos y lo comiences a ojear te vas a dar cuenta, es muy evidente. 

Anécdota negra aparte, Before Watchmen: Nite Owl es un muy buen comic. Es una historia que tiene un montón de momentos muy emotivos, y sobre todo muy comiqueros, es lo que nos hubiera gustado leer si el pelotudo de Moore no se hubiera ortibado con D.C. y hubiera desarrollado –como dejó entender que tenía ganas de hacer en entrevistas de mediados de los ’80- historias previas de Rorschach y Nite Owl. Son una pareja muy interesante con mucha química que funcionan muy bien juntos, y Straczynski le saca todo el jugo posible sin correrse una milésima de lo que el sentido común nos dicta para ambos personajes. Y esta mini-serie es, también, una de las más jugadas con el tema de los desnudos y las insinuaciones sexuales, otros elementos que forman parte esencial de la obra original de Moore, y que allá lejos y hace tiempo en los ’80 resultaron chocantes y polémicos. Acepto que sin duda alguna Before Watchmen: Nite Owl es una de las mini-series que menos se animó a arriesgar, es una obra demasiado dependiente del comic original, no aporta prácticamente nada nuevo a lo que ya conocemos de los personajes, pero es sumamente entretenida, y tiene un arte del recontra re carajo. Padre e hijo codo a codo trabajando para contribuir más que dignamente a este mito, colaborando por última vez juntos. Muy emotivo.

Minutemen, Ozymandias y Dollar Bill


Es realmente muy difícil elevar una crítica justa y objetiva al guión de un comic dibujado por Darwyn Cooke. La puta madre. Me da un poco de bronca, tengo que admitirlo. Muy difícil. Y entendamos que Watchmen, ¿no?, forma parte de la camada de comics de los ’80 que comenzó a imponer de forma casi indeclinable el arte “realista” en este medio, como bien señalé en la primer reseña que he dedicado a esta obra hace unas semanas, pero justamente Cooke elige hacerse cargo del comic que va a narrarnos las aventuras de los Minutemen, la Justice Society of America de este universo, y es ahí donde su arte cobra incluso más importancia y relevancia, y se amolda de forma casi perfecta a lo que estas aventuras nos están por entregar. Su diseño de personajes, de escenarios, sus perspectivas, su diseño de páginas, su narrativa, es un estilo tan único y propio de él, y tan intensamente ligado con el medio, y así y todo muy referencial a la animación de D.C. de principios de los ’90. Te enamoras de cada página, es así, no te queda otra. Darwyn Cooke era uno de los artistas integrales más interesantes que dio este medio, y fue una tristeza enorme tener que despedirlo este año, una gran y enorme pérdida, para todos. Justo el año que se cumplen 3 décadas del nacimiento de Watchmen, ni más ni menos. Qué casualidad.

Pero tomemos distancia de estas cuestiones y pongámonos objetivos por unas pocas líneas. Esta mini-serie está narrada, como no podía ser de otra forma, desde el punto de vista de Hollis Mason, el Nite Owl original, quien mientras se debate internamente si es necesario y justo publicar su auto-biografía, la cual conoceremos con el nombre de Under the Hood, nos va presentando uno a uno a los integrantes de este grupo, y en los siguientes números nos interioriza de algunos momentos y cuestiones claves y relevantes que terminarían signando su vida y la de sus compañeros, por no decir la de la sociedad norteamericana en su conjunto. La mini-serie es tanto un homenaje a Watchmen como lo es al comic-book super-heroico americano de mediados del siglo XX, y es por demás entretenida y emocionante… pero, una vez más, irrelevante. Cooke se encarga de llenar algunos espacios vacíos aquí y allá –muy interesante lo que hace con la presentación de Mothman, por ejemplo, añadiendo elementos que no estaban incluidos en Watchmen e incluso utilizando en esas páginas una propuesta narrativa que se asemeja a la de Gibbons-, pero la aventura se queda corta en revelaciones y muchos de sus puntos más altos de dramatismo pueden ser anticipados por un lector entusiasta con buena memoria. Nada de lo que acabo de exponer, como sucede con algunas otras mini-series del proyecto, es una excusa válida para privarse de leer estos 6 numeritos que son una caricia para el alma de todo amante de este medio, aunque más no sea por el precioso arte de esta leyenda inmortal.

Before Watchmen: Ozymandias es un goce enorme producto de la enorme pericia de su guionista, Len Wein, quien también ofició como editor de la Watchmen original –y por este motivo su afortunada presencia en este proyecto “validó” la existencia del mismo-, y del extraordinario arte de un excepcional Jae Lee que encuentra en este comic uno de sus puntos más altos. Adrian Veidt es un personaje fascinante, probablemente el más complejo de todos los protagonistas de esta historia, el único que tiene una visión globalizada de los conflictos geo-políticos que inunda la tierra de esa década, y el más indicado para llevar adelante cambios proyectuales que decidan el rumbo de la humanidad… ¿o no? Veidt es lo que todo lector adora en este tipo de historias: un villano no solo moralmente ambiguo sino también con convicciones con las cuales podemos empatizar desde distintos ángulos, aún cuando su postura mesiánica ideológicamente esté demasiado apegada a claros lineamientos fascistas que remiten de forma exacerbada al nazismo. Wein está al tanto de absolutamente todos estos elementos, y entendió cada una de las pistas y aristas que Moore quiso explotar con este personaje, de hecho es muy probable que como editor hayan discutido entre ambos el camino que recorrería la historia central y sobre todo el accionar de este personaje, columna vertebral de la trama, y siendo así en Before Watchmen: Ozymandias nos ofrece un rico recorrido por la historia de vida de este Alejandro Magno moderno, sin dejar detalle sin explorar.

La narración contó con el apartado visual de un inmenso Jae Lee que se puso la mochila al hombro y asumió el desafío con mucha altura. La propuesta fuertemente simétrica con una sólida estructura verticalista no solo realza el relato megalómano en primera persona del personaje protagonista, es un perfecto ejemplo de cómo rendir homenaje de forma fresca y original a la propuesta narrativa de Gibbons. Cuando comencé a leer esta mini-serie supuse que 6 números serían demasiados para narrar una historia que, de todos modos, conocíamos casi al detalle, teniendo en cuenta la enorme documentación que existe sobre Veidt en la obra original… una vez más, me equivoqué, y Wein nos vuelve a demostrar que el paso de los años cuando sos un autor consagrado y con bocha de experiencia cómo él en proyectos como este garantiza un relato sólido, armónico y muy fluido, atrapante desde las primeras páginas hasta las últimas, y absolutamente condescendiente con el relato original.

En contraposición con esto, Before Watchmen: Dollar Bill es un comic que sobra. Por suerte es solo un número. Len Wein podrá ser un groso, pero cuando el material para trabajar es pobre, el resultado final es difícil que sobresalga de la media. Éste es un comic que no debería haber existido, irrelevante e innecesario, no nos deja nada y es una completa pérdida de tiempo de principio a fin, y el arte de Steve Rude no ayuda a que uno pueda sumarle algún punto.

Rorschach, Dr. Manhattan y Moloch

Cuenta la leyenda que a J. Michael Straczynski, fan  declarado del Watchmen de Moore, de todos modos siempre le pareció que al personaje que constituyó la evolución accidental de Dr. Jonathan "Jon" Osterman siempre le faltó una vuelta de tuerca. Ni bien tuvo oportunidad de poner sus garras encima del mismo buscó la manera de enmendar esa omisión involuntaria por parte del guionista original entregando una mini-serie absolutamente reveladora y, sin duda alguna, la más polémica dentro de todo el proyecto, al menos en lo que se refiere a “meterse con la obra original”. Porque, además de ser casi el único personaje con “poderes” en todo el relato, no nos olvidemos que una de las tantas facultades excepcionales que Manhattan tiene es la de viajar en el tiempo de forma lineal, algo que en Watchmen tiene pocas repercusiones para la trama central pero que de todos modos forma parte fundamental del desarrollo de la psiquis y la ideología del personaje.

Y es ahí, en ese punto, donde Straczynski decide ahondar, profundizar e inclusive expandir. 

Haciendo uso de teorías de la mecánica cuántica y apoyado en experimentos como el Gato de Schrödinger –el cual utiliza también de forma metafórica-, el escritor nos presenta un abanico de posibilidades cuando nos revela que la historia que leímos 30 años atrás es una de las tantas posibilidades que podrían haber ocurrido, y Jon no hizo más que “elegir” quedarse con esa, por motivos que serán revelados a lo largo de la mini-serie. Before Watchmen: Dr. Manhattan es de las pocas obras de este proyecto que no se limita a contarnos eventos acontecidos antes del comienzo de la saga original, sino que, por el contrario, va y viene todo el tiempo hacia el pasado y el futuro, en busca de aquellas respuestas que el protagonista no pudo encontrar en su momento.


Adam Hughes está a cargo del apartado visual de esta mini-serie, y encontró la manera de poder homenajear la obra original sin traicionar su característico estilo narrativo. Puestas en páginas frescas pero conservadoras, una narrativa clara y efectiva y, como es común en este dibujante, una enorme dedicación tanto en el tratamiento de fondos como en el manejo de los gestos y la anatomía de los personajes. Es una bendición que una historia tan polémica pero absolutamente reveladora haya caído en manos de un profesional de primera línea como este experimentado ilustrador.

Si con el Comedian Azzarello nos sorprendió con un comic que se corre unos grados de los cánones habituales a los que el guionista nos tiene acostumbrados, con Before Watchmen: Rorschach decide no arriesgar demasiado y entregarnos una historia de mafias, crímenes, narcóticos y la putrefacción imperante de las zonas más carenciadas de New York bajo la ácida y pesimista mirada de un perfecto Walter Kovacs, pero que no aporta absolutamente nada ni al desarrollo del personaje ni al universo del que proviene. No hay sorpresas en esta mini-serie, no hay revelaciones, no hay conexiones fuertes, de hecho es quizás el comic más independiente de todo el proyecto pero por lo irrelevante de su trama en función de los hechos narrados en la obra original. Y, puestos ya en críticos severos: hay algo que a Azzarello se le perdió un poco en el camino de estos 20 y pico de años de distancia entre la obra de Moore y su mini-serie, y es que el guionista británico con Rorschach en algún punto estaba elevando una crítica hacia la chatez intelectual con la que cargaban los comics protagonizados por anti-héroes que poco a poco se estaban comenzando a poner de moda por esos años.

Sin embargo, no deja de ser una aventura muy entretenida, que comienza siendo narrada en 1ra persona a través del famoso diario de Rorschach, en una clara alusión al inicio de la aventura original, y tiene como contrapartida el arte de un impactante Lee Bermejo que no decae ni una sola viñeta. Bermejo y este tipo de historias claramente se llevan muy bien, y desde el lado editorial la elección de este tándem creativo en su totalidad ha sido más que acertada, su arte en conjunción con los guiones de Azzarello recrean a la perfección el tono que primó durante la obra original, dictado por los personajes violentos, inmorales y patéticos que pueblan esta New York en franca decadencia, y la falta de conexiones fuertes y relevantes con la obra de Moore y Gibbons no son excusa suficiente para privarse de leer estos 4 numeritos.



Before Watchmen: Moloch me lo reservé para el final, porque es la carta oculta debajo de la manga, la sorpresa de la temporada. A J. Michael Straczynski y nuestro coterráneo Eduardo Risso le bastaron solo 2 míseros numeritos para patear el tablero y dejarnos con el culo para arriba. Una vez más, el guionista se propone entregar mucho más de lo que el proyecto pedía, y nos presenta al mismo personaje que conocimos en Watchmen, ese villano abyecto, patético y lamentable, una excusa de ser que cumple su función de poner en evidencia lo ridículo de la existencia de ciertos perfiles de enemigos dentro del género, y lo transforma en un engranaje más de la resolución de la obra original, cambiando su postura de némesis wannabe de los Minutemen a mártir insoslayable del plan de Ozymandias.

Y como solo los grandes equipos creativos pueden lograr, con coherencia, pulso firme y mucho conocimiento del medio, los lectores nos acercaremos a este comic con resquemor, dubitativos, pero sobre todo deseosos de leer una historia en la que, una vez más, esta criatura desdeñable reciba su merecido castigo… y terminaremos sintiendo lástima por él, pena, y hasta algunos es probable que les termine pareciendo un personaje, en algún punto, enternecedor. Gran parte de este poderoso cambio de paradigmas se pudo efectivizar gracias a la enorme labor de un Risso en su salsa, clavando unos diseños de personajes absolutamente fascinantes y un manejo de luces y sombras magistral, idóneo para este tipo de historias lúgubres y sórdidas pero con corazón y alma.

Dos autores y artistas que en estos dos comics demuestran que entendieron absolutamente todo el potencial que podía tener un proyecto de estas características, y le sacaron todo el jugo posible. De pie, aplausos.

Moore: chupame la pija, marica de mierda



Como anticipé en el comienzo de esta entrada, Before Watchmen es un proyecto hermoso, en el cual D.C. puso todo lo que estaba a su alcance para lograr resultados más que dignos y satisfactorios. Dispares, por supuesto, y polémicos, sin duda, pero muy agradables a la vista y muy coherentes con la obra homenajeada.

Yo no solo recomiendo leer Before Watchmen, también les aconsejo que la compren, que la tengan en papel, sea en la edición que sea, en inglés o en castellano, en revistitas o en tomos recopilatorios, pero que la lean en papel. Es una obra que estoy seguro le resta un montón si se lee de forma digital, hay un trabajo enorme puesto en el diseño de página en la mayoría de los artistas involucrados que no se puede percibir de forma íntegra cuando el comic es consumido digitalmente.

¿Y porqué el insulto? Se preguntarán ustedes. Porque un proyecto como este tuvo que llevarse adelante sin la autorización y potencial supervisión del guionista original, a sabiendas de la catarata de injurias y calumnias que recibirían D.C. y los autores involucrados en esto por parte de Alan Moore. Alan Moore: el tipo que se la pasa tomando personajes de otras personas y reescribiéndolos. Alan Moore: el tipo que desarrolló personajes para Watchmen adaptando un puñado de personajes que D.C. acababa de adquirir a otra editorial. El señorcito agarró el Question de Steve Ditko –nada menos- y lo convirtió en un psicópata filofascista de nombre Rorschach, por ejemplo, mirá vos que loquito, ¿eh? Y el mismo tipo armó una Liga de Caballeros Extraordinarios “adaptando” personajes clásicos de la literatura, ofreciendo una visión de cada uno de ellos que bajo ningún punto de vista respeta la versión original. Resucitame ya mismo a Stoker, Stevenson o Wells y dales para leer la League of Extraordinary Gentlemen, vas a ver qué contentos se ponen. No conforme con eso no pudo con su genio y cuando tuvo la oportunidad de escribir el Swamp Thing de Len Wein lo hizo mierda, lo transformó completamente, a niveles atómicos, al punto tal que a duras penas quedó algo del personaje original más allá de algunas cuestiones estéticas. El mismo tipo, te cuento, te ofreció su propia versión del Superman de la Edad de Plata con Supreme, y su interpretación de Wonder Woman la tenés en su Promethea. Y la conjunción de un sinfín de héroes del pulp, desde Doc Savage hasta Tarzán, están en Tom Strong. Y como si faltara algo, también hizo lo que quiso con el mito de Jack el Destripador, amigo… en From Hell, claro.



Alan Moore hace lo que se le da la regalada gana con personajes creados por otros autores. Los pervierte, los da vuelta como a una media, los convierte en sádicos, obsesos sexuales e incluso los sodomiza. Y todos aplaudimos. No profesa en absoluto el “respeto” por las obras de los demás, ni siquiera por los clásicos, pero pone el grito en el cielo cuando editoriales o guionistas pretenden meterse con sus creaciones, aún cuando las mismas ni siquiera le pertenecen, legalmente hablando. El señorito es intocable, pero él puede meter todos los pijazos que quiera. Lo ampara su ego, claro. El ego del escritor que se reconoce como genial. Y esa actitud de él, tristemente, la hemos alimentado todos nosotros, en mayor o menor medida.

No estoy evaluando la calidad de sus guiones, que se entienda eso, por favor, que de todos modos en cuanto a las obras citadas, es dispar, no son todas genialidades: estoy minimizando las rabietas histéricas de una persona que ha envejecido con mucho veneno dentro hacia las empresas que lo hicieron inmensamente rico, y lo siguen haciendo.

Por esto, Alan Moore: chupame bien la pija, marica de mierda. Nos leemos nuevamente la semana que viene, para analizar la película que adaptó Watchmen y elevó su popularidad al infinito y más allá, aquí, en Tierra Freak.
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