viernes, 2 de septiembre de 2016

30 años de Watchmen - La Columna de Logan.





Septiembre es un mes muy especial para aquellos que amamos la historieta, ya que desde que en el 2009 fue sancionada por la legislatura porteña la Ley 3.220 instituyendo el 4 de este mes de cada año como el Día de la Historieta en homenaje a la fecha en la que apareció el primer número de la revista Hora Cero semanal en 1957, editada por Editorial Frontera, propiedad de Héctor Germán Oesterheld y en cuyas páginas se serializó El Eternauta, obra del propio Oesterheld y Francisco Solano López, desde ese momento este mes es sinónimo de celebración y festejo. Y este año en particular será quizás uno de los más especiales, al menos para quien escribe estas líneas, ya que, oh casualidad (¿casualidad o causalidad?), la fecha de publicación del 1er número de la maxi-serie Watchmen data de septiembre de 1986, eso quiere decir que este mes, además, festejamos 30 años de la aparición de este comic.

Watchmen, la mejor historieta que he leído en toda mi vida, ni más ni menos.
Saben que si hay una pregunta que detesto –y dudo mucho sea el único- en casi todos los aspectos culturales es aquella que nos pone en la disyuntiva incómoda, forzada y antinatural de tener que elegir una única obra por encima del resto de las que nos gustan mucho. ¿Cuál es el mejor libro que leíste en tu vida, cuál es la mejor película que viste, el mejor disco de rock o metal que escuchaste en tu existencia, el mejor video-juego que jugaste, la mejor serie de T.V., el mejor largometraje animado?

Sin embargo, cuando se trata de esta misma pregunta y este mismo dilema pero enfocado en la historieta, mi respuesta sale incluso antes de que el interlocutor termine de formular su consigna: Watchmen. Respondo sin miramientos, sin dudas, sin titubeos, e incluso no salgo de mi asombro cuando otros avezados lectores de historietas no coinciden con esta apreciación. Para mí debería ser algo consensuado, Watchmen ni siquiera es el Messi o el Maradona del fútbol, no, no es “la mejor historieta peeeero…”, no es la mejor historieta pero con ciertas reservas, las pelotas, es la mejor historieta que se ha realizado hasta la fecha. Punto.



Como introducción, esto ya se extendió demasiado, así que vamos a ahondar en el camino a seguir de acá en adelante. Como entiendo que no todos, extrañamente, comparten esta opinión sobre Watchmen, y como creo que este es el momento y el lugar para rendirle el homenaje que se merece desde mi lado, el cual por supuesto jamás va a estar a la altura de la obra, septiembre será el mes que le dedique a Watchmen, cosa de ver si con la saturación aquellos que aún se niegan a exponer este comic como la obra cumbre del medio, lo hacen de una vez por todas (?). 

Tendrán varias reseñas a lo largo del mes, mínimo cinco si contamos esta, en las cuales voy a abordar esta magnánima obra fruto de los artistas Alan Moore, Dave Gibbons y John Higgins, y en las mismas prometo explayarme sobre su génesis y el contexto que propició su llegada, sobre la importancia que tuvo la misma para el medio y sobre su legado, el implícito y el más explícito. Y siendo así dedicaré una de las reseñas a analizar los 37 números de Before Watchmen, y por supuesto la última entrada estará dedicada íntegramente al largometraje homónimo del 2009 dirigido por Zack Snyder que intentó adaptar de forma íntegra los 12 números que componen esta maxi-serie en una cinta de 163 minutos (186 minutos en su Director's cut, 215 minutos en su Ultimate cut). Pero hoy voy a hacerla corta y solo ahondaré en los motivos por los cuales expongo sin duda alguna que Watchmen es la mejor historieta que el medio dio.

El Fin de la Inocencia



Watchmen es una de esas obras que nunca culmina realmente, y la mejor prueba de eso es el Rebirth  de D.C. de este año. Empíricamente hablando el comic por supuesto que tiene un final, polémico y en algún punto transgresor incluso para con el relato que Moore y Gibbons venían construyendo hasta ahí, con un componente Lovecraftiano que probablemente pocos esperaban para una narración tan centrada en presentar un universo que refleje nuestro mundo y, a la vez, la historia del comic superheróico americano de la manera más verosímil e hiperrealista posible dentro de los cánones que permite el propio sub-género, pero Watchmen es uno de esos comics que jamás concluyen porque nunca dejamos de hablar del mismo. Nunca deja de ser una referencia, sus tentáculos se han expandido a lo largo del tiempo y han conseguido llegar casi intactos 30 años en el futuro, la frescura de su relato le proporcionó una vida eterna aún cuando el grueso de la historia tenga un anclaje socio-político tan propio de la década en la que fue concebida.

Alan Moore no desarrolló aquí un concepto o una historia completamente revolucionaria y única, hay elementos en Watchmen que remiten no solo a tramas previas sino también a obras que el mismo escritor había explotado. La dicotomía hombre/Superhombre de Manhattan, por ejemplo, es algo que ya había explorado en Marvelman, y de hecho podemos establecer un hilo común entre su Swamp Thing, su V, su Marvelman y su Doc Manhattan: todos y cada uno de ellos trascienden de su “humanidad” y por distintos motivos se terminan transformando en otra cosa, en algo más, en seres muy parecidos a lo que comúnmente conocemos como Dioses, sino por sus poderes al menos por sus actitudes ante la sociedad que los rodea y su poder de convocatoria. Y a todos les cuesta seguir conectados con su lado humano, y en muchos casos apenas si recuerdan retazos de esa época de sus vidas, cuando no las miran con indiferencia y poco apego. 

El control gubernamental para héroes enmascarados no solo tiene obvias reminiscencias directas a la persecución anticomunista impulsada por el senador Joseph McCarthy en U.S.A. durante el período de la guerra fría, la cual fue popularmente conocida como macarthismo, tiene además un precedente dentro de los comics de la competencia, ya que suena muy parecida al Acta de Registro Mutante que introdujo Claremont en uno de los títulos clave de la época, The Uncanny X-Men (más específicamente en la Uncanny X-Men #135, fecha de portada de marzo de 1981), y ya que mencionamos a Marvel, justo en esos mismos años (1985-1986), Mark Gruenwald nos presenta su Squadron Supreme, un grupo de superhéroes que existen en una tierra paralela a la del Marvel Universe tradicional y que se nos figuran como un homenaje o una parodia de los pesos pesados de D.C. Comics, pero en esta serie, en este mundo, estos poderosos personajes intentan imponer su visión de lo que debería ser una existencia utópica, a la fuerza… todo esto desarrollado en una maxi-serie de 12 números. Una vez más, ¿casualidad? El mundo forzosamente unificado que pretende gestar Hyperion/Superman, anulando el libre albedrío, encuentra en Nighthawk/Batman su oposición moral. Ozymandias y Rorschach serían el equivalente en la obra que hoy me toca homenajear.


Lo que identifica a Watchmen y la hace rica es la combinación de todos estos elementos en un mismo universo, una misma historia, y su correspondiente bajada a tierra desde la toma de consciencia de lo peligroso que puede ser para nuestra sociedad la existencia de un sin-número de vigilantes deambulando por las calles con carta libre para actuar como mejor les plazca. Watchmen nos ofrece en bandeja de plata una conjetura que siempre estuvo latente en nuestro sub-consciente y nunca nos atrevimos a exteriorizar de forma acentuada hasta la llegada de este comic: si vas a salir a la calle a patear culos de criminales usando un disfraz y poniendo en riesgo tu vida cada noche, claramente sos un desequilibrado. Tenés problemitas, y de los buenos. Estas cagado, reventado, y probablemente el mejor lugar para vos sea una institución sanitaria donde especialistas puedan tratarte adecuadamente, haciendo uso de drogas duras y terapia de electroshock, amigo.

Pero Moore, viejo zorro, no se queda solo con ese juicio de valor por sobre el género, va más allá. Si tiene que tirar abajo algo, entonces lo hace a lo grande. Si son unos desequilibrados, cuesta creer que puedan entablar lazos afectivos a largo plazo, y así te lo demuestra: la desconfianza, la traición, la venganza, todos sentimientos que impulsan acciones que terminan por desbandar las distintas formaciones de super-grupos que fueron apareciendo a lo largo de la historia. Cada relación es puesta bajo una lupa, expuesta y sobre-expuesta, y termina autodestruyéndose. De hecho, hay un relato fuerte por encima de todo que habla del choque de poder entre el estado proteccionista y cuasi-fachista y los super hombres, pero por debajo se puede entender que la amistad no es una relación que estos personajes sepan cultivar y cuidar. Ser un vigilante es ser un incomprendido, incluso por el resto de los vigilantes, y siendo así, un eterno solitario. Hay algunas, pocas excepciones, ínfimas, y en donde de todos modos en medio de la admiración y el respeto se deja entrever un poco de lástima por el otro, y un dejo de nostalgia por tiempos mejores, ambos elementos que ayudan a sostener amistades hipócritas y poco sanas.

Y es que los personajes de Watchmen, los protagonistas y los secundarios… son humanos, y como tales, falibles, viles, mentirosos, codiciosos y vulnerables. Leer Watchmen es como caer en la cuenta de que hay una razón por la cual la clase política de nuestro país en su gran mayoría es corrupta: está formada por argentinos. Los argentinos somos muchas cosas, algunas de ellas muy buenas, pero también somos corruptos, lo llevamos en el ADN, nos gusta el camino fácil, nos da envidia lo que tiene el otro aún cuando lo que hemos conseguido es meritorio y nos dejamos seducir fácilmente por el lado oscuro. El super-héroe también.

Sexo, mentiras y viñetas

El sexo en Watchmen es un elemento importantísimo, y al momento de ser publicada la serie no existía ningún comic super-heróico que lo haya tratado de esta manera, y siendo así, le corresponde el título de pionero en esta área. Hay personajes con sexualidad diversa, con perversiones y depravaciones, hay sutiles insinuaciones y situaciones explicitas, hay una violación, hay múltiples tendencias sexuales repartidas por toda la historia: homosexualidad masculina y femenina, sexualidad heterosexual reprimida, sadomasoquismo e impotencia. Hay personajes completamente asexuados y los disparadores para ese tipo de conducta están explicitados en las situaciones críticas emocionales que vivieron en el pasado y que ¿ayudaron? a construir una psiquis que acompaña esta característica, y hay otros, también asexuados, como el Doc Manhattan, que trivializan el sexo y hasta les resulta llamativo que el ser humano deposite tanto tiempo y esfuerzo en un acto primitivo e improductivo. El rol de la mujer y su relación con el sexo está planteado desde varias aristas: está la mujer golpeada y violada que de todos modos decide seguir soportando el maltrato con tal de no quedarse sola, la mujer que siente una fascinación por el poder aún cuando claramente esté insatisfecha con el sexo, y este mismo personaje es el que logra encontrar la fuente de la impotencia en su nueva pareja, y sugiere una solución para poder concretar el acto sexual, y así finalmente encontrar el placer que durante años le fue negado.


¿Cualquier historieta puede adaptarse al cine o la televisión? Sí, cualquiera. Todas. Todas y cada una de ellas. Excepto Watchmen. Esa es otra de las excepcionales proezas que Moore y Gibbons lograron con este comic, y una de las razones más fuertes por las cuales la considero la obra máxima del medio. Watchmen pertenece a la historieta y está inexorablemente arraigada a la misma ya que su narrativa única y exquisita así lo impone. Sí, es cierto: la expansión del universo que Moore desarrolló para ofrecer un recorrido épico fantástico verosímil y tridimensional del backup-story de los personajes protagonistas estuvo sustentada por documentación escrita que no pertenece empíricamente al universo de la historieta, pero esos detalles de color no hacen más que enaltecer y condimentar el relato. La verdadera acción sucede dentro de las viñetas.

El planteo estructural a la distancia se nos figura rígido y bastante cerrado: una grilla de base de 9 viñetas por páginas, las cuales pueden ser divididas o combinadas según dicte la narrativa impuesta por el relato, sumando incluso la portada de cada número al relato, siendo esta la viñeta número 1 de cada historia, la cual, en la mayoría de los casos, consistía en un primerísimo primer plano a un objeto, a veces en un encuadre tan cerrado que difícilmente podíamos decodificar lo que estábamos viendo sin ojear, al menos, el interior del comic. Esta idea de relato y estructura, propuesta por el dibujante, le otorgó al guionista la posibilidad de tener un absoluto control de lo que iba a suceder en todas las páginas de cada entrega. Cuando la confección de una página de historieta rompe con las grillas y juega con la convivencia entre el diseño de página, el diseño de las viñetas y la acción que ocurre dentro y fuera de ellas, el lector es completamente consciente de que hay un trabajo extra por parte del artista en la puesta de página… cuando se presenta un diseño cerrado como el de Watchmen, es una invitación formar parte de la aventura de forma directa y sin distracciones. Cuando leés Watchmen nada te distrae, estás inmerso en ese universo de manera irremediable.

Pero esto no culmina acá: Watchmen es un reflejo del recorrido que realizó el comic book americano desde la mirada de un escritor británico. Es en parte homenaje, en parte crucifixión y condena, y en la búsqueda de ese paralelismo el artista encuentra un juego de simetrías que solo puede ser ejecutado de esta manera en la historieta. Es este medio, y no otro, el que te ofrece las herramientas para poder llevar adelante tamaña hazaña. El comic cuenta con 12 números, y la estructura de la obra dedica, al comienzo, los pares para narrar el background de los personajes protagonistas, dejando los impares para el desarrollo del misterio y las tramas geo-políticas. Así, los números 2, 4 y 6 están dedicados a explicar quiénes son y cómo llegaron acá el Comedian, Doc Manhattan y Rorschach, y al final de este número llegamos a la mitad de la obra, razón por la cual el resto se “refleja”, se espeja, y de ahí en adelante serán los números impares los que nos terminen revelando el resto de la información pertinente de los otros 3 protagonistas, entonces el 7, el 9 y el 11 están dedicados a Nite Owl, Silk Spectre 2 y Ozymandias respectivamente, este último con la revelación y ejecución de su plan, por supuesto. Si el 1er número funciona como un prólogo y una presentación del mundo más una leve introducción de los actores principales, el 12 es tanto un cierre como un epílogo: el “villano” ya ha ganado, su plan se ejecutó y tuvo éxito, solo resta saber las consecuencias. Pero el juego de reflejos en la estructura no se queda ahí: las parejas de personajes protagonistas quedan expuestas en esta danza del espejo: el 2 y el 11, con el Comedian y Ozymandias, uno se desarrolla en un cementerio y el otro en un mausoleo, el 4 y el 9, con Doc Manhattan y Laurie, ambos en Marte, el 6 y el 7, el encierro en prisión de Rorschach y el “encierro” de Nite Owl en su casa, en el 5to sucede la “captura” y en el 8vo la “liberación” de Rorschach, y el 3er número, al igual que el 10mo, son los que tienen mayores elementos de la trama geo-política. El 1er número abre la historia con un smiley manchado con sangre y el 12 la cierra con un smiley manchado con salsa en la remera del torpe periodista que recibe el diario de Rorschach. Perfecto juego de simetrías. 

Expuesto todo lo anterior, lo que posiciona a Watchmen por encima de las otras obras del autor –y del resto de las obras existentes- es la suma de las partes en función del desarrollo de una historia compleja que utiliza toda la potencia del medio y juega con sus límites –muchas veces bordeando o traspasando los mismos- para llevar el relato a lo más alto y exponer así a los personajes a conflictos muy humanos y viscerales.

Y con todo lo dicho aún no he abordado ni siquiera la mitad de los puntos positivos que tiene Watchmen para señalar y analizar. Afuera me quedan los simbolismos, la auto-referencia al medio con el comic dentro del comic a través del relato de piratas Tales of the Black Freighter, las opiniones políticas fuertes y explícitas que tienen los personajes, el cuidado puesto en los diseños de personajes acordes a las épocas referenciadas y lo que se quiere recuperar, homenajear y reflejar de ellas explotando a rajatabla la iconicidad clásica del sub-género, la perfecta construcción de una ucronía utilizando como disparador al Doc Manhattan… la complejidad de este relato, por otro lado, jamás entorpece el entendimiento de la obra ni obstruye la escalada de drama, incertidumbre y miedo que sienten los lectores en el primer acercamiento que tienen a este comic, todo lo contrario: Moore fue lo suficientemente inteligente como para ir construyendo un gigantesco puzle en el cual, de todos modos, muchas de las piezas las tiene que generar el propio lector, y no por eso hay conflictos o partes esenciales de la trama que queden “abiertas”. Como su estructura espejada, circular y cerrada lo requería, en Watchmen todo lo que importa y es relevante termina cerrando, y aquellas cosas que quedan abiertas o dispuestas a la interpretación del lector son transversales a las tramas principales.

Por su valor como comic, por lo que significó para la época, por las puertas que abrió y sobre todo por el placer que genera su lectura, Watchmen es sin duda alguna la mejor historieta publicada hasta el momento, y como mencioné en la introducción de esta reseña, seguiré homenajeando la misma el resto del mes, a la espera de que me acompañen en este precioso viaje festejando los 30 años de esta magnífica obra, aquí, en Tierra Freak.




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