A esta altura y gracias a la hermosa globalización, deberíamos estar acostumbrados a poder acceder a ciertas producciones televisivas de partes muy distantes del mundo. Y agradezco a la globalización porque sino sólo podríamos llegar a productos de Estados Unidos, país del que seguimos recibiendo la mayoría de lo que nos llega a nuestra pantalla chica.
Pero sea por los canales satelitales, sea por la propia internet o porque ya estamos acostumbrados a buscar otros contenidos, a lo largo de estos años pude encontrarme con grandes historias como Äkta Människor, El Ministerio del Tiempo, Misfits, la imperdible Utopia y, por supuesto, el Doctor Who. Y justamente si hay algo que la cadena hogar del Doctor tiene es calidad al momento de presentar programas. Ya nadie en el mundo puede discutir que la BBC es sinónimo de calidad y grandes historias, principalmente porque el canal se puede ver casi en cualquier sistema de cable (y sus series se pueden conseguir también en casi cualquier lugar non-sancto de esos que creen en la libertad de la información).
No es extraño entonces que cuando nos embarquemos en la adaptación del primer libro de la inglesa Susanna Clarke a la pantalla chica ya tengamos nuestras presunciones de que, al menos en calidad técnica, no nos va a defraudar.
Y con sus siete capítulos “Jonathan Strange and Mr. Norrell” no lo hace. Ni a nivel técnico ni a nivel narrativo.
La historia está planteada en el avance de Napoleón sobre toda Europa a principios del siglo XIX, en una Inglaterra donde en algún momento hubo grandes magos que podían cambiar los destinos del reino con sus magníficos poderes. Magos que desaparecieron un par de siglos atrás de los que ya no se sabe nada salvo lo que cuentan los libros dejando a la población a la merced de la razón y el iluminismo.
Y es justamente de esa manera que los estudiosos de la magia que todavía existen abordan el tema: son estudiosos, no practicantes.
A tal punto la razón es la que comanda las vidas de estas personas que ante la pregunta de por qué los magos actuales no practican magia uno de los personajes responde “Su pregunta presupone que los magos tenemos una especie de obligación de practicar magia, lo cual es una insensatez. No creo que a usted se le ocurra sugerir que sea tarea de los botánicos la creación de flores nuevas. Ni que los astrónomos tengan que modificar la posición de los astros en el espacio. Los magos, señor, estudian la magia que se practicaba en el pasado. ¿Por qué se habría de esperar de ellos algo más?”
Y en esa sociedad iluminista está inmerso el también iluminista y racional Sr. Norrell, un mago que, además de ser un estudioso de la magia con cientos de libros mágicos de lo más variados, es un mago practicante.
El problema es que el Sr. Norrell cree que la vieja manera de hacer magia, esa de la que lee en los tratados que inundan su biblioteca no sólo es la razón por la cual los magos ya no existen sino que además es una manera burda de practicarla.
Y es que la magia en si misma está mal vista socialmente porque parece haberse quedado sólo en las clases bajas, en los sucios leedores de fortuna que se encuentran en las ferias o en las brujas extranjeras que lanzan maleficios a cambio de unas monedas. Todo lo opuesto de la caballerosidad que ostenta el Sr. Norrell.
Atrás quedaron las grandes leyendas de la magia, incluido el gran Rey Cuervo, el mejor de todos los magos ingleses, que con sus sirvientes duendes supo tener tres reinos en distintos mundos.
Como contraparte del estudioso Norrell aparece en escena Jonathan Strange, un hacendado heredero que no puede convencer a la mujer que le quita el sueño que se case con él. Porque, como cualquier hijo de la clase alta de la época (bueno, de la actualidad también), está más preocupado por gastar el dinero de su familia que de tener una profesión. En uno de los viajes por sus campos se encuentra con un sucio borracho que dice ser practicante de magia que, en agradecimiento por salvarle la vida, le regala dos hechizos y con ellos la posibilidad de impresionar a su amada con su nueva profesión: ser mago.
Y lo mejor de todo es que Strange parece ser un practicante nato. A diferencia de Norrell, la magia parece fluir de su cuerpo sin necesidad de leer libro alguno.
Es así que desde el principio vemos que la magia en realidad no parece haberse ido del todo, sino que sólo no había verdaderos practicantes.
¿Cuál será la manera en que la magia retorne a Inglaterra? ¿La estudiosa, racional y controlada del Sr. Norrell o la emocional, salvaje y primitiva de Strange?
El escenario se nutre también de la cuestión política, convulsionada no sólo por la guerra en el continente europeo, sino también dentro de las propias fronteras de una Inglaterra en plena revolución industrial.
No puede ser más propicio, entonces, el momento ni el lugar que la escritora eligió para contar el retorno de la magia. Y si hay algo que tiene la serie es que es una muy buena traducción de la obra de Clarke, tanto que salvo por algunos detalles, a los personajes principales uno se los puede imaginar exactamente como en el libro.
Lo que hay que remarcar es que el texto de la serie, el estilo de narración que tiene, es totalmente distinto al libro. Y es que Clarke cuenta la historia como se narran los cuentos de hadas, con ese toque de Dickens que le da a la voz del narrador un aire de estar siempre educando, con ironía y hasta con cierta comicidad.
La serie, en cambio, es totalmente seria, en un registro muy distinto, pero que le da un carácter propio que es muy efectivo. La adaptación del guión es del eficaz Peter Harness (bastante conocido por el público inglés) y la dirección de Toby Haynes (un asiduo director de productos de la BBC) cumple maravillosamente el cometido de insertarnos en esta extraña, mágica y a la vez común Inglaterra.
Entre los trabajos actorales hay que destacar el de Eddie Marsan, que logra un Sr. Norrell tan perfecto que hasta la misma autora del libro se quedó maravillada al verlo cuando la invitaron al set de filmación. Las escenas que comparten Marc Warren y Ariyon Bakare son una delicia para la vista, a pesar de que la relación de sus personajes es por demás oscura.
Si bien como habrán notado no quiero adelantar nada porque es un hermoso viaje el descubrir este mundo planteado por Clarke y adaptado por Harness, vale decir que con la magia también vuelven (si es que alguna vez se fueron) los duendes, esos seres mitológicos que están tan arraigados en el inconsciente colectivo del pueblo inglés desde mucho antes que el gran Shakespeare los expusiera en su clásica “Sueño de una Noche de Verano”.
Con capítulos de 1 hora de duración la miniserie termina en el mismo punto que el libro, dejando la posibilidad de una continuación. La misma está siendo escrita por Clarke y, según adelantó, estará situada unos cuantos años después y mostrando las repercusiones de todo lo que estos dos grandes magos lograron. Porque sí, es obvio que la magia retorna, como los magos, el tema es cómo, de qué forma y qué paradigma es el que prevalece.