La ansiedad me estaba matando, querido lector. Vengo esperando con ansias este estreno desde que me cebé por triplicado al escribir un lejano 29 de agosto del 2013 aquella reseña sobre estas 3 prominentes figuras del nuevo cine de acción que comparten en casi todas sus películas esa peculiaridad capilar que tan de moda se puso, acompañada, por supuesto, por una buena masa de músculos. Y yo tenía ganas de hincarle el diente incluso antes de que esta producción quedara embutida por el morbo que, lamentablemente, arrastrará debido a la conocida desaparición física del actor Paul Walker, uno de los protagonistas de la saga. Dicho esto, en Tierra Freak no íbamos a dejar pasar la oportunidad de darle el espacio que se merece no solo al estreno del último film de la franquicia sino a la saga en su conjunto, y para eso, el mismo día del estreno levanto este artículo, quizás el más completo que vayas a leer sobre esta historia, donde te cuento como fue que una épica de fierreros fuera de ley se terminó convirtiendo en una de las sagas de acción más importantes de estos últimos años, y un referente para el resto de las producciones análogas, junto con una crítica de la séptima y última entrega, intentando como siempre spoilear lo menos posible y dándote motivos de sobra para ir al cine entregado al disfrute y el goce que estos motores afinados te van a ofrecer. Semáforo rojo que pasa a verde y… ¡largamos!
The Fast and the Furious: La Saga
A pesar de que el leitmotiv de esta saga es, fue y será el bien conocido por todos “fierro”, o sea, los autos modificados para alcanzar altísimas velocidades (y también un poco de los otros “fierros”, dado que nunca le faltan tiros a ninguna de las entregas de esta épica historia), a medida que la historia avanza, película tras película, como si se tratara de un Benvenuto del país del norte, Dominic Toretto, uno de los protagonistas de aquella ya clásica The Fast and the Furious (2001) de hace casi 15 años, en la piel del tosco Vin Diesel, no se cansa de remarcar que lo único importante en la vida es la “familia”. Y tengo que caer en el remanido tecnicismo gramatical de poner familia entre comillas porque cuando Dom habla de ella no hace referencia, necesariamente, a aquel grupo de personas que está unido a nosotros por la sangre sino a aquellos que terminan formando parte de nuestros afectos más cercanos y se terminan ganando un lugar en nuestro corazón, y son dignos de nuestra confianza y nuestra lealtad e integran ese círculo íntimo y cerrado al que solo unos pocos exclusivos tienen acceso.
Para que una saga funcione como tal es necesario que tenga alma, y se hizo evidente con el correr de las entregas de esta historia que cuando más se alejaba la misma de ese concepto de “familia” que Dom Toretto predicaba, menos alma tenía, y más aburrida y sosa se ponía. Aquella primer entrega era sin lugar a dudas una película fierrera, quizás una de las más importantes dentro de este sub-género del cine de acción, y además un exponente enorme del mismo –y la que lo volvió a poner de moda en la pantalla gigante- que con el correr de los años y con la ausencia de otras producciones que pudieran superar lo hecho en esta, se terminó ganando, por peso y por derecho propio, la etiqueta de clásica. Pero además, The Fast and the Furious (2001) es un policial que tiene una decente construcción de personajes que acompañaron a una trama que incursionaba en un sub-mundo que a muchos de nosotros nos era ajeno. Un sub-mundo estereotipado y exagerado al ridículo, pero muy atractivo visualmente, fresco y novedoso. La dirección de Rob Cohen era apenas correcta, pero tenía tomas claras de las persecuciones, y uno podía identificar sin problemas cada uno de los autos involucrados en las picadas en todo momento, y muchas de las escenas a altas velocidades cumplían con el cometido de trasladar el vértigo que se siente cuando estás encima de un auto que dobla una curva cerrada a la máxima velocidad a la que nosotros nos atreveríamos a agarrar una recta, con suerte y viento a favor.
Creo que la trama es bien conocida por todos: el oficial Brian O'Conner caracterizado por Paul Walker es enviado a una misión encubierta como parte de un operativo conjunto entre la policía de Los Ángeles y el FBI para infiltrarse y desbaratar una banda de ladrones que utilizan unos Honda Civic EJ1 modificados para robar camiones que transportan mercancía relacionada generalmente con el negocio de ellos: un taller preparado para tunear autos, por supuesto. Brian se gana la confianza del líder de la banda, Dominic, y se termina enamorando de la hermana de este, Mia, y cuando sus superiores comiencen a exigirle resultados deberá poner en una balanza la amistad que forjó con Dom y los sentimientos que tiene por Mia por un lado, y su responsabilidad como oficial por el otro. El film incluye otros personajes de los cuales destaca, por supuesto, Leticia "Letty" Ortiz, en la piel de Michelle Rodríguez, la sexy latina novia de Dom que también maneja como una versión femenina de Juan María Traverso, ¿no?
El film tiene un moderado éxito, pero sobre todo causa furor entre los fans de este deporte, y encuentra también un público cautivo muy particular que de alguna manera se siente identificado con las mujeres preciosas que desfilan por la pantalla en cada una de las picadas, con las bestias de autos tuneados que echan chispas en cada curva y con la música de artistas como DMX o R. Kelly con los que contaba la banda de sonido. Tanto es así que los productores apostaron a una secuela, prescindiendo de casi todo el casting original salvo por Paul Walker y su personaje. 2 Fast 2 Furious (2003), la secuela, es pobre en comparación con su antecesora, pero conserva intacto el espíritu fierrero de competencia urbana e incluso duplica la apuesta, haciendo las picadas más peligrosas y exageradas, y utilizando de forma más evidente el CGI para resolver ciertas situaciones técnicas imposibles de concretar con autos reales. Walker tiene esta vez un compañero, otro carismático criminal de nombre Roman Pearce personificado por el grone Tyrese Gibson que no desentona con la película y hasta tiene cierta química con el personaje de Paul pero está a años luz de tener la presencia y el carisma de Diesel. En el apartado femenino tenemos a la exuberante Eva Mendes con un papel chato y soso pero a quien carajo le importa eso cuando hay semejante mujer delante de la cámara. ¡A callar!
Teniendo en cuenta que habían gastado casi el doble que en la original pero que la recaudación fue menor, el interés por extender la saga a una 3er parte existía pero el recorte de presupuesto iba a incluir a ambos actores participantes de la predecesora. The Fast and the Furious: Tokyo Drift (2006) es un mal chiste, uno contado por Corona sobrio, ponele. Es una película que debería haber salido solo para video, y con un 2 x 1 o algo así. Es una mala idea, mal ejecutada y con pésimas actuaciones, que encima tiene muy poca acción fuera de lo que sucede con los autos, casi ninguna pelea cuerpo a cuerpo y menos tiros que un capítulo de Violetta. Las acrobacias de los autos haciendo el famoso Drift (una maniobra que consiste en hacer derrapar el auto a alta velocidad atravesándolo en relación a su dirección de movimiento) son divertidas y tienen gracia los primeros 5 minutos, luego comienzan a aburrir… y si el contenido no sustenta esa “novedad”, todo se cae a pedazos. Si este era el final de la saga, claramente nunca jamás ibas a leer una reseña de mi mano al menos escrita en este sitio, por suerte ese no fue el caso. Evidentemente durante la producción de este fiasco alguien con 2 dedos de frente se dio cuenta de dos cosas: la primera, estaban matando una franquicia que aún tenía mucho para dar, y la segunda, necesitaban con urgencia recuperar el alma que la saga había perdido, y para eso convocaron a Vin Diesel, quien aparece en un cameo al final de esta basura, y es el único que logra sacar un par de gritos en la sala de cine donde tuve la desgracia de ver esta mugre.
El replanteo de la saga se pauta desde todos los lugares, y suman al propio Diesel como productor, tomando en consideración su experiencia en esa labor en films donde también fue protagonista, como por ejemplo The Chronicles of Riddick (2004), A Man Apart (2003) o xXx (2002). Y así, tres años después, se estrena Fast & Furious (2009), con Vin Diesel nuevamente a la cabeza como protagonista, recuperando a Paul Walker y Michelle Rodriguez en sus papeles originales, así como Jordana Brewster caracterizando a Mia, la hermana de Dom y ex-novia de Brian, el personaje de Walker. Ya la escena inicial te da la pauta de que, por suerte, todo cambió para mejor: el Toretto team a pleno intenta robar un camión que va transportando acoplados con tanques de gasolina, a toda velocidad, en República Dominicana (Dom y los suyos son prófugos de la justicia yanquie, por eso se radicaron ahí), en una ruta que va bordeando un precipicio. Un delirio filmado una vez más por la muñeca de Justin Lin, el director de la desastrosa precuela que acá da cuenta que, al fin y al cabo, el desastre anterior no era enteramente culpa suya, dado que contaba con sobrada habilidad para hacerse cargo de una producción digna como esta. Las picadas y el agite fierrero siguen estando, así como las esculturales mujeres, pero de forma mucho más medida, para dar paso a una trama mucho más policial y elaborada, donde se da más espacio a persecuciones a pie, tiroteos y peleas cuerpo a cuerpo.
Fast Five (2011) y Furious 6 (2013), ambas también dirigidas por Justin Lin, son una consecuencia directa del buen trabajo realizado en Fast & Furious (2009), y muestran una evolución natural del replanteo de la saga, que a medida que avanza se va afianzando cada vez más dentro del nuevo lugar que ocupa como una épica de acción moderna con un sello personal marcado por la calidad de las escenas de acción –de todas, de las magnánimas que incluyen muchos y dispares vehículos realizando acrobacias a velocidades imposibles y evitando otros vehículos, tiros, misiles y explosiones varias, y de las pequeñas enfocadas en los combates cuerpo a cuerpo orquestados por los mejores coreógrafos que el mercado yanquie tiene- y por la caracterización de personajes que con el correr de las entregas se terminan transformando en eso que el personaje de Dom anhela: la “familia” de cada fan de la saga. La construcción de una cuidada cronología que incluye la muerte de personajes importantes, la conexión entre terroristas, narcotraficantes y demás delincuentes de una película a otra, y los viajes del team Toretto a distintas regiones del mundo que pueden incluir desde Brasil hasta Inglaterra, se transforma en la base sobre la cual los productores construyen un universo fantástico pero coherente, porque responde a sus propias reglas, las cuales fueron pautando entrega tras entrega. A medida que avanza la saga la complicidad entre el espectador y los protagonistas va aumentando, y gracias a eso las concesiones que son necesarias para poder disfrutar sin tapujos de cada film van apareciendo de forma natural. Y dentro de esas reglas particulares que plantea este universo está la posibilidad de que un “villano” en una de las películas, como lo fuera el personaje de Dwayne Johnson, Hobbs, termine siendo un aliado incondicional de los protagonistas en la siguiente, o una terrorista como la Gisele caracterizada por Gal Gadot se termine rebelando contra su jefe y se cruce al bando de Toretto. Fast Five (2011) es, sin duda alguna, la más lograda de la saga, y nos dejó momentos únicos e inolvidables de este tipo de cine como la persecución arrastrando una gigantesca caja fuerte, pero el conjunto es lo que termina haciendo fuerte la saga, como suele suceder con toda cronología bien construida.
El dilema “Walker”
El 30 de noviembre de 2013, en plena filmación de la séptima parte de la saga que hoy reseño, el actor Paul Walker fallece producto de un accidente automovilístico cuando él y el “piloto” del auto en cuestión se la ponen contra un árbol en el barrio de Valencia de la ciudad de Santa Clarita, del estado de California, en un viaje que estaban haciendo camino a un evento de caridad realizado por Reach Out Worldwide para las víctimas del tifón Haiyan en Filipinas. Una tragedia que dejaba a todo el mundo del espectáculo con la mandíbula por el suelo y que habilitaba a los más cínicos a elaborar una sarta de estúpidos chistes y comentarios que cruzaban el destino fatal de Paul con sus participaciones en la saga fierrera. Mientras parte de la comunidad twittera se valía una vez más de una tragedia para tener algo con qué llenar sus time-lines, a la Universal –productora del film- y a Vin Diesel –uno de los productores- se les llenaba el culo de preguntas. En el caso particular del 2do, lo que lo unía con Walker era un poco más que ser solo compañeros en una serie de películas de acción dado que con el paso de los años se habían transformado en amigos, y tomar la decisión de “cerrar” el film sin la presencia de Paul significaba hacer un examen de consciencia y, quizás, traspasar una línea ética cuanto menos discutible, por no mencionar la espalda que debería tener para soportar y tolerar las críticas que podrían caerle encima si seguía ese turbio camino. Sumado a esto, quedaba también el no menor tema de que efectivamente Walker los abandonó cuando tenía apenas la mitad de sus escenas filmadas, lo que significaba que, de concluir el film, deberían echar mano de muchos y muy buenos FX’s para poder “reemplazar” al actor ausente en las escenas aún no filmadas.
Luego de un sin-número de reuniones con la gente de Universal, y de común acuerdo no solo con la producción y el resto del cast sino también con los familiares de Walker, Universal y Diesel deciden retrasar el estreno de Furious 7 previsto para el primer semestre del 2014 pero concluir el dichoso film, haciendo uso de una magistral combinación de CGI más la incorporación de dos de los hermanos de Paul, Caleb y Cody Walker, como “dobles” para finalizar la película. Llevar adelante este desafío significaba, por supuesto, aumentar los costos de producción pautados inicialmente, los cuales se terminaron triplicando al finalizar la película, pero seguramente este “detalle” a Universal mucho no le debe haber jorobado dado que algún genio del marketing los debe haber convencido, esta vez probablemente con mucho acierto, de que el morbo iba a contribuir para acumular una taquilla más que jugosa en el primer fin de semana de estreno.
Furious 7 – One Last Ride
Lo mejor que tiene la saga The Fast and the Furious es que no se toman a ellos mismos en serio, y esto siempre contribuye de manera positiva al entretenimiento del espectador. Eso no quiere decir que cada entrega esté plagada de ironía y sarcasmo, nada más lejos de la realidad ficcional: lo que los personajes viven lo sufren y muchas veces tienen un costo enorme, y las proezas que realizan ya sea conduciendo vehículos o poniendo el físico para cagarse a trompadas limpias con sus oponentes lo logran porque carecen de miedo y además son realmente muy buenos en aquello en lo que se destacan… ridículamente buenos, por supuesto. Pero no por eso dejan de ser conscientes de la locura que los rodea en cada una de las entregas, de la suerte que tienen para salir de una pieza, y de la ridícula escalada ascendente de desafíos cada vez más jodidos a los que se exponen aceptando las “misiones” de las que terminan formando parte. El personaje de Tyrese Gibson, Roman, que en esta entrega se puso al hombro él solito la mochila con la cuota de humor necesaria para descontracturar los momentos de tensión, llevando su caracterización al límite de lo bufonesco, en medio de la planificación de un asalto -ganándole de mano incluso a los espectadores-, no se priva de recordar que en las entregas anteriores se enfrentaron contra un tanque y bajaron a uno de los aviones más grandes del mundo, habilitando con esto cualquier locura que se les pueda ocurrir a los guionistas y productores de ahí en adelante, e invitando al público a que siga prendido de este juego que consiste en “creer todo lo que viene, por más que lo mismo desafíe incluso a la física conocida”. A diferencia de otras franquicias, como la de Bond, aquí todos son en mayor o menor medida conscientes de la inverosimilitud del relato y del esfuerzo y las concesiones que tiene que hacer la platea para poder seguir en sintonía con lo narrado, pero cuando existe esta pequeña “complicidad” entre los personajes y los seguidores de la saga, todo resulta mucho más sencillo.
Lo que sucede con esta saga, y con muchos otros films de acción y fantasía, no va más allá de la experiencia de ir a ver una obra de Teatro, o un espectáculo de magia: el público sabe antes de entrar a la sala que está por ver una “obra” montada, que todo lo que sucede es mentira, que hay un obvio y muchas veces pobre decorado detrás de esos actores, o que en el caso de los magos no existe “magia” en absoluto, son solo trucos bien pensados, planificados y ejecutados, pero hay un acuerdo tácito entre los artistas y el público para que el show siga adelante. Si compras una entrada para ir a ver Furious 7 sabes de antemano que las leyes de la física se van a torcer un poco para aumentar la dosis de excitación, lo que importa del relato es que sea sólido en las actuaciones, que tenga una trama coherente con el universo planteado, y sobre todo que entretenga y no tenga pozos en los que el film corra el riesgo de aburrir. La clave del éxito, que parecen haber encontrado los productores de la saga, es encontrar el balance justo entre el drama y la acción, entre la tensión y la euforia, entre los culos y piernas kilométricas y las balaceras, patadas y roturas de huesos.
Dicho esto, Furious 7 cumple con creces con cualquier tipo de expectativa que podíamos tener, aunque no logra superar a aquella quinta parte, Fast Five (2011), que sigue siendo la mejor de la saga. El villano principal, Deckard Shaw, en la piel de Jason Statham, es todo lo que podíamos esperar del pelado británico favorito de quien escribe estas líneas: un jodido mala leche duro como la roca y diestro no solo en las artes marciales sino también en el manejo de armas y vehículos. No la descose piloteando pero es lo suficientemente bueno como para plantear un jaque un par de veces, y en casi todas sus apariciones se la banca el solo contra el resto del equipo, algo que solo puede ser creíble cuando tenés delante un tipo como Statham actuando, que es, por lejos, el mejor actor que puso un pie en la saga, mal que le pese a muchos. Además, de los 3 pelados de acción es el único que podía plantarse con un villano convincente, ¿no? Las pocas –casi nulas- veces que hemos visto a Diesel y Dwayne Johnson caracterizando a abyectos hijos de mil puta no nos terminaban de cerrar del todo. El que en todo caso estuvo un poco desperdiciado porque lo conozco y sé que da para más es el grone Djimon Hounsou, que acá compone un acartonado terrorista de segunda que promediando el final de la película pega el mismo grito 4 veces en distintas escenas. ¡4 veces! Mamita querida, pobre Djimon. Salvo este detalle, y el temita de que el loquito de Deckard aparece en 2 momentos donde el grupo estaba casi de incógnito, y nadie nos explica como mierda sabía la ubicación de sus enemigos, la trama de Furious 7 es bastante sólida, aunque no muy original: resulta que Deckard Shaw es uno de esos super-soldados-todo-terreno-special-ops que cierto ejército –en este caso el británico- entrena con todos los recursos que tiene disponibles para utilizarlos durante algunos años en misiones no-oficiales necesarias para mantener la paz en el mundo (?), y que en algún cambio de administración caen en la volteada y entran en la lista negra del nuevo régimen, y no les queda otra que huir y transformarse en unos fantasmas prófugos que se la pasan vagando lejos del radar de sus ex-empleadores. Cuando Owen Shaw, el hermano menor del dichoso Deckard, entra en coma producto de las terribles heridas que Toretto y los suyos le ocasionaron en Furious 6 (2013), al personaje de Statham no le queda otra que salir del anonimato y jurar venganza contra todos los que estuvieron, de una u otra forma, involucrados en el desenlace del film anterior. Y así comienza Furious 7, con una magnífica escena que nos da la pauta de la chapa infinita que Deckard Shaw tiene y nos muestra, “sutilmente”, la capacidad que tiene para destruir todo aquello que se interponga entre él y su objetivo.
El comienzo de la venganza de Shaw hace volar por los aires la casa de Dominic Toretto, poniendo en riesgo la vida de él, de su hermana, de Brian y del hijo de los dos últimos, y casi al unísono le provoca un accidente a Han, y luego lo asesina a sangre fría, dejando claras sus intenciones. Es así como Toretto y su “familia” deberán pasar de presas a cazadores si quieren acabar con esta amenaza, y para eso contarán con la ayuda del personaje del magnífico Kurt Rusell, Frank Petty, un empresario dedicado íntegramente a la industria armamentística que se la tiene jurada a Shaw, y que les va a proporcionar a los protagonistas de los recursos necesarios para llevar adelante las misiones. Uno de esos “recursos” será un poderosísimo software, hijo bobo del que ya vimos en The Dark Knight (2008) o del que vemos semana tras semana en la impresionante serie Person of Interest, que permite identificar y encontrar a cualquier persona en cualquier lugar del mundo haciendo uso de un sistema de hacking que cruza datos con todo tipo de tecnología audio-visual disponible. Este programa aún no está “activo”, y para ponerlo en marcha deberán dar con quien lo ha desarrollado, una escultural hacker de nombre Megan Ramsey (caracterizada por Nathalie Emmanuel, la “esclava” liberada que termina sirviendo a Daenerys Targaryen en la popular serie épica de HBO, Game of Thrones) que es prisionera del terrorista caracterizado por Djimon Hounsou.
¿Qué podíamos esperar de Furious 7 y qué nos terminó dando? Locaciones internacionales, preciosos autos, un sin-número de sexys mujeres, algunas picadas, alguna que otra fiesta descomunal, no menos de 3 peleas perfectamente coreografiadas mano a mano, tremendas persecuciones y un sin número de balaceras. Con todo esto cumplió, y en el caso particular de las peleas lo hizo con creces, y debo decir que fue uno de los aspectos más cuidados de la producción. Se veía venir que iba a ser así teniendo en cuenta las “estrellas invitadas” que convocaron para esta entrega: por un lado, la bellísima Ronda Rousey, judoka retirada y actual campeona mundial femenina de MMA (Mixed Martial Arts, o sea: artes marciales mixtas), la cual cuenta entre sus hazañas con el hecho de haber sido la primera mujer estadounidense en ganar una medalla olímpica en judo, en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, y por el otro con uno de los últimos fenómenos asiáticos de este género –el cine de acción-, nada más y nada menos que el extraordinario Tony Jaa, artista marcial y coreógrafo Tailandés, protagonista de Tom yum goong [The Protector (2005)] y Ong-Bak: Muay Thai Warrior (2003). ¡¿Cómo?! ¡¿Qué no viste aún la 1er Ong-Bak?! No, amigo, deje de leer inmediatamente este texto y póngase a buscar esa fundamental película de artes marciales que todo amante del género tiene que ver, por favor.
Además, teniendo en cuenta la presencia de Vin Diesel, Dwayne Johnson y Jason Statham en pantalla, por primera vez los tres juntos, lo mínimo, lo mínimo que esperábamos era que se rompieran la cabeza entre ellos, por supuesto. Nadie conoce más a su público que Diesel, y por supuesto que supo como conectar la trama para que tuviéramos, también, estos esperados encuentros. Muchos temíamos por la incursión de James Wan como director, un tipo al que vemos muy apegado a los géneros de terror y suspenso, sobre todo teniendo en cuenta el impecable trabajo que había realizado Justin Lin levantando la saga en las últimas tres entregas, pero lo cierto es que el bueno de Wan no solo no decepciona sino que incluso por momentos sorprende: quizás su fuerte no sean las persecuciones y sin duda alguna no puedo recuperar ninguna de las muchas que hay en esta última entrega como algo a destacar dentro de la saga en general, pero en el apartado de las peleas supo elegir coreógrafos inteligentes que armaron muy buenos “mano a mano”, y tanto él como el director de fotografía se lucieron con algunas tomas realmente excepcionales y muy potentes, que dejan muy bien parado a los actores y, en conjunto, terminan brindando un espectáculo inolvidable.
Para ir cerrando, hay dos cosas más que, quien escribe, agradece para con quienes escribieron el guión y produjeron esta cinta: teniendo en cuenta el destino final de Walker en la vida real, y aún a sabiendas del leitmotiv de la saga, se podía esperar que, para no herir sensibilidades, los “accidentes” con autos corriendo a grandes velocidades y los descomunales choques entre vehículos podían llegar a ser minimizados… no solo no ocurrió nada de esto sino que hasta me arriesgaría a decir que pusieron especial énfasis en reventar autos y demás vehículos de las formas más variadas, e incluso filmaron un terrible choque frontal que si la memoria no me falla es la primera vez que muestran de forma tan cruda. Lo otro que agradezco es que no hayan recurrido a los golpes bajos con el personaje de Walker de forma tosca y gratuita durante el recorrido del film. Es cierto que hay una especie de “despedida” del personaje, que puede ser leída con un evidente sub-texto como un homenaje y un “adiós” al actor, pero incluso eso es coherente con la trama y está graduado en su punto justo.
Dicho esto, ¿es Furious 7 entonces, el final de la saga? Puede que sí, puede que no. El final es terminante, y de lo que se ve en pantalla no hay vuelta atrás. Quizás sea el final de esta saga, pero no necesariamente de la franquicia. Ya una vez The Fast and the Furious intentó remarla sin alguno de sus protagonistas y los resultados fueron magros, pero pasó más de una década de ese momento y los productores finalmente entendieron cómo tenían que narrar estas historias para sumar algo nuevo y excitante entrega tras entrega, aunque más no sea en el casting. Probablemente este sea el último capítulo de la saga de Los Toretto pero eso no significa que no podamos tener un nuevo, joven y carismático outlaw de las picadas urbanas, con ansias de bajarse un camión de caudales en la ruta sin sacar el pie del acelerador.