Finalmente sucedió. Llegó por fin ese preciado día en el que tendría que meterme toda completa una columna mía en el orto. Por supuesto, me estoy refiriendo a aquella que levanté el 29 de enero de este año, en la cual me atrevía a poner en jaque la calidad de absolutamente todas las series televisivas live-action inspiradas en personajes super-heroicos. Pero, en honor a la verdad, tenía la firme sospecha de que iba a hacerlo, e incluso cuando la escribía muy dentro mío guardaba un dejo de esperanza del advenimiento de este día, mismo que estaba a la vuelta de la esquina. El motivo por el cual ya no puedo enunciar el postulado de aquella columna es el último estreno de la cadena Netflix, que se dio el viernes pasado, que lleva como título Daredevil, y tiene como protagonista al personaje homónimo de Marvel Comics creado por Stan Lee y Bill Everett en abril de 1964. Siguiendo las pautas que anuncié la semana pasada en la entrada que le dediqué a la serie Agent Carter, hoy en Tierra Freak voy a abordar esta serie en su totalidad, esforzándome por convencerte de que la veas –si es que aún no lo hiciste- e intentando, una vez más, no cagarte la experiencia con demasiados spoilers.
“Marvel Knights” en la pantalla chica
Daredevil es la primer serie que se produce y estrena de un acuerdo entre Marvel Studios y Netflix para explotar la parte más oscura, cruda y terrenal del gigantesco universo de esta editorial, un contrato que incluye también el estreno de Marvel's A.K.A. Jessica Jones previsto para el segundo semestre de este año, y al cual le seguirán los estrenos de Luke Cage e Iron Fist, ambos presumiblemente pautados para el año que viene. Finalmente, este acuerdo incluye una mini-serie que llevará como título tentativo Defenders, y que a priori incluiría, como mínimo, a todos los personajes protagonistas del conjunto de series antes estrenadas dentro de este contrato. Si esta estrategia les suena de algún lado, bueno… es prácticamente la misma que Marvel Studios aplicó para presentar a sus vanagloriados Avengers hace ya casi una década en el cine, por supuesto. La diferencia radica en que si ya algunos de los Avengers les resultaban bastante desconocidos al público masivo (Hulk y el Capi eran los únicos que contaban con producciones cinematográficas y series live-action previas a esta movida), exceptuando el caso del propio Matt Murdock que tuvo su film en el 2003, el resto de estos personajes, fuera del fandom, no los caza nadie.
Dicho esto, esta movida que sorprendió a propios y extraños tiene una enorme reminiscencia con la creación del imprint Marvel Knights a finales de la década del ’90 por parte de Marvel Comics, un sub-sello editorial que presentaba historias de corte más maduro y que agrupaba una serie de personajes y grupos con problemáticas de corte social y mucho más acotadas en su contexto. La serie Daredevil de Netflix se nos presenta de la misma forma: Charlie Cox encarna a Matt Murdock, el protagonista de la serie, un abogado ciego que convenció a su amigo Foggy Nelson (en la piel de Elden Henson), también abogado, de abandonar una importantísima firma legal para abrirse caminos por sí solos, alquilando una paupérrima oficina en el corazón de Hell’s Kitchen, un barrio carenciado con una enorme diversidad étnica y un altísimo índice de inseguridad que está situado a un costado de Manhattan, en el corazón de New York. La ética con la que Matt pretende llevar adelante su oficio no les va a facilitar las cosas a él y a su socio, pero lo que su co-equiper desconoce es que aquellas situaciones que nuestro protagonista no puede resolver desde su oficina aplicando sus conocimientos en leyes, las encarará a la noche, vestido completamente de negro y utilizando sus sentidos aumentados producto del accidente con químicos que de muy pequeño lo privó de la vista, sumado a habilidades físicas como la utilización de artes marciales para imponer su particular punto de vista en la delincuencia beligerante que circunscribe este barrio. Como esta serie forma parte del universo expandido de Marvel (popularmente conocido como Universo Cinematográfico de Marvel, Marvel Cinematic Universe en su original inglés, que solemos abreviar a sus siglas, M.C.U.), el barrio en el que se va a desarrollar la trama de la serie, Hell’s Kitchen, también ha sido afectado por el ataque de los Chitauri a New York visto en los últimos 50 minutos del film The Avengers (2012), así que una de las experiencias que vamos a vivir con el show de Netflix es la de ser testigos de las consecuencias que trajo dicho ataque a las zonas más carenciadas de la ciudad, y cómo resulta imposible para héroes de la talla de Iron Man o Thor poder hacerse cargo de generar una respuesta o brindar una solución práctica a las problemáticas que se generaron producto de los combates en los que ellos estuvieron involucrados. Es verdad: los Avengers salvaron a New York, y potencialmente al mundo, pero… ¿quién tomó ventaja del desastre que provocaron y quién se aprovechó del mismo? Y sobre todo, ¿quién va a accionar a favor de los desprotegidos para poner un límite a la delincuencia?
Magistralmente marginal
No voy a caretearla más, amigo lector: Daredevil, la serie de Netflix, es todo lo que el fan soñó para una adaptación live-action de este personaje, para su entorno, sus personajes secundarios y su contexto, y es lo más cerca que Marvel estuvo, y probablemente estará, de transcribir casi textualmente el concepto y la forma de una de sus franquicias del papel al video. Y si sigo con las comparaciones, la Daredevil de Netflix es una aproximación aún más ajustada y acertada que la que hizo Nolan con Batman, y me arriesgaría a decir que, exceptuando quizás por la Superman (1978) de Richard Donner (que para asegurar con certeza que tan fiel fue al personaje en ese momento me faltaría profundizar en la lectura de los comics del Kryptoniano de finales del ’60 y principios del ‘70), nunca en la historia del cine y la televisión fuimos testigos de una adaptación tan fiel de un personaje super-heroico hasta el estreno de esta serie. La distancia que hay entre la primer versión live-action de este personaje, la nefasta Daredevil (2003) protagonizada por Ben Affleck y esta serie de Netflix encabezada por Charlie Cox es aún mayor que la que existe entre la lejana Captain
America (1990) de Albert Pyun y la reciente Captain America: The First Avenger (2011) de Joe Johnston. Desde que terminé de ver la totalidad de los 13 episodios que componen esta primer –y por el momento única, ya que no existe anuncio o rumor alguno que nos esperance con una continuidad del show post-Defenders- temporada y me puse a analizarla en frío, una de las aristas que tomé para abordar una crítica constructiva fue preguntarme qué es lo que yo habría cambiado, o habría realizado de forma distinta, para mejorar aún más no solo la calidad de la serie sino también el acercamiento al material original que inspira la misma. Mi respuesta fue contundente y determinante: nada. No hay nada que se me ocurra que uno, como productor o director, e incluso como guionista, podría hacer de forma distinta que mejore lo que este equipo ha logrado, teniendo en cuenta el medio al que fue llevada la franquicia y sus limitaciones. Y cuando hablo de “limitaciones” no me refiero a que Daredevil/Netflix carezca de algún elemento relevante relacionado con el personaje o su entorno culpa del presupuesto con el que los realizadores contaban (cerca de 200 millones de verdes) sino más bien del target que consumirá masivamente este show: nunca hay que perder de vista que estos productos no están pensados exclusivamente para un nicho de sub-normales ultra-fans acérrimos del personaje como yo y quizás, como vos, querido lector, sino todo lo contrario, buscan contar con la aceptación unánime del público y la crítica, y para eso tienen que adecuar la narrativa al televidente promedio. Y así y todo, Daredevil/Netflix está plagada de detalles que solo pueden ser percibidos y disfrutados por el eximio conocedor del personaje en papel o por el ávido y despierto fan del M.C.U., cuando no por ambos.
De todos modos, es evidente que este show es la consecuencia natural de un crecimiento casi exponencial de la calidad de los productos que Marvel Studios ha ido presentando desde que se plantearon generar un universo común a todas aquellas franquicias que aún podían explotar, de la mano de una maduración del medio –de ambos medios, el cine y la televisión- a la hora de producir entretenimiento masivo de calidad. Y si bien Daredevil/Netflix es un show por momentos turbio, violento, crudo y visceral, mucho más cerca del thriller conspiracional Captain America: The Winter Soldier (2014) que del relato épico-fantástico en tono de comedia de Guardians of the Galaxy (2014), se puede leer también en él un “método Marvel” para la confección de historias que forma parte del sello indiscutido del M.C.U., pero lo más importante de todo esto es que esta producción echa por tierra el estúpido e infundado mito virtual esparcido por los infelices de siempre que dictaba que la adquisición del multimedio Disney de la editorial Marvel Comics afectaría de forma negativa las producciones en curso y futuras inspiradas en franquicias de esta empresa.
Blind Justice
Visto a la distancia, y con las cartas ya sobre la mesa, y sobre todo sin tener en cuenta lo que precede a Daredevil/Netflix, este show televisivo tenía todo el potencial para terminar siendo lo que es. El material original en el cual los realizadores podían inspirarse para escribir un guión adaptado contiene grandes sagas que se terminaron transformando en clásicos indiscutidos de la editorial y del medio, y se cuentan con los dedos de una mano los personajes de Marvel Comics que tengan la profundidad psicológica y los matices que fluctúan en la personalidad de Matt Murdock. Lo único que este personaje y su micro-universo necesitaban para tener la misma llegada al público masivo que sus mejores sagas comiqueras tuvieron en los lectores era el espacio suficiente para poder desarrollar un arco argumental en el que se incluyeran todos los elementos que hicieron grande a Daredevil, de forma medida y en el contexto apropiado. Si a esto lo acompañaban, además, con un casting excepcional que contenga al menos una “figurita difícil” (un actor de renombre que el inconsciente colectivo tenga asociado a producciones cinematográficas, como por ejemplo Vincent D'Onofrio) que ayude a mover y promover el producto, con una producción que no desatienda los detalles y que tenga la infraestructura y la espalda suficiente como para abordar cualquier desafío técnico, y con un enfoque maduro y fresco que se concentre en conseguir un producto policial mala leche y jodido a la altura de las mejores producciones de género del momento, el resultado final no podía ser otro que el que tenemos hoy a nuestra disposición. El bonus track que eleva esta propuesta al Olimpo de las series super-heroicas está dado por las infinitas conexiones que el show tiene con el M.C.U., por un cuidado y pulido trabajo en el apartado del sonido –algo importantísimo teniendo en cuenta que el protagonista es ciego- que incluye además una banda de sonido con piezas que van desde partituras clásicas como el preludio de la Suite Nº 1 para violoncello de Johann Sebastian Bach hasta canciones modernas de pop and rock como "Only for You" de los Heartless Basterds, “Brown Sugar” de los Rolling Stones o “Many Rivers to Cross” de Jimmy Cliff -todas y cada una totalmente integradas con la trama, por supuesto-, por una dirección de cada episodio envidiable acompañada de una edición admirable, fresca y balanceada, y por coreografías de pelea impactantes, demoledoras y repletas de una fuerza y una verosimilitud pocas veces vista en este tipo de series, de donde la comunidad entera destaca la que cierra el segundo episodio, "Cut Man", una enorme escena de acción inspirada en la magnífica cinta The Raid: Redemption (2011) y filmada en una sola toma que encierra un nivel de complejidad técnica para llevarla adelante gigantesco, y que se terminó transformando, según palabras del showrunner de la serie, Steven S. DeKnight, en la secuencia más compleja de resolver de toda la producción.
Pero por supuesto, nada de toda esta parafernalia técnica, de actores y dobles de riesgo podría lograr un producto de la calidad de Daredevil/Netflix si no fuera por la columna vertebral del mismo: un prolijo y ajustado guión que se sostiene sobre un arco argumental desarrollado en 13 episodios pero que también le confiere a cada capítulo su propia identidad, desde distintos ángulos y con variados recursos. La totalidad de los 13 episodios responden a la estructura básica de “prólogo-desarrollo-clímax-desenlace-epílogo” y al menos 9 de ellos destacan un sub-plot propio que otorga entidad al capítulo, una encomienda que muchas veces está disparada por la inclusión de un personaje secundario relevante, dado que los únicos que forman parte íntegra de la totalidad de las 13 partes desde el inicio hasta la conclusión son Matt, Foggy y Karen Page, caracterizada esta última por la exótica Deborah Ann Woll [True Blood]. Dicho esto, cabe destacar entonces la labor de Drew Goddard y del resto del equipo de guionistas a la hora de desarrollar las tramas y los diálogos, pero también del espléndido casting que estuvo a la altura del desafío y supo cómo ganarse el corazón de la tribuna con sudor y sangre, mucha sangre.
Los matices del universo de Daredevil y del personaje homónimo nos adentrarán en problemáticas que van a exaltar nuestros sentidos y poner en jaque nuestros principios, sobre todo cuando seamos conscientes de que tanto héroe como villano tienen el mismo objetivo: hacer de Hell's Kitchen en particular y de New York en general un mejor lugar para vivir, con la notable diferencia de que uno pretende hundir la metrópolis en un pozo del infierno y reconstruir la misma desde las cenizas para lograr su cometido. Todo aquello que en algún momento tomemos como seguro en este show será puesto en jaque: la oportuna alianza entre Wilson Fisk, la mafia rusa y las conexiones asiáticas para llevar adelante la manufactura, distribución y venta de ciertas drogas, la atracción de Foggy por Karen, la amistad entre Matt y Foggy, la insana relación entre nuestro protagonista y Claire Temple (deliciosamente personificada por una imposible-que-sea-mas-sexy Rosario Dawson), la satisfactoria sociedad entre Fisk y Leland Owlsley… los distintos fragmentos que conectan a cada uno de los personajes con la trama central sufrirán modificaciones a lo largo del show, y en muchos casos provocarán la inesperada y fatal caída y/o desaparición física de los mismos, pero aún cuando no les espere a todos un destino tan drástico, ninguno va a concluir este camino de pie y en una sola pieza. Si podemos recuperar un único concepto a modo de moraleja de la serie, el mismo sería que “todo acto tiene su consecuencia, pero no todos tienen los huevos –u ovarios- para poder soportar las mismas, ni las herramientas para lidiar con la culpa que esto les genera”. Seh, un poco rebuscado, lo admito, pero se acerca bastante a las conclusiones a las que llegamos cuando damos por finalizada la magnífica experiencia que significa degustar estos 13 episodios que Netflix ah puesto a nuestro alcance.
Cómo nunca, estoy más que tentado de abrir el juego para spoilear sabrosos detalles de la trama, sobre todo aquellos que conectan la serie con el resto del M.C.U. o que recuperan deliciosos guiños del comic, pero hago uso de toda mi fuerza de voluntad para contenerme y cerrar este artículo apegado a la premisa inicial, invitándolos a que le den una oportunidad a Daredevil/Netflix, y comprometiéndolos a que regresen a leerme la semana que viene, donde los estaré esperando con una mega-reseña sobre la actualidad de la cronología del M.C.U. y un párrafo dedicado a una rápida crítica para con el film Avengers: Age of Ultron (2015), todo eso junto en un mismo día, aquí, en Tierra Freak.