lunes, 18 de febrero de 2013

Robin Wood, ¿de verdad te llamás así? - La Payada de Kid Koala.

Cuando era niño, allá cuando los 80s se iban en una hiperinflada nube carapintada con patillas que tomaba la merienda con dibujos de Mazinger Z y Robotech, tuve mi primer contacto con la historieta. Batman y los Outsiders 1. Editorial Perfil. 8.000 australes por los que tuve que ponerme a llorar para que mi tia pagara en el kiosko y habilitarme ESO, para lo que no tenía ningún parámetro de deseo porque jamás había leído una historieta y apenas sabía quién era la mitad de los personajes que aparecían en la tapa. Tremendo chasco cuando leí la revista y la Liga sólo aparecía un par de viñetas.





Así despertó un placer por la lectura que me acompañará toda la vida. Desde entonces he leído prácticamente todo lo que se encontraba en los kioscos y tenía dibujitos. Patoruzú, Patoruzito, Isidoro Cañones, Condorito, Don Nicola, Lupin, las de Disney, Perfil, Vid, Simbolo, Ivrea, las Tortugas Ninja, las decenas de números #1 de Muñoz en sus múltiples malencarnaciones editoriales, Animal Urbano, Cazador, el Mitofauno, Cibersix... Incluso Voltacto! La aberrante creación de Sanyu me hizo hurgar el fondo de los bolsillos de mis pantalones de niño. DOS veces. Ay de mi alma!

Lo que nunca me llamó la atención fue Columba.

¿Por qué? Supongo que tenía el cerebro lavado para responder al género superheroico... Quizás eso explique que haya sido uno de los diez que tiene una Voltacto en su casa y pasara un bien tiempo en leer El Eternauta, por ejemplo. Pero no era esto lo que pensé cuando tenía 10 años, creo. Haciendo un esfuerzo, creo que lo que me espantaba de las legendarias publicaciones de Columba era principalmente el color. Entre eso, el papel berreta y los personajes que no conocía jamás compré una Nippur Magnum o D’artagnan. Así, me perdí el agrado de conocer la obra de Robin Wood.

La historia de Wood es harto conocida para el lector iniciado. Lo más importante es que Robin Wood es su nombre real. Nació en 1944 en una colonia australiana ubicada en Paraguay y fue un ávido lector desde muy pequeño. La dura vida, los viajes y la lectura voraz fueron su educación. Ya establecido en Buenos Aires se esmeró, con nulos resultados, en estudiar dibujo y fue en la escuela Panamericana de Arte que conoció a Lucho Olivera; a instancias de él escribió un par de guiones que reflejaban la afición de ambos por la sumeriología, nacía Nippur de Lagash. Fueron esos guiones los que Robin vió publicados en un kiosco de diarios, por casualidad,  se presentó en las oficinas de editorial Columba y fue contratado de inmediato.

Nippur de Lagash, Dago, Savarese, Mi Novia y Yo, Mark, Ibañez, Aquí la Legión, Gilgamesh, Or-Grund, Pepe Sánchez, Dennis Martin, Jackaroe, Dax y muchísimos más surgieron de la creativa testa del escritor que ha visto su obra publicarse en países de todo el mundo, Brasil; Alemania; Francia; Turquia; España; Italia; México y todo el conosur de nuestro continente.

En nuestro país, una vez caído el gigante de la palomita allá por el apocalíptico 2001,  la vasta producción de Wood, que siguió publicando en europa, quedó inédita para el público argentino. Por mucho tiempo, leer material suyo era posible solo al encontrar en casa de saldos maesos primeros números que intentaron recopilar varias de sus series, en un último manotazo de ahogado; o rastrear en Mercado Libre los deseados bodoques de tapa negra o naranja. A la espera de encontrarlos a un precio por el que no haya que vender tu ojo y empezar a usar parche a lo Nippur (actualmente, el precio de tapa blue ronda los 350 pesos).

Esta situación se fue revirtiendo de a poco. Primero, las ediciones de Doeyo que recopilaban material de Nippur de los setentas, con dibujos de Ricardo Villagrán: los libros de Adiós a Tebas y Teseo; el de la biblioteca Clarin de historieta con episodios escogidos del mismo personaje y el de Merlín, con arte de Quique Alcatena, de editorial Thalos. Ya crecidito, apalabrado y enterado de que este material era bueno le entré. Y caí para siempre en el mundo Wood.

El año pasado hubo varios bombazos que sacudieron las aguas: el anuncio de ECC españa de una recopilación seria de lo mejor de su obra, la Biblioteca Robin Wood. Hasta el momento, han editado material de Nippur de Lagash (desde el primer episodio con Lucho Oliveras), Dago (también desde el principio, junto a Alberto Salinas), Dax (Rubén Marchionne) y Dracula (Alberto Salinas). Libros que ya han llegado a las comiquerias locales y son de lectura imprescindible. La otra gran noticia fue el anuncio de Comic.ar de una colección de doce libros de Dago, abarcando las historias más importantes de los años inéditos del renegado en Argentina.

¿Qué pasa en las historietas de Robin Wood? En lo que respecta al género de aventuras histórico, que maneja de diez y es lo que está llegando aquí, de todo. Mucho y rápido. Los hombres se curten. Viajan, erran, son llevados y se dejan llevar. Se ponen de frente a las riendas del destino o hunden sus rodillas frente a él. Las mujeres se enamoran con la misma facilidad que en las novelas de Suar. La gente se mata por honor, gloria, amor, rencor o monedas; las amistades se estrechan con facilidad y se arrebatan violentamente. En cuestión de viñetas o páginas pueden pasar días, semanas o meses, la historia avanza; y la lección básica, para Nippur o Dago es la humildad. El esclavo la aprende relativamente rápido; al errante le cuesta un ojo. Amigos, amantes, reyes, villanos, ilustres conocidos de la historia del mundo, todos pasan, y los memorables, si no mueren, vuelven en algún momento. Estos sujetos crecen con el lector y hay una continuidad y evolución muy jodida de ver en otro lugar.

Hablamos de personajes con más de treinta años de publicación, siempre escritos por la misma persona y llevados a revolver el mundo por una infinidad de locaciones. Un multiverso al que, después de muchos años, volvemos a tener la posibilidad de explorar buenamente, de a muchas páginas por vez. Hay agua en marte. Hay vida en el trabajo de Robin Wood.
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