Números, ¿no? Es imposible huir de ellos. Gobiernan nuestras vidas, las estructuran, les dan un contexto, les proveen límites, carencias y beneficios. ¿Quién de nosotros, además, no siente un placer culposo al proponerse metas relacionadas con ellos, y disfruta de alcanzarlas e incluso superarlas? Aquí en nuestro país por ejemplo, los números nos indican que el comic publicado por Ovni Press, The Walking Dead, la genial cruzada anti-zombie de Robert Kirkman y Tony Moore (luego reemplazado por Charlie Adlard), es el primer comic-book yanquie en superar los 50 números consecutivos, rompiendo así el record anterior impuesto por los 49 números que editorial Perfil llegó a publicar de las licencias de D.C. Comics que estaba manejando a mediados de los ’90. Y hace apenas unas semanas, el otro éxito de Kirkman, Invincible, llegó a los 100 números consecutivos en su país de origen, lo que nos da pie para introducirlos en el mundo de este maravilloso comic, sin spoilear ningún detalle fundamental de la trama y revisando con vista crítica el recorrido realizado por el temperamental y violento Mark Grayson.
El puto amo
No necesito explayarme en la biografía y las características como guionista de nuestro amigo Robertito Kirkman para dar contexto a un artículo sobre Invincible dado que el éxito que ha tenido la serie de AMC que adapta las aventuras del oficial de policía Rick Grimes y sus amigos de ocasión ha sido lo suficientemente grande como para que todo lector habitual de este sitio sepa quién está detrás de esta idea. Sumado a eso, dentro de Tierra Freak tenemos una muy completa reseña sobre este joven guionista escrita por el polaco Bienko, misma que funciona como antesala de esta entrada.
Dicho esto, Invincible está en su mejor momento. Posta. No, en serio, lo está. No estoy citando una frase hecha para llenar espacio y sustentar un punto de vista. La maduración que conlleva una década de publicación casi ininterrumpida (si bien había tenido apariciones previas con pequeños cameos, el #1 de Invincible salió a la venta en enero del 2003, así que, además de llegar al #100, este año se festeja una década de la primera aparición del personaje) está dando sus frutos en estos meses, y la revelación a la que asistimos en las últimas viñetas del mencionado número #100 es un ejemplo de esto. Mark Grayson comenzó siendo un adolescente promedio yanquie cursando los últimos meses de su secundaria y preparándose para el ingreso a la facultad y hoy es un hombre que fue atravesado tantas veces por el dolor y el sufrimiento físico y emocional que ya hemos perdido la cuenta, ha soportado pérdidas y ha asistido a demasiados funerales, y no conforme con eso en estos diez años salvó al mundo más veces de los protagónicos en cine que tuvo Nic Cage en el mismo tiempo. Conoció el amor y la traición en partes iguales, depositó su confianza todas las veces que el sentido común se lo permitió y tuvo que soportar que la misma fuera vulnerada casi a la par, viajó a planetas ajenos a nuestro sistema solar para solucionar problemas que terminaron definiendo el destino de algunas civilizaciones, libró batallas que se terminaron transformando en guerras que devastaron continentes, muchas veces concluyendo las mismas justo a tiempo para poder cenar con su madre (?). Nadie en su sano juicio puede pensar que el día de hoy estamos leyendo al mismo Mark virgen, inexperto y lleno de dudas que nos sorprendió en esa 1er saga denominada Family Matters.
Pecados de Padre
¿Cómo adentrarnos en un análisis del camino recorrido por Invincible sin revelar detalles de la trama? Es la pregunta que me hice al iniciar la reseña.
¿Porqué impera esta necesidad de no spoilear? Porque la trama en Invincible lo es todo: es la columna vertebral y la esencia. Un aspecto a denotar en la serie a lo largo del tiempo es que si el personaje de Kirkman es el Superman de este universo (por el poder que ostenta y por la percepción que tienen del mismo las personas que habitan este cosmos), sus actos y consecuencias están en la vereda opuesta. Mientras que en el universo tradicional de D.C. el Status Quo del mismo prácticamente nunca se vio afectado por la existencia de un Kryptoniano con capacidades extraordinarias en 70 años de historia, el planeta tierra desde el cual Robertito nos narra las aventuras de Invincible se ve continuamente afectado por la existencia de un ser al cual la etiqueta que mejor le cabe es la de un Dios. Cada batalla de proporciones épicas que Mark tiene que librar con un ser casi tan poderoso y extraordinario como él en este planeta termina modificando la geografía del mismo, y la gran mayoría de las veces tiene consecuencias nefastas. Si Supes cuenta con la magnífica habilidad de poder golpear a sus oponentes hacia edificios abandonados o en construcción, Invincible y sus enemigos atraviesan una torre de oficinas en hora pico mientras se desfiguran la cara a patadas con el fatídico resultado de la pérdida de centenares de vidas inocentes. A nadie le debería ser ajena aquella gran escena de una de las entregas de Austin Powers donde tomábamos consciencia de que cada villano al servicio del Dr. Evil tenía una familia o amigos que esperaban su regreso, mismo que a veces se veía truncado por al deceso de dicho malhechor. El mismo concepto es desarrollado y explotado con menos gracia y más profundidad en las páginas de este magnífico comic de Image, y el protagonista no es ajeno a esto: pasan los años, se multiplican las batallas a la par de los daños colaterales y Mark no se permite gozar de su rol de mesías salvador… la carga de consciencia nunca lo deja tranquilo.
Pero la verosimilitud del contexto que rodea a las vivencias de Mark no es el único valor agregado que Invincible tiene, por supuesto. Y si bien las tragedias están a la orden del día, conserva intacto ese espíritu de comic super-heróico clásico que tenía en sus 1ros números donde predomina el equilibrio entre el drama, la acción y el humor. El estigma Dragonballezco que acusan algunos números de la serie en los últimos 3 años no desmerece en lo más mínimo la labor de Kirkman y su equipo, y dichos ejemplares no hacen más que subir los niveles de adrenalina generalmente preparándonos para una resolución inesperada y con terribles consecuencias. La capacidad de sorprender de Robertito, siempre de la mano de la coherencia y el sentido común, homenajeando de forma sutil, fresca y original a personajes, historias y sagas inmortales de la industria del comic book yanquie es otro bonus con el que siempre podemos contar en las páginas de Invincible. Y por supuesto es menester mencionar el plato principal de Kirkman que siempre se sirve caliente y del cual Bienko en su reseña ha hecho eco: las relaciones entre los personajes y las formas y modos en las que expresan sus sentimientos, un sello que aún con mediocres showrunners se deja ver inclusive en la serie televisiva que adapta el exitoso comic de Zombies del mismo autor.
Hay equipo
Si algo destaca a Kirkman es el buen tino que tiene –tuvo- para poder encontrar un reemplazo a un artista que abandona uno de sus títulos cabeceras con otro que ocupe ese espacio y no se permita vivir a la sombra del anterior. Lo logró en TWD con la llegada de Charle Adlard tras la pronta partida del genial Tony Moore al punto tal que hoy ya nadie imagina esta ongoing en manos de otro dibujante. Y en Invincible tuvo que suplir a Cory Walker que luego de 7 números abandona los lápices principales del título y se queda solo realizando portadas durante unos meses más. La solución a ese dilema fue la llegada de Ryan Ottley, un dibujante amateur que tenía muy poca experiencia y al cual Kirkman identifica por un comic online que cae en sus manos (o mejor dicho en su monitor) y desde el cual detecta un potencial aún no explotado con una estética similar a la de Walker. Una vez más, luego de más de 90 números al frente del título, claramente la intuición de Robertito para con las facultades latentes pero sin desarrollo de Ottley fueron acertadas, y hoy por hoy nos es imposible concebir Invincible sin sus trazos. Sumado a eso, la partida abrupta y casi sin aviso de Walker del título estuvo a punto de poner la continuidad del mismo en jaque, y de hecho este movimiento provocó que durante unos meses los números se discontinuaran, algo que enerva y altera a la maza de lectores yanquies (con justa razón) y siempre tiene consecuencias negativas para la serie. Pero está claro que el peso de la calidad del producto que comenzó a emerger gracias a la temprana comunión entre Kirkman y el novato Ottley era más fuerte que los prejuicios del lector promedio, porque en menos de un año Invincible había recuperado aquellos números de ventas excepcionales que tuvo en sus comienzos.
El Futuro