viernes, 24 de abril de 2020

Roar (1981): La película más peligrosa de la Historia del Cine - La Columna de Logan


Ahora que medio planeta está absolutamente fascinado por la historia que nos narró el reciente documental de Netflix Tiger King (2020), que incluso llevó a la cadena de streaming a aprovechar el acuartelamiento mandatorio mundial y ofrecerle a Joel McHale (protagonista de Community, Sitcom que fue puesta on-line en la plataforma a principios de abril e hizo un ruido tal que ya se está hablando de una película) realizar un 8º capítulo que funcione como epílogo del documental y consista en una rápida entrevista a muchos de los ex-colaboradores del infame y destronado Joe Exotic utilizando las bondades del streaming, es menester de este sitio traer a colación una verdadera maravilla del cine, una de esas producciones inclasificables que carga con una historia épica por detrás y que cautiva a cualquiera que la comience a ver, sobre todo si el espectador cuenta con un montón de los datos que voy a acercarles en esta reseña. Me estoy refiriendo a Roar (1981), la fastuosa y ambiciosa producción de Noel Marshall, guionista, productor, director y protagonista de esta ¿tragedia?, que junto a su ex-mujer y protagonista Tippi Hedren, su hijastra (una muy joven y bella Melanie Griffith), y dos de sus hijos, John y Jerry, nos presentaron la película más peligrosa de la historia del cine. Y esto no es humo. La producción se llevó adelante con más de 123 leones, tigres, panteras, jaguares, leopardos y pumas conviviendo y habitando, entre otros lugares, un rancho que fue construido expresamente para este film, y los actores y el equipo de producción tuvieron que "convivir" durante meses/años con estos animales salvajes que no estaban entrenados para tal fin y tampoco estaban drogados o dopados. El resultado más impactante: casi 70 personas sufrieron lesiones de todo tipo, incluidos el mismísimo Noel y toda su familia. Solo por tirar un ejemplo: a Melanie Griffith un león le arañó la cara y le tuvieron que clavar 50 puntos y una cirugía reconstructiva en el rostro para dejársela "normal". Bienvenidos al insano y fascinante mundo de Roar, donde filmar una película es el equivalente a encerrarte en una jaula con 5 leones hambrientos.


Todo empieza en Mozambique


Toda historia tiene un comienzo, y el punto inicial de ésta lo podemos establecer claramente en el año 1969, momento en el cual Noel Marshall y su mujer en ese entonces, Tippi Hedren, se encontraban filmando en África. Cabe aclarar que el tal Noel no era para nada un desconocido en el ambiente del cine, y en unos años se transformaría en uno de los productores ejecutivos de The Exorcist (1973). Tippi Hedren tampoco era una completa unknow ya que venía de caracterizar a Melanie Daniels en el clásico del maestro Alfred Hitchcock, The Birds (1963).
Aclarado esto, en un tour bastante peculiar por Mozambique, la pareja se encontró con una casa abandonada en medio de la selva con la peculiaridad de que la misma estaba habitada por 30 leones que convivían en completa armonía, según palabras de ambos. Los guías del Tour les comunicaron a los asombrados turistas que esto sucedía porque los leones buscaban un refugio tranquilo donde poder descansar, dado que en ese momento la caza furtiva sobre esta raza de animales estaba en uno de sus picos más altos. Esa imagen tan poderosa los dejó a ambos perplejos, y a sabiendas de las complicaciones que estaban teniendo los enormes gatos para salir de la línea de extinción debido a la caza indiscriminada de los mismos, Marshall y Hedren decidieron que ellos tenían una gran oportunidad de poder hacer "algo" para generar consciencia en el resto del mundo acerca del daño que se les hace a estos animales cuando se los captura y traslada de su habitad natural para vivir en cautiverio o se los caza por sus pieles. Esa imagen y esa idea fue la semilla que dio origen a Roar (1981), sin más, y todos podemos coincidir en que las intenciones, hasta acá, son válidas, y hasta ahora prima el sentido común.

Es la última vez que leerán algo con sentido común referente a esta historia, amigos.

De nuevo en California, donde Noel tenía su enorme rancho, la pareja debatió la idea con el resto de la familia (tres hijos varones de una pareja previa de Noel y Melanie, de una previa de Tippi) y a todos les pareció un plan muy genial: filmar una película en una enorme casa completamente habitada por estos felinos salvajes, y mostrar la convivencia pacífica entre leones, tigres y humanos. Comenzaron a recorrer reservas de animales en su tiempo libre y a asesorarte con expertos en leones y nadie les aseguró que un proyecto así era posible; de hecho, todo lo contrario: todo el mundo coincidía en que filmar una película con una cantidad tan grande de animales salvaje era demencial y muy peligroso. Y desde el vamos, el proyecto se tendría que realizar en U.S.A. porque conseguir esa cantidad de animales "domesticados" en África también era imposible. Sin embargo, ante la insistencia de los Marshalls y la negativa a abandonar el proyecto, algunos expertos sugirieron que quizás si se conseguían algunos leones de muy cachorros y los comenzaban a criar con toda la familia, existía una posibilidad de poder llevar esto adelante sin que nadie resultara herido.


Poco a poco, los Marshalls comenzaron a darle forma al proyecto y estimaron que necesitarían cerca de U$S 3 millones para llevarlo adelante. Comenzaron a incorporar a la familia leones y tigres cachorros, y algunos no tan cachorros, y en poco tiempo juntaron 30 animales, y durante mucho tiempo el guion original incluía esa cantidad de felinos. Noel se inspiró en las rutinas de slapstick de Mack Sennett y decidió incorporar una mezcla de comedia, drama y momentos de "terror absoluto" en los encuentros entre humanos y animales, con un mensaje subyacente de la necesidad de preservación de la fauna africana. El guion se desarrolló con cambios frecuentes pero siempre permitiendo la inclusión de acciones espontáneas por parte de los animales, como por ejemplo jugar con el bote de la familia o andar en skate, y esto llevó a algunos de los leones a ser acreditados como escritores (?)

Debido a la ilegalidad de la adquisición de animales salvajes que estaban llevando adelante tuvieron que mudarse a las afueras de la ciudad, y aprovechando esta movida construyeron una casa de dos pisos acondicionada para que pudiera soportar el peso de 50 leones adultos, casi 10.000 kg, y esta edificación la levantaron con personal no sindicalizado, supuestamente para no romper ninguna norma del sindicato y también porque les salía más barato. La casa tenía el diseño arquitectónico de las edificaciones de Tanzania, y se acondicionaron los alrededores para transmitir características similares a las de África mediante la plantación de miles de álamos y arbustos varios traídos exclusivamente de Mozambique, además de la creación de un lago artificial. Se acordonó un área de 190 metros cuadrados con vallas de 4,3 metros de alto para retener a los enormes felinos, y se levantaron varios edificios cerca de la casa principal que funcionaban como laboratorios de edición, pero además se armó un hospital para los animales en caso de algún accidente, el cual estaba acondicionado incluso para Elefantes, un establo para los paquidermos y freezers con capacidad para contener 4.500 kg de carne para los felinos.


Hablemos un poco de los animales y la producción. Con el tiempo la familia acumularía 71 leones, 26 tigres, un tigón (animal que sale de la cruza de un tigre macho y una hembra león, algo que hoy por hoy está requetecontra remil prohibido), 9 panteras negras, 10 pumas, 2 jaguares, 4 leopardos, 2 elefantes, 6 cisnes negros, 4 gansos canadienses, 4 grullas, 2 pavos reales, 7 flamencos y una cigüeña marabú. De todos modos este vendría a ser el número final de animales con los que contaron pero no necesariamente el que los acompañó durante toda la producción, máxime teniendo en cuenta que la misma desde la concepción de la idea hasta el estreno de la película duró 11 años, ¿no? Pero la pre-producción efectiva se puso en marcha en 1973, y ya bien al comienzo los números se les comenzaron a ir al re carajo, y licuaron los U$S 3 millones que habían conseguido en muy pocos meses con apenas unos minutos filmados que no servían para nada. Los Marshalls vendieron sus 4 casas, quemaron todas las ganancias obtenidas por The Exorcist (1973) y la productora de ellos se declaró en quiebra, razón por la cual toda la familia sacrificó prácticamente la totalidad de sus bienes para financiar esta locura, y cada uno de ellos cumplía, además, con un montón de labores extras, ninguna de ellas acreditada, por supuesto.

La fotografía principal comenzó en octubre de 1976 y les tomaría 5 años completar la misma, cuando el calendario original dictaba solo 6 meses. El costo inicial, que como ya lo mencioné era de U$S 3 millones terminó siendo de U$S 17 millones. 17 millones para una película Indie y amateur de 1981. Tengan en cuenta que, por tirar un par de ejemplos de presupuesto de la misma época, The Godfather (1972) costó U$S 6 millones, Jaws (1975) costó U$S 9 millones, Alien (1979) entre U$S 8 y 11 millones y Star Wars: Episode IV – A New Hope (1977) unos U$S 11 millones, ¿no? Y recaudó unos U$S 2 millones en total, en todo el mundo. Tranqui 120.

¡¡¡Comienza la Aventura!!!

La idea de Noel era filmar la película de modo que pareciera un documental ficcionado, ya que aún cuando la misma tenía un guion debían dejar espacio para la improvisación de los animales. Para esto, ubicó a un viejo amigo, Jan de Bont, para que lo acompañase como director de fotografía. Jan de Bont será también conocido por idéntica labor en películas como Die Hard (1988), Black Rain (1989), The Hunt for Red October (1990) y Basic Instinct (1992), y también será el director responsable de la genial Speed (1994). Otra anécdota por la cual de Bont será inmortalizado es porque durante la filmación de Roar (1981) un león le clavó un zarpazo y le levantó parte del cuero cabelludo, lo cual significó que lo tuvieran que derivar a terapia intensiva y le clavaran 220 puntos. Igual el pibe mucho drama no se hizo porque a la semana estaba de nuevo reunido con el equipo de producción trabajando en este genial proyecto. Lo peor de todo es que Jan la sacó barata: uno de los leones mordió al asistente de dirección Doron Kauper en la garganta y la mandíbula e intentó arrancarse una de las orejas, y en el mismo ataque recibió lesiones en el cuero cabelludo, el pecho y el muslo, y tuvo que ser ingresado en el Hospital General de Palmdale, donde lo sometieron a cuatro horas y media de cirugía. Aunque el ataque fue reportado como casi mortal, una enfermera le dijo a un reportero del Santa Cruz Sentinel que las lesiones de Kauper eran agudas, repentinas y traumáticas pero que estaba consciente y en buenas condiciones después de la cirugía.

Después de presenciar los ataques hacia Kauper veinte miembros del equipo de producción abandonaron el set de filmación corriendo y presentaron su renuncia inmediata. 20. Es casi un récord en la historia del cine yanquie. Prácticamente la totalidad de los miembros de la producción que estuvieron detrás de este proyecto durante años recibieron en algún punto algún tipo de herida por parte de los animales, y hay motivos que dicta el sentido común para que esto haya sucedido. La idea original consistía en confraternizar con un acotado grupo de enormes felinos, de hecho la convivencia de la familia Marshall con los leones formó parte de la estrategia inicial de producción para llevar adelante esta encomienda, pero lo que ni Noel ni su familia pudieron anticipar es que estos tigres, leones, panteras y jaguares con los que dormían, comían y jugaban antes del comienzo del rodaje no estaban preparados para soportar una filmación. Tan sencillo como eso. Las actividades a las que eran sometidos los animales los desconcertaban, y también se asustaban por los gritos, las luces artificiales, las cámaras y los integrantes de la producción detrás de escena. Y de hecho el desconcierto de las bestias era tal que la familia Marshall misma también fue víctima de reiterados "accidentes" con los animales. Como ya adelanté al comienzo de la reseña una leona atrapó con sus garras la cabeza de Melanie Griffith y le terminó provocando una herida en el rostro que requirió 50 puntos y una cirugía de reconstrucción facial, y estuvo a punto de perder un ojo. John Marshall, uno de sus hermanastros e hijo de Noel, recibió una mordedura de uno de los leones que le saltó en la cabeza y le abrió una herida que requirió 56 puntos de sutura. Su hermano, Jerry, fue mordido por otro león en el muslo y estuvo internado un mes por envenenamiento de sangre. La madre de ambos, Tippi Hedren, visitó repetidas veces los Hospitales de la zona, en distintos momentos de la filmación. En 1973 durante una sesión de fotos promocional un león le mordió la cabeza y sus dientes le rasparon el cráneo. Fue derivada al Hospital Sherman Oaks y además de tratarle las heridas le aplicaron una vacuna contra el tétanos. ¡Y ni siquiera habían comenzado a filmar! Un tiempo después, ya durante la filmación, Tippi fue ingresada en el Antelope Valley Hospital después de que Tembo, un elefante de cinco toneladas de peso, la recogió y le fracturó el tobillo con la trompa cuando se la sacaba de su espalda, y todo el accidente quedó documentado por las cámaras y forma parte del corte final de la película. Sin embargo, Hedren declaró que Tembo había estado tratando de evitar que se cayera y que no tenía la culpa. Además de la fractura del tobillo tuvo flebitis, una mano fracturada y abrasiones en la pierna. No conforme con eso, Tippi recibió un arañazo en el brazo por parte de un leopardo y una mordida en el pecho, gentileza de un puma.


Igual, como muchos podrán imaginar, en esta producción privó el patriarcado, y nadie superó en heridas a Noel. Al comienzo de la filmación fue mordido en la mano cuando interactuó con leones machos durante una escena de pelea, y los médicos inicialmente temían que pudiera perder su brazo. Para cuando llegó el momento en el que volvería a sufrir ocho heridas punzantes en la pierna causadas por un león que sentía curiosidad por su maquillaje anti-reflectante, Marshall ya había sido mordido unas 11 veces. En el Hospital ya casi le habían puesto su nombre a la sala de emergencias. Fue hospitalizado y tuvo que estar reposando durante varios meses cuando se lesionó la cara y el pecho, y más de una vez se le diagnosticó envenenamiento de la sangre. También fue diagnosticado con gangrena después de ser atacado múltiples veces y se sabe que tardó varios años en recuperarse completamente de sus heridas.

El número oficial de heridas y accidentes con los animales reportados es 48, sin embargo John Marshall asegura que fueron más de 100. Su madre, de todos modos, la cual participó de varias entrevistas e incluso escribió un libro con sus memorias (The Cats of Shambala - 1985), relatando particularmente la experiencia de haber filmado Roar (1981), asegura que las heridas particularmente graves fueron solo 7, el resto eran estupideces en una uña o un dedo gordo (?)
Claramente esta mujer pretende dejar atrás una etapa horrible de su vida utilizando la negación como mecanismo de preservación de su sanidad mental, máxime teniendo en cuenta que fue testigo en 1er plano de como una leona casi le arranca la cara a su hija. Sin embargo, décadas después de publicado su libro, en una entrevista declaró: "No sé cómo sobrevivimos, nuestro plan de rodar la película en pocos meses se convirtió en un rodaje de cinco años. Estábamos peleando cara a cara con esos animales grandes y peligrosos. No deberían ser considerados como mascotas. Son depredadores, eslabones importantes de la cadena alimenticia".


Melanie se negó repetidas veces a hacer declaraciones sobre la experiencia de filmar esta película, sin embargo su hermanastro John Marshall no tuvo pruritos en describir esta experiencia sin rodeos: "Empezó como una idea divertida que se tornó peligrosa, nosotros convivimos con animales que no estaban acostumbrados a vernos actuar en peligro, que nos respetaban, entonces cuando nos escucharon gritar repentinamente se mostraron confundidos y empezaron a aterrarnos". Cuando se le pregunta sobre los recuerdos que le dejó haber participado en el film de su padre, responde: "Que podría haberme muerto mil veces y que nuestro padre fue un verdadero imbécil por hacerle eso a toda la familia", sintetizando así la irresponsabilidad con la que el líder del clan abordó uno de los proyectos más desastrosos, descabellados e irrepetibles de la historia del cine.

La experiencia de ver Roar
 

En el 2015 la película tuvo un re-estreno, y para promocionar la misma, haciendo uso del morbo de lo que fue la producción de la misma, se utilizó una frase promocional que sentenciaba que "Ningún animal fue lastimado en esta película, pero 70 personas del equipo sí". Una vez más, el marketing se aleja un poco de la realidad.

Partamos de la base de que algunos de los grandes felinos estaban plagados de enfermedades que se transmitían por el aire, y como resultado de esto 14 leones y tigres fallecieron por no ser atendidos a tiempo. No conforme con esto, las tuberías y espacios nivelados del Aliso Canyon que lindaba con los terrenos donde se ubicaba el Rancho de los Marshalls se inundaron de agua y estallaron el 9 de febrero de 1978, después de una noche de fuertes lluvias. A los vecinos no les quedó otra que apuntar hacia la propiedad de los Marshalls para redirigir el agua de las vías del ferrocarril del Pacífico Sur y liberar el paso. La propiedad fue arrasada por una inundación de 3.metros de la cual cuatro miembros del equipo de sonido tuvieron que ser rescatados. Noel Marshall, que había salido del hospital a pesar de que tenía que someterse a una cirugía de rodilla, ayudó a rescatar a muchos de los animales, y así y todo 15 leones y tigres escaparon del conjunto después de que las cercas y las jaulas se derrumbaran. El Sheriff y la policía local mataron a 3 leones, incluido Robbie, el león principal, que fue reemplazado por otro león, Zuru, cuando se reanudó la filmación. Como resultado de la inundación, la producción se detuvo durante un año para permitir que el área circundante se recupere, y tomó ocho meses reconstruir el Rancho y los edificios circundantes, sumado al hecho de que se tuvieron que comprar 700 árboles de reemplazo. Después de que la mayoría de los problemas resultantes de la inundación se resolvieron, en septiembre estallaron doce incendios forestales en un área de Acton, California, aunque por suerte esta vez los animales permanecieron ilesos.

Todo esto en su conjunto, mirado con la perspectiva que permite la distancia y el tiempo, explica el porqué de los costos excesivos de producción, pero también nos permite entender el contexto que rodeó a la producción y lo difícil que sería de poder venderla. De hecho, el film en su momento no pudo ser estrenado en U.S.A. debido a la infinidad de irregularidades con las que contó durante la producción de la misma, y los países donde más fuerte se apostó fueron Alemania y Japón.

La película tiene casi una ausencia de guion, un pésimo sonido y discutibles actuaciones, y sin embargo es un circo de terror y asombro que te deja atónito y es imposible pausarla o retirar la vista de la misma. No estaría exagerando si asegurara que pocas veces estuve tan asombrado ante una producción cinematográfica como la 1ra vez que consumí Roar (1981). Si la idea era presentar una cinta que nos permitiera reflexionar acerca del proteccionismo hacia los animales salvajes y la posibilidad de una convivencia pacífica entre estos depredadores naturales y el hombre entonces desde el apartado de la escritura del guion no se entiende el porqué la familia ficcional que lleva adelante la trama (los Marshalls mismos caracterizando una sátira de sus vidas en ese momento) se la pasa huyendo de leones y tigres. Tampoco queda muy claro algunos momentos que esconden una violencia innecesaria por parte de animales que, en general, los reconocemos como criaturas solemnes y tranquilas. ¡Hay un Elefante que destruye un bote y revolotea a una mujer con su trompa! ¡Otro de los Elefantes corre detrás de una moto, aparentemente para derribar la misma! ¡Jamás en mi vida vi Elefantes reales tan encabronados!

El mensaje que se quiere dar es complicado y está repleto de cortocircuitos, y los pobres intentos por enderezar ese curso de acción no terminan de clarificar algunos conceptos. Noel, que caracteriza al protagonista del film, Hank, está gran parte de la película acompañado por Mativo (caracterizado por Kyalo Mativo, un oriundo de África que años después se radicó en U.S.A.), y la relación entre ambos no hace más que complicar ese mensaje. Mativo, aún cuando supuestamente es nativo de Tanzania (lugar donde se ubica la "reserva natural" de Hank), parece desconocer todo el tiempo mitos y leyendas relacionadas con leones y tigres, y se muestra temeroso de la cercanía de las bestias. Supongo que en la búsqueda de esos pocos momentos de comedia esa desbalanceada relación de poder entre ambos juega a favor, pero a la distancia uno solo puede percibir como un hombre blanco extranjero soberbio y altanero alecciona a un nativo sobre cuestiones que tienen que ver con su cultura y encima lo arrastra a vivir un montón de situaciones tortuosas y repletas de peligro en pos de argumentar una posición que nunca queda clara ya que apenas comienza el film Hank recibe una herida en una de sus manos por parte de uno de los leones. Sumado a eso, los dos tigres que acompañan a la pareja gran parte del film se encargaron de hundir un bote y con su peso descompusieron el único auto que pudieron conseguir. Todo ese discurso de paz y amor se cae a pedazos cuando se evidencia de forma fáctica la letalidad de estos animales y la destrucción de la que son capaces.


Ninguna de esas congruencias entre la trama y el mensaje nos privan de asistir a un espectáculo único e irrepetible. Ver como varios humanos intercambian corridas, gritos y abrazos con centenares de enormes leones genera en uno un montón de sentimientos encontrados que son muy difíciles de explicar. La tensión de cada escena está sostenida por el conocimiento previo de que todos los animales que vemos en pantalla son reales, y cada toma parece estar filmada al límite de lo imposible. Si a eso le sumamos el factor morbo de saber que muchos de los accidentes con los animales quedaron en el corte final, la experiencia del visionado de Roar es una excitación constante desde que comienza hasta que termina la película. Y así y todo la producción cuenta con decenas de escenas que no pueden más de lo tiernas que son, entre las cuales está una con un cachorro de león intentando usar un skate, u otro cachorro dentro de la casa que prácticamente parece mantener una charla con Noel. Un punto a favor por parte de la producción es que si bien muchos de los accidentes quedaron filmados y forman parte del film, son muy pocas las escenas que al menos yo calificaría de "gore". El film podrá tener un apartado técnico que bien podría ser considerado un completo desastre pero hay una intención manifiesta por parte de los realizadores de no hacer demasiado hincapié en la peligrosidad que conlleva el convivir con animales salvajes. Se ven algunas heridas en humanos y en algunos casos la cantidad de sangre es mucha (¡y en todos los casos es real!), pero en ningún momento se pone el foco en ese tema.

Roar es definitivamente una pieza de culto que ninguno de ustedes se puede privar de consumir, porque no existe otra película que se le acerque y jamás van a volver a ver algo con estas características, donde unos actores parecen rehenes a los cuales se les obliga a participar a punta de pistola. Es una película que no tiene comparación, y a lo sumo se la puede ubicar en el mismo universo que producciones como Mondo Cane (1962), la incómoda y perturbadora producción de Paolo Cavara, Franco Prosperi y Gualtiero Jacopetti. Es algo único en su tipo que requirió de un montón de esfuerzo para poder ser filmada y arrastró a toda una familia al suicido económico, y años después del estreno al divorcio de la pareja que llevó adelante esta locura demencial. Nos volvemos a leer la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.


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