Ese universo inagotable de actores y realizadores que es la persona de Judd Apatow concibió al inclasificable artista que lleva por nombre Jonah Hill, ese gordito de cara extraña que uno no sabe bien si tomárselo en serio o fajarlo un poco para que se eduque, una persona que evidentemente cuenta con más recursos de los que uno supondría porque, por ejemplo, logró convencer a Emma Stone de tomar distancia unos meses del cine para involucrarse en esa disruptiva serie de T.V. de nombre Maniac que funcionó como una especie de denuncia encubierta del curro de las farmacéuticas. Un tipo que no le huye a trabajar codo a codo con luminarias como Brad Pitt y Leonardo DiCaprio definitivamente es una persona para tener en cuenta a futuro, y en la reseña de hoy espero dejar mi parte para convencerlos de que sería una buena idea este fin de semana próximo huirle un poco a los tanques Hollywoodenses y apostar fuerte por uno de los estrenos del día de hoy: Mid90s (2018), la ópera prima como director de Hill.
La melancolía de Stevie
La autenticidad en el relato es la pata más fuerte en la que se sostiene tanto el guion como la dirección de nuestro querido realizador, pero también la dirección de actores, una característica que se replica en directores que comenzaron siendo, efectivamente, actores. Y sin embargo, por encima de este hecho absolutamente relevante, de todos modos lo primero que nos llama la atención de Mid90s (2018) es lo pequeña que es. Tan pequeña que dura apenas 85 minutos y fue filmada en 16 mm con un aspect ratio de 1.33 : 1, eso quiere decir, en criollo, que la imagen se ve cuadrada. Incluso me arriesgaría a decir que le aplicaron alguna corrección de color no para mejorar luces y tonos sino todo lo contrario, para imprimirle un aire de "película de VHS" filmada a mediados de los '90 con la cámara analógica que nos regaló un Tío en nuestro último cumpleaños.
El drama se desarrolla en algún verano de esa añorada década grunge, en el cual nuestro protagonista, Stevie, un niño de unos 13 años que es constantemente agredido físicamente por su hermano mayor, conocerá una pandilla de skaters conformada por otros niños (mayores que él) que se la pasan hablando boludeces, chupando, jugando video-juegos y pelotudeando con sus skates en lugares públicos prohibidos para tal actividad, mismos que, aún con una diferencia de edad notable, aceptaran e incorporarán al novato sin demasiados miramientos, y lo sumarán a un sinfín de experiencias, la mayoría de ellas con un enorme potencial para que todo termine en una tragedia. Pero en tanto y en cuanto nadie muera, la amistad prevalecerá. Fin.
Aquí podría termina mi reseña y sería una apreciación certera y muy afilada de la trama del film. Lamentablemente estoy seguro con estas pocas líneas nadie quedó realmente convencido de que esta película valga el precio de una entrada de cine. Vamos a agregarle entonces un poco más de condimento.
Hay tetas. Femeninas.
Mentira, no las hay. Bueno, quizás sí, en todo casi si las hay y yo lo revelo aquí, entraría en la categoría de un spoiler. Los dejo con la incertidumbre, entonces...
Créanme cuando les digo que Mid90s (2018) es una película entrañable. Probablemente en algunos años ustedes y yo nos vamos a olvidar que existe, salvo que la volvamos a cruzar por el cable en un zapping furioso (¿existe eso aún, alguien todavía lo hace?), pero eso no le quita lo encantadora que es. Es una de esas historias que no necesita de un guion exquisitamente depurado, analizado una y otra vez por un comité de productores y guionistas, aprobado por un Focus Group y plagado de referencias culturales pop y easter eggs, no, es una aventura cargada de un drama visceral que nos atravesó a todos los que alguna vez fuimos jóvenes en esa década y con esa edad. A través de la mirada y la experiencia de Stevie nos podremos reconocer cada uno de nosotros, sintiéndonos un sapo de otro pozo, cargando sobre nuestros hombros con la imperiosa necesidad de huir de nuestros hogares y nuestras familias para encontrar consuelo y diversión con personas con gustos afines a los nuestros, todos los días de nuestras vidas.
Y no porque nuestro hogar sea un infierno (que en el caso de Stevie por momentos lo es, sobre todo cuando su hermano lo faja, repetidas veces) sino porque la "vida", bien entendida, está afuera, en la calle. Porque las experiencias mas reveladoras que nos van a comenzar a definir como personas las vamos a encontrar lejos del cordón umbilical, porque necesitamos ser parte del ruido, del descontrol, necesitamos la sorpresa, la aventura de no saber como va a terminar el día. Necesitamos desafiarnos a nosotros mismos, correr nuestros límites, exponernos, probar, quemarnos. Y sobrevivir a todo eso, en lo posible en una pieza.
Y sin embargo...
...Jonah Hill no se conforma solamente con eso. Lo fugaz de la aventura que nos narra no le impide recuperar un poco de la nostalgia de una época pre-internet y celulares, donde la palabra era Ley y el dueño de la razón era el que ganaba en convicciones. Esa mixtura del despertar hormonal lidiando con dramas domésticos se disfruta a pleno gracias a la picardía de unos diálogos sencillos pero ingeniosos, salidos de la boca de un puñado de personajes muy carismáticos, cada uno de ellos con características bien definidas y sentimientos a flor de piel. Stevie está completamente desorientado porque su familia falló en otorgarle un sentido de pertenencia, y la camaradería de sus nuevos y únicos amigos le ofrece un escape a una realidad que, si bien se torna por momentos difícil, terminará entendiendo que de todos modos no es tan jodida. Hill logra huir a varios clichés del género, y cuando experimenten la película entenderán el porqué.
¿Mid90s (2018) vendría a ser entonces la Lady Bird (2017) de Greta Gerwig, pero en versión masculina? ¡Por Dios no! ¡¿Que clase de persona de porquería creen que soy si les recomendara algo así?!
Para separar la paja del trigo, la música incidental acá corre por cuenta de Trent Reznor y Atticus Ross, ¿no? Un sello distintivo que incluso tiene un Oscar para chapear, por si hiciera falta. Y luego, un Kiss from a Rose de Seal por aquí, un Where did You sleep Last Night? de Nirvana por allá, un Dedicated to the One I Love por The Mamas and the Papas por acullá... el salpicadito de temas seleccionados tiene un criterio coherente con la década y el ambiente circundante en esa L.A. cuasi-decadente que agoniza el fin de siglo sin saberlo. Y Katherine Waterston en el papel de la madre de Stevie, entregando una caracterización tan ambivalente que la querés abrazar muy fuerte.
Y si bien todos los amigos de Stevie están muy bien, las palmas, señores/as, se las lleva Sunny Suljic, la revelación y cara detrás del protagonista, un actor con una sonrisa hipnótica y una naturalidad y espontaneidad en su performance que da miedo y preocupa. Sí, preocupa, porque cuando ves actuar tan bien a un niño tan pequeño lo primero que pensás es "por favor que el entorno de este pibe no lo haga mierda".
No les voy a mentir, Mid90s (2018) no es una joya ni va a ser candidateada al Oscar ni mucho menos, pero te deja plasmado con su sencillez, y es muy efectiva en lo que quiere transmitir. Decime vos, querido lector, cuantas películas por mes encontrás que te den algo así... en el cine.
Nos leemos muy pronto, nuevamente por este genial sitio denominado Tierra Freak.