Finalmente, en la última edición del festival Dibujados, pude hacerme con una copia de una historieta a la que tengo ganas desde hace un tiempo y con la cual me sucedió algo muy poco habitual dentro del medio: desde muchos lugares muy distintos (sitios de reseñas o podcasts) la elogiaron un montón, y en solo cuestión de semanas pasé de no saber una goma sobre la misma a necesitarla para seguir respirando. Por supuesto que tampoco era un salto al vacío o mucho menos, el guión de la misma está firmado por Diego Agrimbau, quién junto a Santullo y Mantella forman parte de lo que yo considero la tríada de escritores latinoamericanos más interesantes de la última década y media en lo que se refiere a este medio.
Como ya habrán podido anticipar por el título de la reseña, el día de hoy voy a reseñar ¿Quién mató a Rexton?, un hermoso libro editado por Hotel de las Ideas que, si la memoria no me falla, tuvo su presentación oficial en la última Crack Bang Boom, con un guión firmado por el ya mencionado Agrimbau, quién, como si su solo nombre fuera poco, está acompañado en el arte por luminarias como Patricio Delpeche, Gabriel Ippóliti, Fernando Nicolás Baldó, Dante Ginevra, Pietro y Gato Fernández, y además cuenta con el diseño y la maquetación de Juan Damián Correa, quién también se encargó del diseño de la portada, con colaboración de Diego Rey.
Crimen en la Editorial Marconi
Sé que lo que voy a plantear acá rompe un poco con el esquema tradicional a la hora de reseñar un libro como este, pero la realidad es que ¿Quién mató a Rexton? es cualquier cosa menos una historia tradicional y costumbrista, aún cuando transpira la mejor novela negra por sus poros. Para desarrollar su historia, Diego hace uso de una herramienta muy interesante, la cual me llamó la atención casi desde el comienzo de la misma, y viene de la mano con algunas cuestiones que se vienen planteando en el medio hace años. En ese universo ficcional en el cual existe la Editorial Marconi para la cual trabaja la potencial víctima de este libro, el guionista Víctor Rexton, la historieta es un medio muy relevante a nivel cultural, y ocupa, quizás, el lugar que hoy tiene la televisión ficcional consumida de forma indiscriminada por distintos soportes. Los guionistas de historietas se me figuran como los showrunners actuales, responsables máximos de que cada serie termine siendo un éxito descomunal o un estrepitoso fracaso que ni siquiera logra culminar su 1er temporada, y los dibujantes son… pues, los actores, aquellas personas que llevan adelante la construcción de los personajes protagonistas desde la caracterización de los mismos en carne y hueso.
Y para alguien como yo que lee mucha historieta diariamente de forma casi indiscriminada, tanto en papel como en formato digital, este universo que plantea Agrimbau se me figura muy amigable y cercano, aún cuando no podría estar más alejado de la realidad, al menos en términos de popularidad. ¿Guionistas y dibujantes invitados a programas de televisión, generando chismes malintencionados sobre otros colegas como si fueran vedetongas a las 3 de la tarde en Intrusos? Y sin embargo, cuando tenés la cabeza tan quemada con el medio al punto tal de escuchar casi todos los días un Podcast relacionado con el mismo, o ver a algún youtuber reseñar un evento, una mini-serie o un libro análogo a ¿Quién mató a Rexton?, sumado a que casi la mitad de tus contactos en Facebook son efectivamente guionistas, dibujantes o editores de historieta, y probablemente los conozcas, aunque más no sea por un tímido saludo, en persona, a todos… bueno, definitivamente ese mundo “ficcional” que armó el escritor, para mí y para muchos es el mundo “real”. Hubo una época en la cual la radio y la televisión eran los medios más importantes de divulgación y entretenimiento, pero hoy internet cambió las reglas de todo, y podes consumir televisión ficcional sin necesidad de comerte agotadores espacios publicitarios, y podes escuchar “radio” enfocada y focalizada en una temática determinada, y cuando tu interés es la historieta, por encima de otros temas, solo tenés que armarte de ganas e ir elaborando tu propia grilla audiovisual que orbita alrededor del medio, y ya.
Dicho esto, resulta que el dueño y editor de esta editorial ficcional, Eugenio Marconi, cita al eximio dibujante y documentalista Katmus para ofrecerle un trabajo excepcional: que arme una antología en formato de historieta en la cual pueda elucubrar una teoría sólida acerca de la desaparición física de Víctor Rexton, guionista estrella de la editorial que lleva muerto un tiempo, un caso al que policía le puso un cierre bajo la dudosa carátula de suicidio. Dicha antología deberá estar desarrollada tanto en guión como en dibujo por seis dibujantes ex-colaboradores de Rexton, potenciales sospechosos de su deceso si es que fue un homicidio, entre los cuales se cuenta el mismísimo Katmus, por supuesto. Este dibujante tendrá, entonces, un papel muy relevante en el desarrollo de la trama, ya que de alguna forma es el personaje con el cual todos tienen que interactuar para presentar su punto de vista acerca de la relación que tenían con la víctima.
Prácticamente todos los sospechosos tienen motivos válidos para cargar con esa etiqueta, pero a su vez eso tiene sentido solo porque Rexton está efectivamente muerto, por supuesto, de otro modo al lector jamás se le ocurriría pensar que por un intercambio fuerte de palabras o un descuido infiel una persona podría reaccionar quitando la vida a un ser humano… o al menos eso es lo que comencé a penar al comienzo, luego reflexioné en los tiempos en los que vivimos y lo cierto es que peores cosas han ocurrido por motivos mucho más estúpidos, así que el famoso suspension of disbelief que tenemos que tener acá es bastante bajo. Y de todos modos, una de las cuestiones más interesantes que nos plantea Agrimbau en esta obra es jugar un poco con la meta-ficción, teniendo en cuenta que cada dibujante “real” encarna, desde su arte, a un artista “ficcional”, y tenemos que entender que Diego es, en algún punto, un potencial Víctor Rexton.
Metatextualidad en comunión con antología
Y esto también me resulta muy interesante porque me gusta creer que en algún punto el guionista está ejerciendo una autocrítica no solo hacia su persona y su carrera sino también hacia la figura del escritor de historieta en sí, sobre todo de aquel que tuvo o tiene el reconocimiento de la crítica y el medio porque muchas de sus obras son exitosas. Pero como antes que una bajada de línea esto es una aventura policial, el escritor tampoco se toma tan en serio este apartado, deja entrever sutiles palos aquí y allá, pero el entorno de “superestrellas consumadas” que construye alrededor de casi todos los involucrados, con sus enormes mansiones y la explotación de las franquicias de los exitosos personajes que le reportan también un dividendo por las regalías permite tomar bastante distancia de la realidad. Ahí está, sin embargo, un editor sin demasiados escrúpulos que lee lo que está bueno pero edita lo que tiene potencial para vender, un guionista que se apropia de un personaje creado por un dibujante prácticamente sin darle reconocimiento público y otorgándole un risible porcentaje de ganancias de la explotación comercial del mismo o un artista obsesionado con encontrar su propia voz, todos casos muy reconocibles de nuestra realidad que se multiplican en absolutamente todos los países que tienen una historia rica con este medio.
La metatextualidad, entonces, juega un papel importante pero al final del día no es lo único relevante para el disfrute de la obra, es apenas un detalle más que suma mucho y condimenta muy bien el resto del plato. Lo que hace interesante el caso es la preciosa combinación de mixturas, todas enfocadas en un solo objetivo: narrarnos algunos momentos fundamentales de la vida de Rexton para entender los motivos de su muerte. Y la magia que encierra ¿Quién mató a Rexton? reside en la fluidez del relato planteado por Diego, aún cuando tienen que convivir estilos tan disímiles como los de Pietro y Gato Fernández. Esta historia con sus características particulares en cualquier otro caso estaba destinada al fracaso, pero acá funciona. Funciona porque todos jugaron en equipo, y eso se nota en cada uno de los capítulos. El diseño de personajes, por ejemplo. Queda muy claro a medida que avanza la obra que, amén del estilo que le imprime cada autor, el diseño fue pautado de antemano con los seis artistas sin excepción, aún cuando no necesariamente cada relato esté circunscripto en el mismo tiempo. No quiero ni llegar a imaginar el dolor de cabeza que habrá sido para todos los involucrados poder cerrar este libro prestando atención a esos detalles, y la cantidad de veces que alguno de los dibujantes habrá tenido que rehacer alguna página porque cierto detalle de cierto personaje no se condice con el tiempo narrado.
La portada original de ¿Quién mató a Rexton? está dibujada por Delpeche y juega con un azul monocromático, pero aquellos que adquirieron la pre-venta pudieron acceder, además, a una hermosa sobre cubierta monocromo roja con la misma ilustración pero con los créditos “ficcionales”, tanto de los dibujantes sospechosos como de la Editorial Marconi, un hermoso detalle por parte de Hotel de las Ideas que termine de cerrar el link metatextual ya que, al fin y al cabo, este libro es efectivamente una antología organizada y compilada por Katmus (Pato Delpeche), de principio a fin, en la cual colaboraron el “traidor” Igor Borisov (Gabriel Ippóliti), el “mentor” Pelayes (Fernando Nicolás Baldó), el “amigo” Sergio Mango (Dante Ginevra), el excéntrico Talifax (Pietro) y la amante devenida en dibujante Carolina Deliza (Gato Fernández).
La realidad es que me quedo corto, cortísimo con las cosas que he contado de esta obra, porque los detalles que encierra cada capítulo son realmente preciosos, tanto por los homenajes como por el tipo de historieta que están referenciando, pero no quiero arruinarle la experiencia de ir sorprendiéndose con cada nueva participación a ningún lector del sitio, aunque tampoco quiero cerrar esta reseña sin recomendar fervientemente que adquieran un ejemplar de este libro: no solo no se van a decepcionar, van a regresar al sitio a agradecer esta recomendación. Y si se toman el tiempo y lo hacen, tengan la delicadeza de tomar contacto también con los autores de tamaña obra y hacer lo mismo, porque cuando encontramos una joyita como ¿Quién mató a Rexton? que nos hace pasar tantos buenos momentos, es menester que los creadores de la misma reciban una palmada en el hombro en forma de reconocimiento por un trabajo bien realizado y un objetivo cumplido.
Nos volvemos a leer muy pronto, aquí en Tierra Freak.