¿Cuánta magia encierra el número 7? Asumo que pocos lectores del sitio son expertos en numerología pero todos podemos seguro coincidir en que el 7 es un número especial, y nos cruzamos con él de manera recurrente en nuestra cultura: 7 días tiene la semana, 7 pecados capitales, 7 notas musicales, 7 maravillas del mundo, 7 enanos de Blancanieves, 7 Samuráis y 7 esferas del Dragón.
Y en menos de una semana tendrá lugar entonces la 7ma convención Rosarina que responde al nombre de Crack Bang Boom, de la cual acá en Tierra Freak nos hemos hecho eco de una u otra manera en todas sus ediciones, y que en esta ocasión contará con invitados de la talla de Goran Parlov, Olivier Jalabert y Gail Simone. Hace un par de años tuve el agrado de anunciar desde acá la presentación de Candido, el libro que recopilaba la historieta homónima de Javier Rovella publicado por la editorial rosarina Rabdomantes Ediciones, y el año pasado Saki pudo registrar la charla de esta misma editorial presentando Orgasmatrón, la historieta de ciencia ficción de Julio Azamor.
Esta vez, el editor César Libardi sube la apuesta y nos tiene preparados dos lanzamientos, dos, para esta edición, los cuales paso a comentar:
Los Hermanos Segelín
Roberto Barreiro - Lucas Varela
Hay algo que tiene la historieta que difícilmente podamos rescatar de otros medios audiovisuales, y es que desde cierto tiempo hasta acá, cuando la misma está realizada de forma sobresaliente, con una narrativa sólida y fresca y una puesta en página atractiva y desestructurada, es inmune al paso del tiempo. En el cine y la televisión esto no sucede, de hecho todo lo contrario: ya sea que estemos ante una producción de dudosa calidad o ante un referente del medio, una de esas obras que marcan un punto de inflexión, cuando nos volvemos a encontrar con la misma unos años después en la mayoría de los casos es imposible que dichas obras no sean “víctimas” del momento en el que fueron realizadas. La forma en la que son narrados los eventos, la edición, la inclusión o no de música ambiental en ciertos momentos, la forma en la que fueron dispuestas las cámaras, los planos y ángulos con los que nos van mostrando las escenas, la corrección de color y los filtros utilizados para la imagen, todos son factores que, juntos o por separado nos van hablando de una época, de tendencias estéticas y narrativas, de momentos determinados de ese medio.
La historieta, y sobre todo la que es en blanco y negro, cuando cuenta con los elementos que enumeré más arriba termina transformándose en una obra atemporal, si desconocemos su origen nos cuesta situar ese relato en un momento determinado de nuestra historia. Es el caso, por ejemplo, de Los Hermanos Segelín, obra de fines de los ’90 que fue presentada de manera serializada en el fanzine Kapop, fruto de las habilidades de Roberto Barreiro y Lucas Varela, y que es recuperada por la editorial Rabdomantes Ediciones en un hermoso tomo de 80 páginas.
Lees hoy Los Hermanos Segelín y si no contás con el backup-story de su génesis tranquilamente pasa como una obra gestada hace un par de meses, y eso me resulta absolutamente increíble, además de muy gratificante. Esta es una de esas obras que revalidan el medio, lo fortalecen y lo dignifican. Es material de exportación, además, porque es tan autóctona como europea o norteamericana, si no por los homenajes y referencias como mínimo por la narrativa y puesta en página que nos ofrece Varela, tan alejada de los lugares comunes y tradicionales de nuestra historieta local y sin embargo tan nuestra.
Así y todo, es menester regresar a sus orígenes, pero no para vanagloriarnos de cómo en aquellos años “felices” donde mientras el país se hundía en una de las crisis más importantes de los últimos 30 años la movida fanzinera local estaba en su apogeo, sino para entender la importancia de estos espacios alternativos de difusión, y darles el lugar que se merecen en la historia del desarrollo de nuestra historieta.
El humor, la picardía y la aventura como marco y la arqueología como excusa es lo que motiva a los hermanos Ernesto y Alejandro Segelín a vivir aventuras que los terminarán depositando en lugares tan exóticos como una ciudad repleta de Vampiros en los Balcanes o la mismísima Isla Calavera, hogar del gorila gigante más famoso de la ficción… o de un gorila lo suficientemente grande y peligroso como para disputarle el título al original. El diseño de personajes de Varela es espléndido y no tiene nada que envidiarle a los Galos y Romanos de Uderzo, por ejemplo, pero además es muy referencial y detallado, con una dedicación especial que casi raya la obsesión para diferenciar las distintas exóticas locaciones, y una narrativa tan fluida que casi parece el story-board de un largometraje animado dividido en capítulos. Me vuela la cabeza pensar que Lucas trabajaba ya de esta forma en un fanzine, demostrando un amor no solo por este medio, la historieta, sino también por el cine que él y Barreiro están homenajeando con esta obra.
Y ya que menciono a Roberto, la trama de cada capítulo no tiene desperdicio. Los diálogos, sobre todo, no te dan respiro, en las páginas que no son splash-pages podés llegar a encontrar hasta 3 gags, y si es la primera vez que tomás contacto con estos personajes no pasan muchas páginas hasta que te terminan resultando queribles y entrañables. Cuando promedias el tercer capítulo reunido en este tomo las características de ambos protagonistas te quedaron más que claras, y es imposible no entablar una fuerte empatía con ellos y sentirse cómplice de sus aventuras. Hoy se puso muy de moda en casi todos los frentes presentar obras muy referenciales, donde se establece un meta-juego con quien consume la misma citando íconos de la cultura popular e inclusive animándose a incorporar datos muy puntuales que no necesariamente serán entendidos por la mayoría… ¡Barreiro y Varela ya hacían esto 20 años atrás, y daban cátedra!
Yo entiendo que en un evento de la envergadura de la Crack Bang Boom muchas son las novedades que se presentan, amén de la enorme cantidad de material que ofrecen los expositores, el cual muchas veces está acompañado de generosas ofertas, razón por lo cual elegir en qué invertir el dinero es, para muchos –entre los que me incluyo- un verdadero dolor de cabeza. Dentro de todo este universo de ofertas, Los Hermanos Segelín es una garantía de calidad, y espero, de corazón, esta reseña los convenza de eso. Si aman este medio –la historieta- y son además fervorosos consumidores del cine de aventuras, terror y acción, dudo haya una obra que reúna todos estos componentes y podamos posicionarla por encima de este precioso tomito.
Mute
Damián Connelly – Gabriel Luque
De todos los sub-géneros que se despliegan alrededor de la literatura fantástica hay uno en particular que tiene un atractivo singular porque nos gusta pensar que estamos consumiendo algo que nos es completamente ajeno, y sin embargo no podemos librarnos de la sensación de que muchos son los factores que podrían catapultarnos a ese estado en poco tiempo. Estoy hablando por supuesto del futuro post-apocalíptico, un escenario que ha provisto la base para que se desarrollen toneladas de libros, películas, historietas y series de televisión, y del cual la cultura oriental, principalmente en Japón, se hizo eco repetidas veces con obras que trascendieron los límites de esa región.
En nuestro país hubo una época donde este sub-género en la historieta era explotado por no pocos artistas de forma regular, y podíamos disfrutar de múltiples historias narradas mensual y hasta quincenalmente en algunos casos, gentileza de la vieja Fierro o la Skorpio si hablamos de décadas recientes, pero incluso publicaciones como la clásica Hora Cero o Frontera solían incluir alguna historia que se nutría de esta premisa y este escenario. Dicho esto, podemos considerar a Mute, la obra de Damián Connelly y Gabriel Luque que se presentará la semana que viene en otro muy cuidado tomo de 80 páginas gracias al ímpetu de Rabdomantes Ediciones, la feliz consecuencia de una larga tradición dentro de este medio y particularmente en nuestro país. Y como toda historia que se precie de serlo, Mute es consecuente con esta tradición y el legado que le precede pero cuenta con sus propias características y paradigmas que la separan del resto, desde lo visual sin duda alguna, pero también desde lo narrativo.
Gabriel Luque, para el que no lo conozca, no es ningún improvisado, y para cuando se lanzó a realizar Mute ya cargaba con chapa suficiente como para apostar por este proyecto. Acá en argentina tiene publicado un manga auto-conclusivo que lleva por título Operación “Towertank”, pero además ha colaborado activamente tanto en U.S.A. como en Japón, principalmente como entintador de series como Warcraft y Starcraft para Tokyopop. Solo basta revisar su sitio para caer en la cuenta de su habilidad con el lápiz y su capacidad para el diseño de personajes, particularmente todo aquel que involucre tecnología, pero además su amor por este tipo de historias y su inclinación por el manga y el anime japonés que aborda estas tramas. Y su fascinación por el género no se detiene ahí: hay también trabajos sobre Megaman, Transformers G1, Batman Beyond, los X-Men, Alien e inclusive una visión personal de un par de personajes del universo de He-Man and the Masters of the Universe.
Conociendo la trayectoria de Damián Connelly era difícil imaginar entonces que este dúo pudiera no dar en la tecla cuando se propusieron llevar adelante Mute como un webcomic serializado para el sello Deadpop. Las chicas de nadie y Una última Carta son dos tremendas novelas gráficas del catálogo de Deadpop que deberían formar parte de la biblioteca de todo lector de historieta argentina que se precie de serlo, pero además Damián colaboró con las antologías denominadas La Autopista y Días Negros, y yo particularmente tengo un grato recuerdo de otra antología de él, Bujarín, en la cual lo acompañaron en el dibujo Marcelo Basile, Diego Simone, Leo Sandler, Fernando Ramos y Lisandro Estherren, y que encima giraba alrededor de un exorcista envuelto en historias de terror, suspenso y mucha magia. No, no me pueden a mí ese tipo de historias, para nada…
Connelly y Luque tendrán el agrado, entonces, de introducirnos en una historia compleja y no lineal, rica en variedad de personajes y en situaciones dramáticas, repleta de acción, con dosis de suspenso medidas y balanceadas y una propuesta visual muy fresca y atípica para nuestro mercado. Este tomito de Rabdomantes se paga solo con el arte de Luque, sin duda alguna, pero además la trama de Damián no te suelta, sentís le necesidad imperiosa de seguir avanzando para entender la génesis de todo y conectar las piezas, y para colmo cuando creés que la estás teniendo clara una niña en medio de la noche se despierta y entra a una habitación donde su padre está teniendo una orgía sadomaso mientras parece saborear los intestinos de un kía crucificado. ¡Nah, a ver si nos calmamos un poco!
Mute es una obra que, dentro del género, te ofrece un poco de todo, y no le hace asco a nada: tiene tecnología con diseños muy piolas, zombies no tradicionales, combates épicos, poderes, desnudos, personajes jodidos y misteriosos, algo de gore, algo de morbo, un ambiente lúgubre y desolador y por encima de todo una trama atrapante y bien planteada que merecía trascender del formato digital y existir en papel. Y ahora gracias a Rabdomantes Ediciones lo ha logrado. Nos volvemos a leer la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.