Es imposible describir con palabras los deseos que tenía de que este show volviera a estar al aire. Legion es una de esas pequeñas joyas que nos da este medio –la televisión- que hacen que valga la pena seguir pendiente de lo que productores, guionistas y showrunners nos van proponiendo año tras año. Y hoy por hoy no me cabe ninguna duda que Noah Hawley es uno de los realizadores más completos y refrescantes del medio. La primer temporada de esta producción es una traslación magistralmente surrealista y brillantemente atrevida de decenas de conceptos relacionados con la franquicia mutante y con el comic superheróico que debería emocionar y excitar no solo al lector de antaño de los comics de X-Men sino también a cualquier televidente ocasional. En mi caso particular, por ejemplo, tengo una amiga que no podría estar más alejada de la historieta y sin embargo encontró en Legion una producción que logró dar en la tecla justa de su sensibilidad audio-visual, y obtuvo de esta producción prácticamente todos los elementos que busca en una serie.
Legion, de todos modos, lejos está de ser un show “popular”, entendiendo que las expresiones culturales que pueden etiquetarse como tal son de fácil comprensión y sencilla digestión. Sin llegar a ser algo absolutamente caótico, elitista y claramente enfocado en un nicho, como lo fue el regreso de la Twin Peaks de David Lynch, esta producción requiere un esfuerzo extra por parte del televidente, pero sabe recompensar de sobrada manera el compromiso mutuo que se establece entre la audiencia y los realizadores. Esta semana, en Tierra Freak, regresamos a Legion para celebrar el comienzo de su excitante segunda temporada.
La tragedia de ser esquizofrénico
Sin darme cuenta, pero entendiendo que la calidad termina sosteniéndose en el tiempo por encima de lo banal y berreta, en los más de 5 años que llevo escribiendo reseñas para Tierra Freak, contando la presente, le he dedicado cuatro entradas a producciones creadas por el genio de Noah Hawley.
Lamentablemente nunca le dediqué una reseña completa a la 1er temporada de Fargo, pero por supuesto tuvo su más que merecido lugar en el ranking que armé cuando elegí los 10 mejores estrenos televisivos del 2014, y luego a su debido tiempo entregué una entrada para la 2da temporada y la 3ra, y unos meses antes festejaba el comienzo de la propia Legion con otra entrada. Así que, así, sin proponérmelo, Hawley es el realizador relacionado con este medio que más participación ha tenido en mis entradas.
Y esta maravillosa coincidencia se condice con el entendimiento que tiene Hawley de este medio y del momento que estamos viviendo. Algo que le quedó claro desde muy temprano, como fanático confeso de la franquicia mutante en los comics, es que en pos de festejar la diversidad de propuestas que supieron tener en algún momento estos títulos en el papel, el día que pudiera acercarse a alguna productora con una idea para desarrollar una serie mutante, la misma debería romper con todas las propuestas audiovisuales expuestas hasta el momento, y debería abordar la problemática desde un ángulo aún inexplorado. Dentro del mercado mainstream norteamericano de comics, e inclusive teniendo en cuenta la mismísima Marvel Comics, pocas veces se ha abordado el “poder de la mente” con tantas variables y explotando tantas aristas como con los mutantes. Telepatía, telequinesis, clarividencia, ilusiones ópticas, proyecciones y viajes astrales, guerras mentales y un sinfín de ideas y argumentos que se desprenden de estos “poderes” relacionados con el fantasioso supuesto del potencial que puede alcanzar la mente cuando es llevada a límites inimaginables, en parte gracias al gen mutante pero también al entrenamiento y la experiencia.
En el universo ficticio de Marvel Comics generalmente las amenazas mutantes más peligrosas están relacionadas con personajes que tienen un dominio superior de algunos de estos poderes, y desde el vamos el mismísimo Charles Xavier, visionario responsable de la creación de los X-Men, es en sí mismo un telépata con un enorme abanico de habilidades psíquicas… y como quién no quiere la cosa, padre de Legion, un detalle que nunca fue explicitado en la primer temporada del show pero fue varias veces sugerido. De hecho, ahí radica parte de la magia de esta serie: Hawley se encargó de entregar un producto único, singular y muy distinto de lo ya visto que cuenta con una potencia visual por encima de la norma de las producciones televisivas actuales, al cual nadie puede negarle no solo su herencia mutante sino también su absoluta pertenencia a esta franquicia pero que es imposible de situar en un tiempo determinado y que prácticamente carece de conexiones fuertes con el universo fílmico desarrollado por Bryan Singer y compañía.
Legion podría ser entendido como un viaje surrealista al interior de la mente de David Haller, de forma tal que ni el protagonista ni el espectador sabrán con certeza qué fragmentos de lo que están viendo pertenece a la realidad y cuáles no, y tampoco tendrán demasiado claros las diferencias entre las experiencias pasadas y presentes. Sin embargo, el caos narrativo presentado por Hawley y compañía tiene una columna, una estructura, y sobre todo una razón de ser, que se comenzará a revelar con cuenta gotas promediando la temporada. Legion es un complejo rompecabezas desparramado sobre la pantalla para atacar todos los sentidos posibles, haciendo uso de absolutamente todas las herramientas con las que cuenta este medio: desde el creativo uso de la iluminación para ampliar, multiplicar o confundir hasta la conjunción de sonidos, música y una violenta edición para denotar la fragilidad de nuestra realidad ante la presencia de estos poderosos mutantes, dueños de capacidades que superan nuestra imaginación.
Shadow King
La polémica revelación de la primer temporada se terminó transformando, además, en el pie para prolongar esta aventura y abrir un nuevo capítulo de la misma este año. Ya en los primeros episodios nos damos cuenta que algo no está del todo bien en la cabeza de Haller, algo que va más allá de las presunciones de esquizofrenia o el alcance de sus poderes. ¿Un virus psíquico, una afección única y propia de un telépata? Una extraña conjunción de todo esto. Un antiguo mutante que responde al nombre de Amahl Farouk (apodado por algunos Shadow King), dueño de un poder psíquico inigualable, luego de ser derrotado por el padre de nuestro protagonista decide huir de la forma menos esperada: alojándose en la mente de David y esperando el momento indicado para tomar completo control de su cuerpo. Las líneas argumentales de este primer tramo del show son varias y aún cuando todas estaban en mayor o menor medida relacionadas con David, se fueron abriendo y desarrollando paralelamente para finalmente concluir en el episodio final en el cual, por un lado, tenemos al mutante Oliver Bird (esposo de Melanie Bird y, como ella, uno de los miembros fundadores de Summerland, una suerte de comunidad científica hippie que se mantiene en el anonimato y subterfugio por obvios motivos) huyendo con Shadow King dentro suyo, y por el otro en un after-credits inesperado, a nuestro traumatizado David siendo capturado por un orbe volador ante la mirada atónita de Sydney "Syd" Barrett.
Como era de esperarse, el secuestro de David es “resuelto” de forma abrupta en los primeros minutos del comienzo de esta segunda entrega anual, no sin un dejo de misterios que envuelven esos meses que nuestro protagonista estuvo fuera del radar. Si lo que nos dice es cierto, para él solo pasaron minutos, pero en nuestro plano fue casi un año, en el cual lo que quedó del equipo de Summerland sumado a la División 3 de la agencia gubernamental encargada de “tratar con mutantes” estuvieron tras su paradero y el del temible Amahl Farouk, quién, por supuesto, tiene su propia agenda, la cual incluye por supuesto el cerebro de David.
Una vez más, algunos actores y actrices del elenco entregan lo mejor de sí para llevar adelante esta historia. En mi caso particular, pienso que el trabajo de Aubrey Plaza es fabuloso, mano a mano con el que realiza Dan Stevens dando vida a su acomplejado David Haller. En un escalón más abajo, la exótica Rachel Keller y su desorientada "Syd” sumado a la entrañable Jean Smart caracterizando una completamente delirante Melanie Bird aportan lo suyo con creces y permiten que el show no caiga en repeticiones absurdas y dramas auto-contenidos cíclicos que desgastan las tramas. Con tan poco en exposición, es complicado señalar la evolución de muchos de los personajes, pero es evidente que para esta nueva entrega Hawley se va a valer de estas nuevas alianzas y lazos para elevar la vara y explorar nuevas formas de dominación colectiva y nuevos peligros relacionados con el inmenso potencial de la mente humana. Y acá estaremos nosotros, entregados al disfrute. Nos volvemos a leer pronto, en Tierra Freak.