Antes de comenzar a escribir la entrada del día de hoy mantenía un chat con un grupo de amigos donde intentaba ponerme en la piel del público que perdió la capacidad de asombro antes los estrenos televisivos que se vienen acumulando relacionados con el género superheróico, un tipo de televidente que probablemente esté un poco saturado de tanta propuesta. Arrow, The Flash, Supergirl, Legends of Tomorrow y Gotham por el lado de D.C./Warner, junto a la sitcom Powerless, Legion por parte de Marvel/FOX, Agents of S.H.I.E.L.D. por parte de Marvel Studios, y ahora Iron Fist, la serie que nos reúne el día de hoy, también de Marvel Studios, cumpliendo el contrato que cerraron con Netflix hace 2 años. El lector de comics está viviendo sin duda alguna sus días dorados, al menos en lo que se refiere a las adaptaciones live-action, ya que tanto el cine como la televisión comienzan a adentrarse en terrenos oscuros, y a fuerza de la demanda que existe comienzan a explotar franquicias que 10 años atrás jamás se nos hubiera ocurrido alguna vez veríamos en este medio. Con resultados ambivalentes, tanto Marvel como D.C. están demostrando el potencial que tienen los universos que han desarrollado en estos casi 100 años de publicación de comics de este tipo, dando lugar incluso a personajes que no necesariamente merecían un espacio dentro de estas propuestas. ¿Iron Fist es una serie más del montón, candidata a ser olvidada y archivada 5 minutos después que terminamos de ver el final de esta temporada?
Living Weapon
Primero, mis queridos lectores, quiero tranquilizarlos. A diferencia de lo sucedido en el estreno previo de este camino que viene recorriendo Netflix junto a ABC y Marvel Studios con Luke Cage, Iron Fist es un muy buen producto, bastante sólido y muy entretenido, repleto de sorpresas y capas, y como era de esperarse –aún a costa de la opinión de muchos-, con mucha acción. Las aventuras de nuestro querido Danny Rand están mucho más cerca de la calidad vista en Daredevil y Jessica Jones que en lo que nos mostraron los productores con el héroe de Harlem, no solo en la trama que agrupa los 13 episodios sino también en el desarrollo de muchos de los personajes que componen este relato.
Y para sorpresa de quien escribe estas líneas, que está convencido de que 13 capítulos son demasiados para contar las historias que los showrunner terminan desarrollando, en esta nueva entrega solo detecté un único episodio que “sobra”, el resto de los mismos van desarrollando paulatinamente una trama repleta de mentiras y engaños que se van desenmascarando una tras otro como capas de una cebolla, hasta encontrar finalmente varias “verdades” en los últimos capítulos.
Iron Fist es una mini-serie que habla sobre muchas cosas, y muchos de los tópicos que aborda es evidente que tendrán relevancia a futuro en este universo, pero además hay bocha de referencias y menciones a historias que contaron tanto Roy Thomas y Gil Kane cuando crearon al personaje en 1974 como también a la de varios de los guionistas que los precedieron. Por ejemplo, hay una referencia puntual a un “apodo” de Colleen Wing que, si la memoria no me falla, fue utilizado por primera vez por Chris Claremont para una miniserie que la tenía como protagonista a ella junto a Misty Knight, una sexy policía que ya hemos visto en la serie de Luke Cage y volveremos a ver en el próximo estreno de Netflix relacionado con estos personajes: The Defenders. Pero en el recorrido que realiza la trama hay al menos dos puntos que son abordados una y otra vez de distintas formas por varios de los personajes: legado y destino. O puesto de otra forma: la herencia que recae sobre nuestros hombros producto de nuestros ancestros familiares y la razón de nuestra existencia. Aún cuando en muchos casos estas aristas argumentales sean obvias y casi un cliché en los primeros capítulos, cobran fuerza y adquieren un sentido conforme la trama va avanzando, y no necesariamente terminan confluyendo de la manera que pretendíamos anticipar al comienzo de esta mística aventura. De una u otra forma, a Danny, Colleen, Ward y Joy no solo los une la tragedia que en algún momento opacó sus vidas, cada uno de estos 4 personajes está interpelado por un mandato familiar al que deben responder, y en estos 13 capítulos tienen que descubrir quiénes son y cuál será su función en este mundo, y cuantas de las decisiones que han tomado en sus vidas tienen que ver con imposiciones de quienes los han criado y educado y cuantas con la misma esencia de sus existencias, y una vez que descubran esto deberán, en casi todos los casos, reconstruir su ser interior, reevaluar sus creencias y convicciones y quizás reencaminar sus vidas hacia otros objetivos.
Artes Marciales
Esta trama proto-existencialista que tiene su origen en el papel no podría ser llevada adelante sin estar matizada por la acción, la cual, también por lo que arrastra el comic que supo protagonizar Iron Fist, no puede ser ajena a las artes marciales. Y es aquí, creo yo, donde las aguas se dividen. La única ventaja que tengo de entregar esta reseña casi una semana y media después de que esta mini-serie haya sido puesta al aire es que, aún intentando tomar toda la distancia posible del foro-bardo que generalmente se arma alrededor de estos estrenos, pude tomar contacto con algunos de las críticas que se depositaron encima de esta producción, y una de las que se repetía con intensidad era aquella que acusaba a los productores de este show de haber banalizado y ridiculizado casi todos los aspectos que conforman este elemento, el de los rituales, las formas y los elementos específicos que constituyen el mundo de las artes marciales.
Dicho esto, no puedo seguir con este análisis sin antes hacer un par de observaciones sobre el género, pero sobre todo sobre los fanáticos del mismo y también sobre el fandom que opina. Comencemos por el fandom: de cada 10 salames que salen a defenestrar una producción como Iron Fist por el mal uso que tiene de las artes marciales, uno de ellos realmente las practica en su vida real fuera de las redes virtuales, los otros 9 opinan con fundamentos copy-pasteados de otros lugares, y eso se evidencia cuando ni siquiera ellos tienen muy en claro qué es lo que están criticando, y en donde el show hace agua… siendo así, el peso de la crítica desde este sector del fandom pierde peso y seriedad, y no debería ser tenido en cuenta para quien está en la duda de si darle o no una oportunidad al show.
El género en sí nunca deja conformes a aquellos que practican artes marciales, en términos generales.
Nunca lo hizo y probablemente nunca lo haga, de la misma forma en la que los boxeadores profesionales, los entrenadores de boxeo y aquellas personas que consumen –en vivo- horas y horas del mismo no pueden ver películas relacionadas con este deporte y disfrutarlas al mismo nivel que el resto de nosotros porque les causa gracia detectar no solo la falsedad de los golpes sino también muchas otras licencias que se toman en relación a los reglamentos de esta disciplina pero también en cuanto a la resistencia a las heridas de cada oponente –llevando en muchos casos los combates a situaciones ridículas donde cada oponente está completamente bañado en sangre y solo se mantiene en pie por una inexplicable fuerza de voluntad-, el ridículo manejo de los tiempos y muchos otros elementos que quitan verosimilitud a dichos enfrentamientos. Siguiendo con esta línea de pensamiento, quienes hacen uso habitual de armas de fuego producto de una profesión que requiere que conozcan no solo las armas que van a utilizar sino también las heridas que provocan, lo letales que son y por supuesto el armamento con que cuenta al adversario… bueno, algo como la saga The Expendables es casi una Sitcom de 120 minutos, ¿no? Ni hablar de aquellos que forman parte de las distintas divisiones de fuerzas armadas que cada país tiene que lamentablemente han tenido que entrar en acción durante días, meses o años, y han estado repetidas veces en un campo de batalla, resistiendo al enemigo, recibiendo heridas que quizás los han dejado con daños permanentes y viendo a muchos de sus compañeros desaparecer delante de ellos producto de la explosión de una granada de fragmentación M67 que cayó a 5 metros. Imagínense la gracia que puede causarle a estas personas ver, en la ficción, como la misma granada explota en un pasillo de no más de 3 metros de ancho a 3 o 4 metros de un personaje, y que el mismo apenas si pega un “saltito” simpático en dirección opuesta y se levanta unos segundos después con un par de raspones en la cara, como si acabara de caerse de un paseo matinal en bicicleta por los bosques de Palermo.
John McTiernan intentó matar al cine de acción con su película Last Action Hero (1993) y no lo logró, lo que sí habilitó desde su producción es una puerta para hacer todo tipo de concesiones en pos del disfrute de la acción. Y eso es algo que a todo artista marcial que tenga no más de dos dedos de frente le cuesta entender. Por suerte no son todos así, tengo amigos que han dedicado más de la mitad de sus vidas a la práctica de estas disciplinas y entienden de estas convenciones del género, y lidian con ellas de la mejor manera: si la trama te cierra, las actuaciones son al menos decentes y las coreografías son atractivas, el resto se puede dejar pasar. Hay algunas excepciones donde el foco se pone en presentar las coreografías lo más verosímiles posibles, y para esto se suele convocar justamente a verdaderos profesionales de la lucha, los cuales en algunos casos terminan alejándose de la práctica intensiva de estas disciplinas y dedicándose de lleno a la carrera de la actuación. Los ejemplos sobran y son harto conocidos, sin embargo, cada uno de estos profesionales de la pelea cuerpo a cuerpo tuvo que lidiar, al menos en sus comienzos, con producciones berretas, guiones medio pelo, actores que ni siquiera servían para un cameo –pero misteriosamente acá hasta tienen papeles protagónicos- y efectos especiales paupérrimos, hasta por fin conseguir, con tiempo, sangre, algunos huesos rotos y mucho sudor, la plata necesaria para poder aspirar a tener un equipo decente de personas a cargo de la próxima película que van a filmar. Cuando por fin consiguen los medios para poder llevar adelante producciones con toda la pasta encima, la misma maquinaria que genera este entretenimiento los consume y los arrastra al “lado oscuro”, y el elemento que los depositó en ese lugar, las artes marciales, generalmente pasa a un segundo plano y comienzan a aparecer estas licencias y descuidos que vuelven locas a los fans de estas disciplinas.
¿Qué sucedió en Iron Fist que puso como loco al grueso de la comunidad de “artistas marciales”? Bueno, que los productores se tomaron algunas licencias para la exposición de las mismas, licencias en las formas y los modos, en algunos títulos y denominaciones (por ejemplo la utilización de la palabra Sensei para denominar al “maestro” dentro de un entorno en el que se practican artes marciales de origen Chino, cuando el término es Japonés) y sobre todo en la mezcla de elementos de culturas chinas y japonesas. La mayoría de las críticas de este tipo se concentraron en Colleen Wing, un personaje supuestamente japonés (aunque la actriz que la interpreta es británica), que en su Dojo enseña Karate (arte marcial de origen japonés) pero vistiendo un traje de Kendo (otra arte marcial, del mismo origen), o que sus alumnos aprenden efectivamente Karate, visten trajes de Karate… pero Colleen también tiene el atrevimiento de acercarles ciertas filosofías que se condicen con algunas disciplinas marciales de origen chino. O ninjas miembros de The Hand que no atacan con ninjutsu (arte marcial japonés del espionaje y la guerrilla que han utilizado supuestamente los ninjas durante siglos) sino que lo hacen con Kung-Fu, y además usan armas de fuego los muy desacatados, y un par de cosas más muy similares.
Si, no se rían… ese es el nivel de críticas que he podido leer de muchos miembros de esta comunidad, enarboladas por otras del tipo “Marvel una vez no se la jugó y ahora paga las consecuencias por no haber elegido un asiático que sepa Kung-Fu para interpretar a Danny, un personaje rubio y caucásico en el comic… y en vez de eso haya elegido a este tal Finn Jones, un rubio caucásico”. Ajum… ¡eh, claro que sí!
¿Soy Leyenda?
Sin embargo, estas no son las únicas críticas negativas que la serie recibió, y quizás puedo llegar a coincidir con parte de las otras, y es por eso que Iron Fist no puede rankear por encima de ambas temporadas de Daredevil a la hora de la comparación, pero definitivamente es un producto mucho más cuidado que Luke Cage –y con mejores resultados generales-, y pelea codo a codo con Jessica Jones.
La historia comienza con un plot bastante sencillo, pero se va complejizando capítulo a capítulo. Hace 15 años el protagonista de la serie, Danny Rand (caracterizado por Finn Jones), era un niño que viajaba con sus padres hacia un destino desconocido por los televidentes en el episodio piloto, y mientras el avión sobrevolaba los picos del Himalaya algún tipo de desperfecto hizo que la nave comenzara a destruirse en pleno vuelo y se terminara estrellando. A pesar de que fueron enviados equipos de rescate a la zona, lo inhóspito e inaccesible del lugar hizo imposible que se pudiera recuperar los cuerpos de Danny, sus padres o el resto de la tripulación del avión privado, y se los dio a todos por muertos. Y es así como el imperio de Rand Enterprises, que estaba manejado en sociedad por Harold Meachum (en la piel de David Wenham) y el padre de Danny, y tiene su sede en New York, queda bajo la conducción del primero, y cuando el mismo fallece pasa a las manos de sus únicos hijos, Ward y Joy Meachum, interpretados por Tom Pelphrey y Jessica Stroup respectivamente.
La serie comienza con la misteriosa aparición de Danny Rand en New York, reclamando un lugar en Rand Enterprises, la empresa de su padre. Danny fue el único sobreviviente de aquel accidente 15 años atrás, fue rescatado de los escombros del avión por una pareja de monjes y llevado un templo budista ubicado en K'un-Lun, una tierra ubicada en una dimensión distinta a la nuestra. En esos 15 años recibió un estricto entrenamiento en artes marciales y también una bajada de línea ideológica acerca del destino que le espera: Danny es el elegido para formar parte de una tradición de este lugar, un legado de poderosos guerreros que responden al nombre de Iron Fist y tienen como objetivo proteger los límites de K'un-Lun de cualquier amenaza, pero sobre todo de la intrusión de The Hand (La Mano), una organización criminal que quienes vieron las series previas de Netflix/Marvel Studios ya conocen, y con la cual no se jode. Al menos en los primeros episodios, vemos que reaparece un villano del cual algo sabíamos: Madame Gao, una viejita oriental que parece ser la líder de The Hand y es quién ha estado moviendo los hilos de la organización y su llegada a New York desde hace años, encargándose de asuntos mayormente relacionados con el tráfico de estupefacientes.
Es así como nuestro Danny deberá convencer a todo el mundo de su verdadera identidad, pero sobre todo a los hermanos Meachum, herederos del legado de su padre y miembros fundamentales de la junta directiva de Rand Enterprises, y no conforme con esto, el protagonista de este show pretende que la empresa cambie su dirección y comience a enfocarse en un costado un poco mas humanitario, conforme a las enseñanzas que recibió en K'un-Lun y acorde al legado que pretendió dejar su padre.
En su camino hacia el ascenso en Rand Enterprises, Danny conocerá a Colleen Wing, magníficamente interpretada por Jessica Henwick, una muy diestra luchadora asiática que ha podido organizar y llevar adelante con mucho esfuerzo y sacrificio un Dojo de artes marciales y conserva una buena cantidad de alumnos a los cuales entrena de forma estricta y rigurosa, y en algún punto parece estar preparándolos para algo que trasciende el mero hecho de saber pegar unas patadas para poder defenderse. Gracias a la insistencia y tenacidad de Danny, Colleen se terminará transformando en una de sus aliadas en los desafíos que se le presenten, y al duo dinámico se les sumará, como no, la muy sexy Rosario Dawson, quien vuelve a caracterizar a Claire Temple, la enfermera que ha cruzado absolutamente todas las series y temporadas de este sub-mundo urbano y terrenal de Marvel Studios en Netflix. Pero a diferencia de lo que sucedió en sus apariciones previas, esta vez no solo actuará como una “sanadora” sino que también formará parte en ciertos momentos de la ofensiva, ya que ha decidido dejar de ser una víctima/damisela en apuros y se apuntó a clases particulares con la mismísima Colleen, como vimos al final de Luke Cage.
No es el único personaje del bando de los “buenos” que repite rol de series previas, Carrie-Anne Moss vuelve a caracterizar a Jeri Hogarth, la imbatible abogada que intentará sacar a Danny de apuros cuando la sartén esté en el fuego. Y con esto quiero enunciar lo que me parece uno de los puntos más altos de Iron Fist: la magistral conexión y convivencia de esta serie no solo con el resto de lo que ya hemos visto en Netflix sino también con el Marvel Universe desarrollado en cine, usando como links comentarios, menciones de hechos y eventos o directamente cerrando plots que habían quedado levemente sugeridos en entregas previas. Y no solo eso: Iron Fist es una serie tremendamente comiquera, los lectores del personaje en papel se van a cansar de encontrar guiños y detalles en la trama que rinden homenaje a las aventuras que este personaje vivió desde su creación al día de hoy.
Y este tipo de sutilezas y devoluciones para con el fan siempre deberían ser dignas de señalar, enfatizar y ser tenidas en cuenta para evaluar una serie, porque no por transformarse en una norma gracias al trabajo no solo de Marvel Studios sino también de D.C. y Warner en sus respectivas series live-action para televisión dejan de ser un mimo, una caricia para el alma de ese lector que tiene un compromiso con estos personajes y estas licencias que trasciende los medios audiovisuales, mismo que quizás lleva años, o en algunos casos décadas formando parte de su vida. El objetivo de estas producciones es un público masivo, obviamente, pero son estos detalles y referencias los que los están señalando a ustedes, y es la forma en la que, en este caso, la editorial Marvel les dice “gracias”, gracias por estar ahí cuando el público masivo no lo estaba, gracias por haber apoyado todo este camino y haber ayudado a que esto se pueda realizar.
E último párrafo es un poco sentimental, el que me da el pie para ir cerrando esta reseña con una última reflexión. El fandom es, en la mayoría de los casos, un grupo muy desagradecido, y al cual, para variar, le falla la memoria. Como mencioné al comienzo de esta entrada, la oferta de series y películas que homenajean personajes del comic book americano relacionado con los superhéroes es, hoy, enorme, y el fandom debería estar muy agradecido con esto, pero no solo por el tamaño de la oferta en sí, la calidad de casi todas estas producciones es en términos generales muy buena, y a medida que van apareciendo producciones más cuidadas, levantan la vara y le exigen al resto que mejoren, como sucedió con la aparición de las series de Netflix y la notoria mejora de algunas de las producciones análogas de Warner. Sí, Luke Cage quizás sea la producción más floja de Marvel Studios/Netflix, pero eso no la hace ni remotamente una serie “mala”, mucho menos una producción merecedora de la sarta de insultos y estupideces que hemos tenido que leer de parte del fandom. Y lo mismo cabe para Iron Fist, esta producción lejos está de ser algo mediocre en cualquiera de sus puntos. Iron Fist no tiene un villano genial y extraordinario como si lo tuvieron Daredevil y Jessica Jones, pero tiene un desarrollo de personajes muy humanos que al final de la serie terminan siendo muy jodidos y complican las cosas de todas las formas posibles a Danny y su equipo. Y quizás Danny Rand no tuvo el planteo idóneo como personaje que muchos esperaban, ni la presencia y la impostura de Matt Murdock, pero si le dan una oportunidad se los termina ganando a fuerza de empatizar con sus deseos, sus convicciones y sus batallas ganadas. Y está el tema de las coreografías, las cuales, una vez más, no han podido superar las mejores vistas en Daredevil… justo acá, en donde las artes marciales son protagonistas. Esa quizás es la crítica más jodida que podemos hacerle a esta producción, pero eso no quiere decir que este show carezca de escenas que te quitan el aire y te dejan sin aliento durante unos minutos. Colleen y sus batallas en la jaula es algo que no me voy a poder quitar de la cabeza durante mucho, mucho tiempo, así como tampoco el enfrentamiento entre Danny y Zhou, un “villano” que homenajea el clásico Drunken Master (1978) de Yuen Woo-ping protagonizado por Jackie Chan, con ese estilo de Kung-Fu tipo “Maestro Borracho”. Y esas no son las únicas escenas, el desafío dirigido por RZA en el 6to capítulo tiene muy buenos momentos, así como también el combate definitivo contra Bakuto, y un par de coreografías más. Y si hilamos fino la trama, hay un exquisito desarrollo de muchos de los personajes que muestran un montón de facetas interesantes y traen consigo decenas de conflictos clásicos puestos al día: el complejo de Electra de Carl Gustav Jung en Joy, la programación que impone una secta –ya sea la orden de K'un-Lun o la facción de The Hand de Bakuto-, el peso del legado paterno en Ward que lo termina llevando a las adicciones a fármacos legales e ilegales, la tensión Shakespeariana a lo Romeo y Julieta entre Danny y Colleen cuando se ponen todas las cartas sobre la mesa, el peso de la amistad entre Davos y Danny…
Formo parte del grupo que quedó un poco decepcionado con las escenas que funcionan como epílogos del capítulo final, algunas de ellas innecesariamente forzadas y en algún punto inentendibles, pero entiendo que eso no desmerece el resto del camino que recorren estos personajes durante estos 13 episodios, los cuales se me figuraron mucho más gratos y placenteros que los vividos con la entrega anterior de esta magnánima aventura. Y espero que ustedes, si aún no se han acercado a este show, cuando lo hagan sientan algo parecido. Nos seguimos leyendo en estos días, aquí, en Tierra Freak.