martes, 19 de febrero de 2019

Doom Patrol, la serie de T.V. Un comienzo soñado - La Columna de Logan.


Déjenme que les cuente un poco sobre la Doom Patrol. Tal y como su nombre
 lo indica, este grupo está condenado, fue así desde sus comienzos y lo sigue 
siendo al día de hoy. A diferencia de otros grupos de “héroes”, no solo de la
 editorial D.C. sino también de su directa competidora, este singular equipo 
suele tener que lidiar con enormes nubes grises siempre precipitando sobre
 sus cabezas, tanto fuera como dentro de la ficción, y esa pesada carga lo 
ha transformado en algo especial, en una agrupación de culto, en un equipo 
que su sola mención despierta interés, aún cuando varias de sus muchas 
encarnaciones son más bien dignas de ser olvidadas.

El día de hoy me dispongo a reseñar el episodio piloto de la nueva serie 
live action de D.C., la Doom Patrol, pero antes voy a dedicarle unos 
párrafos a cuestiones relevantes sobre la historia del equipo en el papel,
 aún cuando para poder disfrutar de este primer capítulo no es necesario 
tener absolutamente ningún tipo de información previa, solo porque creo
 que esta agrupación lo merece, y ya.


Ese maldito escocés…

Cuando no sabés nada de historietas podes opinar que la Doom Patrol es 
(o fue) la respuesta de D.C. al éxito de los mutantes marvelitas, máxime 
teniendo en cuenta la naturaleza del equipo y algunas similitudes que 
animan este inútil debate, como la peculiaridad de que el líder y guía de 
esta agrupación en casi todas sus encarnaciones en papel sea paralítico o
 el hecho de que casi siempre hayan recibido el rechazo de aquellas 
personas que intentan salvar. La realidad es que esta agrupación fue
 creada por Arnold Drake y Bob Haney para la My Greatest Adventure #80 
con fecha de portada de junio de 1963, mientras que nuestros conocidos
 mutantes tuvieron su introducción en la ya clásica The X-Men #1  con 
fecha de septiembre del mismo año, pero ambos grupos tuvieron un
 comienzo errático (al menos en lo que se refiere a las ventas), y en el 
caso del primero, las aventuras del 1er volumen finalizarían en la  
Doom Patrol #121, con fecha de portada de septiembre-octubre de 1968, 
y de una manera atípica: con la muerte de todos sus protagonistas.



Y este final anticipado pero original y muy dramático marcaría a fuego 
al grupo y la franquicia. La tragedia teñida de sangre cobrándose víctimas 
sería un elemento reiterativo en las posteriores encarnaciones, acentuando 
el estatus de “condena” que estos muchachos cargaban. Otro factor a tener 
en cuenta cuando se los compara con los mutantes es que ni unos ni otros
 fueron realmente “populares” dentro de ambas editoriales en sus
 comienzos, de hecho, todo lo contrario: fueron marginados en la ficción 
y también en las ventas, un motivo más para descartar la estúpida idea
 que la Doom Patrol fue una creación que surgió en respuesta a algo que
 estaba realmente funcionando y haciendo estragos con los números en
 la vereda de enfrente. En el caso de los mutantes, el éxito se comenzaría 
a cimentar recién de la mano de Len Wein y Dave Cockrum en la  
Giant-Size X-Men #1 de 1975, el “relanzamiento” de este grupo que 
derivaría en la llegada del canadiense John Byrne en los dibujos y sobre
 todo del arribo de Chris Claremont en los guiones, el verdadero alma 
máter de esta franquicia, responsable de transformarlos en un equipo
 redituable que capturó la atención de medio planeta en los ya lejanos ‘80.

En el caso de la Doom Patrol, el éxito llegaría… nunca. Estos marginados
 de D.C. Cómics jamás fueron populares, nunca fueron un éxito de ventas,
 jamás tuvieron incontables series paralelas relacionadas con ellos, decenas
de video-games adaptando sus historias, varias series animadas y un puñado
 de películas live-action. La Doom Patrol es un grupo de culto que solo 
conocen y han leído aquellos lectores versados en la materia super-heróica,
 y gran parte de lo que se ha hecho con ellos en el papel es pura basura
 imposible de digerir, aún cuando la misma supuestamente fue escrita por 
personas que eran “fanáticas” de estos condenados personajes.


Tal es el caso de Paul Kupperberg, declarado fan del grupo quien tuvo
 no una sino dos oportunidades de poder escribir una serie regular con 
estos personajes, y en ambos casos fracasó. Fracasó no solo en lograr
 que el título vendiera bien, también falló en intentar entregar algo decente, 
porque todas las historias que escribió para la Doom Patrol no pasan de la
 media de calidad de esos años, y en algunos casos son realmente
 vomitivas. Situaciones trilladas, pobre desarrollo de personajes, diálogos 
acartonados y un puñado de dibujantes con menos ideas que el gabinete 
de nuestro presidente, incluyendo un novato Erik Larsen que, para colmo,
 cuando a él se le cantaba, modificaba los plots de Kupperberg sin avisarle,
 con la complicidad del editor, supuestamente para mejorar la narrativa 
de la historia. Precioso: dos pelotudos complotando entre sí sin saberlo 
para sabotear mes a mes el cómic.


Por suerte, esta historia tiene un giro gratificante, y por supuesto el mismo
 lo da Grant Morrison, quién entra a hacerse cargo de la Doom Patrol en 
el #19 de este nuevo volumen, justo después de un fatídico y aburrido
 crossover con el mega evento Invasion!, en el cual uno de los integrantes 
muere, otro renuncia y otro queda en coma. Nuestro héroe escocés 
prácticamente le da cero bola al trabajo de Kupperberg y sin necesidad 
de cagarse en la cronología reciente se las ingenia para realizar un reboot 
en una època en la que esa palabra ni siquiera existía en el dialéctico 
nominal del lector de historietas, y lleva el título hacia donde quiere,
 incorporando elementos del dadaísmo y el surrealismo para la 
construcción de la estructura de las historias, tomando como referentes
 los trabajos de William S. Burroughs, Brion Gysin, Heinrich Hoffmann 
e incluso nuestro Jorge Luis Borges, transformando así al cómic en una 
de las series regulares más bizarras y llamativas de fines de los ‘80, 
llamando incluso la atención de personas ajenas al medio.

Grant estuvo al frente de la serie desde el #19 hasta el #63, el cual es,
 irónicamente, el último número que sale bajo el sello de D.C. Cómics
En reemplazo de Morrison entra Rachel Pollack, una escritora de novelas
 y tarotista que se volvió fanática de la etapa del escocés y se acalambró
 las manos de tantas cartas enviadas al editor de la serie para hacerse 
cargo de la misma. Su 1er número, el #64, sale bajo el sello de Vertigo,
 el imprint de D.C. para desarrollar proyectos para lectores maduros, y 
si bien sus historias son bastante más interesantes que las del muerto de
 hambre de Kupperberg, lamentablemente palidecen ante la etapa de  
Morrison, la cual, con el paso del tiempo, se transformó en paradigmática 
y un punto de referencia obligado para los muchos guionistas que se hicieron 
cargo años después, repetidas veces, de intentar “resucitar” esta agrupación.

El único que, a mi entender, logró capturar la esencia de esos inigualables
 44 números de Morrison fue Gerard Way, quién desde su posición
 de editor de otro imprint de D.C., Young Animal, se hizo cargo de
 escribir los guiones de la nueva encarnación de la Doom Patrol, y nos 
devolvió esa magia fatalista confusa y surrealista que la agrupación había 
perdido. Pero dejemos la persona de Way para otra entrada de esta semana, 
por el momento concentrémonos en lo que es realmente importante: si lo 
que estoy exponiendo acá, en estos párrafos, no solo es mi apreciación 
personal sino también, en mayor o menor medida, una opinión unánime 
sobre estos pobres bastardos condenados, era un requisito sine qua non  
que los productores y guionistas de un show televisivo live-action que se 
encargue de adaptar la Doom Patrol tomaran como material de referencia 
las historias que Morrison supo escribir sobre ellos. ¿Lo hicieron?

El origen de la condena


El piloto que lanzó D.C. desde su novedosa plataforma on-line comienza 
con una preciosa intro con una estética muy particular que nos va 
mostrando distintos elementos que podrían llegar a ser relevantes en 
el capítulo, muchos de los cuales son una obvia referencia a algunos de 
los protagonistas de la serie, acompañado de fondo por una música
 instrumental compuesta por Kevin Kiner y Clint Mansell, muy tranquila 
que en cierto momento estalla pero sigue conservando su identidad. 
Visualmente se ve como algo muy parecido a lo hecho para Westworld 
pero mucho más sucio y reventado, un videoclip que parece salido más 
de la imaginería de Hideo Kojima que de Berlanti Producciones.

El capítulo comienza con una voz en off narrando unos eventos ocurridos 
en Paraguay, en 1948, post-2º Guerra Mundial, e incluye unos Nazis 
prófugos. Pero eso no es lo mejor de todo, la voz nos prepara para 
adentrarnos en otra serie televisiva de super-heroes, como si ya no 
tuviéramos suficientes, y nos anticipa que a diferencia del resto, esta 
estará protagonizada por unos completos perdedores.

Listo. Ya me ganaron. No van ni 2 minutos de capítulo y ya cuentan con 
mi absoluta y total aprobación. Cerremos todo acá. Vayan a ver este 
episodio. Nos volvemos a leer en la semana en otra columna, aquí, en  
Tierra Freak.

¡¿Que carajo hacen todavía acá leyendo esto?!
 ¡VAYAN A VER EL CAPÍTULO EN CUESTIÓN, CARAJO!


Ok. Siguen acá. ¡Por Dios! ¡Es una tortura esto!
Que la voz en off traspase la 4º pared nos anticipa un show donde van 
a ocurrir cosas que claramente no hemos visto en otras series del 
género. Claramente. Quizás algo de esto algunas veces se puede 
apreciar en Legion, esa magistral pieza de arte, única en su tipo, 
pero no de esta forma. No así.

El piloto de la Doom Patrol es todo lo que cualquier lector de este
 grupo soñó alguna vez en formato televisivo. Se tomaron 37 
minutos de los 58 que tiene el episodio para narrarnos el origen 
del grupo, aún cuando el mismo ya había tenido una introducción 
moderada en la serie Titans, y nadie en su sano juicio, esta vez, 
puede quejarse de esto. De hecho, todo lo contrario, esos 37 
minutos son fundamentales para establecer muchas cosas. 
Lo principal: que el "Cliff" Steele/Robotman de Brendan Fraser 
probablemente va a ser el “alma” del grupo. Además, nos dejaron bien 
claro la necesidad que tenía esta serie de subir a Timothy Dalton al barco
 para hacerse cargo del papel del polémico Niles Caulder, mejor conocido
 como The Chief. La distancia que hay entre la caracterización de Dalton 
en contraposición con la que dio el mexicano Bruno Bichir en aquel 
episodio de Titans se cuenta en kilómetros, no en metros. Los otros dos
 actores, además de Fraser, que pusieron lo suyo para dar vida a otros 
miembros del equipo, como ser April Bowlby caracterizando a  Rita Farr 
 (Elasti-Woman) y Matt Bomer poniendo la voz de Larry Trainor 
 (Negative Man), por suerte siguen formando parte de la serie. E incluso
 Bomer compone a Larry antes del accidente, en una serie de flashbacks.

Algo poco común que va a suceder con esta serie es que quién está 
debajo de las vendas de Negative Man no es Bomer sino un actor-stunt,
 Matthew Zuk, y así mismo, quién está debajo de Robotman es otro
 actor-stunt, Riley Shanahan, mientras que Fraser y Bomer ponen lo
 suyo con sus voces. Todo un esfuerzo por parte de estos 4 y de la 
producción para poder entregar el mejor producto posible.


Y ya que mencioné como 3 veces a Fraser, su participación en los
 flashbacks no solo es meritoria, ¡además nos permite ver un par de
 tetas femeninas!
Más allá del comentario jocoso, la realidad es que este tipo de escenas 
no tengo memoria de haberlas visto alguna vez en una serie 
live-action de D.C.
Titans ya nos había sorprendido con algunas escenas violentas que 
que se pasaban un poco de la media, pero acá, el desnudo femenino 
frontal, algo que aún en pleno 2019 sigue siendo tabú para este medio, 
en una serie de D.C. Comics super-heróica, marca un punto de inflexión. 
Y espero que este párrafo se entienda, y quede claro que tanto a mí 
como a, supongo, muchos otros televidentes, nos importa tres carajos 
ver un par de tetas en un show como este. Tenemos internet, amiguitos, 
cualquier tipo de pornografía está al alcance de un click. Punto, k-po. Lo
 genial de ver cosas como estas es que permiten un fuera de registro para
 cualquier cosa que quieran contar a futuro. Un fuera de registro sobre la 
norma de lo que se puede mostrar y no se puede mostrar en un show
 televisivo super-heróico. Doom Patrol es una serie de T.V. provista por un 
servicio streaming, ergo: el usuario está pagando U$S 8 por mes por ese 
contenido. Esos 8 dólares por subscriptor deberían garantizar que ningún 
tabú va a ser tenido en cuenta cuando se necesite narrar lo que la historia
 dispare, porque prácticamente forma parte de la exigencia de quienes están 
confiando en esta empresa y su contenido. Es casi un acuerdo tácito entre
 ambas partes: yo pongo la plata pero vos me entregas el… contenido 
“adulto”, sin tapujos, ¿estamos? Me entusiasma mucho ver hacia donde
 van a ir con esta falta de limitaciones. Mucho.

Ayer un amigo me preguntó por whatsapp que tal estaba el piloto de
 Doom Patrol y si lo podía ver con su hijo de 7 años, a la cual yo muy 
entusiasmado le respondí “no, no lo podes ver con tu nene porque no
 es un producto para él, es para mí y para vos, no para niños, Gil”.
Bueno, supongamos que rematé la frase con “gil” y no con algo mucho
 más violento.

Volviendo a las actuaciones, Fraser estará un poco pasado de postres 
pero su caracterización es fundamental para la credibilidad del personaje. 
El tono que le imprime a Robotman, la forma en la que emite sus diálogos,
 los micro-silencios que se permite, sus estallidos de furia, todo puesto
 con absoluta maestría. Nada me anticipó a este desempeño, realmente
 no lo tenía a Fraser como un gran doblajista.  Y la comunión que tiene
 con "Crazy" Jane termina de cerrar mi idea de que usarán a este 
personaje para marcarnos el camino a seguir desde lo moral, lo ético e 
incluso lo sentimental. Todos están arruinados en este grupo, pero el 
televidente se identifica más con Cliff, al menos en este episodio.

La mochila que le pusieron encima a Diane Guerrero para dar vida a 
"Crazy" Jane no se la deseo a nadie, pocos personajes más problemáticos
 en la caracterización que ella. Pero me arriesgo a decir que, en el poco 
tiempo que estuvo, la prueba fue superada. Si, es verdad, por momentos
 se siente muy sobreactuada… ¡pero tiene 64 personalidades distintas! 
¡Ni siquiera el personaje de James McAvoy en Split (2016) llegaba a 
ese número! Demosle un respiro. Además, no se… miren alguna portada 
protagonizada por este personaje y compárenla con la estética del 
televisivo. No hay mucho lugar para el debate ahí…


Por encima de las caracterizaciones, que son muy buenas y fueron 
fundamentales para entregar un producto cerradito por todos lados, 
estéticamente el show se ve espléndido. Tanto las locaciones como los
 pequeños detalles en la construcción de ciertos lugares, el diseño de 
vestuario, la iluminación de las escenas, la edición, los filtros de color 
utilizados, incluso los FX’s, muchos de ellos prácticos y unos cuantos 
generados digitalmente, todo se ve muy bien. Llegando casi al clímax de
l episodio hay un par de momentos donde quisieron narrar algo que 
claramente los superaba en cuanto a lo que podían lograr digitalmente, 
pero es un pequeño detalle, una mancha insignificante en un mar de 
satisfacción y regocijo.

Con lo poco visto hasta ahora (apenas un piloto), confío ciegamente 
en las manos de Arnold Drake, Bob Haney y Bruno Premiani para el 
resto de la temporada. Esta serie, desde el mismísimo momento en el
 que terminé de ver el piloto, se transformó en una de mis favoritas del 
2019, y espero que ustedes también compartan esta opinión. Nos 
volvemos a leer esta semana, con la reseña inminente del estreno de 
 Umbrella Academy, aquí, en Tierra Freak.

People are strange,
when you're a stranger.
Faces look ugly when you're alone.

Women seem wicked,
when you're unwanted.
Streets are uneven when you're down.

The Doors - People are Strange [del disco Strange Days (1967)]