jueves, 21 de febrero de 2019

The Umbrella Academy: la adaptación televisiva - La Columna de Logan.


En octubre del 2012 comencé a escribir semanalmente para este sitio, Tierra Freak, luego de algunas conversaciones previas con el dueño del sitio, a quien obviamente todos acá conocen, mi amigo Saki. En dichas conversaciones quedó claro el tono en el que él deseaba que se presentarán las reseñas (como si estuvieras hablando en un bar con un amigo, algo muy informal), y sobre todo los temas que podía tocar (historietas, cine, televisión, eventos frikis, videojuegos, cards games y juegos de mes, literatura, biografías de autores relacionados con estos medios, etc) y los que quedaban fuera de la mesa debido al perfil del sitio (música, política, economía, deportes, etc), razón por lo cual cuando unos meses después, en noviembre de ese mismo año, le envié una entrada con una biopic del vocalista de una banda de Rock Emo tuve que esforzarme bastante por darle una forma al texto que no recibiera el rechazo automático del editor.

Pero la realidad es que, por supuesto, mi intención no fue pervertir alguna de las condiciones establecidas para elegir las temáticas de mis columnas de puro rebelde que soy y ya. En ese momento creía -y aún lo sigo creyendo- que contar un poco lo que había sido la vida de Gerard Way  hasta ese momento era interesante para el sitio, teniendo en cuenta que había sido responsable de escribir 12 números de un cómic absolutamente genial que salió bajo el sello de Dark Horse, The Umbrella Academy. El viernes pasado, Netflix puso al aire la adaptación televisiva de dicho cómic, y hoy voy a contarles hasta que punto estos 10 capítulos son dignos de ver y sobre todo están a la altura del material que tomaron como referencia para meternos nuevamente en este bizarro universo pergeñado originalmente por Way y el brasileño Gabriel Bá.



Siete para la aventura



Pero primero, por supuesto, vamos a darle un rápido recorrido a lo que fue aquel cómic, como corresponde. Aquella vez en la cual levanté la reseña de Way le dediqué algunas pocas líneas a Umbrella Academy, demasiado acotadas para lo que merece la obra. Y desde esos años al día de hoy muchísima agua ha pasado bajo el punto, tanto en la vida de este escritor y músico como en la mía, llegado el caso. No es que a algún lector puntualmente le interesen estos datos “personales” míos, pero Way y yo nacimos exactamente el mismo año, así que está claro que ambos hemos consumido, probablemente, el mismo tipo de “arte”, más que nada por una cuestión generacional. Y cuando digo arte me estoy refiriendo al cine, la música, la televisión, la literatura y los cómics, por supuesto. Cualquier referente en esas áreas que haya podido tener el amigo Gerard para componer sus letras o escribir sus cómics, bien lo podría tener yo también, y cualquier búsqueda que haya hecho la puedo entender porque, de nuevo, es muy probable que hayamos vivido situaciones socio-políticas parecidas y hayamos estado al tanto de los mismos cambios en las corrientes culturales. Y no señalo esto solo por Way, lo digo en términos generales: quizás 50 años atrás las cosas eran distintas porque las distancias eran otras, pero hoy por hoy, si encontrás un autor, un artista, que nació más o menos el mismo año que vos, cabe la posibilidad de que ambos hayan recorrido caminos muy parecidos en cuanto al consumo cultural, máxime cuando tienen los mismos intereses.

Y Way los tiene, porque hace apenas un par de años, cuando D.C. Comics decidió reestructurar toda su línea una vez más bajo la movida de Rebirth, lo convocaron a él para ser el curador, editor y responsable de un sub-sello editorial denominado Young Animals, el cual salió en el 2º semestre del 2016 con 4 títulos que en casi todos los casos funcionaban como una puesta al día de personajes de la B de la editorial, olvidados o relegados a tener alguna que otra mini-serie cada tanto. Y esta vez no iba a ser la excepción ya que al día de hoy, Young Animals pasó a mejor vida, pero al menos nos dio algunos cómics inolvidables, como la Doom Patrol, una de las series escritas por el propio Way.


Pero volviendo a The Umbrella Academy, aquellas mini-series fueron un goce absoluto, se los puedo asegurar. Un mundo ¿distópico? muy parecido al nuestro pero con un montón de detalles cambiados, con elementos extraños dispersos por acá y allá, y en el centro de todo, este excéntrico millonario que responde al nombre de Sir Reginald Hargreeves y que se deja entrever podría ser, quizás, un alienígena, haciendo su obra de caridad más celebrada y criticada por partes iguales: adoptando 7 niños de los 43 que nacieron misteriosamente de un día para el otro, todos juntos, a lo largo y ancho del planeta, saliendo de vientres de madres que comenzaron esa jornada sin embarazo alguno.

Y luego de revelarnos estos datos, pasamos directamente a la acción, en el pasado y el presente. El presente de esa línea temporal, claro está, que no es nuestro presente. No todo salió como el Monocle (tal el nombre de “combate” de Reginald, mismo que incluso impone a sus hijos para referirse a él) esperaba, claramente, ya que cuando comenzaron los tempranos entrenamientos para preparar a sus hijos para las futuras batallas, algunas cuestiones se salieron de control. Uno de sus hijos desapareció y nunca lo volvieron a encontrar. Otro falleció en combate, una era una completa inútil en el campo de batalla, y el resto dejaba mucho que desear en varios aspectos, salvo por uno de ellos, su preferido, el Nº 1.

La muerte de Reginald y el regreso del hijo perdido casi dos décadas atrás son los disparadores de la 1er mini-serie, Apocalypse Suite, la cual terminará con un clímax absolutamente inesperado en el cual personajes importantes van a sufrir cambios permanentes, físicos y psicológicos. De hecho, el escenario queda realmente muy golpeado para seguir contando una historia que incluya a los protagonistas de la primer mini-serie, pero Way se las arregla para hacerlo y seguir revelandonos detalles del pasado (¿o el futuro?) en Dallas, la digna continuación.

Y ahora mismo estamos con Hotel Oblivion, la 3er mini-serie aún en curso, que comenzó a salir recién a fines del año pasado pero Way viene prometiendo desde el 2009, el muy hijo de remil…

The Umbrella Academy tiene muchas cosas grandiosas dignas de señalar. Su exacerbado ritmo y el vértigo de sus escenas de acción es una de ellas, pero también el interés de Way puesto en la construcción de un entramado de interrelaciones conflictivas enmarañadas en una red de mentiras que se entrecruzan con un montón de eventos fantásticos y extraordinarios. Nada es “normal” en esta familia, en absolutamente ninguno de los aspectos de la misma. Tienen una madre que es una A.I. y un mentor/consejero que es un chimpancé parlante, cuando eran niños podía volar producto de unos cinturones preparados para tal fin y el padre de todos ellos, más que un padre es un General con 5 estrellas en el hombro que les exige disciplina y los prepara noche y día para salvar al mundo de una catástrofe que nunca termina de ocurrir. Y cuando finalmente ocurre, casi dos décadas después, la “familia” está completamente desbandada y muchas de las auto-heridas infringidas son muy difíciles de cerrar.


Cuando leés The Umbrella Academy te das cuenta que hay mucho corazón puesto en esas historias, tanto desde el lado de cómo es presentada esa entrañable familia disfuncional como también por el tenor aventurero de las tramas, repletas de elementos extravagantes, ridículos y en algunos casos obsoletos, pero que crean un paisaje único y distintivo gracias a la pericia de Gabriel , un dibujante con una cantidad de recursos ilimitados, una narrativa explosiva y una puesta en página fresca y dinámica que remite todo el tiempo al mejor steampunk que hayamos leído en el medio. El cómic tienen un nivel de violencia altísimo por momentos, con viñetas que tienen algunos primeros planos  muy gráficos, pero el arte de se encarga de que cada escena de este tipo esté ubicada de forma juiciosa, utilizando el sentido común que dicta el relato, y nunca ninguna de ellas queda descolocada o termina distrayendo u obstruyendo la narrativa. Los climas son manejados con muchísimo cuidado, y ahí cabe también una palmadita en la espalda para Dave Stewart, que ha manejado el color.

En aquel lejano 2007, cuando comenzaban a publicarse los primeros números de esta serie, mi vida estaba pasando por una cantidad de cambios enormes: había abandonado la ciudad en la que había vivido prácticamente toda mi existencia hasta el momento para comenzar a recorrer un nuevo camino en el centro de la tormenta cultural, Buenos Aires. Mi círculo de amigos había cambiado así como también mi hábitat personal, mi trabajo y cualquier rutina que hubiera implementado meses atrás. Mi cabeza era una maraña de nervios, desconcierto y miedos, y por momentos creía que había perdido el control de mi vida. Y en medio de ese apocalíptico escenario, apareció este muchacho, Gerard Way, con esta genial Umbrella Academy, y también con un disco reciente, The Black Parade, que había salido un año antes. Para mí era algo inédito y difícil de asimilar: un artista de prácticamente mi misma edad que pudiera conmoverme casi al unísono en dos áreas tan distantes del arte como lo son la música y la historieta. ¿Le estoy poniendo mucha carga encima al pobre diablo que se hiciera cargo de una adaptación televisiva?

Edulcorando la sombrilla

No les quiero mentir, realmente disfruté la versión televisiva de este cómic, pero en muchos puntos me pareció decepcionante como adaptación. Y tampoco creo que sea un producto interesante o extraordinario para el televidente casual. Y debería serlo, porque la obra original que están adaptando definitivamente supo destacarse muy bien por sobre sus colegas en su momento.

La serie de T.V. tiene un reparto digno de destacar, y ninguno de los actores que caracterizan los personajes principales entrega una performance que no esté a la altura del mismo. La puesta en escena, al menos en el 1er capítulo, es prodigiosa y llama mucho la atención, sobre todo por algunos planos muy interesantes y algunas tomas panorámicas tanto de la ciudad como de los alrededores de la mansión donde está situada la Umbrella Academy. También podemos quedar atónitos con la visión del futuro apocalíptico que construyeron, muy fiel a lo expuesto por Gabriel una década atrás. Y luego, con la primer aparición de Mr. Pogo, el chimpancé que oficia como consejero de los “niños” y mano derecha del difunto Reginald, nos queda claro que la producción se ha tomado este laburo muy en serio, porque ese maldito mono parece sacado de cualquiera de las películas actuales de Planet of the Apes.

Pero a medida que se van acumulando los capítulos… algo no termina de funcionar del todo bien. Mientras que en el cómic el drama familiar iba de la mano de las aventuras bizarras y extraordinarias que vivían los hijos adoptivos de Reginald, tanto en el “presente” como en los flashbacks, en la serie de Netflix el foco de atención está puesto de forma casi exclusiva en las interrelaciones familiares, perdiendo mucho terreno en ese cuidado balance que buscó Way en su obra original. El mundo que rodea a esta Umbrella Academy televisiva, con el correr de los episodios, tampoco resulta ser tan distinto del que nosotros conocimos unas décadas atrás. Los elementos extraños que podíamos ver en el cómic, algunos de ellos producto de las innovaciones tecnológicas y biológicas del propio Reginald, en esta versión prácticamente no existen, y si lo hacen están bastante disimulados y se manejan en un muy segundo plano. Muchos de los hermosos planos grandilocuentes que tiene el piloto se van perdiendo en el resto de los capítulos, y algunas de las tramas que más nos interesan se van dilatando hasta el infinito, logrando que el interés en el producto decaiga un montón.


Entiendo perfectamente las dificultades con las que contaban de antemano los showrunners y productores de esta adaptación para presentar una serie verosímil que pudiera encajar con el target del consumidor de Netflix, pero en pos de buscar esa “credibilidad”, me parece que perdieron de vista muchos de los aspectos más interesantes del cómic, como por ejemplo la extrañeza del diseño de muchos de sus personajes principales e incluso de decenas de personajes secundarios. La violencia explícita que llamaba mucho la atención en el cómic aquí fue disminuida un montón, de muchísimas formas. No suele haber víctimas casuales o daño colateral en los pocos casos en los que se involucran nuestros protagonistas, y cuando eso sucede, el número es irrisorio en comparación con el que recordamos del cómic. Tampoco hay primeros planos gores a diestra y siniestra, ni exceso de sangre en prácticamente ninguna de las escenas de acción. No digo que esto sea un requisito sine qua non en una adaptación televisiva de un cómic como este, pero al menos desde mi lado me hubiera gustado que un poco más de violencia explícita, para sentirme un poco más cerca del dramatismo de la acción en el cómic.


Dicho esto, no tengo quejas en lo referente a la acción en sí. La misma, aunque escasa, cuando aparece es muy divertida y está muy bien coreografiada. Y se han asegurado de narrar un montón de cosas en esta ¿primer temporada?, ya que han mezclado con bastante buen juicio, plots de Apocalypse Suite y Dallas, y con eso han capturado mi atención para saber hacia donde iban a ir con el plot principal.

Otro acierto enorme es el casting. Y en este aspecto no solo tengo que darles un ok, me apetece aplaudirlos un poco, porque incluso han construído personajes que gracias al trabajo actoral termina siendo más interesantes que sus contrapartidas originales en el cómic, como es el caso de Robert Sheehan componiendo a Number Four, también conocido como Klaus Hargreeves. Todo lo que los guionistas escribieron y prepararon para Klaus, que fue mucho y es, además, enorme, emocionalmente hablando, Sheehan lo manejó como un campeón, e hizo de este telépata drogadicto un personaje entrañable. Y su performance está mano a mano con la de Aidan Gallagher dando vida a Number Five, debido a que podemos ver con absoluta certeza como ese niño malhumorado y gruñón es claramente un viejo de 60 y pico de años frustrado con la vida y atrapado en ese cuerpo.

Ellen Page, quien tuvo la enorme tarea de llevar adelante a Vanya Hargreeves (Number Seven), es casi un capítulo aparte, y es uno de los motivos por los cuales mi interés en este show decayó, pero no demasiado. Quienes han leído ambas mini-series del cómic original saben de la importancia de este personaje dentro de ambas tramas, y entienden que el camino que tiene que recorrer es, probablemente, el más complejo de todos, porque es el único que tiene cierta curva evolutiva. Yo no soy el fan #1 de Page pero la reconozco como una muy buena actriz y muchas de las películas que ha protagonizado me han encantado. Ni hablar de que su trabajo en Hard Candy (2005) es épico, y es un film que he visto no menos de 4 veces. Aquí su trabajo es magnífico, porque ha compuesto el personaje con una sutileza que es casi exquisita, logrando que esa curva evolutiva, misma de la cual carecen casi todos sus hermanos, marque el ritmo de la serie. Y creo que esto no es algo accidental, teniendo en cuenta que la característica más destacable de Vanya es su desempeño con el violín.

Steve Blackman, el showrunner encargado de llevar adelante esta adaptación (la cual no contó con la producción o asistencia de algún tipo de Way o ), fue una elección acertada teniendo en cuenta que este canadiense estuvo a cargo de la producción ejecutiva de la 2da temporada de Fargo y escribió varios episodios de Altered Carbon, además de ejercer también la labor de productor ejecutivo de dicho show. Lo negativo de su trabajo tiene más que ver con la extensión de esta temporada y el ritmo de la misma que con la traslación en sí, aunque en este segundo aspecto también hay numerosos elementos que fueron evitados de forma indiscriminada y afectan el paso exitoso de un medio a otro.


Sin embargo, el show sale adelante y se impone como una propuesta fresca dentro del panorama actual de shows televisivos super-heroicos, y cada capítulo cuenta, además, con un montón de sorpresas y escenas agradables de ver para el lector del cómic, muchas de las cuales están muy bien musicalizadas. Estamos viviendo una época de oro para quienes disfrutamos de estos medios (la historieta, la televisión y la música), y quizás, debido a la enorme oferta, comenzamos a ponernos demasiado exigentes con el resultado final. La realidad es que el promedio de shows televisivos actuales del género suele ser bastante bueno, pero el tiempo con el que contamos para consumirlos es acotado. Y quizás ahí radica el problema, y no en otro lado. Nos volvemos a leer muy pronto, aquí, en Tierra Freak.