jueves, 31 de enero de 2019

The Punisher: el Castigador regresa a Netflix - La Columna de Logan.



El pasado viernes 18 del presente mes la señal streaming Netflix puso a disposición de sus usuarios la 2da temporada completa de The Punisher, una serie que, sorpresivamente, fue muy bien recibida tanto por la hinchada como por la crítica, no porque no mereciera ambas palmaditas en la espalda sino más bien por las pocas expectativas que en general suele levantar un personaje como Frank Castle. Con este estreno, lamentablemente, comenzamos una lenta y dolorosa despedida de ese pequeño sector del Marvel Cinematic Universe que supo hacernos vibrar ciertas fibras sensibles que algunos no sabíamos las teníamos ahí, así que ya que me tomé una semana de vacaciones sin entregarles una reseña en Tierra Freak, quiero usar el espacio de hoy tanto para elevar una crítica –prácticamente sin spoilers- de esta nueva entrega como para también tomar un poco de distancia del recorrido que hicieron estos Defenders de Netflix, juntos y por separado, y encontrar así un motivo para este inexplicable cierre.




Léon: The Professional versión Punisher

No pretendo que recuerden mi reseña de noviembre del 2017 sobre la 1er entrega de este show (The Punisher), pero estaría piola que se larguen a leer la entrada de hoy habiendo consumido la totalidad de aquellos 13 capítulos iniciales del recorrido “en solitario” de Frank, dado que es prácticamente imposible poder siquiera intentar un acercamiento de análisis de esta segunda tanda de episodios sin tener en cuenta el remate y el epílogo de aquella saga.

Steve Lightfoot sigue al mando de este bote como showrunner, escribiendo también los 2 1ros capítulos, el final season y colaborando además con la escritura de dos episodios más. Y esto claramente se nota, porque tanto en el ritmo como en las temáticas exploradas en esta 2da temporada hay similitudes. Nuevamente se explota el síndrome post-traumático de excombatientes, pero esta vez desde la perspectiva de la necesidad de formar parte de un grupo, una “familia” por parte de estos outsiders incomprendidos de la sociedad. Y esta vez, como era de esperar en un show como The Punisher, finalmente se materializa el impresionante despliegue y poderío que tienen los Alt-right, esa facción de la sociedad norteamericana que representa a la supremacía blanca, la cual tiene, en general, un enorme apego por la religión católica (muchas de las atrocidades que cometen las hacen “en el nombre de Dios”), y en la mayoría de los casos se presentan como “nacionalistas”, separatistas blancos, antisemitas, neo-Nazis, xenófobos, fascistas y homofóbicos, reforzando sus conductas en contra de la inmigración, la corrección política, el multiculturalismo, el feminismo y la diversidad sexual. Básicamente, cualquier idea del orden progresista es automáticamente descalificada por esta facción, y como muchos de sus miembros ocupan lugares de poder económico o político, suelen estar asociados con muchas de las teorías conspirativas. La mayoría de los votantes de Trump, por ejemplo, se reconocen como parte de este movimiento, el cual, claramente, tiene muchísima más injerencia de la que suponíamos años atrás.   


Si en la 1er temporada Lightfoot bajó un par de líneas sobre el proceder de las fuerzas armadas en terreno enemigo, y sobre todo sobre los interrogatorios con torturas, los cuales están prohibidos por LEY, en esta va directamente al hueso, y ataca la cúpula del poder político actual del país de donde procede el show. No es que algunos de los personajes secundarios de peso tengan algo que ver con Trump y su gabinete, por supuesto, ni tampoco hay un presidente ficticio cometiendo actos de traición a la patria como supo mostrarnos no tan sutilmente 24  años atrás, pero la política y el proceder mafioso para asegurarse un puesto o una futura carrera que pavimente el camino a la presidencia forman parte de la trama de esta nueva temporada.


Y luego están las consecuencias de la resolución de la 1er temporada, entendiéndose esto como lo que sucederá con Billy Russo, quien se recupera de sus heridas en un hospital y ha perdido completamente la memoria de lo sucedido en la “calesita”, sumado al trauma con el que tiene que lidiar la agente Dinah Madani, quien sobrevivió por los pelos a un disparo en la cabeza perpetrado por el mismísimo Russo, su ex-amante. A estos personajes se sumarán, además, la Dra. Krista Dumont, caracterizada por la atractiva Floriana Lima (Maggie Sawyer en la serie de Supergirl, Miranda Riggs, la esposa muerta de Martin Riggs, en la serie Lethal Weapon), una psicóloga que se encarga de llevar adelante la recuperación de Russo, y Amy Bendix en la piel de Giorgia Whigham, una adolescente con un pasado complicado y un secreto enorme que la pondrá constantemente en peligro, y la cual, por supuesto, cruzará su camino con nuestro querido Jon Bernthal (Frank Castle), quién se transformará en su protector paternal.

Gran parte de esta primer temporada girará en torno a los distintos ataques que Frank y Amy sufrirán, y nos demostrarán, una vez más, las capacidades de nuestro anti-héroe para anticipar al enemigo y posicionarse en un lugar ventajoso para doblegar a sus oponentes, mientras por detrás se van desarrollando, poco a poco, algunas tramas secundarias que, dependiendo del capítulo en cuestión, toman más o menos fuerza. Llegado cierto punto, la cantidad de problemas con los que tendrá que lidiar Castle serán enormes, pero su temple de acero y actitud ante la vida le van a permitir lidiar con los múltiples daños que va a recibir de una forma amena, casi natural.

Creo que esta segunda entrega, sin llegar a ser tan interesante como la primera, termina siendo una experiencia nuevamente muy satisfactoria. Aquí los productores se dieron el lujo de tocar un puñado de temas interesantes, muchos de los cuales tienen que ver con una naturaleza innata en algunos seres humanos, la cual no les permite cambiar o torcer el rumbo de sus destinos. Algunos desarrollan sus vidas alrededor de los anhelos y deseos de sus padres, sin poder dar lugar a las inclinaciones propias, otros tienen una segunda oportunidad para enmendar sus errores y la desaprovechan, porque para estos la maldad es imposible de poder ser erradicada, forma parte del ADN de estas personas. Y esto es todo lo críptico que me permito ser para no revelar detalles fundamentales de la trama, por supuesto.


Como suele ser una costumbre en las series de Marvel-Netflix, prácticamente no hay “villanos” que no tengan una cuota de grises lo suficientemente alta como para que, en algunos casos, sus acciones parezcan válidas desde sus perspectivas. Resulta complicado poder empatizar con asesinos y abusadores cuando uno no se cuenta entre ellos, y lo mismo va para sociópatas o psicópatas, pero la buena escritura del guión, los decentes diálogos y sobre todo las excepcionales caracterizaciones en algunos casos (en esta entrega en particular destaco el Billy Russo de Ben Barnes, que tiene un recorrido impecable a lo largo de la temporada, con momentos realmente emocionantes desde lo emocional, valga la redundancia) nos presentan un arco de verosimilitud dentro de este mini-universo ficticio por el cual podemos ingresar cómodamente y sentir que la trama fluye de manera natural. Y no por eso el show está exento de sorpresas.

¿Se siente nuevamente como una temporada “estirada”? Netflix me está malacostumbrando a entregas de 8 o 10 capítulos, no más de eso, y en todo caso esa costumbre, que viene desde la misma señal streaming, es lo que le juega en contra a las maratones de shows como The Punisher, pero la realidad es que, una vez más, cada uno de los episodios hizo avanzar la trama, ninguno se sintió como un relleno, y prácticamente en todos ellos hay alguna escena de acción digna de ser recordada. La puesta en escena es francamente impecable, y el apartado de la acción es, una vez más, un deleite. De hecho, esta temporada comienza con todo: una de las mejores escenas de acción de esta nueva entrega, y me arriesgaría a decir de la totalidad de la serie, se encuentra en el primer capítulo, el que se titula Roadhouse Blues.

Un estreno con sabor a despedida



Cuando me senté a reseñar la 3er temporada de Daredevil jamás hubiera imaginado que estaría escribiendo un texto referido a la despedida de esta versión del personaje, al menos en sus aventuras “en solitario”. Ya habíamos tenido los anuncios de las cancelaciones de los shows de Luke Cage e Iron Fist, pero, por un lado, ninguna de las dos temporadas de ambos shows logró conseguir una crítica favorable unánime, ni tampoco forman parte de los recuerdos gratos del público en general. En todo caso, muchos de nosotros jugábamos con el supuesto de que quizás (y sobre todo teniendo en cuenta el final de ambas segundas temporadas de ambos shows), la siguiente movida de Netflix y Marvel con estos personajes sería presentar, finalmente, un show que se titule Heroes for Hire, y los tenga a ambos como protagonistas, rememorando el clásico cómic de los ’70 creado por Ed Hannigan, máxime cuando nos dejaron a Colleen Wing y Misty Knight a punto caramelo para ser los perfectos personajes secundarios de un show con estas características.

Pero no, de repente, unas semanas después del estreno de la 3er temporada de Daredevil, contra todo pronóstico, llegan los temidos anuncios: no sólo no tendríamos una 4ta temporada de este show sino que además el estreno de la 2da temporada de The Punisher y la próxima 3er temporada de Jessica Jones significarían el final del contrato entre Marvel Studios y Netflix para producir series en conjunto. No conforme con ellos, Netflix además anuncia que los derechos de adaptación de estos personajes recién se vencen dentro de un par de años, a la par de que Marvel anuncia que las aventuras de nuestro querido Matt volverían… pero ya no bajo el dominio de Netflix, y por supuesto, casi seguro que con un casting completamente distinto. 

¿Qué demonios pasó? 

Cuando hace 5 años se anunció la alianza entre Disney/Marvel Television y Netflix para desarrollar estas producciones, el plan original consistía en 60 episodios dispuestos para narrar una gran épica, utilizando los personajes de Daredevil, Jessica Jones, Luke Cage e Iron Fist, cerrando la misma con la reunión de los 4 héroes y las 4 series en un único show que los reuniría a todos, Defenders.

Muchas fueron las cosas que fueron cambiando en estos 5 años, dentro y fuera de este plan. Por un lado, la apuesta les salió a todos realmente muy bien. La 1er temporada de Daredevil cosechó críticas favorables por todos lados, y se transformó en uno de los shows cabecera de la señal streaming, colaborando con la necesidad que siempre tienen este servicio, la cual se resume a “conseguir más subscriptores”. Netflix necesita constantemente subir el número de usuarios que utilizan el servicio, y para lograr tal fin, las “novedades” que llaman la atención en el medio son una prioridad.


Paralelo a todo esto, el género super-heróico estalló, y el público se volvió muy receptivo al mismo, tanto en el cine como en la televisión. Warner comenzó a expandir su Arrowverse, e inclusive a estrenar series relacionadas con el género que ni siquiera estaban circunscriptas en dicho universo, Marvel Studios en el cine pasó de estrenar 2 megaproducciones por año a 3, y se reactivaron otros jugadores en el medio apostando al género, como Warner/D.C. con su universo expandido, FOX explotando los mutantes, y algún que otro estreno “independiente”.

Mientras tanto, la cantidad de capítulos que se fueron acumulando en el MCU de Netflix superó ampliamente el contrato inicial, y los costos de producción de cada uno de los shows se encontraban entre las producciones más caras que producía la señal. Pero con la acumulación de series y el paso del tiempo, las críticas comenzaron a flaquear, y el efecto inicial de la “novedad” se comenzó a diluir. La familia “Defenders” ya no funcionaba como se esperaba, y lo que en un principio articulaba a favor de nuevos consumidores, poco a poco comenzaba a transformarse en un lastre. A pesar de que en caso puntual de Daredevil, los números seguían siendo bastante favorables, en términos generales ninguna de las series lograba cumplir con la premisa inicial: atraer nuevos clientes.

Netflix no ofrece datos de audiencia, pero si hacemos caso a las estimaciones de compañías como Jumpshot y Crimson Hexagon, especializadas en analizar tendencias de consumo y "conversación" social, las tres series canceladas habrían bajado drásticamente en número de espectadores. El factor de los costos de producción, además, es clave para entender el porqué de estas últimas decisiones. Aún cuando las mediciones no eran del todo desfavorables, con esos costos lo que esperaba de ellas era un impacto mucho mayor que el que se les exige a la gran mayoría de los shows que presenta año a año esta señal streaming.

Este declive en el interés (tanto de público como de crítica) por estas series es correspondida por la disminución abrupta de los esfuerzos de marketing de Netflix con estos shows en concreto. No es que Netflix se caracterice, precisamente, por publicitar demasiado sus series, pero con los de Marvel siempre han tenido un trato especial... excepto en estos últimos meses. Por alguna razón, quizá porque ya tenían la certeza de que a nivel de audiencia no tenían mucho que hacer, se palpaba cierto desinterés ya no con Iron Fist sino también con Daredevil. Si hace un par de años eran el estreno destacado, este último semestre han sido "uno de tantos".

Todo esto, sumado al hecho de que la plataforma streaming realmente no tiene derechos reales sobre la propiedad intelectual de estos shows, y agregándole el lanzamiento de la plataforma streaming de Disney, la cual tiene como víctimas colaterales justamente este contrato entre Marvel y Netflix, hace que lo que antes era redituable para ambas empresas se transforme en una competencia amenazante. Desde un punto de vista “universal”, para Netflix, dejar de producir series de Marvel se ve justificado en el hecho de dejar de contribuir al ecosistema que plantea Disney con su nueva plataforma.


Hace cinco años, la alianza tenía todo el sentido del mundo: Netflix planificaba su expansión global de una vez por todas y necesitaban algo tan masivo como los superhéroes de Marvel. Ahora ya son una marca establecida y han crecido más allá de esta necesidad y quieren afinar muy bien lo que ofrecen. Eso no significa que no tengan grandes planes, pero claramente los mismos no van a incluir licencias relacionadas con Disney

Una lástima, porque claramente lo que hagan desde la misma Marvel puntualmente con Daredevil seguramente va a tener un tono radicalmente distinto al que hemos visto en este magnífico show que nos presentó Netflix (el cual probablemente sea la mejor adaptación jamás hecho de un personaje super-heroico a un medio audiovisual con actores de carne y hueso), ya que, sumado a todo lo que comenté en párrafos previos, el departamento de Kevin Feige, encargado del desarrollo de las películas de Marvel Studios, nunca vio con buen ojo estas adaptaciones en Netflix, pero siempre se cuidaron de mantener sus opiniones puertas adentro.

Nos volvemos a leer muy pronto, aquí, en Tierra Freak.