jueves, 20 de septiembre de 2018

American Vandal: Un regreso de Mierda - La Columna de Logan.





¡¡¡Oh, por el amor de Dios, Logan San, habiendo tantas cosas geniales sobre las cuales escribir una reseña, ¿en serio le vas a dedicar una a la 2da temporada de American Vandal?!!!

Bueno, primero y principal: no le “voy a dedicar una” a American Vandal porque no es una actriz porno ni tampoco mi vecina púber del 5º B que cree que todo el año es verano y supone que la parte de arriba de una bikini cuenta como “prenda” para salir a la calle. Segundo, si bien es cierto que siguen quedando un montón de producciones audiovisuales de este año que fueron geniales y aún no he reseñado como es debido, este estreno está caliente y amerita una mínima entrada. Y punto, k-po. Además, está ahí, en Netflix, bien a la mano de todos (de todos los que tienen la comodidad de haber adquirido el servicio streaming), y viviendo la época que vivimos, de pajerismo pronunciado para buscar versiones digitales de otros shows y películas que esta cadena no tiene, bien vale una recomendación de algo realmente piola, entre tanta oferta que marea y confunde.


El Vándalo Escatológico


El año pasado, mas o menos para esta altura, Netflix colgó la primer temporada de American Vandal, un mockumental producido por Tony Yacenda y Dan Perrault, dos perfectos desconocidos salvo por los habitués de sitios como Funny or Die y CollegeHumor, el cual tuvo una muy buena recepción tanto por el público como por la crítica.

Pero si me preguntan a mí, el chiste había terminado ahí. Cuando me enteré que estaban por hacer una 2da temporada lo primero que pensé fue: “qué lástima, era un producto muy sólido, cerradito así como está, impoluto e impecable, la van a cagar”. Y estoy seguro no fui el único que deslizó esos pensamientos, algo que generalmente ocurre cuando vemos una producción de este tipo en la cual todas las fichas encajan así como están, la serie termina sin ningún tipo de cliffhanger y todo cierra redondito.

Pero se sabe que en este medio (y últimamente también en el cine), todo aquello que tenga una buena acogida y una alta recepción, es menester cuente también con una secuela, porque es mucho más sencillo volver a pegarla con algo ya probado que intentar dar en la tecla con algo nuevo.
Es así como, luego de algunos anuncios que a nadie le interesa y un trailer que prometía una nueva vuelta de tuerca, el pasado 14 de septiembre se pone on-line la 2da entrega, también de ocho episodios, de esta serie de mockumentales, el mismo día que también ponen a disposición de los subscriptores la 5ta temporada de Bojack Horseman.

Esta vez, la ficción de American Vandal nos traslada a la ciudad de Bellevue, en el estado de Washington, más precisamente a la High School Católica St. Bernardine, en la cual el pasado 6 de noviembre del 2017, durante la hora del almuerzo, producto del ataque de un desconocido que responde al nombre de The Turd Burglar (una traducción válida podría ser “el criminal del sorete”, ponele), la gran mayoría de los alumnos comienza a tener una cagadera tremenda producto de la incorporación de un laxante en la limonada que se ofrece en el comedor del colegio. El espectáculo es por demás desagradable y humillante para decenas de alumnos, y la tecnología actual nos permite acceder a extractos de videos compilados donde somos testigos de un sinfín de momentos entre divertidos, patéticos y asquerosos, pero siempre guardando cierta distancia para que lo escatológico de la situación no termine tomando demasiado protagonismo y afecte la sensibilidad del televidente más de lo necesario. El “evento”, que fue etiquetado como Brownout (una variación amarronada del clásico blackout yanquie, que para nosotros sería “apagón”), se transformó en algo de proporciones bíblicas en parte porque obviamente los baños no están preparados para que cientos de alumnos acudan a los mismos al unísono, todos queriendo cagar al mismo tiempo, y así muchos de los alumnos tuvieron que descargar en los mingitorios, cestos de basuras o en los mismísimos pasillos, contra las paredes.

Las autoridades del colegio dieron aviso a la policía local, la cual comenzó una investigación, y la misma, luego de la declaración de un testigo puntual, los llevó a interrogar a Kevin McClain, uno de los alumnos del colegio, quién luego de un exhaustivo interrogatorio de casi 6 horas confesó haber sido el causante de este y un par de crímenes de similares características, que sucedieron unos días después. La mejor amiga de Kevin, convencida de la inocencia de su compañero, se pone en contacto con nuestros Peter Maldonado y Sam Ecklund, quienes gozan de sus 15 minutos de fama culpa de la buena recepción que tuvo la 1er temporada de American Vandal estrenado en Netflix (esto sucedió también en la ficción del show, Netflix les compró los derechos de la 1er temporada e inclusive refilmó algunas partes para entregar un producto más profesional), y los convoca para que, juntos, puedan demostrar la inocencia del injustamente acusado y, además, dar con el verdadero responsable de esta serie de ataques.

La mierda habla


No se preocupen, hasta acá llegan los datos que voy a revelar de esta segunda entrega del show, ningún detalle más. Lo mejor de esta serie es ir descubriendo un montón de cuestiones polémicas y muy delirante a medida que los capítulos avanzan, pero sobre todo ir desenmascarando el lado oculto de cada uno de los personajes más importantes de esta temporada. Por obvios motivos, la casi totalidad del casting es “nuevo”, o sea, no han repetido un solo actor para dar vida a un nuevo personaje, y las únicas caras conocidas son las de Peter y Sam, quienes instalan su base de operaciones en la mansión de Chloe Lyman, la amiga de Kevin, y desde ahí comienzan a realizar una exhaustiva autopsia del caso, paso a paso, como sucede en este tipo de documentales.

La realidad es esta: sí, el chiste se repite, una vez más. No hay misterio alguno en eso. Nuevamente los realizadores nos invitan a creer que este caso es real, que Sam y Peter son reales, y que todo lo que vemos a través de la pantalla es o bien cámaras que ellos manejan o instalan, o extractos de grabaciones de web-cams, de celulares, cámaras de seguridad o cualquier otro dispositivo que permita grabar video y sea fácil de transportar. Otra vez seremos testigos de un montón de entrevistas a alumnos, docentes, personal de limpieza, padres, amigos y familiares varios para ir, de a poco, entendiendo el entramado que une a un puñado de personajes absolutamente disímiles, y en el camino iremos conociendo el organigrama social de St. Bernardine y quienes tienen el poder y accionan, extorsionan y coaccionan en función de él. Entenderemos, por ejemplo, que este colegio tiene un equipo de básquet de elite, y el mismo les permite traer un montón de dinero a la caja chica, razón por la cual los alumnos que pregonan la titularidad en dicho equipo son tratados con liviandad y gozan de beneficios exclusivos, algo que quizás termine siendo fundamental para encontrar al criminal detrás de los ataques de mierda.

No hay nada nuevo, es verdad, pero toda la trama es completamente distinta porque el conflicto es diferente y está situado en otro lugar, y así los personajes que lo van a llevar adelante también son diferentes, así que si bien el “chiste” es similar, de todos modos esta segunda temporada tiene muchas más “novedades” que entregar que la gran mayoría de las prolongaciones anuales de las series de T.V. modernas, con excepción de producciones como Fargo, Black Mirror, American Crime Story y el resto de las antologías. Y en este terreno fresco, es genial volver a disfrutar de este tipo de “humor”, donde todo el tiempo los personajes se toman lo que está sucediendo muy en serio, aún cuando el absurdo los esté tapando. La complicidad de Sam y Peter con el relato (en conjunción con el espectador/televidente) hace que la temporada no solo sea llevadera, en algún punto se vuelva muy adictiva. Demasiado. Las relevaciones no terminan de caer hasta que falten los últimos 15 o 20 minutos del último capítulo, razón por lo cual se hace muy complicado no maratonear American Vandal.

Esto es harto sencillo, querido lector: si tus recuerdos sobre la primer temporada son gratos, acercate sin miedo a esta segunda entrega que, como mínimo, la vas a pasar igual de bien. Y si nunca le diste una oportunidad al show, este es un buen momento para hacerlo. Nos volvemos a leer muy pronto, aquí, en Tierra Freak.