jueves, 20 de agosto de 2020

Norsemen, la parodia de Vikingos que TENÉS que ver - La Columna de Logan.

 A finales del año pasado, haciendo uso de una combinación de los algoritmos de Netflix sumados a mis gustos y predilecciones por cierto tipo de ficción, me crucé con una serie muy pequeña en cuanto a su duración pero enorme en lo que se refiere a la cantidad de entretenimiento que entrega, y todo lo que tiene por detrás la hace por demás interesante para reseñar en el sitio. La base del interés por Norsemen comenzó por el país que la produce, Noruega (y allá es conocida como Vikingane, y emitida por la cadena NRK1), y por el hecho de que sus realizadores, Jon Iver Helgaker y Jonas Torgersen, utilizan el presupuesto asignado para un único show para producir lo que casi podríamos considerar dos series gemelas, dado que cada escena es grabada tanto en Noruego como en Inglés. Esta proeza llevada adelante tanto por la producción como por cada uno de los actores, además de ser punta de lanza de una visión enorme para la distribución de material audiovisual, tiene su origen en una estrategia de marketing que casi podríamos asegurar se inició con Netflix hace unos años. ¡¿Qué carajos...!? Si, seguí leyendo y te vas a enterar de todo.

 La ausencia de fronteras como herramienta de exportación

 
Casi sin que nos diéramos cuenta, desde hace varios años Netflix viene posicionando una serie de producciones audiovisuales televisivas que cuentan con más de un idioma en cada uno de sus capítulos, algo que en general al público latinoamericano, acostumbrado desde muy pequeño a leer subtítulos por la invasión cultural del país del norte sobre todo, no suele llamarle demasiado la atención, pero sin duda alguna marca un punto de inflexión en el consumo del público norteamericano, que generalmente le huye a la posibilidad de consumir material extranjero en el idioma original por obvios motivos. Narcos es quizás el show más popular que supo estrenarse tanto en USA como de manera local con sobrado éxito, y fue uno de los shows que animó a la gran N roja a comenzar a apostar por esta "fórmula" en la realización audiovisual que parece apuntalar el espejismo de un mundo globalizado donde los idiomas no determinan ni las fronteras ni los límites para el consumo. Oh casualidad, uno de los laboratorios de ensayo para comenzar a explorar estos caminos fue una co-producción Noruega-USA de nombre Lilyhammer, la cual fue estrenada por la cadena NRK1 y luego fue puesta on-line por Netflix para ser consumida de forma completa, transformándose en el primer show "original" que el servicio de streaming ofrecía en el país del norte.

Si, ya lo sé, algunos de ustedes estarán sorprendidos ante esta revelación pero es así. Hagamos números juntos: la recién mencionada Lilyhammer fue puesta a disposición del usuario yanquie de Netflix el 6 de febrero del 2012, y recién un año después cayó el estreno de House of Cards, en febrero del 2013, mismo año en el cual se estrenaron también Hemlock Grove y Orange Is the New Black, dos de las producciones más antiguas de la hoy saturada señal de streaming. La diferencia entre las 3 más conocidas y la co-producción de Noruega es que el contenido de Lilyhammer no era exclusivo para Netflix, pero por lo demás, la cadena norteamericana puso plata para que se lleve a cabo la misma. En noviembre de ese mismo año (2013), Netflix cierra el famoso contrato con Marvel Studios para expandir televisivamente el Marvel Cinematic Universe, y el resto es historia conocida, pero antes de todo esto estuvo el Soprano Noruego, amigo.

 ¿Porqué Lilyhammer es importante para entender este modelo de mercado? Bueno, para los que la vieron, no hay sorpresas, pero para el que no, va un pequeño resumen: Frank "The Fixer" Tagliano es un mafioso neoyorquino que logra salvar su vida de un atentado por muy poco, y ante la posibilidad de futuros ataques se pone en contacto con el F.B.I. para entregar en bandeja a Aldo Delucci, quién recientemente asumió como la cabeza de la organización criminal mafiosa a la cual responde, con la condición de que los federales lo metan en el programa de protección de testigos y lo manden a Lillehammer, un pueblo muy pequeño de Noruega. Allí, con muy pocos recursos pero muchísimo ingenio, se las arreglará para saltar la barrera idiomática y establecerse como el dueño de un local bailable que usará como pantalla para desarrollar una red de actos delictivos que le deportarán enormes ingresos en poco tiempo, pero también una lluvia de problemas constantes.

La característica a destacar sobre Lilyhammer es que es un show en el cual se hablan dos idiomas: ingles y noruego, obviamente, y si bien si nosotros la vemos en sus idiomas originales de todos modos la tenemos con consumir con subtítulos en un 100%, la audiencia yanquie se tuvo que acostumbrar a leer subtítulos cada vez que algún foráneo hablaba en su lengua nativa. A pesar de que el show solamente duró 3 temporadas y fue cancelado de forma abrupta, Netflix tuvo sorprendentes mediciones relacionadas con la aceptación de una serie casi bilingüe por parte del público norteamericano, y a medida que la señal fue creciendo a nivel mundial estas lecturas comenzaron a tomar cada vez mayor relevancia. De repente para Netflix era negocio invertir en producciones locales en aquellos países en los cuales los subscriptores se contaban por millones, e incluso mucho mejor que eso era apostar por productos como Narcos, donde el narrador en 1ra persona habla en inglés pero la gran mayoría de los personajes interesantes mantienen extensas charlas en castellano. 

La sátira y el absurdo al servicio del derramamiento de sangre gratuito

Y así llegamos a Norsemen, una producción que en sus comienzos estuvo íntegramente producida por Noruega y la cadena NRK1 pero que desde la concepción de la misma y la producción estuvo pensada para ser exportada, por Netflix o por cualquier otro servicio de streaming que quisiera comprarla. Básicamente lo que hicieron Jon Iver Helgaker y Jonas Torgersen fue aplicar el modelo de exportación que exploró y experimentó Netflix hace casi una década para darle forma al show que estaban desarrollando, a sabiendas del dolor de cabeza que eso significaría a la hora de filmarlo, dirigirlo y luego editarlo. El casting en este punto era fundamental, ya que cada actor que tuviera una línea de diálogo, por más pequeña que la misma fuera, debería sonar natural y creíble en ambos idiomas, y la pronunciación no debería representar mayores inconvenientes de los que de por sí arrastraría una producción tan ambiciosa como esta. No por nada cada temporada consta de tan solo 6 capítulos de 30 minutos cada uno, extender más este proyecto resultaría demencial para todos los involucrados.

De todos modos los Noruego son muy particulares cuando se trata de series de televisivas: la 1er temporada se estrenó el 21 de octubre del 2016 en Noruega, y la 2da el 3 de noviembre del año siguiente, y el arco de la misma y sobre todo el cierre que tiene dificultaba seguir el show desde ahí, al punto tal que podríamos considerar, al día de hoy, ese doceavo episodio como un "final". La 3er temporada, la cual recién se estrenó este año, recurre al viejo truco de contarte el "año cero" de estos personajes y su entorno, para no tener que caer en la obligación de hacer avanzar la historia a un terreno incierto. El final de esta "temporada cero" se conecta casi de forma directa con el comienzo de la serie, así que en caso de que los productores tengan luz verde para una 4ta entrega, no les va a quedar otra que retomar en el polémico e inesperado final que presentaron en el ya lejano 2017.

Yendo a la médula de esta producción, el diario "The Guardian" la describió como una amalgama entre los Monty Python y Game of Thrones, como para que se den una idea del tono de esta comedia dramática. Desde el clásico "The Lost Vikings" del '93 de Interplay y Blizzard hasta el próximo a estrenarse Assassin's Creed Valhalla de Ubisoft, desde la película The 13th Warrior (1999) con Antonio Banderas hasta la popular serie de History Channel Vikings, los Vikingos han servido como fuente de inspiración para innumerables producciones audiovisuales que confeccionarían una lista imposible de recitar de memoria por su extensión y amplitud, pero muy pocas veces fueron presentados de esta manera. La producción del país escandinavo maneja un humor anacrónico y absurdo que no pocas veces se vuelca incluso hacia lo escatológico, algo que podría ser inconveniente para un público sensible. La incorrección política es quizás el sello más distintivo de este show que por momentos parece una versión live-action de Astérix y en otros presenta diálogos que nada tienen que envidiarle a los mejores momentos de The Office. Lo importante en esta serie es que utiliza a estos Vikingos del 790 para reflejar debates y discusiones que tienen vigencia en la sociedad en la que vivimos, y el contraste que presenta la sátira (como sucede en la obra de René Goscinny y Albert Uderzo) nos lleva a reírnos de situaciones que solamente se nos figuran ajenas por el marco histórico del show, pero fuera de eso probablemente formen parte de nuestra cotidianidad.

Líderes excéntricos e inescrupulosos con ansias de poder y dictámenes ridículos, infidelidades, problemas de identidades de género, disputas familiares, explotación laboral, la relación entre el arte y el poder, herencias y legados, ninguno de los tópicos abordados nos resulta ajenos a nuestra realidad, pero la gracia de Norsemen radica en el envase, y ahí entran no solo los creadores del show ya mencionados sino también los actores. A nadie voy a sorprender si menciono que mi personaje favorito es Frøya, caracterizada por la fornida Silje Torp, una aguerrida mujer que arregló su casamiento con el hermano del líder para poder formar parte de los grupos de exploración y ataque de la tribu, y así poder violar cuanto hombre se le cruce por delante, si es que antes no lo decapitó. Seguido de ella está el entrañable Orm, en la piel de Kåre Conradi, el inútil e incompetente hermano del líder Olav que guarda un terrible secreto y vive en una burbuja. Su necesidad de cariño y la carencia del mismo lo lleva a cometer las más impensadas estupideces, pero casi siempre logra encontrar la manera de hacer responsable a otro de sus fracasos o disimularlos lo suficiente como para que no lo expulsen de la aldea. Kark, el esclavo sumiso, es otro de esos personajes que le agrega un sabor especial a la mezcla, y en parte es gracias a la fenomenal actuación de Øystein Martinsen. La mayoría de las escenas que lo incluyen son sencillamente deliciosas, y es demasiado tentador ver como intenta aplicar la lógica de vida de un esclavo para realizarse como persona y ser feliz, y como muchas veces tienen que interpelar esa misma lógica para su supervivencia. El caso de Kark es casi paradigmático y asintomático de nuestros tiempos, y expone los pros y contras de casarse con una ideología o un partido político. Y si vamos a hablar de esclavos no puedo dejar de mencionar a Rufus, el actor romano que cayó bajo el yugo de la tribu Vikinga de Olav, un personaje interpretado por el enorme Trond Fausa Aurvåg, quien ya había tenido un papel casi protagónico en la ya mencionada Lilyhammer. El crecimiento de la relación entre Rufus y Orm también tiene su costado político y permite una 2da lectura, y es un claro guiño a los gobiernos progresistas que apoyan abiertamente la cultura e invierten estúpidas cantidades de dinero en faraónicos proyectos alrededor de la misma mientras el pueblo que gobiernan se caga de hambre. Para cerrar este pequeño recuento dejé para el final a misterioso y temible Jarl Varg, el líder de la tribu rival de Olav caracterizado por otro actor de renombre Noruego, Jon Øigarden. El fascismo y sus mensajes ambivalentes y convenientes a cada situación forman parte de la construcción del personaje, pero también se deposita en él gran parte del absurdo y la sátira de la producción. Es el personaje mas exótico y llamativo, y sobre el que caen la mayoría de las desgracias y humillaciones, razón por la cual se necesitaba de un actor que estuviera a la altura de tamaño desafío.

 Norsemen definitivamente no te va a cambiar la vida, pero estoy muy seguro una vez que le des una oportunidad estos Vikingos de la aldea Noruega de Norheim no va a ser sencillo despegarte de ellos y sus viajes, conquistas y dramas. Y el valor de producción que tiene está a la altura del desafío, tanto en lo que se refiere a escenarios naturales y arquitectura como en diseños de vestuario, personajes y FX's. Si tus expectativas van por afuera de épicos combates de 20 minutos con miles de extras en escena y una producción multimillonaria por detrás para paliar la falta de sustancia, entonces poné tus fichas aquí sin dudarlo. Nos leemos en la próxima columna, aquí, en Tierra Freak.