viernes, 14 de abril de 2017

El problema de la expectativa - El Gabinete del Dr. Morholt.



El cerebro humano tiende a completar información. Es por eso que si yo escribo "A, E, I..." seguramente estemos seguros que continúa con "O, U".

De la misma manera si yo pongo la frase "Mi .......... es Roberto" la respuesta más común sería "Nombre" y casi nadie pensaría en "Padre" o "Médico" o "Carnicero" para completar esa oración.

Y es que el cerebro tiende a completar información con aquella que ya conoce o que más veces fue utilizada, en estos casos para completar esa clase de series u oraciones.

 
Y es normal que así sea, porque es más común escuchar la oración "Mi nombre es Roberto" que "Mi carnicero es Roberto" y muchísimo más común completar "A, E, I" con un "O, U" que con un "B, F, J" o con un "1, 5, 9".

Y el cerebro tiende a hacer esto en todo momento porque de esa manera trabaja menos y gasta menos energía. Y como la máquina autosustentable que es, mientras menos información nueva tenga que procesar más rápido podrá reaccionar y menos energía consumirá.

De esa manera, como lo más común es que luego de la I, venga la O, cuando realmente la O aparece el cerebro no la procesa porque ya la completó.

Pero ¿qué pasa cuando en vez de una O aparece un 1, o una B, o peor, una nueva A para repetir la secuencia?

Lo que puede pasar son dos cosas principalmente. Que nos moleste y nos incomode ese dato nuevo que no esperábamos. O que directamente no lo percibamos.

Esta segunda opción es lo que se llama sesgo cognitivo. Esa desviación en el proceso perceptivo lleva a una distorsión o interpretación inexacta de eso que tenemos realmente enfrente que lo suplantamos por lo que nuestro cerebro cree que debe estar.

Hay toda una rama de la psicología que estudia estos efectos, así que no me voy a explayar en ellos. Pero sí me quiero centrar en la primera opción de las dos planteadas.

En esa en que percibimos el dato correcto, pero nos hace ruido, nos genera un malestar o una incomodidad interna por no ser lo que nuestro cerebro esperaba recibir.

Y cualquiera que vea una cartelera de cine en esta semana verá que 3 de las películas ofrecidas son remakes, o nuevas versiones, o como quieran decirle a la idea de contar otra vez una historia que ya nos contaron en ese mismo medio o en uno muy parecido.

Porque no estoy hablando de adaptaciones, sino de contar nuevamente una historia con las mismas herramientas que ya fue contada no mucho tiempo atrás.

O sea que muy posiblemente al ir a ver alguna de estas películas (o de cualquiera de las otras que ya hay en el mercado o de todas las venideras) y seamos de aquellos que vimos las versiones originales, suframos alguna de las 2 opciones planteadas más arriba.

Porque en vez de poder disfrutar la remake como información nueva, lo querramos o no, nuestro cerebro no percibirá fehacientemente el contenido recibido en la sala sino que completará el mismo antes de que podamos percibirlo y, salvo que caigamos en un sesgo cognitivo, muy posiblemente sintamos incomodidad o malestar o simplemente disgusto.

Entonces ¿para quién están hechas las remakes?

Porque hasta no hace mucho tiempo atrás cuando un productor caía con la idea de volver a contar una historia, esa idea se justificaba porque la cinta original era vieja, o estaba con una tecnología obsoleta (por ejemplo en blanco y negro) o porque no había sido realizada para el público actual o de su cultura.

Es así que caímos muchas veces en nuevas versiones de historias ya contadas hace mucho tiempo o con actores que no conocía nadie o con idiomas que muy pocos conocían (y en eso Estados Unidos tiene una maestría, porque la cantidad de remakes que tiene de películas o series originales de otros mercados es impresionante).

Pero ¿cómo se justifica que hagan una remake de una película clásica de Disney como Beauty and the Beast que aparte no ha perdido vigencia porque es parte de la franquicia “Princesas” que tanto gusta explotar el imperio del ratoncito?

¿O por qué recontar la historia de los primeros Power Rangers cuando al día de hoy hay nuevas versiones de los mismos en la pantalla chica y es un producto que sigue vigente hace más de 10 años ininterrumpidamente?

O lo que es peor ¿por qué apuntar a la nostalgia de cualquier chico que haya crecido en los 80s viendo autos, camiones y aviones transformándose en robots si luego lo que se va a mostrar es totalmente distinto a lo que ese chico disfrutaba hace 30 años?

Y aunque seguro ya saben la respuesta, déjenme ser obvio y formularla igualmente:
Las remakes no están hechas para el público que ya disfrutó de la obra original.

Suena duro ¿no?

Suena hasta ridículo ¿no?

Pues no.

Porque las remakes están hechas para un nuevo público, pero para que vaya acompañado de ese que consumió el producto primario.

Acompañado solamente en la expectativa de que quizás el público nuevo lo disfrute tanto como el viejo lo hizo antes. La expectativa de compartir la emoción y el goce por esa historia o esos personajes… aunque no sean iguales.

Porque lo que se busca es que el público viejo esté expectante por lo que al público nuevo le parezca esa vieja-nueva obra.

Pero a la vez se busca la expectativa del público nuevo por esa nueva-vieja obra que tanto gustó al público viejo.

Y es por eso que normalmente hay guiños a lo pasado, pero son sólo guiños.

Y es por eso que en los avances normalmente se muestran cosas muy parecidas a lo que ya se contó, y sólo cuando ya estamos en el cine (y por consiguiente ya abonamos la entrada) vemos, en el mejor de los casos, las diferencias nos sentimos incómodos o salimos enojados de la sala sin comprender qué le hicieron a eso que tanto nos había gustado cuando lo vimos por primera vez.

Porque nos sentimos defraudados con nuestra expectativa.

Nos sentimos defraudados con nuestro propio cerebro.

Ese que nos hizo creer que íbamos a ver una cosa, cuando era obvio que iba a ser otra totalmente distinta.

¿Cuál es la solución entonces? ¿no ir a ver remakes? ¿no consumir productos que ya conocemos de antemano? ¿no dejarse atrapar por la expectativa, por la esperanza de volver a disfrutar como antes?

Pero ¿y si terminan siendo fieles? ¿y si terminan siendo todo eso que queremos que sean?
Y ahí está el verdadero problema.

En que esas últimas preguntas están llenas de expectativas.