jueves, 17 de octubre de 2013

H. R. Giger - La Columna de Logan.



Hace una eternidad era dueño de una Comiquería, la única de la ciudad en la que vivía en ese entonces. Una soleada tarde de febrero entró un hombre de mediana edad, con ropas de cuero sucias, borcegos con punta metálica, lentes de sol, pelo largo y barba desprolija, y de su mochila sacó un libro. Necesitaba desesperadamente venderlo porque estaba sin un mango y no comía desde el mediodía anterior. Aceptaba lo que le diera por él. Miré el estado del libro y era apenas aceptable. Se lo dije. Miré a mis espaldas los precios de libros similares, se los señalé, y le di $20, mucho menos de la mitad de lo que valían los nuevos. Agarró la plata, me estrechó la mano y se fue sin más. Solo entonces decidí pegarle una mirada más profunda a mi nueva adquisición: era un art-book de H. R. Giger y en la tapa un rostro femenino que acusaba una extraña palidez metálica se fusionaba con una decena de tubos oxidados, bulbos putrefactos y un par de cuernos de un marfil resquebrajado. Nunca hubiera imaginado que una portada tan bien elaborada comunicaría tan poco del escabroso, incómodo y maravilloso universo que ese art-book escondía en su interior. Bienvenidos a la más obscena de mis reseñas en Tierra Freak.



Li I

 “Que no conozca el significado de mi arte no significa que no lo tenga.

Salvador Dalí, pintor (1904-1989)

Este artista suizo de nombre Hans Rudolf "Ruedi" Giger que nació en 1940 y que nos viene perturbando con sus obras desde hace más de 40 años, ideó esta obra como homenaje a su amante y musa por aquel entonces, Li Tobler, dado que el inquietante y relajado rostro central protagonista de la imagen es el rostro de su amada, trabajado con la técnica del uso de un aerógrafo sobre un fotograbado de 70 × 97 cm. Esa amalgama de deformidades, calaveras, fragmentos óseos y una serpiente sobre la cabeza, llevando un collarcito con su nombre al cuello y con un fondo de huevos-cerebro, no debieron ser del agrado de la inspiradora, ya que la misma la irritó de tal manera que tomó un cuchillo y desgarró el lienzo. A duras penas pudo Giger quitarle la idea de prender fuego a la pintura. 

Li, su mujer, se suicidó un año más tarde. A pesar de los esfuerzos en la reparación, en Li I todavía se aprecian las marcas de la cuchillada. Esta pintura y este hecho son importantísimos para entender a este inmenso y multifacético artista, y en cierta medida casi podríamos decir que son la chispa que provocó la génesis de Hans. El dolor, la pérdida, el ciclo de vida-muerte, el equilibrio, la belleza, el fetichismo, todos temas recurrentes en su carrera.

Un Necronomicón en manos de Biomecanoides

H.G. Giger es, entonces, un artista gráfico y escultor que obtuvo fama mundial en 1980 al ganar el Oscar a los mejores efectos especiales por el diseño de los conceptos visuales del film de Ridley Scott, Alien (1979), y por la aterradora criatura de la película. Amén de esta –y otras colaboraciones en este medio-, Giger es un autor polifacético: dibujante, escultor, pintor, escritor, diseñador, no sólo de cine sino también de carteles, objetos y espacios arquitectónicos. Elogiado y criticado en el mundo artístico, su nombre es sinónimo de casi medio siglo de arte fantástico. Es un artista con un papel notable en la cultura contemporánea al influir en diferentes manifestaciones como la pintura con aerógrafo, el cine de terror y de ciencia ficción, el tatuaje, el cómic y el diseño gráfico, además de contar con un carácter visionario: Giger desde sus inicios ya plantea la problemática del cyborg y sus implicaciones médicas y filosóficas.

Este artista poco convencional y enigmático que cuenta con un Museo en su honor en la ciudad de Gruyères, en Friburgo, Suiza, es uno de los iniciadores de corrientes postmodernas como la nueva carne (un género que desarrolla la relación tecno-científica con el cuerpo humano, la monstruosidad y el sadomasoquismo), razón por la cual es admirado por escritores de cyberpunk, y su impacto colectivo ha sido muy amplio debido a la proliferación de ciertos elementos estéticos, sobretodo en el medio cinematográfico, deudores de sus planteamientos formales y artísticos, pero también gracias a la difusión de sus diseños en las portadas de discos para grupos como Koo Koo, Debbie Harry, Brain Salad Surgery, Emerson & Lake and Palmer, Dead Kennedys y Danzig, además de diversos carteles y pósters, y a sus libros de ilustraciones. En referencia a estos últimos, sin lugar a dudas la serie que con el paso de los años se volvió más popular es la dedicada al Necronomicón, este grimorio (libro mágico) maldito ficticio ideado por el escritor estadounidense H. P. Lovecraft que tuvo su primer mención en el cuento The Hound (El sabueso, 1922). 

Hay quienes rechazan sus obras porque opinan que son extrañas y repulsivas y hay quienes las admiran precisamente por ser tan inquietantes y perturbadoras, pero lo que sí es innegable es que las mismas no suelen dejar a nadie indiferente: provocan una respuesta inmediata gracias al impacto visual de las imágenes que crea. La obra de Giger, extensa y variada, está dotada de coherencia y unidad gracias a dos factores: por un lado se ve fuertemente influenciada a partir de 1975 debido a la muerte de su mujer, y por otro refleja el estilo forjado por el artista a lo largo de medio siglo, el biomecánico, un concepto acuñado por él mismo que define su particular manera de sintetizar formas de origen natural (biológico) y artificial (mecánico). Es su forma de expresión y la respuesta al mundo en el que vive, y desde ella el artista contempla con fascinación la integración del hombre y la máquina, cómo coexisten en la era industrial en una comunicación inquietante. Ahí vemos a las máquinas crecer como lo hace la naturaleza, de manera descontrolada, salvaje e invadiendo el entorno humano, y cómo el hombre se transforma y se metamorfosea en un monstruo, un ser agresivo y terrible. El arte de Giger es una metáfora obscena postmoderna reveladora del proceso de integración de las máquinas y la tecnología en la sociedad, que se ha visto acelerado en los últimos años con la llegada de la comunión entre internet y las telecomunicaciones. En su obra el hombre se convierte en prisionero de la tecnología, que acaba penetrando su cuerpo… literalmente. 

Giger nos habla de lo terrible de la existencia, pero también cuida la belleza y la armonía, una dualidad que será constante en su obra. Una de las bases de su trabajo es el equilibrio entre fuerzas contrarias, positivas y negativas, la confrontación de opuestos como el arquetipo de la bella y la bestia, y la materia orgánica viva con la inorgánica muerta. A lo largo de toda su obra vemos huesos y metal co-existiendo entre sí y mostrando una simbiosis de órganos y de anatomías con objetos mecánicos y estableciendo una conexión con el ciclo de nacimiento-vida-muerte, la enfermedad, la superpoblación, la figura del monstruo y la magia, pero sobretodo destacando el tema del cuerpo humano y su manipulación, su alteración y su destrucción plástica. 

Con una base artística claramente influenciada en el surrealismo (especialmente el acuñado por Salvador Dalí), y repleta de elementos insólitos e imaginarios típicos de lo fantástico, la literatura barroca, la literatura gótica y el simbolismo, dentro de su obra podemos rastrear links a diferentes períodos históricos que van desde la cultura antigua (especialmente la Egipcia), la Edad Media y el siglo XIX hasta la época moderna... y verlos fusionado con varias disciplinas como la medicina, la mecánica, la biología y la robótica hasta llegar a configurar un universo personal fetichista repleto de simbología sexual subliminal. Todos estos referentes y disciplinas los combina con sus mayores inquietudes y obsesiones: el sexo, lo grotesco, lo mórbido y lo deforme en el contexto histórico del último tercio de siglo, un mundo en el que la ciencia y la tecnología se han consolidado como herramientas fundamentales para el cambio y la transformación, y su combinación da como resultado obras barrocas muy elaboradas y sofisticadas que permiten no sólo ver todo su repertorio iconográfico y simbólico nutrido a través de la ciencia ficción, el cine, la novela de terror y el ocultismo sino también reflexionar sobre algunos peligros latentes en nuestra sociedad como por ejemplo el desarrollo de la biología (clonación, trasplantes, prótesis), los riesgos de la aventura espacial y el deterioro del medio ambiente (contaminación y superpoblación).

Tengo un Alien en mi estómago

Pero como mencionaba casi al comienzo de esta reseña, amén de lo compleja y nutrida que sea la obra de Hans, para muchos solo será recordado como aquel que participó en los diseños de Alien, el octavo pasajero. En 1979 el enfoque oscuro y agresivo de Alien conmocionó al género de ciencia ficción y se erigió como referente visual para el mismo en la década siguiente, creando una ruptura estética en el diseño de los alienígenas que habíamos visto hasta ese momento. La criatura de Alien era un insecto biomecánico que se diferenciaba del Necronomicón IV y V por las formas más puntiagudas, pero especialmente por la ausencia de ojos. De esta manera, Giger daba forma a un monstruo mucho más amenazante, ya que nunca sabías hacia dónde estaba mirando. 

Además, la apariencia aterradora del Alien terminado y cubierto de lubricante -simulando la baba del monstruo- se complementaba con unas increíbles características físicas: su piel era dura como el acero, sus movimientos eran ágiles y certeros y su sangre estaba constituida por ácido molecular (una sola gota de dicha sangre podía fundir varias cubiertas de la nave). Giger también colocó sobre la piel del Alien cables, huesos y tubos, afín con su estilo biomecánico de fusión biológica con aparatos industriales. El impacto de esta criatura fue tal que terminó erigiéndose como la verdadera protagonista del film debido a su gran realismo y verosimilitud como organismo vivo, junto con sus fases evolutivas y de desarrollo. No conforme con haber desarrollado a este monstruo terrible pero dotado de elegancia (la dualidad siempre presente), Giger diseñó y creó las tres fases evolutivas del mismo: el “agarracaras” (facehugger), el “revientapechos” (chest búster) y el Alien adulto, además de las vainas, el templo, la superficie del planeta y el exterior e interior de la nave estrellada. Si a esto le sumamos que además en la película se mezclan los temas de la gestación, el embarazo y el parto, caemos en la cuenta de que nunca antes se había visto en pantalla con tanto detalle cómo evoluciona un monstruo, y a la vez certificamos la obsesión de Giger por estos temas que, como señalé más arriba, son la columna vertebral de su obra.
Las colaboraciones de Giger con el cine han sido muchas durante los años posteriores a este film, pero ninguna tan digna de mencionar como esta. James Cameron no lo convocó para la secuela del film, pero sí lo hizo Fincher para la 3er parte, Alien 3 (1992), y un par de años después Roger Donaldson lo contrata para que dé forma al universo alienígena de Species (1995), aquella rara pero inolvidable película de culto con la preciosa Natasha Henstridge como protagonista. El regreso de la obra de este suizo a la pantalla grande mainstream lo tendríamos, como no, de la mano de Ridley Scott, diseñando estatuas, murales y artefactos para Prometheus (2012), buscando puntos de referencia para Alien (1979) a través de la estética que ambos compartían.

No me quiero despedir de ustedes sin mencionar algunas peculiaridades geeks que tienen que ver con el trabajo de este enorme artista.

El primer intento de llevar a la pantalla grande la novela de Frank Herbert, Dune, allá por los años 1970, estuvo comandado por el chileno Alejandro Jodorowsky, quien trabajó en el proyecto durante más de 5 años. Durante los mismos invitó a participar a quienes consideraba sus “cinco samuráis”, estos casi míticos hombres de arte eran el actor, director, guionista y productor estadounidense Orson Welles, el pintor surrealista español Salvador Dalí, el ilustrador inglés Chris Foss, la banda inglesa de rock Pink Floyd y, cómo no, nuestro artista gráfico y escultor H.R. Giger, todos bajo la dirección artística del dibujante francés Moebius. Un precioso y perfecto dream team interplanetario que, por supuesto, jamás se pudo concretar y terminó en la nada misma. Otro proyecto en el que se involucró fue en el diseño del Bat-movile para el film Batman Forever (1995), producido por Tim Burton y dirigido por Joel Schumacher, pero la Warner rechazó los bocetos con sus diseños, gracias a Moore. El que sí contó con su colaboración fue Jonathan Davis, el vocalista de la banda KoRn, quien acudió a Giger para que le diseñe el micrófono que utilizaría durante las giras del 2000 y 2001, y que podemos apreciar en algunos de los videos de la banda.

Espero que hayan disfrutado de este peculiar viaje por la perturbadora carrera de Giger tanto como yo, y nos encontramos acá el jueves que viene, en Tierra Freak.