Como dijo nuestro querido Johnny Lawrence en el discurso final de la reciente Cobra Kai, uno puede levantarse con el mejor de los humores pero la vida está preparada para pegarte una patada en las bolas cualquier día de la semana. En mi caso particular eso se traduce en Fibertel tardando más de 15 días en mandar unos técnicos para solucionar el problema de conexión que me impide tener internet en mi domicilio, lo cual dificulta mis posibilidades para poder seguir en contacto con ustedes, mis queridos lectores, de forma regular todas las semanas. Eso y otros factores impidieron que pudiera poner on-line las reseñas correspondientes al resto de la merca que traje del último Dibujados, pero más vale tarde que nevah. Hoy le toca el turno a la nueva línea de comics de Szama Ediciones, la cual tanto por su formato como por los equipos creativos involucras se sube al ring con una apuesta agresiva, arriesgada y muy fresca, la cual gustoso pude consumir y con mucho placer paso a reseñar.
Ser Super: Bioepic
Ser Super es un comic super honesto, valga la redundancia, ya que desde la mismísima portada te está anticipando prácticamente todos los elementos con los que Calvi va a jugar en las próximas 24 páginas: una paleta muy limitada, por momentos mucho trabajo de sombra, trazos muchas veces dinámicos y violentos, otras muy definidos pero sintéticos, y el sarcasmo, la ironía, la bajada de línea cariñosa y el homenaje como la columna del relato.
Calvi es un autor que, como pocos, puede sostener la etiqueta de ”vanguardista” que tan gratuitamente se suele usar en este medio sin que le pese, y se hace cargo de la misma con obras como la presente. Si agarrás esta línea de comics puntual podes encontrar cierta familiaridad en tonos y climas entre ”Rondador y Nocturno” y “Motordrome”, Ser Super en cambio parece venir de otro planeta. Y el autor integral se revela, una vez más, como un artista plástico que no le tiene miedo al blanco desafiante que presenta la página que es menester llenar, y para lograr ese objetivo desatiende toda regla implícita en la puesta en página y la narrativa. Y no por eso Ser Super es una concatenación caótica y sinsentido de situaciones hilarantes, hay un hilo conductor que dicta el relato y que por momentos está sostenido por esa ágil combinación de trazos y sombras de la cual Calvi se apropia como si formara parte de su cuerpo.
Mayormente el relato está narrado en dos únicos tonos, y cuando finalmente entran el 3ro y el 4to y llegas al final y lees la dedicatoria, es imposible no pensar “no, claro: este tipo entendió todo”, y te reís hacia adentro. Ser Super es una aventura pero también es un cuento Superheróico de Landrisina, y el remate es épico.
Yo particularmente festejo que un editor tenga la cabeza lo suficientemente abierta como para entender que este tipo de manifestaciones artísticas también tienen que tener un lugar donde explayarse. Y esto no es snobismo barato, sobre todo porque Calvi no es ningún improvisado, es un autor ya instalado en el medio que puede dar cátedra sobre como entretener al lector de forma desestructurada sin ser un ladri. Sus cursos sobre esta materia tuvieron su pico en la etapa anterior de la Fierro, donde sus trabajos mostraban el enorme contraste que había entre un autor en serio y la jauría de chantas que llenaban casi el 50% de esa publicación todos los meses.
Encontrarme con los trabajos de Calvi me pone de muy buen humor, y Ser Super no es la excepción. La existencia de este número incluso dentro de esta ya de por sí progresiva apuesta editorial es una clara muestra de buena salud para la historieta argentina, sobre todo teniendo en cuenta lo acotado que se ha vuelto el consumo de cultura gracias a la crisis económica actual, y amén de este factor, ojalá esto se traduzca en buenas ventas.
Motordrome
Si la memoria no me falla, la última vez que tuve contacto en un comic con una aventura que guarde una enorme relación con los Fierros fue aquella apuesta bastante jugada de Ken Pontac y nuestro compatriota Leonardo Manco para la serie regular de D.C., Wacky Raceland, la re-imaginación de los clásicos Autos Locos de Hanna-Barbera que fue injustamente criticada por gran parte del fandom local pero a mí particularmente me entretenía bastante.
El Motordrome de David Alabarcez y Mariano Taibo, muy en la onda el Ser Super de Calvi, también ofrece una idea bastante clara de hacia dónde va a ir la historia desde su mismísima portada: bellísimas y poderosas líneas cinéticas avanzan sobre el diestro conductor mientras un vehículo quizás igual de rápido intenta superarlo por la derecha, dando cuenta de la velocidad y el vértigo de la escena.
La primer escena de esta serie regular tiene la adrenalina necesaria como para funcionar como tarjeta de presentación de esta aventura: nuestro protagonista, John, arrastra U$S 100.000 en repuestos robados de un boxes de Nascar, y cuando le faltan unas decenas de millas para llegar al destino tiene la mala leche de cruzarse con un cana empecinado en darle captura para poder generar al menos una anécdota entretenida de una noche casi perdida vigilando la ruta. La destreza del piloto al volante esta vez no será suficiente para poder librarse de la Ley, y requerirá además de un conocimiento exhaustivo de los posibles caminos que lo separan de la meta, y un toque de suerte.
Una vez arribado al destino, comenzarán a caer una detrás de otra las fichas de dominó que dispararán los eventos del futuro de la serie: gracias a la insistencia de un piloto de competición profesional de nombre Will Cox poco a poco se pondrán en marcha los preparativos para desatar una competencia infernal de 5.400 millas que prácticamente recorre los Estados Unidos de costa a costa, y que se dejó de “festejar” por la agresividad de la misma y la cantidad de víctimas que se cobraba.
La serie regular de Alabarcez y Taibo se enfoca en recuperar el espíritu fierrero de cierto tipo de competiciones que ya casi han quedado en el olvido, muy en la onda del devaluado Rally Dakar, donde la velocidad y la pericia del piloto van de la mano con la resistencia física, pero con la diferencia de que en este caso habrá una completa ausencia de la parafernalia de medios que acompaña al evento recién mencionado, carencia que seguramente irá de la mano con la completa nulidad de las extremas condiciones de seguridad que van incorporando año a año en el Rally, a favor de la supervivencia de los involucrados. Motordrome te invita a regresar a los tiempos de las luchas de gladiadores de los fierros, con pocas reglas muy básicas (el circuito, algunas paradas mínimas y no mucho más), donde los corredores deberán sortear todos los desafíos probablemente al margen de la ley.
En el camino, en muy pocas páginas y con bastante agilidad, los artistas involucrados en este comic se encargan de presentar un puñado de personajes secundarios que en pocas viñetas logran la empatía automática del lector, ya sea por su carisma o por rasgos y situaciones reconocibles de todo aquel que cargue con centenares de noches de exceso de alcohol y la compañía de ebrios amigos boqueando a los gritos, e incluso hay momentos en los que podes sentir a Pappo sonando de fondo. Precioso. Yo particularmente me anoto entre los que esperan expectantes el segundo número de esta serie.
Rondador y Nocturno
Tuve la suerte de estar presente la noche del Viernes 13 de abril, cuando Martín Tejada y Mariano Taibo fueron entrevistados por Juanma Lavolpe dentro del evento alternativo Muere Mosntruo Muere, en el marco de la presentación de Rondador y Nocturno, una mini-serie de 4 números que forma parte, obviamente, de esta nueva línea editorial de Szama Ediciones. Y la verdad es que uno saca muchas cosas positivas de una presentación de este tipo, cosas que van más allá de la –a mi parecer- estupidez de la firma de un autor en el comic que realizó, una costumbre del fandom que desde que tengo memoria me pareció absolutamente vacía de contenido, insulsa y completamente sinsentido.
Mis disculpas a quienes se sienten muy orgullosos de tener centenares de comics firmados por autores internacionales, yo prefiero coleccionar experiencias, o en el mejor de los casos, dibujos originales de dibujantes grosos. ¡Ese sí es un premio por el cual vale la pena hacer horas de cola!
Pero volviendo al comic a reseñar, una de las muchas enriquecedoras anécdotas que puedo recuperar de dicha charla es la decisión que tomó Taibo en este caso para resolver la paleta de colores, la cual emula la utilizada por Gibbons en la archi-conocida maxi-serie Watchmen, un detalle no menor teniendo en cuenta la trama de esta serie, y algo que se puede verificar casi en el acto apenas una ojea este primer número.
Y ya, ¿viste?, si homenajeas de alguna forma mi historieta favorita de todos los tiempos, me estás tocando una fibra sensible a mí. Ya casi que me ganaste como lector sin haber hecho nada salvo el color, Taibo, la puta que te parió. xD
Pero por suerte, Rondador y Nocturno es algo más que una acertada elección cromática. Bastante más, diría yo. De hecho, este comic es un montón de cosas muy difíciles de exponer en una reseña sin matar un montón de sorpresas que los autores prepararon para el lector. Hay un actor de televisión, Santiago Casares, que está pasando por un momento de transición producto de una separación, la cual, para colmo, tiene tintes “mediáticos”, y lo que eso conlleva. Hay una chica muy impulsiva, Ana, muy cercana a Santiago, lidiando con la búsqueda de un tema para su tesis. Y está este viejo show televisivo que da nombre al comic, Rondador y Nocturno, protagonizado por una pareja de enmascarados, uno de los cuales, Damián Manzo, cruzará su camino con Santiago y Ana de forma abrupta e inesperada y desencadenará una serie de eventos que los catapultarán a los tres al filo de la ley.
Tejada y Taibo comienzan a construir en este primer número una trama que no le huye a la acción, que nuevamente tiene como protagonista de un par de escenas un fierro clásico a toda velocidad, y que aborda temas como la soledad, la ansiedad, la desesperación y la nostalgia parados a medio camino entre un relato cuasi-superheróico y un drama existencial muy humano de Vaughan, a lo Paper Girls. Casi a forma de bonus track, el guionista desparrama una serie de links musicales muy acertados para acompañar la lectura, y el dibujante incluye guiños muy bien colocados, como el cameo del editor de esta línea de comics. También como bonus, al final hay una serie de dibujos de página completa realizados por artistas que han colaborado con la editorial o lo están por hacer en próximos proyectos.
A diferencia de Motordrome, Rondador y Nocturno tiene una puesta en página y una edición que permite que las viñetas vayan “al corte”, esto quiere decir que los únicos “bordes” de viñetas que vemos son los interiores, los exteriores se pierden con los límites de cada página. Esta decisión, que yo soy el primero en festejar porque disfruto mucho de la misma, arrastra un peligro que, al menos en este primer número, casi puso en riesgo la lectura de un par de párrafos: algunos bloques de texto terminan muy al límite y si no se tiene cuidado, en el maquetado final podrían quedar truncos. Esto es apenas un detalle que tanto el editor como los autores deberían tener en cuenta a futuro, ya que solo requiere de unos pequeños ajustes para que todo salga 10 puntos.
Ni falta hace decir que de estos tres lanzamientos mi favorito fue el que dejé para el final, pero la realidad es que los tres comics fueron de mi agrado. Y si se acercan a adquirir los mismos en algunos de los eventos en los que la editorial tiene un stand, si bien cada uno por separado cuesta $60, al menos en estas semanas estaban ofreciendo los 3 por $150 en una oferta promocional que te ahorra $30, lo que en mi barrio se traduce como un alfajor y medio del terrabusi torta x 3. Nos volvemos a leer muy pronto, aquí en Tierra Freak.