viernes, 11 de agosto de 2017

Manhunt: Unabomber Cuando algunos la pasan bomba - La Columna de Logan.



Siempre me pregunté cuando llegaría el día en el cual una producción audio-visual seria, con plata encima, un buen elenco, un buen guionista y un decente director abordarían la vida pública de Theodore John Kaczynski, mejor conocido como el Unabomber, un personaje que forma parte de la cultura popular norteamericana casi al mismo nivel que el asesino serial Charles Manson, y que ha sido objeto de citas y homenajes en múltiples películas y series, y que hasta el momento solo había tenido una pobre película hecha para televisión y un más pobre aún documental alemán como opciones mutimedias para adentrarnos en los hechos que rodearon su accionar y su captura. Parece ser que Discovery Channel escuchó mis súplicas (?) y este año se decantó con Manhunt: Unabomber, una mini-serie pautada en 8 capítulos y protagonizada por Paul Bettany (Vision en la saga cinematográfica de los Avengers en el cine), Jane Lynch (The L World, Glee, American Dad!), Sam Worthington [Terminator Salvation (2009), Avatar (2009), Clash of the Titans (2010), Sabotage (2014), Cake (2014), Hacksaw Ridge (2016)], Katja Herbers, Chris Noth (Sex and the City, The Good Wife, Law & Order: Criminal Intent), Michael Nouri y el irlandés Brían F. O'Byrne, la cual se va a encargar de narrarnos el arduo trabajo del F.B.I. intentando capturar a este terrorista y, a la vez, los intensos diálogos que tuvo uno de los asistentes y principales responsables de esta captura con el terrorista en sí, 2 años después de que esta misión tuviera éxito, cuando la agencia intentaba conseguir una declaración de culpabilidad oral por parte de Kaczynski.



El precio de la libertad

Antes de ponernos en sintonía con la producción de Discovery Channel vamos a dar un rápido repaso por la persona de Theodore Kaczynski, un filósofo, matemático y neoludita descendiente de polacos que mantuvo en vilo a la población norteamericana con sus “cartas bombas” y sus manifiestos sociológicos. 

Ah, sí, estoy seguro que acabo de escribir una palabra que te está costando un poco decodificar. Lo sé. No pasa nada, amigo, para eso estamos acá. “Neoludita”, claro, proviene de Neoludismo, una corriente filosófica que se opone a la tecnificación de la sociedad, y en términos generales al desarrollo tecnológico y científico. Es una corriente de pensamiento bastante liviana, como se podrán imaginar, ya que no tiene líderes o grupos fuertemente identificados, es más bien una forma de entender la sociedad y una cuestión de principios llevados al extremo, y quienes abrazan esta ideología advocan por un abandono de las comodidades que ofrece la actual tecnología en pos de una mejor calidad de vida, y además se muestran preocupados por el medio ambiente, señalando que la sociedad moderna desconoce con precisión el impacto a largo plazo que la tecnología tiene en el mismo.

Los Neoluditas en general tienen un comportamiento pasivo, manifiestan una enorme disconformidad con el consumismo y son muy cautos a la hora de utilizar las tecnologías modernas, y a medida que van profundizando su convivencia con estas ideas van abandonado el uso de las mismas –de las tecnologías-, y generalmente terminan viviendo completamente aislados de la sociedad, sin conexión alguna con las redes eléctricas, cloacales o con los gasoductos, generalmente viviendo en cabañas alejadas de la civilización y montadas en algún lugar salvaje que los pueda proveer de lo que necesitan para sobrevivir. En lugar del capitalismo industrial, el Neoludismo prescribe comunidades agricultoras de pequeñas escalas como las de los Amish y el movimiento Chipko en Nepal e India como modelos para el futuro, y en general niegan la capacidad de cualquier nueva tecnología de poder resolver los problemas actuales, como por ejemplo la degradación del medio ambiente, la Guerra nuclear y armas biológicas, sin crear más potenciales problemas, y de esta manera establecen conexiones con los movimientos antiglobalización, con el anarco primitivismo, con el ecologismo radical y con la ecología profunda.

Uno de los puntos quizás más interesantes para analizar acerca de las proclamaciones de los Neoluditas es aquel en el cual exigen a la sociedad que se asegure de probar las nuevas tecnologías antes de incorporarlas, para dejar constancia de la seguridad de las mismas pero sobre todo para medir el impacto tecnológico en los individuos, en las comunidades y en el medio ambiente. El ejemplo más sencillo para desarrollar esta “petición” o línea de pensamiento es el auto: un vehículo que no solo contamina el medio ambiente sino que, además, utilizado con inconsciencia puede matar personas, y mientras más grande sea el vehículo mayor el daño que provoca.

El amigo Kaczynski entonces no era solo un loquito lindo con ganas de matar personas utilizando su habilidad para crear bombas y las facilidades que otorga el coreo postal, era una persona sumamente inteligente que actuaba motivado por una línea de pensamiento y estaba enviando, a su manera, un mensaje a la sociedad. Originalmente comenzó esparciendo este mensaje de manera críptica, con los primeros ataques a fines de 1978, pero llegado cierto punto, cuando sus víctimas se contaban ya por decenas e incluían 3 muertos, en 1995 exigió a dos diarios yanquies la publicación de un ensayo propio, un artículo que finalmente fue dado a conocer tanto por el New York Times como por el Washington Post el 19 de septiembre de ese año, el cual llevaba por título Lasociedad industrial y su futuro, aunque popularmente se hizo conocido como El manifiesto de Unabomber.

En dicho artículo, de más de 50 páginas, Kaczynski, que hasta ese momento firmaba como FC (siglas de Freedom Club), intenta advertir a la sociedad de los peligros de la sociedad industrializada, y de la imposibilidad de ser realmente “libres” mientras más nos amigamos de la tecnología, y de alguna forma intenta llamar a una “revolución mundial” en contra de las consecuencias de esta tecnificación, la cual yace día a día bajo el yugo de lo que él denomina un “sistema tecno-industrial”. Argumenta que la mal llamada revolución industrial supuso un completo desastre para la humanidad, en parte porque el sistema obliga a la gente a comportarse de un modo que está cada vez más alejado de los patrones naturales de la conducta humana, y esto termina provocando trastornos psicológicos con personas “sobre-socializadas” que reprimen sus inclinaciones naturales y se avergüenzan cuando su forma de comportarse o de hablar son distintas a las expectativas de la sociedad.

Por supuesto, al ser 50 páginas, desarrolla ésta y muchas otras ideas de forma exhaustiva, muchas de las cuales giran alrededor de la paulatina pérdida de libertad del individuo en post de favorecer los postulados que nos impone la sociedad moderna, y tira mierda todo el tiempo contra la tecnificación, pero con argumentos antropológicamente válidos y que, a la distancia, resultan además muy frescos, aún cuando fueron escritos hace más de 20 años. Una persona con una mente abierta y con la capacidad de poder obviar el daño que causó Kaczynski con sus ataques bien podría empatizar con su manifiesto, porque si de algo estamos seguros es de que los avances tecnológicos no son probados y testeados en relación al impacto negativo que podrían tener a largo plazo en la sociedad, y ha quedado enormemente demostrado la cantidad de problemas que suman, muchas veces mano a mano con las soluciones que ofrecen. Imaginemos por ejemplo que Kaczynski escribió esto cuando internet estaba en pañales, y en algún punto tenemos que admitir que muchos de los puntos de sus postulados tenían razón: hoy internet es tanto una puerta para expandir nuestro conocimiento y ampliar nuestra cultura así como un canal para establecer contactos, pero a la vez es una herramienta idónea para transformarnos en personas menos productivas por la cantidad desproporcionada de opciones que nos ofrece para perder el tiempo, y ni me hagan comenzar a explayarme sobre las problemáticas que arrastran las redes sociales… y eso solo es apenas una arista de todo: agarren las 3 temporadas de Black Mirror y hagan la bajada a tierra de lo que el showrunner de dicha serie nos está queriendo comunicar, y la misma representa todos los temores y advertencias que Kaczynski nos hizo. Y más allá de que sea solo ficción, tiene un anclaje enorme y muy verosímil del camino que siguió el avance tecnológico.

La serie de Discovery

Como se podrán imaginar luego del bloque de texto anterior, había un motivo por el cual en 20 años no había aparecido, hasta el momento, una producción que estuviera a la altura del mito: meterse con la vida de Theodore Kaczynski puede significar morderse la propia cola. Este terrorista tiene la inteligencia y complejidad del célebre personaje escrito por el novelista Thomas Harris, el Dr. Hannibal Lecter, pero además carga consigo una ideología que expone en carne viva un montón de problemáticas a las cuales el cine y el televisión no solo no le son ajenas, forman parte de la misma. Y entender eso y exponerlo de forma inteligente y responsable es un desafío que no está a la altura de cualquiera. Quien se hizo cargo de llevar adelante este barco es un ignoto Andrew Sodroski que, salvo por un cortometraje, no acusa absolutamente ningún mérito en su nómina audio-visual a la cual tenemos acceso a través de la web, pero cuenta en su equipo con Kevin Space como productor ejecutivo, y lo tiene a Greg Yaitanes para dirigir sus guiones, un fenómeno que ha trabajado en la misma labor en series como Lost, Banshee, Heroes, House M.D. o Prison Break.

Y en el apartado actoral tenemos a Sam Worthington que se pone al hombro el protagónico y da vida a Jim "Fitz" Fitzgerald, un perfilador recién recibido del F.B.I. que será convocado para desarrollar justamente el perfil definitivo del terrorista en cuestión, en 1995, y en el relato que se narra dos años después será sacado de su auto-impuesto aislamiento para mantener una conversación cara a cara con un Kaczynski ya capturado y así poder convencerlo de que reconozca su culpabilidad, facilitando a la fiscalía y al F.B.I. la sentencia de por vida en prisión, e inclusive barajar la posibilidad de una pena de muerte.

Más allá de que el resto del casting está a la altura de la producción y trabaja realmente muy bien, el desempeño de Worthington es sorprendentemente genial, su Fitz es uno de esos personajes que manejan un delicado equilibrio entre el autismo y la genialidad, evitando todo el tiempo mirar directamente a los ojos de sus interlocutores, navegando a su propio ritmo y en su propio mundo, pero con deducciones y resoluciones que solamente una persona muy capaz puede lograr, y mostrando todo el tiempo su valía en el equipo, aún cuando está obligado a trabajar en perfiles viciados por elementos de investigaciones previas, y muchas veces tiene que doblegarse y aceptar órdenes que le parecen casi ridículas y lo alejan de sus conclusiones.

El guión, por suerte, es otro elemento muy cuidado dentro de esta producción, y está desarrollado y presentado con frescura e inteligencia. Muchos de los extractos del manifiesto del Unabomber son presentados con la voz en off del propio Paul Bettany, el actor encargado de dar vida a este personaje, y los mismos son editados en momentos puntuales donde el peso de las observaciones que realiza el terrorista tienen peso en ese presente y en el nuestro, y entregan la ambigüedad necesaria para que la serie se disfrute por partida doble. Y al ser una mini-serie de 8 capítulos tienen espacio suficiente para recrear muchos de los atentados y describir la carrera terrorista de Kaczynski con precisión y mucho detalle, explicando desde el origen de la denominación "Unabom" (proviene de "University and Airline Bomber", o sea Terrorista de Universidades y Aerolíneas, y esto hace referencia a sus 2 primeros atentados con envíos postales, uno a un profesor de ingeniería de materiales en una universidad y el otro a una aerolínea) hasta la confección de muchas de las bombas caseras.

En un primer momento pensé que la idea de llevar adelante el relato dividido en dos tiempos –aquel en el cual el F.B.I. aún está tras la captura del terrorista en el ’95 y el otro en el cual convocan a Fitz para dialogar con el criminal, en el ’97- era una mala idea y le quitaba impacto a la trama, pero luego de ver el 2do capítulo me di cuenta que por suerte estaba equivocado, y todos mis temores fueron borrados de un plumazo con una única escena que justifica esta decisión.

Manhunt: The Unabomber es una serie dramática intensa, bien pensada y ejecutada de forma precisa, que no da puntada sin hilo y pretende abrir nuevamente la polémica que escandalizó a la sociedad moderna a fines de los ’90. Es un show que invita a la reflexión y, a través de recuperar un momento de la historia norteamericana que convenientemente muchos intentan olvidar nos permite reflexionar acerca de los límites y alcances que tiene la tecnología moderna, como nos relacionamos con la misma y qué balance hacemos entre el provecho que le sacamos y el daño que nos causa. Nos volvemos a leer la semana que viene, en Tierra Freak.