viernes, 15 de abril de 2016

“11.22.63”, misión cambiar el pasado - El Gabinete del Dr. Morholt.


Antes de comenzar la reseña de esta miniserie de 8 episodios que emitió el sistema de streaming Hulu (porque no son cadenas de televisión como Netflix o CBS All Access), tengo que dejar algunas cosas en claro:

Mucho de la obra de Stephen King me parece malo. Y no hablo de las adaptaciones de sus libros (en las que no debería tener ingerencia alguna) sino de sus, muchos, libros.

Con las producciones de J.J. Abrams tengo una relación amor-odio bastante complicada. Mi primera nota en este lugar fue la crítica a su horrible visión de Star Trek, pero a la vez soy un gran defensor de las series Alias y Fringe.

Y me acerqué a esta miniserie sin saber que estuviese basada en una obra de Stephen King, sino porque supe que tenía que ver con viajes en el tiempo y estaba J. J. Abrams como productor.


Pero para entenderla un poco mejor hay que recordar que la cultura estadounidense, esa que mamamos en todos estos productos que normalmente reseñamos en Tierra Freak, es una cultura que generó sus propios ídolos modernos en base a la carencia de antiguos.

Es una cultura en la cual se crean de la nada, y muchas veces sin fundamento, mitos e historias que ensalzan personajes de su pasado reciente para poder usarlos como pilares fundamentales de esa nueva sociedad que quieren separar de sus orígenes europeos.

Es una cultura en donde, a través de los medios masivos de comunicación (en donde entran también los libros de King porque son muy masivos), muchas veces se reescriben momentos de su propia historia y se los llena de elogios para así afectar los recuerdos que se tiene de la verdadera historia.

No es extraño entonces que esta serie (y el libro en que se basa) tenga como premisa principal salvar al entonces presidente John F. Kennedy de morir en ese confuso episodio que sucediese el 22 de noviembre de 1963.


Porque según uno de los personajes, salvando a Kennedy no hubiese habido guerra en Vietnam, no hubiese existido la guerra fría, no sucedería nunca un atentado como el de las Torres Gemelas y la sociedad estadounidense sería la panacea que en este momento no es, pero que estaba destinada a ser.

Y, si bien la premisa de viajar en el tiempo no es la primera vez que se usa en una historia de fantasía, tampoco lo es la idea de que matando a un villano X en el pasado el presente mejoraría mucho (normalmente se piensa en Hitler cuando podríamos ir mucho más atrás y hacerlo con Gengis Khan o Atila, pero bueno, eso también es parte de creer que la historia es sólo la reciente).

En este caso el villano a detener tiene tres nombres: Lee Harvey Oswald.

Y acá no puedo dejar de señalar que a través de los productos culturales emitidos en los medios masivos de comunicación muchas veces se termina influenciando a la opinión pública y si hay algo que todavía la opinión pública estadounidense no sabe fehacientemente es quién mató realmente a Kennedy (como tan bellamente nos mostró otro producto cultural titulado “J.F.K.” del director Oliver Stone).

Es decir que situar una historia de ciencia ficción en una época en donde todo era mejor (a pesar del racismo y la violencia de género, por ejemplo), pero aparte dejar sin un atisbo de duda que quien disparó a Kennedy fue Oswald por motu propio, sin intervención de agencia gubernamental o grupo de poder alguno… y… como que es demasiado.

Y es que no se puede separar ese contenido, esa bajada de línea, esa influencia que tiene la obra del análisis.

Pero teniendo en cuenta todo eso (que no es poco), los 8 capítulos de la miniserie son (en su mayoría) entretenidos.

Salvo quizás por el punto en la historia en que nos corren el foco y quieren que nos olvidemos de Kennedy, Oswald y la supuesta conspiración, para poner toda la atención en la relación entre el protagonista y el interés amoroso que conoce en el pasado.

La actuación de James Franco (el protagonista) es interesante, la de su supuesta contraparte Daniel Webber (Oswald) es correcta como la de “la chica del protagonista” (interpretada por Sarah Gadon), pero lo que realmente cabe destacar son el trabajo de Josh Duhamel que hace que lo odiemos desde lo más profundo de nuestras entrañas y del excelente, maravilloso y emotivo Leon Rippy que logra robarse la miniserie apareciendo sólo en el primer y último capítulo.

Con respecto a lo que vemos en pantalla, las locaciones, la utilería o el vestuario, todo nos hace creer que estamos viendo una historia de 1960, pero claro, es algo en lo que Bad Robot (la productora de Abrams) nunca falla, sea por el dinero que invierte o por lo bien que trabaja. Realmente no importa y es algo a destacar.

Así que si quieren un muy bien logrado producto audiovisual, emitido por un medio masivo de comunicación que, adrede o no, influye a una opinión pública que necesita ser influenciada para sostener los pilares de su cultura, no dejen de ver “11.22.63”. Digo, al menos se debe pasar más rápido que las 900 páginas del libro ¿no?